2010-08-08.NUEVA ESPAÑA.ENTREVISTA A JOSE MANUEL NEBOT

Publicado: 2010-08-08 · Medio: NUEVA ESPAÑA

Ver texto extraído
ENTREVISTA A JOSE MANUEL NEBOT
LA NUEVA ESPAÑA. 08.08.2010
JAVIER CUERVO 
https://www.lne.es/siglo-xxi/2010/08/08/oposicion-democratica-nadie-creia-independiente-manana-segunda-entrega-urbanismo-o-piensas-10-anos-delante-o-plan-nace-viejo-orden-ciudades-costa/952594.html
«En la oposición democrática nadie creía que era independiente» Mañana, segunda entrega: «En urbanismo o piensas 10 años por delante o el plan nace viejo» Un orden para ciudades y costa
«Cuando tenía 9 años, mi madre me dijo que si veía señores de camisa azul que decían cosas raras no les hiciera caso»
«En la oposición democrática nadie creía que era independiente» Mañana, segunda entrega: «En urbanismo o piensas 10 años por delante o el plan nace viejo» Un orden para ciudades y costa 
«En la oposición democrática nadie creía que era independiente» Mañana, segunda entrega: «En urbanismo o piensas 10 años por delante o el plan nace viejo» Un orden para ciudades y costa
-Cuarto de cinco hermanos.
-No me atrevo a decirlo. Cuando era pequeño mis hermanas, que son gemelas, eran año y medio mayores que yo pero ahora ignoro la edad que tienen.
-¿Qué formación tuvo?
-Adecuada. Hasta los 9 años, una señorita madrileña que ponía mala cara si jugaba con niños que tenían acento asturiano. En adelante, los dominicos con los conocidos habituales: Juan Cueto, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Carlos Fanjul, Antonio Masip e Ignacio Gracia Noriega, creo.
-¿Cómo era de escolar?
-Nada especial. Sacaba buenas notas y me peleaba más de lo normal entre los que sacaban buenas notas.
-¿A qué llama buenas notas?
-17 matrículas de honor. Muy poco. Mi hermano mayor, Antonio, el físico, llevaba todo matrículas y los curas esperaban algo así de mí. Mi padre no: supuso que yo era relativamente listo, en lo que se equivocó.
-¿Le pesó un hermano mayor tan brillante?
-Nunca me importó un huevo respecto a él; sí reaccioné contra los que decían, por la comparación, «¿por qué no estudias algo?».
-Se sabe más de usted por lo que se le cita que por lo que haya contado.
-No había AVE ni internet y yo no estudié en la Universidad de Oviedo. Los demás sí.
-Estudió en Madrid.
-Desde el selectivo de Ciencias. Entonces se hacía en tu ciudad, si había Universidad, pero yo quería hacer Arquitectura y exigían mucho dibujo. Quería prepararme bien.
-¿Dibujaba bien?
-A los 9 años iba al estudio de Eugenio Tamayo, en un quinto piso sin ascensor. Un gran maestro. El resto eran mujeres que aprendían acuarela. En el verano del 52 copié del natural los jardines de San Ildefonso de la Granja. Dibujaba bien y pensaba que el arquitecto no tenía horarios fijos: la suma de habilidad y tipo de vida agradable me hizo elegir. He hecho cómics y humor gráfico y pluma, lavado, mancha y, durante el selectivo, «godos», o sea, copia de estatuas y desnudo vivo del natural.
-¿Cómo logró hacer el selectivo en Madrid?
-Mi madre acudió a Plácido Buylla y me hizo un certificado médico de que padecía una gastritis hiperácida. Mano de santo. Era indemostrable. Yo, como los asesinos y la gente con la conciencia tranquila, digiero bien. El clima de Oviedo no era favorable para la gastritis hiperácida.
-¿En sentido figurado?
-No, me echó Oviedo, una ciudad pequeña en la que les costaba entrar a la Caterpillar y al «600», las obras se eternizaban y fuera del casco sólo veías verdura...
-Universidad, Madrid, 1960, 17 años, ¿qué le llamó más la atención?
-Estaba poco viajado pero conocía Madrid del verano del 52 cuando fui a casa de mi tío Paco Pérez del Pulgar. Me impresionó que mi tío vivía en una zona acomodada, donde la plaza de Cristo Rey, y al lado todo eran chabolas y daban miedo. Era Goya antes de que yo supiera qué era Goya.
-¿Dónde fue a vivir en 1960?
-Al colegio mayor Aquinas.
-¿Qué tal?
-Dos años después le mandaron una carta a mi padre diciendo que estarían encantados de recibir a cualquier otro hermano mío pero que mejor si yo no volvía.
-¿Por qué?
-La carta decía «con respecto a los estudiantes, mantiene una actitud caracterizada por sus opiniones radicales tanto en lo divino como en lo humano», y con respecto a los curas, una relación «peculiar que ha dado lugar a situaciones realmente desagradables».
-¿Qué había pasado?
-Muchas cosas sin importancia.
-¿Tenía opiniones radicales?
-No tuve que caer de ningún caballo porque recibí una educación democrática. Cuando tenía 9 años mi madre me dijo que si veía señores de camisa azul que decían cosas raras que no hiciera caso. Sí me recuerdo cabreado con las mentiras de los periódicos.
-¿Y los estudios?
-Bien. En mi generación -y con esto me refiero al 5 o 10% de los titulados entre 1964 y 1968- hubo un ideologismo por el que, para ser arquitecto, había que saber cantidad de cosas y tenían que gustarte el teatro y la pintura. Seríamos entre 50 y 100 personas, en Asturias, Enrique Balbín y José Ramón Menéndez de Luarca, que tocan muchas teclas. Regía el «quien sólo lo suyo sabe ni eso sabe». Pasaba de curso en curso sin dificultad y me matriculé en Filosofía. Venía de Ciencias y tenía que escoger entre griego y árabe. Escogí árabe porque no sabía nada de ninguno. En primero me dio clase Antonio Millán Puelles, del Opus Dei, un tomista perorante. No me gustó nada y en 1963 entré en Ceisa a hacer Sociología.
-¿Qué era Ceisa?
-Centro de Enseñanza e Investigación Sociedad Anónima. Fue una fórmula de Pepín Vidal Beneyto, un tipo encantador, en un momento de gran pesimismo porque acababan de expulsar de la Universidad a Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo. Buscó la forma de Sociedad Anónima para dar Sociología, que no había, sin depender de Educación y Ciencia y hacerlo con profesores expulsados. Iban a ser tres cursos y tenía reconocimiento de una docena de centro de otros países. Estuve dos años, el del medio no. Lo cerró el Ministerio del Interior bajo dos acusaciones: dar clases en domingo y dar conferencias a personas no matriculadas. Hubo un policía social en cada curso, calvos con bigote que no daban el tipo del resto de los estudiantes. Dio una clase Maurice Duverger y quedé deslumbrado por dos profesores: Tierno Galván, al que volví a ver años después en París y Estrasburgo en la política, y al que me costaba entender cuando explicaba la categoría homeostasis, y José Luis Sampedro, de Estructura Económica, que explicaba la espiral inflacionista y el desgaste incorporado como un narrador. Un detalle de época: en Sociología éramos 100 alumnos y había bastantes mujeres. Entonces, fueran rojas o no, a las 9 de la noche salían echando hostias para casa. Con Tierno no se atrevían a marchar.
-¿Cuándo entró en la oposición democrática?
-En 1963, en el Sindicato de Estudiantes Universitarios Madrileño (SDEUM). Todo era un hervidero no formalizado en el que había algunos partidos pero se hablaba de «El Partido», que era el comunista. «¿Qué va a hacer el Partido?», se preguntaba. Importaba la capacidad de compromiso. Yo era cobarde pero carecía de miedo y eso me llevaba a dar la cara si había que hacerlo. Reivindicar era hacer saltos, difundir algún escrito, molestar y que publicara algo «Le Monde».
-Usted, y me refiero a años posteriores, siempre es citado como independiente.
-Sí, cuando presidía la Junta Democrática y luego la Platajunta. En el PSOE suponían que era criptocomunista y en el PC que estaba con ellos, que les convenía que no fuera militante y que después entraría. Desde niño tendía a ir por libre. Lo digo con modestia.
-Algo pasaría en su casa...
-Mi padre era cristianodemócrata. Cuando fue decano del Colegio de Abogados, el socialista Emilio Barbón hablaba muy bien de él y a mí me llamaba gilipollas. Cuando yo era pequeño el 95% de los españoles eran franquistas. En casa se oía Radio París y una temporada llegó una suscripción a «Le Monde». Los Menéndez de Luarca eran más bien monárquicos. En la oposición, nadie creía que yo fuera independiente. Todos decían que no se iban a dedicar a la política, que estaban en la oposición democrática por razones éticas. Yo también. Yo lo hice. Habría sido un mal político.
-¿Fue un buen conspirador?
-Si no tienes miedo haces más cosas. Estuve amenazado y detenido pero tuve suerte y escapé siempre. Otros las pasaron putas.
-¿Qué hizo cuando acabó la carrera?
-Dos especialidades: Urbanismo y Restauración de Monumentos. Urbanismo en Glasgow, con una beca Francisco Franco, un estudio sobre las nuevas ciudades británicas de segunda generación. Pasé 1968 en el Centro di Restauro de Roma. Mi avión fue el último que salió de España antes de que se declarara el estado de excepción.
-¿Conspiró?
-Aquel año, no. En todo caso estaba en un nivel muy bajo como conspirador.
-¿Cuándo cogió más talla?
-En 1971 cuando entré en ANA (Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza) y nos cargamos la papelera de Orense y la de Bueño y luchamos contra la de Navia y la central nuclear de la Concha de Artedo.
-Regresó a Asturias, 10 años después.
-Se acabó y había que volver. De las vacaciones conservaba amigos en el Albabusto. Todo estaba politizado y para oponerse hacían falta técnicos. Yo era técnico asesor pero mi formación política era superior. Miguel Ángel García-Dory y yo íbamos a lo que fuera. Aunque aún no se llamaba así, la lucha ecológica más importante de España la hizo ANA. Convergían militantes de todos los partidos, el PSOE no existía. García-Dory, independiente, desconfiaba de los comunistas pero, salvo dos o tres, lo eran todos. Era importante José Manuel Nebot, al que yo llamaba Kissinger, porque se le parecía. Era exasperante pero si necesitabas un R-12 para un viaje lo aportaba. En el verano de 1973, con la primera tromboflebitis de Franco, empezó la Plataforma Democrática. David Ruiz me llamó para decirme que venía Antonio García-Trevijano, el organizador, pero yo estaba en Portugal y fue en septiembre-octubre cuando fundamos la de aquí, en la Casa Sacerdotal, en una reunión con mayoría del PC en la que recuerdo a David Ruiz, a Álvaro Ruiz de la Peña, a José Luis Marrón. Adquiero importancia porque no tengo miedo, porque tengo tiempo libre y porque en el estudio puedo reunir gente. Fundamos las secciones de Mieres y del Nalón. Durante un tiempo contraté de delineante a Gerardo Iglesias porque lo habían despedido de todas partes y le podían detener por la ley de vagos y maleantes. Él hacía gestiones políticas desde el estudio y empezó a respetarme cuando vio que me telefoneaban mujeres. Muy de la cuenca. Luego están los contactos con la Plataforma y la formación de la Platajunta. Guardo escritos de aquello que tratan sobre el sexo de los ángeles.
-¿Cuándo deja la conspiración?
-Con el referéndum para la reforma política en el que hago el cartel de «Otro referéndum sin libertad» y dibujo un embudo. A partir de ahí sobran independientes y hacen falta profesionales.