1980-01-27.DIARIO DE MALLORCA.ENTREVISTA AGT

Publicado: 1980-01-27 · Medio: DIARIO DE MALLORCA

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ENTREVISTA AGT
DIARIO DE MALLORCA, 27 ENERO 1980
Se le ve profundamente cansado, pero aún conserva la ilusión de nuevos proyectos, nuevas conspiraciones, y asegura que en diez años “aquí va a existir una nueva gran oportunidad para caminar la sociedad y hacernos mayores de edad". Antonio García Trevijano, más conocido por "el Trevi!" durante los años de la “platajunta", es otro de los grandes caídos de la democracia. Apenas es recordado por su ferviente actividad en las filas de la oposición democrática en el anterior régimen; su nombre sólo suele recordarse cuando se habla de Guinea. 
García Trevijano, es en realidad un político orillado antes de pasar por la prueba de las urnas. Su carrera política quedó truncada en noviembre de 1976 cuando et PSOE le acusó pública y reiteradamente de corrupción y de mantener negocios sucios en Guinea, y exigió su exclusión de Coordinación Democrática; las acusaciones contra Trevijano nunca han sido probadas judicialmente. Ahora, dedica la mayor parte de su actividad a su profesión de abogado y el resto a "estudiar".
—¿Piensa volver algún día a la política?
—Tal como se está haciendo en este país me es imposible. Me he dedicado durante un cuarto de siglo a la política, organizando el pensamiento y la acción democrática contra la dictadura del general Franco. En aquellos años, la acción política daba ocasión para practicar la ética, pero a partir de finales de 1976 la acción política se separó de la ética y se convirtió en una actividad profesional de los que piensan vivir de ella, y como no necesito la política como forma de vida mi acción política está excluida.
—¿Ha pensado en la creación de un partido, radical, como se asegura?
—Desde los tiempos de la “platajunta” muchas personalidades independientes-demócratas, me propusieron organizar un partido situado entre el PSOE y los partidos liberales; un partido radical heredero de la tradición marcada por Azaña y por los republicanos, que fuera radicalmente democrático, no marxista, pero de izquierda sí. En aquel momento rechacé esta oportunidad porque mi única obsesión era organizar la unidad de los demócratas contra la dictadura,  y la creación de aquel partido lo hubiese dificultado. Después me di cuenta que el mantenerme como independiente fue un error.
—Aún está a tiempo...
—Hoy vuelven a plantearme esta posibilidad desde varios sectores. Objetivamente existe ese vacío organizativo que representaría un 15 por ciento del electorado y que serviría para recoger a ese sector de apáticos que no se ven representados. Pero hay que ser realista y darse cuenta de las muchas dificultades que surgirían para crear tal empresa. UCD y PSOE se opondrían con todas sus fuerzas al surgimiento de un partido radical, pero esta dificultad no me asusta. Lo que me frena es la convicción de que un partido de estas características crearía unas esperanzas que desde mi punto de vista no estarían justificadas. Además ese hipotético partido produciría la consolidación del actual proceso político que es nefasto para el país. Lo que España necesita no es crear un nuevo partido, sino un nuevo sistema de gobierno; el actual sistema de gobierno se tiene que convertir en un nuevo sistema presidencialista.
—¿Aspira usted todavía a la presidencia?
—No es eso. Yo nunca seré presidente del Gobierno. Pero creo que se necesita un sistema presidencialista justo, debido a las reivindicaciones autonómicas y a los graves desequilibrios territoriales de la nación. Con un presidencialismo, las autonomías serían reales y equilibradas, y sin presidencialismo las autonomías están condenadas a ser demagógicas, conducirán al separatismo. Además, el presidencialismo evitaría el consenso porque ofrece la alternativa real de poder tanto a la izquierda como a la derecha.
—Esa alternativa existe en la actualidad...
—En absoluto. El PCE y el PSOE han asegurado el poder del Estado a la derecha a cambio de las libertades formales y la defensa de los derechos humanos. Hoy la izquierda española está mucho más lejos del poder que cuando vivía Franco. Es bastante triste comprobar cómo en un momento de crisis económica los representantes más cualificados de la clase trabajadora aspiren simplemente a que los salarlos no pierdan el poder adquisitivo, a mantener su “statu quo". Si la izquierda se inmoviliza en una política conservadora, no queda más esperanza de cambio de estructura que la que pueda introducir el capital.
—Se le ve desilusionado...
—Mi gran frustración y también mi mayor fracaso fue no ver con la suficiente antelación el grado de oportunismo de la clase política antifranquista; así como el no prever que sin prensa, sin radio y sin televisión democráticas era imposible la condensación democrática popular.
—¿Quienes le han decepcionado más?
—Me han decepcionado el PCE, los catalanes y la capacidad crítica de las clases dominadas. Parte de esta decepción es mi culpa por poner la ilusión que puse sin fundamento en estos partidos y en la espontaneidad del pueblo. Pero quiero ser justo: del PCE no me ha decepcionado el revisionismo, sino el no saber explicar por qué es revisionista. Además, los comunistas no tenían más camino que entrar por la reforma una vez que el PSOE renunció a la ruptura. El PSOE es el auténtico culpable de que las clases populares no hayan conquistado el poder.
—¿No dirá esto porque el PSOE le atacó con el tema de Guinea?
—Sobre este tema no hay ninguna duda. El PSOE me atacó por mis ideas en favor de la ruptura democrática. El PSOE quería pactar con Suárez sacrificando los postulados políticos que había venido defendiendo años atrás y sabía que ese pacto no sería posible mientras en el seno de la oposición se opusiera un grupo de personas y lo denunciara, a la opinión pública. Esta es la única razón por la que el señor Múgica, en una reunión celebrada en la sede del Partido Carlista, y después de haber perdido una votación secreta en la que el socialista defendía las tesis de la reforma frente a la de la ruptura, defendida por mí, amenazó con hacer pública mi actuación en Guinea; le dije que denunciase todo lo que pudiese demostrar, y después de tres años el PSOE no ha podido demostrar nada contra mí, mientras que yo le demostré jurídicamente la falsedad de aquel dossier que hizo público.
—El PSOE siempre defendió la legalización de todos los partidos...
—De cara a la galería. Pongo por testigos a toda la oposición de que el PSOE el 20 de junio de 1976, durante una reunión de Coordinación Democrática en mi despacho, manifestó que ellos entraban en las asociaciones que promovía Fraga Iribarne. El Partido Socialista siempre fue partidario del pacto con el franquismo, y la oposición sabe los esfuerzos que fue necesario hacer para que no rompiese la unidad de la oposición democrática.
—Se le ve muy furioso contra los dirigentes políticos españoles...
—Porque he visto demasiada suciedad, demasiado egoísmo personal para conseguir cotas de bienestar y seguridad. En la política española no he visto grandeza y sí pequeñez. No ha habido talla para meter a España en la historia universal y salir del catetismo. Por esta razón nuestra transición está plagada de zancadillas y dossiers. Por la ausencia de los grandes talentos políticos que yo esperaba. Después de 40 años de sufrimiento, nuestro país tenía que haber creado esas mentes preclaras.
-¿No es Suárez ese talento de que habla usted?
—Suárez es el prototipo de cateto; no conoce el mundo, ni tiene idea de la historia, ni tiene cultura, ni tiene las mínimas nociones de economía o de la política internacional. Un hombre así no puede dar nada duradero para España. Simplemente ha demostrado habilidad para llegar y mantenerse en el poder y tener éxito social. Pero Franco también tuvo este tipo de talento, superando por mucho a Suárez y sin embargo no es comparable con los grandes hombres que produjo Europa en la segunda mitad del siglo XX como fueron Churchill o un De Gaulle. Los mismo pasa con Felipe González: es un talento menor, para andar por casa y nada más.
—Sin embargo tiene que reconocer que hombres como Suárez, González y Carrillo en gran medida han conseguido la reconciliación nacional...
—Pero a qué precio! Además, yo siempre he defendido la reconciliación nacional. No sólo entre izquierdas y derechas, sino en el seno de la misma derecha. Mi idea era que para conseguir la reconciliación nacional había que pagar un precio, y que debía pagarlo la clase política franquista; los Suárez, los Fragas y los Martín Villas, y no los empresarios. Esto era la ruptura democrática. El fin de la reforma era el inverso, salvar la clase política franquista y hundir en el desprestigio a la ciase empresarial tal como ha ocurrido. La idea de la reconciliación iba unida a un nuevo equilibrio de la clase financiera y la clase empresarial. La ruptura exigía la subordinación de la clase financiera a la industrial porque era la única posibilidad de reconvertir la industria y salir de la crisis económica. Esto no se ha producido, y así vemos como mientras las clases financieras acumulan beneficios, la industrial se hunde poco a poco.
Mariano Guindal