2001-05-26.LA RAZON.ELOGIO DEL ATENEO RUBIO ESTEBAN

Publicado: 2001-05-26 · Medio: LA RAZON

Ver texto extraído
OPINIÓN

18

LA RAZÓN
SÁBADO, 26 -V - 2001

ELOGIO DEL ATENEO

OTRAS RAZONES

DEL CASTILLO, DE CUENCA, DE RACIONERO...
Y quienes escri-

C uando  en  las

románticas
bóvedas  del
Ateneo madrileño, de-
coradas con enormes
camafeos  murales,
alegóricos de ideas de
justicia, belleza, ver-
dad y sabiduría, cente-
lleantes de diversos y
fúlgidos  colores,  re-
suenan poderosas las voces de Antonio Gar-
cía-Trevijano, Agustín García Calvo, Joaquín
Navarro,  Gabriel Albiac,  Gonzalo  Puente
Ojea, Rafael Sánchez Ferlosio, Luis María
Anson,  y  de  otros  intelectuales  de  pensa-
miento fuerte y honesto, es porque este lugar,
ciertamente, es el principal santuario de la oji-
garza Atenea en España. Y a pesar de su so-
berbia biblioteca, en la que se ha abrevado
buena parte de la intelectualidad española, la
severa  cultura  de  la  diosa  «glaukôpis»  se
compagina con mimallones, sátiros, bacan-
tes, leneas, tíades, náyades, títires y ninfas.

Pues bien, me dice mi amigo Joaquín Na-
varro que nuestro admirado conmilitón de
OTRAS RAZONES, Carlos París, se vuelve
a presentar a la presidencia del Ateneo ma-
drileño, que lleva ejerciendo con la mayor
dignidad en los últimos años. Y parece que
esta vez lo hará contra un contrincante nada
escrupuloso en sus artimañas electorales, a
pesar de su gran prestigio intelectual en el
ámbito universitario. De nada le valdrán sus
aliadas la calumnia, la infamia y la inmorali-
dad. En todo caso, parece impropio de un
erasmista –y José Luis Abellán ha ensalzado
en muy inteligentes páginas al autor del Elo-
gio de la locura– tener el comportamiento
que J. Sánchez Molina ha denunciado en es-
te mismo periódico. Debería releer sus pro-
pias páginas. Estamos seguros que el profe-
sor París volverá a vencer, pues su perfil de
republicano austero y virtuoso, siempre fiel a
sí mismo –eso que los clásicos griegos lla-
maban «agathê philautía! y que es condición
necesaria para ser leal con los demás–encaja
espléndidamente con la tradición ateneísta.

Me encanta la fe irreductible de Carlos Pa-
rís en los ideales humanistas, cuyo colofón
sin duda ha sido la ética marxista, la más no-
ble rama del humanismo cristiano. Pues es
seguro que existen mayores vínculos intelec-
tuales y éticos entre un portentoso humanista
como Pío II (antes Eneas Silvio Piccolomini)
y Carlos Marx –los dos admiraron a Epicu-
ro–, que entre aquel gran Papa y el último
Pontífice. La Iglesia creyó que se moderni-
zaba cuando dejó de hablar en latín y de es-
tudiar griego, cuando precisamente en las len-
guas clásicas está consignado lo más digno
de su aportación ética y, sobre todo, cultural
al mundo –la más grande que ha existido en
todos los tiempos–. Y son hoy los pensado-
res marxistas, como Carlos París y el inolvi-
dable Manolo Sacristán, quienes sustituyen a
los aquinates, salutati, moros y piccolomini
de otros tiempos.

La coherencia política de Carlos París ga-
rantiza por completo la independencia políti-
ca del Ateneo, no subordinado a ningún inte-
rés bastardo, y asegura su total compromiso
por la cultura y la libertad. La producción fi-
losófica de Carlos París (El animal cultural:
biología y cultura en la realidad humana, Crí-
tica de la civilización nuclear: tecnología y
violencia, etcétera) nos revelan su largo es-
fuerzo ético por intentar defender la notas que

componen el concep-
to mínimo del «hom-
bre» desde lo mejor (y
más humano) del hu-
manismo clásico fren-
te  a  una  civilización
hipertecnologizada
que  sólo  responde  a
unos  intereses  mez-
quinos  que  cosifican
al hombre. Los impe-
tuosos intereses del capital voraz han conver-
tido la sublime curiosidad del hombre sobre
el mundo en un vicio sacrílego que animaliza
al hombre.

Es verdad que el Ateneo tiene que estar
con los nuevos tiempos, pero no entregarse
por sistema a los tiempos, como no han pa-
rado de hacer nuestros proteos de la Transi-
ción, que ya les es imposible seguir el re-
cuento de los innumerables colores de camisa
que han lucido, con los que han trepado una y
otra vez por las ramas más altas del poder. El
Ateneo madrileño fue siempre republicano
por respeto a su altar de la razón, y debe se-
guir siendo republicano después del próximo
martes. De ello Carlos París es una buena ga-
rantía; a quien, como diría san Pablo, la cien-
cia no le causa hinchazón, y su honradez edi-
fica. Se debería trabajar en purificar la vida
de las instituciones con buenas costumbres.

MMaarrttíínn--MMiigguueell  RRUUBBIIOO  EESSTTEEBBAANN

ben discursos
al  Rey.  Y  la
corte de adláteres, poe-
tas, críticos que a su
alrededor pululan. Y
su  prepotencia. Y  el
plagio. Y la vergüen-
za  que  nos  va  cu-
briendo con su manto
gris ceniza, instalán-
dose en nuestras conciencias. Más que Mi-
nisterio, patio de Monipodio. Se (les) repar-
ten  los  cargos.  Y  son  mediocres.  Sus
afinidades electivas pasan por la falta de es-
crúpulos a la hora de servir al poder. De de-
rechas de toda la vida, o de los juegos de
aquella izquierda que más que marxista era
folklórica. Mas ellos no son los verdaderos
culpables. Culpables son la mayor parte de
los escritores mendigos, siempre a la espera,
espera de que ellos también reciban algunas
migajas desprendidas desde los desagües del
Estado. Premios, Academias, viajes, lanza-
mientos publicitarios-comerciales. Nunca
tan  grande  la  miseria  de  nuestra  cultura.
Nunca tan profunda la manipulación reali-
zada sobre ella por los medios de comuni-
cación. Es tan inmensa la náusea que ya no
puede ahogarnos. Estamos ante un hartazgo
tan atroz de basura que ya el respirarla nos
parece  normal.  Callan  ellos  y  callan  los
otros. Por ejemplo: los bibliotecarios, bi-

PORQUE SÍ Y PORQUE ES ASÍ

VAMOS A MÁS

D os bebés han muerto, en estos días, en

España, tras ser arrojados por su  ma-
dre desde el balcón. Definitivamente,
el mundo no es ni noble, ni bello, ni bueno. Y,
el corazón del hombre, siempre el mismo. Pues
claro. Y, sin embargo, no todo es siempre de la
misma manera, así sea, día tras día el mismo,
el ladrar de los perros. Así avancemos sólo a
trancas y barrancas, y no sin lágrimas, en esta
patria común, que no tiene límites, que es la vi-
da. Y, aunque nos muerdan las entrañas noticias
como esta, conviene no rendirse, porque vamos
a más. A más, y no a menos. Y, como prueba,

esta otra noticia, también
de estos días: la acogida
de  bebés  forasteros  por
parejas españolas se du-
plica. Cuatro mil criaturas, niñas y niños de
China, de India, de países de la América his-
pana, encontraron, desde enero, un techo entre
nosotros. Y, sobre todo, han vuelto padres a mi-
les de españolas, de españoles. Son hijos que-
ridos, que es lo que cuenta. Hijos del  corazón,
porque esa, y no otra, es la verdadera paterni-
dad. El mejor legado.

JJeessúúss  FFOONNSSEECCAA

REBOREDO Y SAÑUDO

bliotecarias. 
De
Cuenca, Juaristi, Ra-
cionero, cargos políti-
cos  para  plagiarios
o... Y ellos, los profe-
sionales, callan. Ca-
rrera,  oposiciones,
años de servicio, ideas,
conocimiento,  viejo
Sancho 
imaginando
Ínsulas  en  las  que
nunca les dejarán gobernar. Ministerio de
Cultura, Educación y Deportes. Tres en uno
necesitan. Algo que rompa un producto tan
contaminante como corrompido y corruptor. 
Tiempos muertos. ¿Quién resucita a los
necesarios  Baudelaire,  Rimbaud,  o  José
Martí, Vallejo, Antonio Machado? La ética
de los Savater tampoco quiere ir más allá de
sus proyecciones y preocupaciones particu-
lares. Y  en  última  instancia  uno  escribe
«vamos a menos» y se lava las manos sobre
la gran farsa que sustenta nuestra cultura.
Porque todos estamos encadenados a él, el
dinero, el Gran Inquisidor de nuestros días,
quien silencia o abotaga las conciencias. Co-
bardes, vencidos, lacayos, lastimeros, ¿dón-
de los escritores? ¡Cómo se ríen, desde las
leyes, las reglas y campañas morales, los en-
cendidos mea culpa de las buenas concien-
cias, los grandes traficantes de la droga, del
tráfico de trabajadores-esclavos, de los ni-
ños o de las mujeres obligados, obligadas a
prostituirse en el mundo entero! ¡Cómo se
ríen de la cultura, o de la literatura, los gran-
des depredadores de la misma que en su
nombre hablan. 

No he hablado de plagios, de intertextua-
lidades. Ni de Ferias del Libro al servicio
siempre de los poderosos grupos de la edi-
ción. Ni de grandes premios Literarios, lo-
terías que muchas veces se conceden a li-
bros que ya se encuentran en imprenta antes
de ser fallados o que se atribuyen a obras to-
davía no terminadas, todo vale con tal de
exhibir un reclamo, un rostro conocido, un
o una famosa, un político o una periodista
influyente. Ni de críticos solaperos o críti-
cos al servicio de los intereses de los grupos
que controlan los grandes medios en que es-
criben. No. Es tan profundo el infierno en
que nos movemos, en el que nadie se atreve
a respirar para no ser a su vez condenado al
ostracismo, al silencio, para borrarse de la
gran feria literaria, que esas cosas me pare-
cen nimiedades ante el caos o vacío en que
naufragan las ideas, el pensamiento, la ima-
ginación, en que lentamente van desapare-
ciendo las culturas. Amiguismo, vaciedad.
Trampas. Corrupción. Mientras se apagan
los sueños, se cierran los diálogos. La lite-
ratura, que existe, se recluye, como tal vez
haya siempre ocurrido, en esa bendita isla
de silencio, lejos de Cortes, Grandes Alma-
cenes, escenificaciones burdas y malsanas.
Nunca se nos apareció el Ministerio tan au-
tista como en los tiempos que vivimos. 

Y al fin, quienes se quejan, nos quejamos,
somos simplemente, palabras que emplean
los  definidores  según  sus  conveniencias,
frustrados o terroristas. Como no existe de-
recho de réplica, imponen, como en todo, su
dogmático criterio, que por la sociedad es
aceptado. A la mayor gloria de los tiempos
en que se ha declarado proscrito el diálogo,
cualquier, todo diálogo. 

AAnnddrrééss  SSOORREELL