2001-04-21.LA RAZON.ELOGIO DE LOS MODISTAS RUBIO ESTEBAN
Publicado: 2001-04-21 · Medio: LA RAZON
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ELOGIO DE LOS MODISTAS LA RAZÓN. SÁBADO 21 DE ABRIL DE 2001 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN La Historia de la Gramática ha llamado «modistae» a los gramáticos escandinavos (casi todos del Chersonesus Cimbrica o Dacias ¬después Dinamarca¬) que en la Baja Edad Media escribieron en los monasterios tratados intitulados De modis significandi, y que aunque fueron duramente criticados por el gran Erasmo, por la excesiva sutileza de sus distinciones, asentaron las bases teóricas de la Semántica, relacionando el significatum de las palabras no en el vínculo aislado palabra-signo, sino en el consignificatum o constructibile, es decir, en la relación, en el intersigno, en lo que después Saussure llamaría el eje sintagmático de la lengua. Es así que el significado conceptual o denotativo de los vocablos no nos remite a una idea transcendente, singular, eterna e inmóvil, sino que el significado conceptual de un idioma se organiza a base de rasgos contrastantes en relación con los demás términos del léxico. Pues bien, los dos artículo de nuestro maestro Antonio García Trevijano, «Lo denotativo» y «Lo connotativo» (de 22 y 26 de marzo respectivamente) nos han recordado los aires de una especulación de «modista», que en su caso siempre está llena de un fulgor creativo y original. Es evidente ¬porque se ha dicho, claro¬ que la Historia «sensu stricto» ¬es decir, la contemporánea¬ jamás podrá definir denotativamente un proceso histórico, sino que los significados que de ella emerjan ¬por objetiva que pretenda ser¬ han de resultar necesariamente connotativos en cuanto que están condenados a ser perpetuamente inestables por los puntos de vista: varían de acuerdo con la cultura, la sensibilidad y la experiencia personal de cada uno de los individuos. Como acertadamente señala nuestro amigo García Trevijano: «La tarea de definir la Transición consiste, pues, en explicar la connotaciones que implica y la clase de relación que las une». Más aún, desde el punto de vista social otros significados «secundarios», como el estilístico, el afectivo, el reflejo, el conlocativo y el temático, tienen de hecho más fuerza «subyugante» que el significado conceptual, al que a menudo encierran en el calabozo oscuro de un culpable olvido, como Zeus hizo con los Titanes. Ahora bien, una cosa es que el género literario de la Historia transmita un significado connotativo de los procesos históricos estudiados, y otra muy distinta que los principios políticos que desencadenan tales procesos no tengan su significado conceptual propio. Por ejemplo, cuando hablamos de «libertad política», por muchas connotaciones individuales y de grupos sociales que podamos añadirle, existe, sin embargo, un número irreductible de rasgos semánticos que muestran con exactitud lo que se precisa saber para poder distinguir este término político de todos los demás. Y aunque un término como «Democracia política» funciona desde el Imperio Romano como un paraguas lingüístico para muy diversas realidades políticas, algunas incluso políticamente antitéticas, y aunque puede ser arrogancia suponer que nosotros podemos fijar la definición de tal término para siempre, qué duda cabe que al menos su significado conceptual aún nos sirve para señalar lo que, desde luego, no es democracia. Pero, en efecto, cuando la semántica de los principios políticos queda al albur del dirigismo político y su propaganda es ley social que quede vaciada por completo, degradándose aquéllos al nivel de eso que Hayakawa llamó «palabras-gruñido» y «palabras-ronroneo». Sólo sirven para insultar o para adular, pero ya no significan nada. Así como cuando se dice «Arzallus es un fascista» (palabra-gruñido), y «Aznar es un gran demócrata» (palabra-ronroneo). Por eso pensamos que del mismo modo que los gramáticos y los académicos son vigilantes sobre el uso correcto de la lengua, a fin de que el pensamiento, las cosas y sus relaciones y la comunicación de todo ello tengan una consistencia lógica y no caigan en incoherencias, los pensadores políticos ¬como Trevijano¬ deben velar para que el significado de los términos políticos no sea corrompido ni adulterado por el albur de los intereses de cada político. Y creo que esta función social no es menos básica que la de los académicos, pues impide que el pueblo sea objeto de mofa por parte de la clase política.