2004-02-12.LA RAZON.EMBAJADAS CADUCAS AGT
Publicado: 2004-02-12 · Medio: LA RAZON
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EMBAJADAS CADUCAS LA RAZÓN. JUEVES 12 DE FEBRERO DE 2004 ANTONIO GARCÍA TREVIJANO La carta del embajador de Italia al director de LA RAZÓN, censurando la libertad de pensamiento de un español para proponer un análisis crítico de la insubstantividad europea en la historia italiana, plantea el tema de la inconveniencia de mantener Embajadas de países de la UE en otros Estados miembros, en la era tecnológica de las comunicaciones instantáneas y los encuentros intergubernamentales permanentes. Si en el interior de la UE ya no hay fronteras ni necesidad de pasaportes; si se ha uniformado la legislación, suprimido las aduanas, consagrado la libertad de movimientos de personas o capitales, establecido la libertad de establecimiento profesional o empresarial, asegurada la libertad de circulación de ideas y noticias; si se ha planificado el encuentro periódico de jefes de Estado y de Gobierno o de ministros del mismo ramo y se ha regulado la coordinación de los servicios informativos y orden público; si los antiguos análisis diplomáticos, derivados de la observación personal y de los informes secretos, han sido sustituidos por los pronósticos de las encuestas políticas; ¿qué sentido tienen y qué función desempeñan las embajadas de países europeos en Europa? ¿Son útiles o perjudiciales para la formación de un espíritu común europeo? ¿Por qué siguen existiendo en cada territorio nacional tan costosos enclaves de extraterritorialidad diplomática? ¿No han devenido románticos escenarios para galanteo de la cursilería mundana? ¿No encarnan los embajadores europeos esa vejez de mayordomos boquiabiertos que, sin misión vital, sobreviven con la respiración del aire artificial que le abanican los flecos del poder? No caeré en la crueldad de Ortega cuando definió al diplomático como un cuasi-hombre. Lo inquietante de las embajadas, dentro del mundo europeo que no las necesita, está en la mentalidad reaccionaria que les impone la función nacionalista de su anacrónica representación totalitaria. Con independencia de su formación profesional y de su cuna ideológica, los embajadores europeos se comportan en Europa como educados cosmopolitas en la alta sociedad y como catetos nacionalistas en el mundo de la política y la cultura. El totalitarismo persistente de la representación que conservan (Estado, Gobierno, sociedad, cultura e historia de sus naciones), la que tenían en la Europa del equilibrio entre potencias, ya no es compatible con la parcialidad y volubilidad de las competencias que desarrollan, las de «chicas para todo», en la Europa doméstica de la unión administrativa y económica de los Estados. Un embajador no tiene poder real, pero ostenta una representación ideal más omnicomprensiva que la de los jefes de Estado en el interior de sus respectivos países. Sólo en los Estados totalitarios pueden coincidir los ámbitos y dimensiones de ambas representaciones. Ningún presidente de Gobierno se considera afectado, en un régimen liberal o democrático, por las críticas dirigidas, dentro o fuera de su país, contra la sociedad civil, la cultura o la historia del pueblo que gobierna, pues solo le concierne lo político. Pero guardaros de decir ante un embajador que su idioma es más apto para el canto o la poesía que para expresar pensamientos abstractos o acciones de mando. Lo tomará como una ofensa a la inteligencia, la valentía o la historia cultural de su nación. En la Europa que empieza cuando Napoleón termina, sólo conozco un caso de personalidad diplomática superior a la de los Jefes de Estado que se conciertan mediante un plan no elaborado por la potencia hegemónica. Me refiero al artífice del Congreso de Viena (Alejandro lo llamó «caballero de Europa»). Sin creer en lo que hacía, triunfó donde Talleyrand fracasó. Un ministro prusiano, discípulo de Kant en su juventud y de Burke en su madurez, se puso al servicio de Metternich para fundar la diplomacia europea en una síntesis de principios y equilibrio: Federico Gentz.