1995-05-21.EL MUNDO.EL REY SUPLENTE MELLADO-LOSADA
Publicado: 1995-05-21 · Medio: EL MUNDO
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EL REY SUPLENTE EL MUNDO. 21/05/1995 Página, 41 MIGUEL ANGEL MELLADO/AURORA LOSADA AÑO 2018. Han pasado 23 años y a España no la conoce «ni la madre que la parió», pero ahora de verdad. Todo ha cambiado enormemente. En el campo, las pocas vacas que quedan dan el triple de leche que antes: puro truco genético. Los coches, apenas contaminan: la gasolina como combustible es casi una referencia histórica. En la medicina, ciertas enfermedades mortales de necesidad se curan ahora en las células, antes incluso de que aparezcan... La muerte, no obstante, ¡menos mal!, aún es inevitable. El rey don Juan Carlos, con 80 años, la misma edad a la que falleció su padre, don Juan, ha muerto. «El Rey ha muerto, viva el Rey», gritan los monárquicos, inasequiblemente ajenos al cambio de los tiempos, para saludar la llegada al trono, a los 50 años, de Felipe VI. ¿Qué ha hecho don Felipe durante estos 23 años últimos, desde aquel 26 de mayo de 1995 en que se graduó en la Universidad de Georgetown, en Washington, hasta que ha accedido al trono de España? Esta pregunta, que el futuro contestará, incluso quizá con un margen más generoso de vida para don Juan Carlos, planea con preocupación en el Palacio de la Zarzuela. ¿Qué hará el príncipe Felipe en los próximos años, una vez que ha finalizado su largo periodo estudiantil? Con la graduación del próximo viernes en la capital de Estados Unidos, don Felipe cierra, a los 27 años, el ciclo estudiantil, más dilatado para él que para la media de los españoles. «Una vez concluido (el ciclo de dos años en Estados Unidos), sin abandonar del todo la vida de estudio, ésta pasará ya a un segundo plano», manifestó el aspirante a rey en enero de 1993. La preocupación para concretar las actividades que el Príncipe de Asturias desarrollará en los próximos años, durante la larga espera que le aguarda hasta sustituir a su padre (dado el espléndido estado de forma de don Juan Carlos), no es baladí. INACTIVIDAD PELIGROSA El «síndrome del príncipe Carlos» está muy presente en el ánimo de los Reyes y de sus más próximos colaboradores. Ya se sabe en qué consiste el tal síndrome: el del príncipe que aburrido de no tener casi nada que hacer, hace lo que no debe; declaraciones escandalosas sobre la arquitectura, el idioma, el medio ambiente... Esto de lunes a viernes. Y sábados y domingos y fiestas de guardar, para infidelidades varias con antiguas novias. Si hay algo que a la Reina no le gustaría leer en Newsweek, una de sus revistas favoritas, sería el arranque del reportaje que hace unos meses dedicó el semanario al primo Charles, para dar noticia de sus ociosos devaneos amorosos. «Graduado en Cambridge busca trabajo interesante para los próximos veinte años. Particularmente interesado en la reconstrucción de los degradados centros de las grandes ciudades. Muy viajado y con excelentes contactos. El salario no es lo más importante», se leía. Calculaba el periodista norteamericano que Isabel II, la madre, reinará como mínimo en Gran Bretaña hasta el 2002, con lo que Carlos, el marido de Lady Di, no se colocará el armiño y la corona hasta cumplidos los 54 años. Asunción Valdés, portavoz de la Casa Real, afirma sin titubeos que los casos de las monarquías británica y española no son en absoluto comparables, aunque admite que en los círculos inmediatos a los Reyes se tiene en cuenta lo sucedido con el príncipe Carlos. «Por supuesto que se ha sopesado, sería absurdo lo contrario», concluye la eficaz portavoz. Por todo esto, de lo que se trata es de administrar convenientemente los muchos años que don Felipe tiene por delante en su calidad de Príncipe de Asturias. Según ha sabido este periódico, mañana lunes don Felipe anunciará en rueda de prensa en Washington que su primer viaje oficial, concluida la etapa de estudios, lo hará inmediatamente, el próximo 11 de junio, a México, donde se entrevistará con el presidente Zedillo. Antes, en el lapso entre el 26 de mayo, en que se gradúa en George- town, una de las diez mejores universidades norteamericanas, jesuita para más señas, y el viaje a México, don Felipe hará turismo por California. En Los Angeles tiene varios encuentros privados, como el que efectuará al periódico Los Angeles Times. El verano será un tiempo muerto en el exhaustivo programa que se le prepara al príncipe Felipe. El objetivo, desde luego, es evitar la hipotética sensación popular de que el heredero flota en la inactividad. En septiembre don Felipe asistirá con carácter oficial a la Asamblea General de Naciones Unidas. Su profundización en el conocimiento de la política internacional, en consonancia con el master que recibe el viernes, continuará en los meses siguientes. Está decidido que en los años venideros realice cursos de tres a cinco meses en instituciones europeas, como en la Unión Europea, en Bruselas, o en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo. Tanto afán por conocer allende las fronteras, que coincide con la sensibilidad y especialización del heredero, ha suscitado un pequeño debate entre los preocupados y ocupados en la preparación principesca. ¿Y cuándo conocerá a fondo la realidad de España?, arguyen los partidarios de que inicie cuanto antes sus viajes por la España interior. Aunque no se pronuncia, entre éstos podría estar el ex ministro de Franco Laureano López Rodó, quien jugó un papel decisivo en la educación del entonces príncipe don Juan Carlos. López Rodó se limita a afirmar: «La educación de don Felipe está magníficamente orientada, vigilada de una manera muy acertada por su padre, el Rey». Don Juan Carlos, como cualquier padre, ha intentado librar a su hijo de malas experiencias sufridas en propia carne: excesivo peso de la educación militar, una agobiante protección con tutores y poco contacto con los jóvenes de su tiempo... Se cuenta que don Juan Carlos tuvo que suspender a última hora su matrícula universitaria en Salamanca, al principio de los 60, porque el Régimen temía la contaminación ideológica del príncipe al ejercer allí la docencia personajes tan desafectos como Tierno Galván o López Aranguren. Don Juan Carlos también quiere que su hijo viaje cuanto antes por España, de modo oficial, ajeno desde luego a la pesadilla que él padeció en ocasiones cuando, bajo el acecho del caudillo, tenía que soportar los gritos fanáticos de «Franco, Franco, Franco». Aunque aún no se ha establecido el orden con que el príncipe Felipe recorrerá las diecisiete comunidades autónomas, la decisión es que empiece por las pobres. El objetivo es evitar la asociación del heredero con la España rica. COMO ALFONSO XIII «Debe empezar por Extremadura», afirma un monárquico, también ex ministro, influenciado por el recuerdo del viaje a Las Hurdes que, allá por 1922, el bisabuelo Alfonso XIII realizó al corazón del subdesarrollo. Por cierto, en este viaje Alfonso XIII fue inmortalizado desnudo, ahora que acaban de aparecer unas fotos de la misma índole de don Juan Carlos. Probablemente don Juan Carlos comentará en Washington, jocoso, con su hijo el revuelo que se ha armado en España al publicarse (en Italia) las fotos del desnudo real a todo yate. La Casa del Rey ha instado al Estado a demandar a la revista italiana. Ya se sabe que el Rey es un bromista. Hace unos meses, en una de las visitas que los monarcas hicieron al Príncipe en Washington, cenaban en la Taberna del Alabardero, propiedad de un cura español. Compartían mantel don Juan Carlos, doña Sofía, don Felipe y Pablo de Grecia, sobrino de la Reina y compañero de estudios del príncipe. En la mesa de al lado, unos clientes observaban la carta del restaurante, en la que aparece el Palacio de Oriente. Cuando uno de ellos preguntó acerca de ese edificio, el Rey tomó la delantera y contestó: «Era mi piso de soltero». Carcajada general. Los dos años de estancia en Washington serán para el Príncipe una etapa inolvidable. A partir de determinada edad se es consciente de que la vida de estudiante es inigualable, incluso para un futuro rey. El Príncipe, al parecer, ha estudiado mucho: de septiembre a mayo, de 9 de la mañana hasta avanzada la tarde; muchas «B», equivalente a notable, con alguna «B plus», casi sobresaliente, en asignaturas tan sesudas como Política de Oriente Medio; Movimientos fundamentalistas y seculares en la región de Oriente Medio y Norte de Africa; Latinoamérica y el conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador, asunto de su tesina. Pero el ambiente compensaba el esfuerzo. El campus de la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown es como el jardín de un gran convento, donde la vida es un edén sin prosaicas preocupaciones como la corrupción o el paro. Los profesores de don Felipe han sido de primera. Su tutor, por ejemplo, Allan Goodman, decano de la Escuela, fue coordinador de información entre el presidente de EEUU y el director de la CIA. Allí dio clase Jeanne Kirpatrick, la que fuera embajadora de EEUU ante la ONU con Ronald Reagan. Los compañeros se han portado con él como mosqueteros. Todos a uno. Los 194 estudiantes que el viernes se gradúan con don Felipe resistieron el acoso, a veces con soborno incluido, de periodistas ahítos de detalles sobre las aventuras y desventuras del aspirante a rey. Prudente y observador. Jamás hablaba de más (buena aptitud para mantener la corona) y cuando lo hacía era con conocimiento de causa. Se interesaba mucho por detalles personales de sus compañeros... Así definen al Príncipe. «Es una persona que se hace querer. Se ve que está educado de forma austera. Y que es tolerante», afirma Mónica Pérez, chilena, compañera de don Felipe durante estos dos años. No es monárquica. ESCAPADAS Y el nido de estudiante tampoco estaba mal: una casita típica, de dos plantas, en el barrio de Georgetown, con el primo Pablo de Grecia de compañero, y alguna que otra fiesta privada. El alquiler en la zona no baja de los 2.500 dólares al mes, más de 300.000 pesetas al cambio. Sin contar gastos de limpieza, comidas, viajes a Nueva York, frecuentes. Y alguna escapadita un poco más lejos, como la que hizo el pasado 11 de mayo a la isla de Saint Martin, en las Antillas, acompañando a su primo Pablo y a su prometida, Marie Chantal Miller, una de las fortunas más saneadas de EEUU. Esta escapada principesca fue registrada por Hola, sin especificar fecha ni lugar, ni identificar a la amiga que conquistó el príncipe Felipe en Washington, Bibiana Corcuera de la Dedova, hija del potentado mexicano Quique Corcuera y de la ex miss argentina Liliana de la Dedova. Este flirteo del Príncipe, conocido en círculos muy restringidos, ha provocado pavor entre los que se perturban al pensar en matrimonios morganáticos. Doña Sofía ha prodigado más que don Juan Carlos sus visitas a Washington. Las largas conversaciones entre la Reina y su hijo en los salones del lujoso hotel Four Seasons son confirmadas por el personal empleado. El Four Seasons, 78.000 pesetas por noche la habitación más barata y más de 300.000 pesetas la suite, ha sido el lugar de hospedaje de los Reyes allí. Está cerca de la Embajada española en Washington y dentro del barrio de Georgetown. En estos dos años el Príncipe le ha contado a su madre sus avatares con algún lapsus en la memoria como cualquier hijo con pequeños secretos inconfesables. Allí han hablado, seguro, de lo que don Felipe haría ante su inevitable regreso a Madrid, como por ejemplo del ambicioso proyecto que la Casa Real madura y en el que pretende ocupar al Príncipe en un trabajo concreto de gran responsabilidad social. Junto a empresas públicas y privadas y las administraciones autonómicas se estudia crear una institución, dirigida por el Príncipe, dedicada a la protección del medio ambiente, entre otros menesteres. De esta manera, el Príncipe trabajaría en una de las áreas que más preocupa a los españoles. Este será uno de los retos más importantes a los que se enfrentará el príncipe, concluido el master (más de 3.500.000 pesetas por dos años de matrícula, los libros de posgrado, que en EEUU son especialmente caros). Tiene 27 años y seguramente muchos hasta la sucesión. Pero Don Felipe no tiene prisa. La larga espera, quizá, preocupa más a don Juan Carlos que a su hijo. El, don Juan Carlos, sí está ducho en la tensión de la incertidumbre. Hasta que tuvo 31 años, aquel 22 de julio de 1969, no fue propuesto por Franco como sucesor a la Jefatura del Estado a título de Rey. Incluso después de esta fecha hubo maniobras para birlarle la corona. Don Felipe, antes o después, tiene el trono seguro. La conjura republicana es un invento. El supuesto padre de la conspiración, Antonio García Trevijano, declara que estaría dispuesto a ser el Fenelon del futuro rey si éste contribuyera a una verdadera democratización de España bajo su reinado. El Rey, incluso, llegó a declarar en 1987, a Jim Hoagland, de The Washington Post, que un día cedería el trono al Príncipe de Asturias. En el Palacio de Zarzuela, más papistas que el Papa, anatemizan cualquier insinuación sobre una abdicación. La consigna de negar la menor posibilidad de renuncia al trono de don Juan Carlos es una herencia de Sabino Fernández Campo, ex jefe de la Casa Real. Fernández Campo, al que se le acusó de propiciar un adelanto de la abdicación, mantuvo justo la posición contraria, según relata el periodista Manuel Soriano en su libro La sombra del Rey, que aparecerá dentro de unos días. Precisamente él detuvo un proyecto de crear una Casa del Príncipe. Se pensó en construir un chalé para que don Felipe viviera en él con todos los servicios. El arquitecto llegó a presentar la maqueta. Sabino no aprobaba este proyecto porque, en su opinión, se transmitía la imagen de que existían dos personas separadas representando a la Corona. «¿Y el vice-rey, qué hace?», llegó a preguntar Fidel Castro en México. A partir de junio, cuando don Felipe regrese a España continuará viviendo con sus padres, en el Palacio de la Zarzuela. No tendrá una administración paralela ni presupuesto propio: su peculio será el que disponga el Rey quien, según el artículo 65 de la Constitución, «recibe una cantidad global para el sostenimiento de su Familia, y distribuye libremente la misma»; en 1995, 924 millones. Don Felipe inicia esta semana la larga marcha hacia el trono, que nunca será tan dilatada como la de su antepasado Eduardo VII de Inglaterra, aquel que esperó pacientemente 60 años para suceder a su madre, la Reina Victoria, y murió apenas nueve años después de ser coronado.