1996-12-09.EL MUNDO.ELOGIO AL ELOGIO AGT

Publicado: 1996-12-09 · Medio: EL MUNDO

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ELOGIO AL ELOGIO
EL MUNDO. LUNES 9 DE DICIEMBRE DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
A Javier Gómez de Liaño 
Es mas difícil elogiar que vituperar. Y más fácil criticar sin razón a un amigo que alabar con motivo a un enemigo. Casi ningún afamado elogia al mérito de su amigo, aunque éste no le dispute sus ambiciones. Desde que la estadolatría de la pobreza dictó las normas de cortesía, el elogio al mérito amigo se hizo impúdico o sospechoso. Por eso se cubre con reparos que lo hagan verosímil en medio del maltratamiento. El ardidoso cree sincero su elogio aunque lo disfrace, para parecer justo y objetivo, con falsedades o ridiculeces. No necesita conocer lo que elogia, cuyo mérito no apreciará hasta que otros lo establezcan. Le basta su simpatía al autor para hacer a su obra un favor sin justicia. Y espera pura gratitud por la gratuidad de su elogio impuro. El viciado aire de fracaso, donde pide respirar cada día burbujitas de halago a su inseguro talento, le dice que el puro elogio es perjudicial para el que lo recibe, cuando en realidad sólo lo es para el que, si lo hiciera, ensombrecería aún más la frustración vecina. Por eso no es cortés hacer leña del árbol caído, pero sí sacar alguna astilla del que pueda hacer sombra a la del que cobija. 
La mezquindad en el elogio de lo cercano, más que de la envidia entre amigos, es fruto amargo de la inseguridad y de  un alto cargo, un premio de prestigio o una convención general consagran la fama amiga, la adulación sustituye al elogio digno. Mientras se tallan aristas de contraste ficticio en la obra del amigo públicamente denostado, todo es ya plano inclinado en la reverencia impúdica a la buena fama establecida. Es sano recibir con alegría alabanzas y críticas de los amigos si están fundadas. Pero sólo la hipocresía o el interés sostienen una amistad que elogios falsos o críticas falseadas enturbian. No es el tamaño ni la clase de los elogios o las críticas, sino su pertinencia y oportunidad, lo que separa a lo laudatorio de lo adulatorio y a la buena de la mala amistad. Y se olvidan menos los elogios de los enemigos que las críticas de los amigos, porque es raro que aquellos sean inoportunos y éstas, injustas. La crítica, incluso acerba, que mejora la obra o la vida de un amigo, crea gratitud y deuda. La adulación no se reconoce hasta que se repite. Pero la más pequeña mala fe, el elogio malévolo, la censura infundada a un amigo no se olvidan. 
Hay que restaurar la dignidad del elogio puro y sin reservas del amigo al amigo, cuando se lo merece y lo necesita. Sin peros ni disfraces. Hay necesidad de prodigar el elogio limpio -sin trucos ni astucias de apache nocturno- al amigo que nos honra con su amistad y su obra. Todo gran amigo de la verdad y de la justicia necesita hoy ser elogiado. No porque se limite a cumplir con su deber, eso lo hacen muchos profesionales, ni porque su obra sea perfecta o sin tacha, eso es opinable, sino por conservar intacto un ideal en plena dimisión de todos los ideales. El claro elogio debe ser proporcional a la extensión del agravio y a la intensión del silencio. Donde se difama brutalmente a la decencia, hay que elogiar brutalmente a  se denigra por sistema a dos jueces dignos, llamándolos estrellas, hay que firmamentar sobre las instituciones denigrantes a esas rutilantes estrellas. Toda reserva en el elogio a los pocos jueces, periodistas y publicistas que procuran el conocimiento público de la verdad, sería cobardía y complicidad en el sostén de la gran mentira que gobierna. La sinceridad del elogio está en la prodigalidad del encomio a la obra sincera, y no en ese modo calculado de regalar con ruindad una retahíla de palabras sobadas y huecas.