1979-06-22.23.EL PAIS.LA COMUNIDAD HEBREA

Publicado: 1979-06-22 · Medio: 23

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LA COMUNIDAD HEBREA DE MADRID
LA MINORÍA JUDÍA SE SIENTE ESPAÑOLA
EL PAÍS, 22 JUNIO 1979
INMACULADA DE LA FUENTE
Son sólo 12.000 los judíos que viven en España y forman, como siempre lo han hecho, una apretada piña. Pero rechazan las insinuaciones de los que cuestionan su españolidad y se sienten ciudadanos de primera clase. Minoría bien mirada y a veces ignorada durante el franquismo, ahora empieza a despertar curiosidad y recelo. Interesan, ante todo, sus negocios, su penetración económica, su poder político. Pero también son fascinantes sus ritos minuciosos y su folklore tradicional. La serie Holocausto les ha convertido en protagonistas. Informa Inmaculada de la Fuente.
Esta noche, cuando el sol se esconda, los 12.000 judíos españoles iniciarán la fiesta del shabal, el día del sábado. Durante las veinticuatro horas que dura el shabat, los judíos más religiosos apagan las luces, no encienden los electrodomésticos y no fuman. Pero esta noche, ninguno cumplirá a rajatabla estas normas y todos ellos enchufarán su televisor unos minutos antes de las diez y cuarto. A esa hora empezará a emitirse Holocausto.
Será ésta una semana especialmente emotiva entre las familias judías, protagonistas indirectos del impacto que la serie producirá en los telespectadores. Los repetidores de televisión, las sinagogas españolas y otros posibles blancos de las iras neonazis estarán custodia dos mientras se emita Holocausto, «aunque no esperamos la conmoción producida en otros países europeos, ya que los españoles no participaron en el genocidio y no tienen mala conciencia», dice Samuel Toledano, directivo de la Comunidad Judía, encargado de las relaciones exteriores. «Yo no quiero echar más leña al fuego; es tiempo de paz, no de rencor. Si los que ven la serie tienen humanidad, se darán cuenta de lo que hemos sufrido y no tendrán ganas de hacernos más daño», afirma Marco Emergui, el comerciante madrileño cuyas dos tiendas han sido asaltadas por jóvenes neonazis ha ce pocas semanas.
«Soy español, llevo aquí más de veinte años, mi mundo es el comercio, los negocios, el trabajo de cada día, no entiendo de política, entonces, ¿por qué se meten conmigo?», pregunta Marco Emergui. Muchos de sus compañeros repetirían a coro idéntica pregunta, asustados ante el reverdecer de una actitud antijudía que parecía definitivamente marchita. Y, sobre todo, perplejos. Durante el franquismo habían sido bien mirados y discretamente ignorados, quizá porque «Franco nunca quiso poner todos los huevos en la misma cesta», dice el señor Toledano. Pero, de nuevo, cuando el recelo entre españoles y judíos apenas existe, surgen nuevos fantasmas, viejas leyendas travestidas de nuevo antisemitismo. Siempre ha despertado más curiosidad la vida pública de los judíos que su particular manera de vivir una religión y una tradición. De los judíos interesan sus negocios, su poder económico, su penetración política. Interesa saber el peso de su influencia y hasta cuántas habitaciones podrían llenarse con su dinero. Son objeto de testarudos odios y fervorosas devociones, fascinan su seguridad y su mesianismo. se critica su doble fidelidad a Israel y a España, esa curiosa dicotomía entre un país en el que tienen su patria y su corazón y ese otro en el que tienen sus amigos y a su bolsillo. Pero ellos no se sienten quiste ni isla, ni siquiera minoría de invernadero. « La época de los ghettos ha sido superada», confirma Samuel Toledano.
Los 3.000 judíos de Madrid, los 4.000 de Barcelona, los de Sevilla, Valencia, Ceuta, Melilla, Málaga y Tenerife forman, como siempre lo han hecho, una piña. No están dispuestos a perder su identidad, pero rechazan las insinuaciones de los que cuestionan su españolidad. «En la vida pública y profesional somos iguales a los demás españoles; en la vida familiar y ritual somos distintos en cuanto vivimos unas tradiciones culturales e históricas e incluso un folklore propio.»
Unos ritos minuciosos, un folklore abrumador y a la vez apasionante. La religión judía apenas tiene dogmas, pero abunda en preceptos. Normas y preceptos que regulan cada gesto familiar, cada habitación de la casa.
Y, curiosamente, el temible poder judío empieza en la cocina. La mayor parte de las casas judías tienen cocinas con resistencia -importadas de Israel- o planchas con termostato: los sábados no se cocina y la comida debe hacerse el viernes, dejándola recalentarse sobre la placa hasta el día siguiente. Los sefardíes suelen hacer una especie de cocido o adafina que se va haciendo lentamente. La vajilla ha de ser abundante y específica: no se pueden utilizar los mismos platos y cubiertos en dos clases de alimentos distintos. No se puede mezclar en una misma comida carne y leche o derivados, ni se puede usar ropa confeccionada con hilo distinto a la tela, precepto que ya nadie puede cumplir a no ser que viva en Israel. Los sábados, por otra parte, no se puede encender la luz ni siquiera para ir al cuarto de baño y, teóricamente, tampoco se puede utilizar el coche. Pero, de hecho, los judíos que van a la sinagoga madrileña lo hacen en coche, aunque, eso sí, para guardar las apariencias, muchos aparcan su automóvil un poco más lejos.
Las normas dietéticas son igualmente complejas, pero gran parte de los judíos no las cumplen más que en las grandes fiestas. Los judíos sólo pueden tomar alimentos kasher, es decir, alimentos adecuados. A saber, carne de animales que rumian y tienen la pezuña hendida -se excluye el cerdo y también se excluye la sangre de cualquier animal-, algunos mariscos también están proscritos y los observantes también cumplieron con otros muchos preceptos increíblemente nimios. En Madrid hay una carnicería judías especializada en expedir la carne adecuada; no existen todavía, como en otros países, restaurantes y supermercados kasher, pero, en ocasiones, se puede comer en la sinagoga según las normas. En cuanto al vino, que según las reglas bíblicas debe ser bendecido desde las cepas, se ha llegado a un acuerdo con la empresa Valdepeñas, y una vez al año acude el rabino a las bodegas para bendecir una remesa especialmente destinada al uso de judíos.
Dos judíos, tres opiniones
No todos los judíos tienen en cuenta estos preceptos. Cada uno vive el judaísmo de una forma muy libre, «dos judíos, tres opiniones», dice el refrán. Para unos, los no religiosos, son costumbres folklóricas que viven por tradición, como viven el ritual de las fiestas de Pascua o como ponen en Navidad las estrellas de David. Para los judíos progresistas, son costumbres poéticas y familiares que los niños deben conocer y vivir, sin referencias a la trascendencia. Así, muchos consideran al ritual de la Pascua como una especie de psicodrama familiar en el que padres e hijos leen determinados pasajes bíblicos y representan escenas y papeles prefijados.
La familia es matriarcal y la madre es la transmisora del judaísmo a su hijo. Y para poder bautizar a un recién nacido su madre debe ser judía, hecho que exige en la práctica la conversión de la mujer no judía que se case con un judío religioso. Los matrimonios mixtos son extraños, al menos en España. «Yo no soy religiosa, pero sólo me casaría con un judío», asegura Ruth Aizenman, médica nefróloga. «Es muy difícil compartir en la familia tantas pequeñas cosas, tantos ritos vitales, si uno de los dos no se siente identificado», explica Elena Romero, licenciada en Semíticas y convertida al judaísmo en razón de su matrimonio.
Por el contrario, es poco frecuente que un hombre adulto se convierta al judaísmo por razones amorosas, sobre todo teniendo en cuenta que es necesario someterse a la circuncisión para ingresar. «Los matrimonios mixtos generalmente implican una pérdida de identidad para el judío, porque o bien se aleja de la comunidad o bien termina basculando hacia las vivencias del otro cónyuge», dice Samuel Toledano.
El divorcio está admitido, pero se desaconseja si no hay razones graves. «No, el divorcio judío no es un repudio de la mujer, como se hacía en nuestra historia primitiva. Entonces la mujer tenía cierta inferioridad respecto al hombre, como ocurría en el resto de las culturas circundantes. Pero ya en la Edad Media los judíos españoles reformamos ciertas normas, y en las leyes de Castilla se equipara a la mujer dentro del matrimonio», dice, Samuel Toledano.
LA COMUNIDAD HEBREA EN ESPAÑA / Y 2
ISRAEL ES LA MADRE REAL; ESPAÑA, LA MADRE ADOPTIVA
INMACULADA DE LA FUENTE
EL PAIS, 23 JUN 1979
El 80 % de los judíos españoles, de origen sefardí en su mayoría, son comerciantes, empresarios e industriales. El resto son profesionales, generalmente más progresistas. Están en todas partes y regentan los negocios más dispares, pero aparentemente su poder no es aún peligroso. Lo más inquietante es esa doble fidelidad a Israel y a España, esa dicotomía curiosa que divide a los judíos hispanos. Escribe Inmaculada de la Fuente.
En hebreo, Sefarad significa España. Y sefardíes son los judíos de origen español, los judíos españoles que expulsaron los Reyes Católicos en 1492, que habían llegado a España en tiempos de los fenicios, antes que romanos, godos y árabes. Cuatro siglos después, la nueva Constitución de 1869 reconoció la libertad religiosa y algunos descendientes de sefardíes regresaron de nuevo a su patria. Pero fue un regreso a cuentagotas, de forma individual y espontánea. En la actualidad, la mayoría de los judíos que viven en España son de origen sefardí, pero esto no significa que los sefardíes en bloque hayan vuelto a su patria o que la deuda histórica se haya saldado. Otra falacia es pensar que los sefardíes añoran la vuelta a nuestro país y que sueñan con volver a vivir en nuestro suelo. El pasado no puede enmendarse y los sefardíes de Salónica, Turquía o Israel están integrados en su paisa.je y no piensan trasladarse a España de forma masiva. «Es demagógico hablar del españolismo de los sefardíes como de algo gratuito, y tampoco es correcto afirmar que hablan un español del siglo XV, un español renacentista y cervantino... Lo que ocurre es que conservan un español dialectal que ha ido evolucionando al margen del español peninsular», matiza Jacob Hassan, judío español director del Centro de Investigaciones Sefardíes del Instituto Arias Montano, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. « Lo extraordinario es que hayan conservado estos rasgos hispánicos por espacio de cuatro siglos, a pesar de no haber tenido contactos ni academia. Incluso he conocido a griegos no judíos que entienden el español por simple contagio de los sefardíes que viven junto a ellos», continúa explicando Jacob Hassan. «Y aún es más interesante la literatura de creación que han realizado hasta el siglo XIX, además de romances, canciones y cancioncillas.»
Pero al final del siglo XIX se produce un proceso de aculturización sefardí, especialmente entre los sefardíes que vivían en, Marruecos. La influencia francesa, a través de la Alianza Israelita universal, origina un corte cultural respecto a España y un cambio radical a la cultura francesa. Los niños judíos acuden en masa: a las escuelas francesas y el francés se convierte en su segunda lengua, en el idioma del pensamiento y del mundo de las ideas. Mientras, el sefardí queda un poco relegado a lengua de la intimidad y del amor, pero no llega a perderse. Algunos estudiosos califican a este proceso, con una cierta socarronería, como el nacimiento del judeoespañol.
Más tarde, la persecución y exterminio nazis arranca toda posibilidad de reconstrucción literaria. En la actualidad, se mantiene el español en las comunidades de Salónica y Estambul, así como en Israel, donde hay 300.000 sefardíes, más una considerable proporción de latinoamericanos y españoles. Pero es un español dialectal, vivo y anárquico, un neojudeoespañol de telefilme.
De 1492 a 1869 no hubo judíos en España, al menos oficialmente. Y si los hubo, eran judíos conversos, o los llamados marranos, o falsos conversos, pertinazmente perseguidos por la Inquisición y cuya genética hubo de diluirse apresuradamente entre los cristianos viejos. Pero la Constitución de 1869 autorizó la libertad religiosa y algunas familias volvieron a instalarse en España, pero en cantidad muy exigua. Años después, en el siglo XX, un español, el doctor Pulido, propició la vuelta de los sefardíes por razones de justicia histórica. Pero no tuvo demasiado eco ni entre los españoles ni entre los sefardíes, aunque creó cierto sentimiento de culpabilidad peninsular que desembocó en un decreto .de Primo de Rivera abriendo puertas y posibilidades de nacionalización a los judíos sefardíes.
Tras la segunda guerra mundial, refugiados centroeuropeos askenasis, utilizaron a España como tránsito para ir a otros países y algunos terminaron quedándose aquí, como es el caso de Max Mazin, el judío más rico de España y uno de los más ricos de todo el país. Pero en los años sesenta, tras la independencia marroquí, la mayor parte de los sefardíes instalados en este territorio regresan a España. «En 1953, cuando yo vine a estudiar a Madrid, sólo había unos doscientos judíos en la capital; ahora, en cambio, hay más de 3.000.» Además, la comunidad judía se ha incrementado en los últimos años con la llegada de latinoamericanos judíos. Cuando subió al poder Salvador Allende, algunos capitalistas se trasladaron a España. Cuando Pinochet dio el golpe militar, los judíos de izquierda también se refugiaron en nuestro pais, como hicieron después sus homólogos argentinos, la mayoría psiquiatras y arquitectos. Pero estos judíos progres, sin renegar de su judaísmo, a menudo no se integran en la comunidad.
Judíos famosos
La comunidad española, al menos los cargos directivos, es ciertamente oficialista y sionista. Los miembros de base, por su parte, apoyan generalmente esta tendencia, aunque algunos suelen matizar que su sionismo no es incondicional. «A veces me dicen que losjudíos tenemos la culpa de que los palestinos no tengan territorio propio y me acusan de imperialista y demás. Bueno, yo creo que, una vez que el Estado de Israel sea aceptado, los palestinos tienen derecho a un territorio, y a que los otros países árabes les admitan en sus tierras, bastante extensas, por cierto», dice Ruth Aizenman, quien, por otra parte, asegura que ella pasa de política. Algunos, más progresistas, o de izquierda, jóvenes en su mayoría, apoyan al movimiento de intelectuales judíos La Paz Ahora, y estarían dispuestos a la devolución de los territorios ocupados, excepto Jerusalén.
Entre los judíos españoles hay comunistas, bastantes socialistas y centristas y gente conservadora sin más, apolítica o derechista. Entre los políticos activos, el más destacado es Enrique Múgica, hijo de madre judía y uno de los pocos vascos y judíos que recoge en sí estas dos tradiciones. Enrique Múgica, como otros tantos, no es un judío religioso, pero mantiene una vinculación afectiva al judaísmo, al igual que su familia. Recientemente se ha creado una Asociación de Amistad España e Israel, que, entre otras cosas, propicia el establecimiento de relaciones diplomáticas, presidida por Antonio Hernández Gil, anterior presidente de las Cortes, en la que también se ha integrado el diputado socialista.
Otro diputado socialista de origen judío, «pero antisionista», es Pablo Castellano. Pero la mayor parte de los judíos más conocidos no se encuentran en la política, sino en las finanzas. El 85 % de los judíos españoles son comerciantes, empresarios e industriales. El resto son profesionales: abogados, médicos, farmacéuticos, etcétera. Sus negocios son variados: desde un estanco a una joyería, desde una tienda especializada en ballet, como la del señor Menkes, hasta la academia de idiomas Mangold. Pero los más conocidos, además del superejecutivo Max Mazin, que controla Renta Inmobiliaria, Iberia Mart, Servisa, Trip, Barcelona 2.000 y otras, y que fue vicepresidente de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), son los empresarios Salama, propietarios de negocios y sociedades, entre ellos la empresa de comercio exterior Transáfrica; el empresario ceutí Arol Hatchuel Benasayas; Mauricio Hatchuel Toledano, presidente de la Comunidad Judía de Madrid, e importante hombre de negocios, al igual que Samuel Toledano, dedicado a la importación y exportación de electrónica; David Bentohila, vinculado a Logobax, empresa dedicada a ordenadores. Y en Barcelona, J. Cohen es el ingeniero-jefe de Expansión 13, empresa de sistemas de seguridad. El presidente de Ford en España, Carl Levy, también es judío, y se comenta que la casa Rothschild -principalmente la rama francesa- mantiene contacto con destacados empresarios españoles. En otro campo, Raimundo Saporta, designado para organizar el Campeonato Mundial de Fútbol de 1982, también es hijo de madre judía y se educó en el Liceo Francés, como la mayor parte de los hijos de los judíos madrileños. Y, aunque no judío, Antonio García Trevijano, casado con una judía, también se considera un hombre próximo a ambientes judíos.
Algunos verán en estos datos un pretexto para hablar de poder sionista. Pero los observadores más serenos aseguran que son nombres aislados, muy por debajo todos ellos de Max Mazin.
Conflicto de conciencia
Además de su condición de capitalista y conservador, se dice que Max Mazin es uno de los judíos más inteligentes y uno de los sionistas más eficaces. Dirige la sección española de Bene Merit, encargada de recoger fondos y apoyo para el Estado de Israel, y se comenta que fue quien transmitió el saludo del presidente de Israel a don Juan Carlos al alcanzar la Jefatura del Estado. No hay relaciones diplomáticas, pero hay relaciones culturales y económicas. En la sinagoga de Madrid, la Comunidad Judía facilita el visado a los españoles que viajan a Israel y fomenta las visitas de judíos españoles a Israel y la acogida de israelíes en España. Se comenta, pues, que hace las veces de embajada sin serlo, aunque el señor Toledano aclara que la Comunidad es una entidad religiosa sin pretensiones políticas. Pero a la vez confiesa que la Comunidad tiene una vinculación de solidaridad con Israel, «una solidaridad que es la condición de la supervivencia».
«Necesitamos el Estado de Israel, y le apoyamos, porque si hubiese existido en tiempos de Hitler, muchos miles de personas se habrían salvado. Es una garantía de que, en caso de persecución, allí tenemos nuestro hogar nacional», dice el señor Toledano. Ruth Aizenman es más explícita: «Israel es mi madre real, España es mi madre adoptiva. Si alguna vez se produjeran colisiones entre Israel y España, intentaría abstenerme o resolver el conflicto a nivel de conciencia personal. Pero si existiera un claro dilema, elegiría a Israel.»