2012-07-01.IDEAL.ENTREVISTA AGT

Publicado: 2012-07-01 · Medio: IDEAL

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IDEAL, 1 JULIO 2012
JUAN JESÚS HERNÁNDEZ
«No soy profeta en Granada ni en España porque Franco me nombró el enemigo público número 1»
Antonio García-Trevijano. Abogado, destacado activista antifranquista, pensador republicano...
De voz enérgica y memoria prodigiosa, el granadino Antonio García-Trevijano es uno de los personajes más singulares de la España de la Transición.
MADRID. De Antonio García-Trevijano (Granada, 18 de julio de 1927) podría decirse que fue el hombre que casi pudo gobernar. Tal vez por esos quiebros de la vida que se fraguan en unos despachos y mueren en otros, García-Trevijano no ocupa un lugar diferente en la historia española como presidente de una república que no cuajó «tras el pacto secreto de Adolfo Suárez con los líderes socialista y comunista por la continuidad de la monarquía», se queja.
Ahora, a sus 84 años, repasa la intensidad de su vida en una casa en Madrid protegida por cámaras que siguen los pasos del periodista hasta que se produce el encuentro con este granadino que lo ha vivido todo y lo ha conocido todo en los años más intensos y convulsos de la Transición española. Su hogar es un museo con obras de arte de valor incalculable entre las que él mima pinturas de los granadinos Maldonado o Rivera.
Su vida de aquellos años fue, en realidad, una doble vida en la que de día alternaba las juergas con su joven amigo Juan Carlos (el Rey) y las relaciones de poder e influencias en los despachos de generales, banqueros y ministros del régimen, y de noche conspiraba y alentaba contra el franquismo.
Dice que es autor del único libro en español sobre política que se guarda en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Se considera un revolucionario de la libertad, piensa que no se puede mentir nunca, aunque te cueste la vida, y se define como «un granadino con dos huevos». La primera referencia pública de García Trevijano fue en IDEAL, cuando tenía 17 años, y ganó un campeonato de natación frente a Marruecos. 
–Menuda vida la suya, señor Trevijano. Parece que ha tocado usted en todas las fiestas... 
–Sí. Mi vida ha sido un peligro permanente y un desafío permanente. No se lo puede imaginar. 
–Si le soy sincero, llama la atención que un granadino que ha tenido un destacado papel en la política española de las últimas décadas no sea profeta en su tierra... 
–No es que no sea profeta en mi tierra, es que no lo soy en España y no me preocupa nada porque conozco la razón: Franco me nombró su enemigo público ‘número 1’. Ni Santiago Carrillo ni ningún otro tuvo el protagonismo que tuve yo al organizar la oposición política en España. La primera vez que se plantea la unidad de la oposición contra Franco la organizo yo; no fueron ni Gil Robles, ni Ruiz Giménez ni Felipe González, que entonces era solo un chavalillo ambicioso. Puse en marcha la Junta Democrática, la ‘platajunta’, y consigo movilizar ante Europa ese movimiento. Pagué y fleté un avión para viajar hasta Estrasburgo al frente de una delegación en la que estaban personajes como Tierno Galván o al andaluz Alejandro Rojas Marcos. Y ahí, en un acto político ante el Parlamento europeo, se presentó la oposición española con un discurso mío que puso en pie a los parlamentarios de toda Europa.
A mí me recibieron como presidente de la República, y yo lo rechacé porque nunca busqué cargos. Con todo esto es normal que el régimen me intentará silenciar. –Se marchó de Granada con 23 años. ¿Hábleme de la ciudad que recuerda? –Es la de un niño de 12 años en un Carmen de los Huertos de Belén, en el Realejo. Mi primer recuerdo de Granada fue entrar por la Gran Vía y ver la mejestuosidad del edificio del Gobierno Civil. Me dio la impresión de que llegaba a la capital de un imperio. Recuerdo que me impresionaba la iglesia de Santa Escolástica, mis paseos hasta la biblioteca del Salón para leer a Descartes acompañado de una pandilla de ‘golfos’ que iban a buscar dibujos pornográficos. Mis recuerdos están vinculados al instituto Padre Suárez y a un gran amor... 
–¿El amor de su vida? 
–Un amor inolvidable, el de una actriz norteamericana. Era el año 1950 o 51 y toreaba Manolo Do Santos. Sé que se llamaba Patricia. Era guapísima, como una diosa vestida de blanco, y en IDEAL salió una foto suya repartiendo dinero entre una multitud de gente. Me pidió que me fuese con ella a California, pero no lo hice. 
–¿Cómo era aquella Granada? 
–Campesina. De niño yo recuerdo una ciudad de comercios de telas y de radios pequeñas con un barrio de prostitutas. Es más, no los digo pero podría citarle ahora los nombres de aquellas emeretrices y de sus clientes y queridos. 
–Se dice con frecuencia que a Granada le han faltado verdaderos líderes capaces de transformarla... 
–Es verdad que Granada no ha tenido suerte con sus políticos. Hubo dos personas, Antonio Jiménez Blanco, que tuvo la talla suficiente para ser ministro pero le faltó coraje y le sobró vagancia, y Manuel Jiménez de Parga, del que fui profesor y del que me considero amigo, llegó a ser ministro pero le faltaba altura política. 
–¿Qué le pierde al granadino? 
–El granadino está presente en el mundo y serlo imprime carácter, pero hay una diferencia: salvo algunas excepciones al granadino le marca el carácter de la pasividad y permanencia en Granada. 
–Crisis en el Tribunal Constitucional, en el Supremo, en el Banco de España, en la Bolsa... ¿qué nos está pasando? 
–A esta pregunta vengo dando respuesta desde hace 36 años y para hacerlo incluso compré la revista Reporter, para poder escribir lo que pensaba y lo que pienso: que nuestro sistema político y constitucional es un engaño. Si quiere más detalles puede encontrarlos en uno de mis libros, ‘La alternativa democrática’, en el que hablo de la corrupción de los partidos ya en 1977, del café autonómico para todos que no resolvería los problemas nacionalistas de comunidades que se creen superiores al resto, y de la farsa del Estado de partidos porque la democracia requería separación real de poderes. 
–La apariencia de esta crisis es económica, pero en el fondo subyace una crisis de valores. ¿La solución es la catarsis social? 
–La corrupción política es evidente y la democracia de este país no es real porque no hay separación de poderes ni habrá representación real de la voluntad ciudadana mientras la soberanía siga en poder de los partidos, que son los que eligen y deciden a los que podemos elegir nosotros. 
–¿La reacción social debe venir por movimientos como el 15M? 
–Los del 15M son enemigos de la libertad. Quien defienda la democracia directa, sin representación, es enemigo de la libertad. Ese movimiento es una manipulación de partidos pequeños que ha expulsado el sentido común. 
–Los ciudadanos, ¿son víctimas o cómplices de esta especie de locura social, política y económica en la que estamos? 
–Son idiotas porque no se dan cuenta de que un edificio en ruinas no es reformable, y la estructura del edificio público español no es reformable. Habría que construir uno nuevo sobre la base de la honradez, la verdad, de bases políticas que recojan la separación de poderes, de la representación política, y en la elección por el pueblo del modelo constitucional que prefiera.
En dos ocasiones Antonio García-Trevijano estuvo cerca de la muerte y las dos las superó. El granadino lo recuerda así:
Franco sabía a la perfección quién era yo. Una noche, a las 12, se presentó en la puerta de mi casa Antonio María Oriol, ministro de Justicia.
-Perdona que venga a estas horas, pero quería avisarte de que te que van a matar mañana.
-¿Y cómo sabe eso? 
-Lo ha propuesto Solís en el grupo de los falangistas y sindicatos porque te consideran el enemigo público número 1 del régimen. 
-¿Y qué ha dicho Franco? 
-Nada. Parecía como si estuviese dormido. No sé si se habrá enterado siquiera.
No me fui. Dos años después vino a verme Antonio Fontán que era el presidente del Senado. También de madrugada:
-Antonio, te he traído 100.000 pesetas para que salgas de Madrid enseguida. Te van a matar. Ha venido Faustino García, ministro del Comercio, y me ha avisado porque sabe que somos amigos. Me ha confirmado que la propuesta se había aprobado en el Consejo de Ministros. Franco te considera su enemigo número 1.
Esta vez sí me lo tomé en serio, cogí el dinero, le pedí una pistola y salí de Madrid. Cuando estaba por Navacerrada sentí una vergüenza tremenda. Iba con mi secretaria y nos volvimos. Dicho todo esto, es normal que no sea profeta en mi tierra porque era el pánico para los franquistas y en Granada había muchos franquistas. 
–Ha dicho usted del señor Trevijano que es ‘un burgués idiota’ que daba dinero para financiar conspiraciones en la clandestinidad. 
–En mi doble vida, en la de notario o abogado, era un profesional reconocido y con dinero, amigo de generales y ministros y, en la política, por la noche, organizaba Comisiones Obreras en la clandestinidad en la fábrica de Medias Vilma, en la plaza de Castilla. Estaba en contacto con todos, con Marcelino Camacho, con Trinidad García, Arcadio... Allí organicé la primera reunión nacional de Comisiones Obreras. Viajaron desde toda España en días diferentes. Los recogía mi secretaria o mi ayudante en la estación de Atocha. Ellos no sabían ni a dónde iban. Durmieron todos en el suelo de la fábrica. 
–Fue una persona muy próxima a Don Juan, el padre del Rey... 
–Hay un hecho insólito que tiene que ver con esa buena relación. Un día recibí una tarjeta del Conde de Barcelona con un oficial inglés que acudió a mi despacho. En la tarjeta don Juan me escribía: «Antonio, atiende a esta persona, cree todo lo que te dice y obra en consecuencia. Lo que tú hagas yo lo apruebo».
Cuando hablo con ese oficial me dice que venía de Cazorla de una cacería con Franco, que había perdido el conocimiento y que no sabía si era grave o no.
Le pedí a mi amigo Luis Valls Taberner, presidente del Banco Popular, que organizase una comida urgente con el director general de Seguridad. Reconozco que estaba asustado pero estuve ingenioso y le dije al militar que había pedido ese encuentro porque ‘yo estaba en el secreto’ que él sabía:
-Sé que está preocupado y que lo pueden llamar de un momento a otro por un asunto gravísimo que yo conozco muy bien.
No acababa de admitir nada hasta que pronuncié el lugar de ‘Cazorla’, y entonces pegó un salto de la silla y preguntó: 
-Quién lo sabe. Suspendió la comida y me llevó en el coche oficial hasta su despacho, en la Puerta del Sol. Me preguntó qué podía hacer él y le advertí que debíamos tener una clave secreta porque si moría Franco habría que ir en avión a recoger al Conde de Barcelona para que presida el funeral, con su hijo al lado. 
–Su particular calvario lo vivió con las acusaciones de haberse enriquecido en operaciones dudosas con Guinea Ecuatorial... 
–Se me difamó hasta la extenuación. Fue una operación que montaron Felipe González y Fraga, entre otros. Me acusaron de haberme apropiado de los principales negocios de Guinea. Hubo algunos como Carrillo y Ruiz Giménez que vinieron a verme para solidarizarse conmigo.
–Su credo son verdad y libertad... 
–No he mentido nunca, he luchado toda mi vida por la libertad. Una vez organicé una conferencia en Madrid con Servan-Schreiber para proclamar la libertad que tuvo un éxito arrollador. Por cierto, se montó otra en la Universidad, en la que no tuve nada que ver, y fracasó. Luis María Anson me vinculó en un artículo al acto que fracasó, me cité con él en mi casa y como no quiso rectificar «para no manchar su nombre», lo agarré por ‘los fondillos’ de los huevos y lo lancé a la calle. Ya tiene otra razón de que por qué no soy profeta en mi tierra. 
–Más que la libertad de expresión usted defendió siempre la libertad de pensamiento pero lo cierto es que una no puede vivir sin la otra... 
–La verdadera libertad empieza por la libertad de pensamiento, la de creación, y la libertad de expresión es una consecuencia.