2001-06-18.LA RAZON.EMPRESARIOS DE LA IMPIEDAD AGT

Publicado: 2001-06-18 · Medio: LA RAZON

Ver texto extraído
OPINIÓN

24

LA RAZÓN
LUNES, 18 - VI - 2001

OTRAS RAZONES

EMPRESARIOS DE LA IMPIEDAD
S iento simpatía

MR. BUSH, VIAJANTE DE COMERCIO
L a venida del Sr.

por los liberti-
nos de sí mis-
mos. Adoro la liber-
tad de los demás. Y
detesto  al  libertino
de la libertad. No por
lo que tiene de exce-
sivo, o le sobra de li-
bertante, sino por lo
que le falta de natu-
ral. Lo que se desarraiga de los instintos
permanece lejos de la humanidad. En el te-
rrorismo, la inhumanidad no es exclusiva
de los aterradores. La brutalidad está en
ellos.  Pero  la  impiedad  se  anida  en  los
«aterradistas» por sistema, en los granjea-
dores del drama, en los vividores del te-
rror, en los que condenan los medios te-
rroríficos  y  aprueban  sus  fines,  en  los
«liberalísimos» libertinos que se declaran
por  la  Independencia  del  País Vasco  si
una mayoría electoral lo decidiera. 

Contra lo que cabría esperar, a esta ca-
tegoría no se llega siendo muy liberal con
la opinión de todos, sino reprimiendo la
de  muchos  y  despreciando  las  fuentes
históricas del sentimiento nacional. La li-
bertad de poder transluce en la prepoten-
cia de la libertad de expresión. Concreta-
mente, en los patronos de los dos diarios
de mayor difusión, encadenados al auge
de cada partido gubernamental.

Con  el  desparpajeante  manejo  de  la
opinión, llegan a tener más poder que el
viático de los gobiernos y el permanente
de los banqueros. El poder de disponer,
mientras se enriquecen con el negocio de
la libertad, de lo que, no siendo privativo
de nadie, la historia mancomunó. 

Un  liberal  no  procura  la  libertad  de
dominio sobre cuerpos y almas de otros.
A lo sumo, le basta con que le dejen ha-
cer de su capa un sayo. Cuando traspasó
esas fronteras y pudo actuar en lo públi-
co, el liberal se hizo librepensador o li-
bertino, antes de que pudiera ser demó-
crata. Un gobernante liberal es hoy una
ficción o un contrasentido. Los «libera-
lísimos» de la prensa son los libertinos
de la libertad, los «libertadísimos» de to-
do lazo con el pasado, de toda depen-
dencia con la verdad.

Los primeros desórdenes de la libertad
republicana de 1931 introdujeron en la
cultura  popular  la  idea  reaccionaria  de
que la libertad se confunde con el liberti-
naje. Al vulgo ignorante le encantan las
frases tontas que parecen cultas. Y aún
hoy no son pocos los que atribuyen a las
libertades públicas otorgadas la introduc-
ción del desenfreno en las costumbres.

La degradación que sugiere la exten-
sión del libertinaje en las ideas y creen-
cias no vino de un exceso de libertades
públicas, sino bien sea de su defecto, co-
mo fue el caso de los primeros libertinos
(llamados «d’esprit»), o bien de la falta
de conexión de la libertad con la posibi-
lidad de realizar ideales de vida superior,
como es el caso de los actuales libertinos
de la libertad. Para llegar a ser libertino
«d’esprit» se necesitan cualidades menta-
les y morales que los «liberalísimos» no
tienen: pensamientos originales sobre la
vida y voluntad de erosionar la hipocre-
sía del consenso con el escándalo de su
publicación. 

España no tuvo li-
bertinos librepensa-
dores, como Inglate-
rra  y  Francia.  No
por  azar  se  llamó
por  vez  primera  li-
brepensador  a  un
discípulo  (Toland)
del padre de la tole-
rancia, Locke. Salvo
Miguel Servet, que-
mado por los calvinistas entre los «liber-
tinos ginebrinos», aquí no conocimos el
libertinaje espiritual. Tuvimos profesores
en lugar de filósofos. Y ahora, cuando la
tolerancia  inherente  a  todas  las  oligar-
quías liberales suplanta al respeto exigi-
do en la democracia, florecen estos nue-
vos libertinos de la libertad, predicando
tolerancias al libertinaje con las patrias.
Al son de sus empresas, chalanean con la
vasca, como jugarán con la catalana o ga-
llega, porque no respetan la española y
fueron  cómplices  del  patricidio  de  la
Transición.

«La débauche» de su depravación cul-
tural no tiene límites en el abuso de la li-
bertad, en la «bouffe» atragantada de ne-
gocios, en la impúdica orgía de famas y
premios, en el menaje a cuatro naciones.
Libertinos de la libertad, empresarios de
la impiedad. 

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

Bush a Europa
se ha converti-
do en la visita de un
viajante. Un represen-
tante  comercial  que
llevaba en su maletín
de ofertas el Escudo
Antimisiles o Natio-
nal Missile Defense
(NMD) y, como tema
secundario de coloquio, su crítica al Protoco-
lo de Kioto como algo «poco realista». ¿Des-
de qué concepción de lo real?, Mr. Bush.
¿Quizá la definida por los intereses de las
grandes empresas contaminantes? 

Tremenda estrechez, cuando un encuentro
de la mayor parte del Primer Mundo, consti-
tuida por los EE UU y la Unión Europea, de-
bería afrontar una reflexión sobre los grandes
problemas que hoy afligen a la humanidad y
ante los cuales tal sector tiene una responsa-
bilidad única, la cual urgiría definir una polí-
tica de desarrollo planetario, que sin duda la
llamada «globalización» no representa. Y en-
tre estos problemas se encuentra, ciertamente,
la degradación del medio ambiente y la es-
quilmación de los recursos naturales en nues-
tra forma de vida, pero también el hambre, la
desigualdad económica entre los países, que
proyecta las masas del Tercer Mundo sobre
las puertas del Primero, el paro, el sida y, más
genéricamente, la deficiente situación de la
sanidad en el conjunto de la tierra, la morta-

¿CUESTIÓN DE DISCIPLINA?

A dos «barones» populares de la enver-

gadura de Eduardo Zaplana y Alberto
Ruiz Gallardón, Valencia y Madrid, su
partido les ha pedido que revoquen su decisión
de no presentarse. Es lógico que el PP no quie-
ra arriesgar la mayoría absoluta que ambos
consiguieron, pero como la cosa roza la «cues-
tión sucesoria» del propio José María Aznar, en
el PP hay quien ya les da por descartados co-
mo candidatos. Sin embargo, el que Gallardón
y Zaplana concurran de nuevo no excluye sus
posibilidades en el 2004, como no lo están las
de Rodrigo Rato, en el dilema de que él no
quiere y los demás no le creen, ni las de Ma-
riano Rajoy, que de eso no habla ni harto de pu-

ros. El argumento de perma-
necer en el mandato que al-
gunos invocan perdería fue-
lle  si,  por  ejemplo,  se
concreta  la  posibilidad  de
que Mayor Oreja sea secre-
tario general. Así que sigue
abierto el ramillete de candidatos en el que mu-
chos sitúan, pese a todo, al propio Aznar. Si a
Zaplana o a Gallardón se les puede invocar la
disciplina  de  partido,  argumentan,  ¿alguien
puede pensar que Aznar sería menos discipli-
nado si se lo pidiera expresamente el partido?

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

lidad  infantil  tercer-
mundista en las zonas
empobrecidas  de  los
EE UU y todo un rosa-
rio  de  flagelos  que
azotan  a  la  sociedad
actual, algunos de los
cuales pueden condu-
cirnos  a  verdaderas
catástrofes. Una situa-
ción que podría reme-
diarse  si  los  enormes  recursos  de  nuestra
ciencia y tecnología encontrasen una di-
rección racional al servicio de las auténticas
necesidades humanas. Pero todo ello es olvi-
dado en nombre del mito de la seguridad, tan
cultivado como instrumento de domestica-
ción de las masas y la fantástica propuesta del
escudo antimisiles. 

He iniciado el artículo presentando a Bush
como viajante de comercio. Sin el propósito
de desvalorizar tal profesión, no menos res-
petable que muchas otras, sino con intención
muy claramente  descriptiva. El presidente de
los EE UU ha venido a vender. Porque lo que
detrás del famoso escudo se ventila son fun-
damentalmente intereses económicos recu-
biertos por falaz retórica. Según los datos
aportados por LA RAZÓN, en efecto, el pro-
yecto alcanzará un costo de partida de 66 mil
millones de dólares y tardará unos quince
años en estar en condiciones de funcionar. Y
¿qué diremos de la geoestrategia dentro de
quince años? En un tiempo en que la tecno-
logía y la situación mundial, quizá con Chi-
na convertida en la primera potencia econó-
mica, se haya transformado de un modo que
los futurólogos apenas pueden escenificar. 

Cuando publiqué mi última edición de la
«Crítica de la Civilizacion Nuclear», me ocu-
pé de la «guerra de las galaxias» o «guerra de
las estrellas», la SDI (Strategic Defense Initia-
tive) lanzada por Reagan. Y tuve ocasión no
sólo de consultar la bibliografía pertinente si-
no de hablar en Washington con alguno de
los físicos que habían trabajado en el proyec-
to y me explicaron la serie de falsificaciones a
que se recurría para impresionar a los sovié-
ticos, aparentando una eficacia inexistente.
Eran los tiempos de la «guerra fría», de la
monstruosa carrera nuclear. Pero el belige-
rante Reagan, para encubrir los intereses de
las industrias, podía con cierta facilidad ex-
hibir un enemigo. Ahora hay que sacarlo de
la chistera. ¿Quién puede imaginar a Irak,
Corea del Norte o Irán, lanzando un ataque
nuclear contra los EE UU? O contra Europa,
como pretende vendernos el Sr. Bush. Y la
cumbre del ridículo se alcanza, cuando se
pretende que el mágico escudo sería un arma
contra Eta. Hace falta tener la capacidad de
adulación ante el poderío americano de Az-
nar y de Berlusconi o el seguidismo de Blair
para apoyar este dislate. La militarización del
espacio, el cultivo de la imagen agresiva de
ciertos países están en la senda mas nefasta
para emprender los caminos del siglo que ini-
ciamos. ¿No sería mucho mejor, desde luego
éticamente, pero también de un modo prácti-
co, si de verdad se pretendiera un justo orden
mundial, levantar las sanciones a Irak que
constituyen un verdadero genocidio? Y abrir
el diálogo y la cooperación internacionales.
Por supuesto avanzar en el desarme que libe-
re a nuestro planeta de su terrible situación
actual: la de un polvorín nuclear.

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS