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Publicado: 2004-03-08 · Medio: LA RAZON

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OTRAS RAZONES
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LA RAZÓN
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DOMINGO, 7 - III - 2004
LUNES, 8 - III - 2004
LUNES, 8 - III - 2004
DOMINGO, 7 - III - 2004

OTRAS RAZONES

ELECCIONES: SEIS PLEBISCITOS
L os  electores

EL AUTOMÓVIL Y SU MITOLOGÍA

votarán al par-
tido  que  les
parece más apto para
tomar las riendas del
Poder  Ejecutivo.  A
ningún votante le in-
teresa quiénes van a
legislar.  Solamente
qué  jefe  de  partido
merece ser presidente
de Gobierno. Todas las elecciones legisla-
tivas son anticonstitucionales y todas las
campañas podrían ser anuladas por el TC.
La Constitución excluye el «presidencialis-
mo» como forma de gobierno donde el po-
der ejecutivo está separado del legislativo,
pero cada elección impone un régimen de
poder «presidencialista» donde  legislan los
mismos que gobiernan. 

A ningún medio de comunicación le in-
teresa denunciar el gran fraude constitucio-
nal que implica convocar elecciones legis-
lativas  para  nombrar  presidente  del
Ejecutivo. A ningún intelectual le importa
que la práctica política anule por completo
el valor normativo de la Constitución. El
consenso de la Transición no se redujo al
pacto de excluir la convocatoria a Cortes
Constituyentes,  a  fin  de  que  una  simple
Asamblea Legislativa hiciera la Constitu-
ción, sino que también dio licencia a los
partidos para infringir la norma sobre su
funcionamiento democrático y la prohibi-
ción del mandato imperativo a sus diputa-
dos de lista. 

Las consecuencias de estas prácticas an-
ticonstitucionales, que en el pasado se ma-
nifestaron con el auge de la corrupción du-
rante  los  gobiernos  socialistas  y  con  el
autoritarismo sin control parlamentario de
los dos mandatos de Aznar, se hacen hoy
patentes con las anomalías que transforman
las próximas elecciones legislativas en seis
plebiscitos sobre: 1. Jefatura del Partido Po-
pular; 2. Presidencia del Gobierno; 3. Plan
Ibarreche; 4. Gobierno tripartito catalán; 5.
Retirada de tropas de Iraq; 6. Política anti-
francesa del gobierno. Todo lo demás son
ruidos de carnaval de distintas letras parti-
distas cantando al unísono la misma músi-
ca. Es decir, lo que no es plebiscito es equi-
polencia de partidos.       

Después de las elecciones nadie podrá
tachar de antidemocrático el nombramien-
to, a dedo de Aznar, de su sucesor en la Je-
fatura del Partido Popular y en la cabecera
de su lista electoral, pues Rajoy tendrá la
superior legitimación de las urnas. Si los
partidos nacionalistas vascos obtienen la
mayoría absoluta, nadie podrá oponerse a
la ejecución del Plan Ibarreche sin ser ta-
chado de antidemocrático. Si los partidos
integrados en el Gobierno de la Generalitat
logran mayoría absoluta de votantes, la ac-
ción clandestina de Rovira y la voluntad
«maragalliana» de federar al Estado espa-
ñol estarán legitimadas por la soberanía po-
pular de Cataluña.   

Si los electores dan a Zapatero la Presi-
dencia del Gobierno, la retirada de Iraq de
la soldada española y la reanudación en Eu-
ropa  de  la  política  de  España  con  la  de
Francia y Alemania, no serán libres opcio-
nes del futuro gobierno, sino el obligado
cumplimiento de lo aprobado en el plebis-
cito popular que suponen las próximas elec-
ciones, sin que esas cuestiones hayan sido

sometidas, como po-
drían haberlo sido a
causa  de  su  impor-
tancia trascendental,
a un legítimo referén-
dum.  El  Estado  de
partidos  aplica  a  la
política  el  principio
de economía o míni-
mo  esfuerzo  con  un
rigor  tan  admirable
que no lleva aparejados inconvenientes in-
soportables para el pueblo o la sociedad ci-
vil. 

De una sola tacada electoral resuelve la
legitimación democrática de la falta de de-
mocracia en la vida interna de los partidos,
del nombramiento del jefe de Gobierno, del
relleno de los escaños legislativos con lis-
tas de partidarios, de la configuración fede-
ral de las Autonomías en Euskadi y Catalu-
ña y de las decisiones principales del futuro
Gobierno. ¿Y cuales son las nimiedades de
sus inconvenientes? Suprimir la representa-
ción de la sociedad civil en el Estado, eli-
minar la posibilidad de control del Poder
Ejecutivo por el Legislativo y someter a las
urnas cuestiones no susceptibles, por natu-
raleza, de ser votadas. Total, nada.    

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO

E n  fechas  re-

cientes  se  ha
la
difundido 
noticia  de  que  había
aumentado la venta de
coches  en  nuestro
país, proporcionando
una inyección a la in-
dustria automovilísti-
ca. Se ha atribuido el
fenómeno  a  una  su-
puesta mejora del nivel de vida y al descen-
so de los créditos. Cuando, según las encues-
tas, la mayoría de las familias españolas se
encuentran con dificultades para llegar a fin
de mes, hay que pensar que el factor más in-
fluyente ha sido el segundo, la facilidad para
endeudarse. Y habría que añadir otra razón:
la importancia exagerada que se concede al
coche en la economía familiar y en el presti-
gio social. Porque el automóvil, un artefacto
destinado a satisfacer una necesidad humana,
agudizada en la inquieta y dinámica cultura
moderna y occidental, se ha convertido en al-
go más que un útil; se ha revestido de signo
de posición social  También en desahogo de
diversas  frustraciones Y  por  ello  muchos
compradores no se resignan a un «utilitario»,
cuando la mera posesión de un coche se ha
popularizado, sino que hacen un esfuerzo pa-
ra exhibirse en un coche de lujo. Y creo que

EL LADO OCULTO DE RAJOY

A mitad de campaña, algunos se han sor-

prendido positivamente al descubrir lo
que llaman «lado oculto» de Rajoy. Y
es que en los últimos días el candidato popular
aparece contento, con un tono más incisivo y
con el pulso bien tomado mitin a mitin. Pero
este Rajoy ha existido siempre, aunque no siem-
pre se deja ver. Cuando lo hace aparece el Ra-
joy de la ironía, inteligente y demoledor, sin per-
der su tranquilidad. No sé si este «cambio» es
porque las encuestas le dan posibilidades de
mayoría absoluta o porque en su «tempo» de
campaña ya toca sacar todas las cartas. Sea co-
mo sea, aparte de esto, la campaña no ofrece
mayor novedad. Siguen todos contra el PP con
el único objetivo de quitarle la mayoría absolu-
ta. Yo no sé si las absolutas son buenas o malas,
pero no me gusta descalificarlas por sistema.

Por ejemplo, en la situa-
ción actual, es mejor para
la gobernabilidad que Ra-
joy  la  tenga,  entre  otras
cosas porque el peaje que
tendría  que  pagar  sería
perjudicial ya no para el
PP,  sino  para  el  Estado.
No  hablo  de  Coalición
Canaria, sino de CiU, por ejemplo, que tras dar
alas a ERC ahora alardea de nacionalismo ra-
dical y cuyo líder, Durán, dice que desconfía de
Rajoy. El peaje sería el problema, pues ya se sa-
be qué es lo que pasa cuando uno se asocia con
radicales. Y si no que se lo pregunten a Zapate-
ro o Maragall con su experiencia con Carod.  

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

ello es especialmente
intenso en España.

Cuando  la  motori-
zación  se  encontraba
en sus primeros tiem-
pos, comparaba Ortega
el uso del automóvil en
España y en Francia en
un  divertido  artículo.
Observaba  en  él  que
los  coches  en  el  país
vecino, siendo mucho más numerosos, eran
utilizados fundamentalmente para desplazar-
se y su presencia exterior no se mostraba tan
meticulosamente cuidada como en España.
En nuestro país, en cambio, el coche era usa-
do en gran medida para pasear y exhibirse en
una carroza lúcida, impoluta. Además, el nú-
mero de chóferes resultaba mucho mayor,
proporcionalmente, en nuestra tierra. Cuan-
do han transcurrido bastantes décadas y nues-
tras ciudades y carreteras están tan plagadas
de coches que su función de desplazamiento
parece perdida, no deja de conservarse resi-
dualmente esta visión del automóvil, tan pro-
pia de nuevos ricos, llegados tardíamente a
este producto de la industria.

Naturalmente las contraposiciones son es-
quemáticas. Para muchos españoles, hoy día,
el coche es visto en función de su utilidad, de
su necesidad, incluso, y, sin duda, no deja de
haber franceses y ciudadanos de otros países
para quienes el automóvil es percibido como
medio de ostentación. Hace ya algunas déca-
das en Francia se realizaron estudios sobre las
proyecciones sexuales de que el coche es ob-
jeto y los problemas de celos de pareja que
suscita. Recordemos que en Francia «la voi-
ture» es femenino y que tradicionalmente el
comprador y conductor de coches era el va-
rón, el patriarca, que frecuentemente en los
viajes, aunque la mujer supiera conducir, se
apoderaba del volante. Y, si bien la conduc-
ción femenina se ha normalizado, las muje-
res suelen dar menos importancia al prestigio
social del coche, mientras persiste una idola-
tría masculina del automóvil, que es perfec-
tamente  captable  en  los  grandilocuentes
anuncios de estos vehículos, muchas veces
cargados de sexismo machista. 

Esta psicología no deja de ser peligrosa. Un
hombre, tanto más cuanto más frustrado está,
y mayor sacrificio le cuesta pagar las letras,
acrecienta su ego subido a un coche de lujo,
se siente un rey de la carretera, aprieta el ace-
lerador hasta alcanzar velocidades enloqueci-
das, dando luces, bocinazos y gritos a quien
pretende obstaculizar su exhibición de pode-
río. Y los accidentes inexorablemente llegan.
Se habla actualmente de «educación vial».
Lo fundamental sería inculcar una visión ra-
cional y desmitificadora del coche, como un
instrumento que nos sirve para desplazarnos
armónicamente, además, con otros muchos
conductores. Ni es un bólido que disputa pre-
mios, ni un trono móvil en que lucir nuestras
pretensiones de riqueza. ¿No sería preferible
que el nivel de vida de nuestra sociedad se
manifestara en gastos de cultura, libros, asis-
tencia al teatro y a conciertos, a que se mues-
tre en la incesante adquisición de coches? Un
producto de nuestra civilización, cuyo abuso,
además, consume las reservas energéticas y
deteriora el medio ambiente. Pero aquí se
abre toda una crítica del modelo de desarrollo
actual y éste es ya otro cantar. 

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS