2001-02-03.LA RAZON.EL PLATONISMO EN TREVIJANO MARTIN MIGUEL RUBIO
Publicado: 2001-02-03 · Medio: LA RAZON
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EL PLATONISMO EN TREVIJANO LA RAZÓN. SÁBADO 3 DE FEBRERO DE 2001 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN Desde el Gorgias, de Platón, todo pensamiento fuerte de raíces políticas es un pensamiento moral, y la salud del alma pública su objetivo primordial. Por ello, cuando decimos que el último libro de Antonio García-Trevijano, Pasiones de Servidumbre, es un producto de las Ciencias Morales, lo estamos a la vez definiendo como un tratado político. Pero no sólo el pensamiento político de García-Trevijano es platónico en ese sentido teleológico (el triunfo de la Idea del Bien), sino que su propia naturaleza arranca del viejo Platón de Las Leyes. Pues si el Platón de la República creía que tras un meticuloso y complicado proceso de educación y selección se podía conseguir gobernantes que asegurasen la felicidad de los ciudadanos de la pólis, el viejo Platón, tras largas y dolorosas experiencias personales, ya no confía en esa bondad adquirida de los políticos, y pone ahora como única garantía del bienestar y la salud moral de la ciudad a las leyes y a sus creaciones institucionales. De la bondad singular de la persona del político se pasa a la bondad innominada de las leyes y las instituciones impersonales. Y ello no es otra cosa que la aceptación de Platón, al final de su vida, de las reglas del juego democrático. Son las reglas y las formas políticas quienes garantizan la libertad de los ciudadanos, y no el comportamiento «profesional» del político, por bien educado que esté. El mismo Aristocles nos señala en el Libro IV: «A los que ahora se dicen gobernantes los llamaré servidores de las leyes, no por introducir nombres nuevos, sino porque creo que ello más que ninguna otra cosa determina la salvación o perdición de la ciudad; pues en aquélla donde la ley tenga condición de súbdito sin fuerza, veo ya la destrucción (phthorán) venir sobre ella; y en aquella otra, en cambio, donde la ley sea señora (despótês) de los gobernantes y los gobernantes esclavos (doûloi) de esa ley, veo realizada su salvación y todos los bienes que otorgan los dioses a las ciudades» (715c-d). Más aún, que yo sepa, Platón es el primero que propone curar la «enfermedad de los reyes» (basiléôn nósêma), es decir, la propensión de todo poder político a abusar y a extralimitarse, dividiendo el ente del poder político en tres partes (mían ek triôn), de suerte que el propio morbo connatural de cada poder, al entablar combate por el espacio político con los otros dos «trozos» hermanos en su ansia extralimitadora, sea la mejor garantía de la libertad de los ciudadanos (692c) -desde luego, todo pensamiento universal puede ser reducido a una edición comentada de las obras platónicas-. Pues bien, de esta misma idea platónica participa la República Constitucional, y, entre nosotros, su más eximio corifeo, Antonio García-Trevijano, quien en esta mencionada obra también nos expresa su infinito optimismo institucional: «Pero la democracia institucional es posible. Basta con cambiar el sistema electoral y separar los poderes del Estado. Basta con dar a los ciudadanos el derecho de elegir a sus representantes de distrito y de nombrar o deponer directamente a sus gobiernos. Basta con prohibir legalmente el escandaloso cinismo de que hombres o mujeres de un mismo partido, y de una misma elección, sean a la vez legisladores, gobernantes, jueces, administradores, consejeros jurídicos y auditores del Estado» (pp.192-193). El viejo Platón ya no ve en el filósofo o en el pensador al gobernante ideal que viera en su madurez, sino que se contenta con que el filósofo sea, siguiendo a su maestro sileno como nunca, el ciudadano con una afilada conciencia crítica que vigila estrechamente al gobernante para denunciarlo en el momento en que su poder actúe sin imperativo legal. Y ese Platón pudo haber escrito lo que nuestro Trevijano señala en sus Pasiones de Servidumbre: «El filósofo no piensa en el poder político, sino en la forma de no hacerlo socialmente temible o peligroso. Habla del poder pensando siempre en la libertad de los que no quieren o no pueden tenerlo. Está dominado enteramente por la pasión de la libertad política colectiva» (pág. 234). Los filósofos en el anciano Platón constituyen un cuerpo llamado «Consejo Nocturno» (¡cómo fragua la noche el sueño del amanecer libre!) que vigilarán la observancia de las leyes más por parte de los gobernantes que por parte de los gobernados. La virtud que radica en el hombre es el fin del Estado, y el Consejo Nocturno actual es la Prensa.