2001-08-02.LA RAZON.ENCARCELAR AL ENTORNO AGT
Publicado: 2001-08-02 · Medio: LA RAZON
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OPINIÓN 14 LA RAZÓN JUEVES, 2 - VIII - 2001 ENCARCELAR AL ENTORNO MENTIRA Y SILENCIO OTRAS RAZONES nal, no sólo tiene co- mo causa material una entidad llamada entorno, sino que tal causa debe ser repri- mida junto con los agentes de la mate- rializan. El fruto terrorista lo produce la rama más sombría del ár- bol divino de Guernica. Nacionalismo y terrorismo se hermanan en su paternidad arbórea. Se alimentaron de su vieja savia a la orilla de la ermita. Y crecieron como ramas divergentes que equilibran el so- beranismo vertical del tronco. En la del PNV germina el polen de la autodeterminación como derecho natural. En la de Eta, el de la autodeterminación como hecho de armas. Se necesitan en lo común, se repelen en lo específico. Pero éste no es el hallazgo donde aparece la analogía con la lógica de la maternidad en las creencias primitivas. Lo que embaraza de terrorismo a la so- ciedad vasca es el ENTORNO físico don- de se concibe, genera y reproduce la po- llada etarra. Para el PP, Eta no tiene entorno social porque ella es el entorno de sí misma. Autogeneración mágica. So- lución: encarcelar al entorno. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO A ntes eran los pantanos. las Ahora, leyes. Las mejores del mundo. No tie- nen par. No hay cáliz que las contenga. No hay problema en Celtiberia que no lo resuelva una buena ley. Si, pese a ella, el problema persiste, otra ley. Dijo Montes- quieu que no debe regularse por leyes lo que ya lo está mediante costumbres. Aquí es exactamente al revés. El panlegalismo carpetovetónico aborrece regulaciones in- trusas, sobre todo si tienen cuna popular. Miren lo que ocurre con la inmigración salvaje. La ley y el reglamento de Extran- jería han solucionado lo que parecía inso- luble. Ya está bien de regularizaciones y humanitarismos. La norma, por encima de todo. La ley no está al servicio del hom- bre, sino el hombre al servicio de la ley. La epopeya racista de El Ejido –que se man- tiene sordamente con ahínco, sin pudor y sin consecuencia legal alguna– ocurrió an- tes de la nueva normativa. Fíjense en la gesta de Motril. Había que alojar a sesenta y dos inmigrantes ilegales. Sólo dieciocho cabían en los calabozos, que es lo suyo. NO estaba disponible el centro de Jesús Abandonado (¿algún notable inmigrante magrebí?) porque el ayuntamiento lo ha- ATENCIÓN A GIBRALTAR H a pasado, casi de puntillas, con una gloriosa aureola mediática el asun- to de la entrevista del ministro Pi- qué en Londres para tratar el caso de Gi- braltar. Y está de acuerdo JuanBravoen que ha sido todo un triunfo conseguir de la «pér- fida Albión» que acepte hablar de la sobe- ranía del Peñón. Pero no hay que alegrarse demasiado y olvidar que en diplomacia siempre hay una cruz. Por eso dice el espía amigo de J.B. que conviene ser extremada- mente cautelosos y poner toda la luz sobre lo que hace nuestro Gobierno en el litigio, no sea que, como tantas veces, nuestros so- cios de la UE y aliados en la Alianza Atlán- tica, nos den el habitual gato por liebre. España tiene ahora poderosos ases en la manga (resoluciones de la ONU, sin ir más lejos), cuenta con su derecho de veto en la UE y no sería de extrañar que nos timen con propuestas «lógicas» y una «negocia- ción» de esas en las que siempre hay que ceder algo para llegar a un acuerdo. Mala sería esa actitud ya que si alguien tiene que ceder es el Reino Unido, pues España ya ha mostrado hasta la saciedad su talante abrien- do la verja y no recuperando terrenos roba- dos que sobrepasan el Tratado de Utrech. JJuuaann BBRRAAVVOO REBOREDO Y SAÑUDO N adie objeta- rá la creen- cia de que el terrorismo es impro- pio de un país civili- zado. Pero pocos aceptarán que donde se muestra la falta de civilización no es tanto en la barbarie del pequeño grupo que produce terror, como en la incultura que lo identifica con el sitio donde tuvo lugar el embarazo terrorista, o con la ín- dole sanguinaria de los partos que gene- ra. O sea, la incultura que aquí explica el terrorismo por su origen vasquista o por su sadismo congénito. Una incultura es- pañola que pretende anular la causa del terror combatiendo sus efectos. No otro fin persigue, ni otro sentido tiene, la ac- ción policial. Recorta las cabezas de la hidra y deja intacta la fuerza ideal que las regenera. El despiste es de tal envergadura, y su ló- gica tan errática, que se necesitaría un ensayo sistemático para explicitar el en- tuerto y reorientar la acción disolvente del terror hacia la causa que lo engendra. Se puede ver el disparate en su analogía con un ejemplo sacado de la antropolo- gía. Durante millones de años, antes de que se descubriera el origen biológico de la paternidad, todos los pueblos se dieron explicaciones mágicas de la maternidad, que eran culturalmente tan válidas para ellos como para nosotros las científicas. La mujer era fecundada por la piedra donde estaba sentada, el árbol que la sombreaba, el río donde se lavaba, el viento que le daba de frente, la lluvia que la mojaba o el fuego donde se calentaba, cuando sintió el primer hálito de vida en su vientre. Los síntomas del embarazo delataban, por la cercanía del ENTOR- NO fecundador, al progenitor material de la nueva vida. La mitología reprodujo esas legendarias creencias populares. La ninfa Io, recostada en una roca, es poseí- da por una nube. Se entiende que el sen- timiento del amor, como de la poesía y la religión, brotara del corazón femenino. Y que la primera reflexión de los hombres versara sobre los elementos naturales de donde procedían orden y vida. Esta primitiva cultura, fundada en la potente lógica de la maravilla, no debe hacernos sonreír con aires de condescen- diente superioridad. Pues no son de me- jor calidad intelectual las ideas y los jui- cios que nos formamos en los asuntos que las ciencias no dominan. El sentido común suele estar basado en la fantasía de explicar los asuntos humanos por sus efectos personales, sin sospechar siquie- ra que tengan causas sociales. Parece de sentido común que, si los te- rroristas actúan como delincuentes, sea la policía la única instancia que pueda neu- tralizarlos. Pero así se olvida lo ya sabi- do: que la delincuencia común además de móviles subjetivos susceptibles de repre- sión, tiene causas culturales que requie- ren instituciones no represivas para eli- minarlas. Al PP le han bastado pocos años de Gobierno para descubrir que el delito terrorista, además de móvil perso- bía cedido a una ex- pedición de niños bielorrusos (esto sí que es filantropía). Las casetas de feria no servían, porque estaban en obras an- te la inminencia de las fiestas. ¿Solu- ción? Todos al suelo y esposados. En el patio de la comisaría portuaria, al raso e inmovilizados. El subdelegado granadino del Gobierno grosó los hechos con la suti- leza Duns Scoto: «Por humanidad debie- ron permanecer libres, pero por seguridad hubo que esposarlos. Se les trató con hu- manidad, pero el patio donde pasaron la noche no tenía condiciones humanas». La culpa era del patio. El trabalenguas místico apuntaba a una realidad miserable. Para la ínfima humanidad que los inmigrantes ile- gales representan, no les fue tan mal. ¿Acaso están por encima del Derecho de cosas? Decía el Gulliver Swift que «las le- yes son esclarecidas, interpretadas y aplicadas por gentes cuyos intereses y ca- pacidad les conducen a corromperlas, en- turbiarlas y eludirlas». Aquí no es necesa- rio. Son, por propia naturaleza, corruptas y turbias. Por tanto, no hace falta eludirlas. ¿De qué se queja nadie? Los inmigran- tes salvajes son tratados con tan exquisita humanidad que se les devuelve a su patria. Sin ir mucho más lejos, ahí tienen a los se- senta ecuatorianos repatriados desde bara- jas porque así lo decidió la policía compe- tente pese al «habeas corpus» que se había interpuesto veinticuatro horas antes. ¿Dón- de mejor que en su patria y, encima, con pasaje gratis total? Peor lo pasan los nige- rianos repatriados, que se entregan por la autoridad celtibérica a la policía nigeriana a sabiendas de que ésta los internará en un «centro de interrogatorios» –cuya invoca- ción produce terror en Lagos– del que no saldrán sin sobornar a sus guardianes. El centro humanitario se llama Alagbon Clo- se. Médicos Sin Fronteras asegura que el Gobierno español podría estar vulnerando el artículo tercero de la Convención contra la Tortura y del Convenio Europeo de De- rechos Humanos. ¡No es posible! ¡Con las leyes más avanzadas del universo y la hu- manidad con que se aplican! Uno de los nigerianos deportados, huésped por tanto del Alagbon Close, fue un tal Locky, heri- do grave en el brazo por arma blanca. Su hermosa repatriación le costará el brazo. ¿Pero qué vale el brazo del joven Locky ante la cruel necesidad española de vigilar atentamente las fronteras de la UE que le corresponden? Lo que dijo el subdelegado granadino: por humanidad, sí; por seguri- dad, no. La seguridad es siempre demo- cráticamente inhumana. Cicerón era casi tan sutil como el buen subdelegado: «La verdad se corrompe con la mentira o con el silencio». Ambas cosas a un tiempo la corrompen absolutamente. Pero hay que defenderse de la peste que es la inmigra- ción ilegal. Ellos son los verdugos. Nosotros, las víctimas. Ellos son los fascistas. Nosotros, los demócratas. Que así se escriba y así se recuerde. Quienes opinen lo contrario de- ben ser condenados a perpetuo silencio. JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO