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Publicado: 2007-05-11 · Medio: BLOG AGT

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ELECCIONES SIN ELECCIÓN
BLOG DE AGT, 11 DE MAYO DE 2007
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Todo el mundo sabe lo que significa elegir entre opciones diferentes pero, salvo en Francia y Reino Unido, casi todos olvidan su significado cuando se trata de elecciones políticas. En este fantástico reino de la mentira por sistema, basta que el poder estatal instale urnas por doquier, pidiendo a los ilusos gobernados que metan papeletas en ellas, para que todos convengan en que se han convocado elecciones libres.
Apenas transcurridos unos días desde la masiva participación en elecciones verdaderas a la jefatura del poder ejecutivo en Francia –donde no existe sistema democrático de poder presidencialista, sino régimen de poder presidencial necesitado de confianza parlamentaria-, la fícción electoral española se pone en campaña para emprender la ilusionante tarea de elegir o nominar personas que no representen a los electores, a fin de que éstos puedan vivir en estado salvaje de inocencia municipal y autonómica.
¡Qué sabiduría tan sublime! ¡Qué maravilla de pueblo! Siendo consciente de la inmensidad de su ignorancia y de su incivilidad, sabiendo que sus pasiones instintivas le conducirían a la guerra civil, y queriendo no equivocarse nunca más en la dirección de los asuntos públicos, el pueblo español tuvo la genial ocurrencia, a la muerte de su querido y temido dictador, de adoptar un método político, el de la Transición-Transacción, que ha superado en realismo a la ficción del contrato social y, en eficacia, a la mismísima democracia directa de Rousseau
¿Cómo impedir que en nombre del pueblo español se puedan cometer actos de violencia o que en su nombre se realicen actos criminales de Estado, de Autonomía o de Municipio? Pues muy sencillo. Prohibiendo con leyes electorales que el pueblo o los electores puedan ser representados por los elegidos. Lo que éstos hagan después de votados, su mal gobierno, ya no podrá ser imputado a los electores. Será exclusiva responsabilidad de los elegidos sin representación. Ese es el profundo significado de las elecciones por el sistema proporcional de listas de partido.
Si algún profesor europeo de derecho político o constitucional tuviera la temeridad de creer que así no estoy describiendo la realidad de lo que esta sucediendo, sino tan solo expresando con sarcasmo algunos aspectos no queridos del sistema electoral vigente en todos los Estados de Partido, le pediría que leyera los textos de los famosos juristas alemanes que, en las décadas de los 50 y 60, en plena guerra fría, llegaron a sostener que la partitocracia había sacrificado la antigua representación política de los sistemas liberales, para realizar el sueño de Rousseau mediante la moderna integración o participación de las masas en el Régimen de poder estatal
Los intelectuales suelen interpretar la realidad con lo aprendido en libros de otros intelectuales, en lugar de interpretar los libros con lo aprendido en experiencias de realidad. Y digan lo que digan los libros de historia, las únicas enseñanzas de nuestras recientes experiencias electorales son las que describo.
Nada importaron los crímenes horribles de Felipe González. Eran cosa suya y no de los votantes a las listas de su partido. Por eso el PSOE conservó la inocente fidelidad de sus votantes. Nada importaron las monstruosas mentiras bélicas de Aznar. Eran cosa suya y no de los votantes a las listas de su partido. Su inocencia está intacta. Votarán a Rajoy como si Aznar no hubiera existido. Nada importan las gravísimas acciones de Zapatero en Cataluña y País Vasco. Son cosa suya y nadie puede pedirle cuentas, pues su partido ha sido votado, pero fuera de su seno a él nadie lo ha elegido. Allá su partido con los problemas que se deriven de la negociación con ETA. El asunto no concierne al que votó PSOE sin poder darle, lealmente o legalmente, su representación.
Nuestra denuncia del sistema electoral no tendrá tregua. Siempre estaremos en campaña. La jornada de reflexión carece de sentido si no se usa para incrementar el mensaje de la abstención. La mentira electoral, como el regalo de niños en reyes magos, crea la ilusión popular de repartir cuotas de poder municipal y autonómico entre partidos estatales iguales.