2008-10-12.EL CORREO.EL PAÍS DE LA TEMPERATURA CONSTANTE GERARDO ELOGORRIAGA
Publicado: 2008-10-12 · Medio: EL CORREO
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EL PAÍS DE LA TEMPERATURA CONSTANTE El despegue económico de la ex colonia española ha servido para afianzar la tiranía de su régimen GERARDO ELORRIAGA EL CORREO, 12 OCTUBRE 2008 El 12 de noviembre de 2007, el Gobierno de Guinea Ecuatorial convocó una conferencia internacional para debatir sobre el desarrollo económico del país. En aquella sesión, los especialistas advirtieron a las autoridades locales sobre los riesgos de pivotar exclusivamente el proceso sobre los beneficios del crudo y se refirieron, entre otros problemas, al posible fin de la diversificación sectorial o la afluencia de ingresos a unas arcas públicas sin experiencia en la gestión de tantos fondos. Las autoridades tomaron buena nota de sus nefastas consecuencias, como la amenaza de corrupción y despilfarro, sobre todo cuando escasean las garantías de un Estado democrático, o su mínima repercusión en la lucha contra la pobreza. Los expertos de la Unión Africana, la Unión Europea, Naciones Unidas y el Banco Mundial, entre otras entidades presentes, aludieron a este lamentable fenómeno, común en varios estados del Tercer Mundo súbitamente favorecidos por el descubrimiento de petróleo, como 'el síndrome holandés'. Para algunos analistas, el consejo demostró la ingenuidad o doble moral de los organismos transnacionales. Otros, simplemente, lo interpretaron como una muestra de saludable ironía tropical y hubo quien sugirió que el más exquisito queso 'gouda' surte, desde hace tiempo, las tiendas de 'delicatessen' de Malabo. El régimen guineano inició la explotación regular de sus yacimientos submarinos en 1996. El descubrimiento de esta riqueza ha cambiado el futuro de la ex colonia española, un país que cuando asumió la independencia, hoy hace cuarenta años, parecía carecer de viabilidad dados sus escasos recursos. Aquel evento sucedió un día de la Hispanidad y la ceremonia señalaba la aparición de un nuevo miembro a la comunidad de Estados castellanohablantes, el único africano. Sin embargo, los problemas en las relaciones entre Madrid y Malabo comenzaron poco después de que Manuel Fraga Iribarne, en su calidad de ministro de Información y Turismo, firmara el acta de independencia de la antigua posesión. Curiosamente, estos desencuentros añadieron la condición de 'materia reservada' para todas aquellas noticias relacionadas con el conflicto. Resultaba difícil de explicar, siquiera en pleno tardofranquismo, que se hubiera alumbrado, y posteriormente abandonado a su suerte, a una población controlada por una dictadura al mejor estilo tercermundista, carente de cuadros formados y dotado con una Constitución dictada a miles de kilómetros de distancia. Esperanzas frustradas El nuevo presidente contó con el apoyo inicial de Antonio García Trevijano, el reputado abogado que tuvo un rol importante en la Transición, pero las esperanzas se frustraron con rapidez. Durante los once años de presidencia de Francisco Macías, el padre de la patria y un hombre psíquicamente perturbado, el país perdió a varios cientos de miles de sus habitantes, refugiados en el exilio de los países cercanos o España. La oposición, de cualquier signo político, fue reprimida con mano dura sin renunciar a ejecuciones y convenientes suicidios. Mientras extendía su delirio panafricanista o prohibía la práctica de la religión católica, los suyos se hacían con la débil Administración y se revelaban contra la tutela española, aunque sin romper definitivamente los contactos con Madrid, y aceptando una ayuda cuya utilización fue controvertida para los sectores de la cooperación. El clan de Mongomo, su tierra natal en el extremo oriental, establecía un control político que ha permanecido incólume hasta el momento presente. El golpe de Estado que lo derribó fue calificado «de la libertad» por las nuevas autoridades democráticas de España. Incluso se sospechó que el Gobierno presidido por Adolfo Suárez había apoyado a los promotores. El 'putsch' tuvo lugar en 1979 y parecía iniciar una nueva era en la que metrópoli y ex colonia iban a discurrir por parejos caminos institucionales. Se produjeron incluso intercambios de visitas al máximo nivel y el Rey viajó hasta Guinea. Pero no se trataba más que de un complot palatino en plena selva, un ajuste de cuentas en el seno de la tribu dominante, los esangui. Teodoro Obiang Nguema, su principal instigador y sobrino del derrocado fallecido, pronto perdió la credibilidad prestada. En los últimos treinta años, su régimen ha mantenido las formas represivas con incidentales aperturas canceladas periódicamente tras denuncias de presuntas conjuras. A lo largo de este período, la presencia guineana en los medios de comunicación española ha sido relativamente escasa y la relación entre los dos países ha seguido el perfil de los dientes de sierra. Las crisis han sido resueltas con reconciliaciones más o menos ostentosas, la condonación de la abultada deuda y la firma de nuevos acuerdos, a menudo obstaculizados, nuevamente, por incidentes sospechosos. En 1983 el asesinato no esclarecido de la misionera catalana Carmen Samaranch, crítica con el régimen, o de la cooperante Ana Isabel Sánchez, víctima del ametrallamiento de su vehículo, veinte años después, comportaron denuncias en torno a la vulneración de los derechos humanos que no obtuvieron respuesta oficial ni en Madrid ni Malabo. Entonces también se produjeron enfrentamientos diplomáticos por la decisión de la Embajada de acoger al sargento Venancio Micó, acusado de conspirar contra Obiang y se repitieron en 1993 cuando el presidente expulsó al cónsul en Bata, la capital continental, a pesar de que el presidente Felipe González amenazó con reducir a la mitad sus ayudas a la cooperación, estimadas en unos 2.000 millones de pesetas anuales. El altercado tuvo lugar tras las elecciones de aquel año, culmen de un proceso electoral que arruinó definitivamente la confianza depositada en la democratización del régimen, apoyada por una nueva Constitución que implantaba un sistema de libertades 'sui generis'. La oposición se retiró tras el asesinato de Pedro Motu, un militar disidente. Tres años después, las urnas acogieron un nuevo simulacro electoral. Obiang obtuvo el 99% de los sufragios y los políticos rivales fueron juzgados y condenados. Severo Moto, uno de los más destacados, se exilió a España para convertirse en la 'bestia negra' del régimen. En 2002, el dictador superó las mejores expectativas y logró un 99% de los votos. Pero en política también hay un generoso margen para la reconciliación, incluso con los tiranos. Obiang fue recibido en la Casa Blanca un año después del atentado de las Torres Gemelas, mientras George W. Bush recababa apoyos africanos para su cruzada contra el mal y en 2006 llegó a La Moncloa, tan sólo una década después de que las aguas territoriales de Guinea Ecuatorial empezaran a manar petróleo. El presidente Zapatero aprovechó para sugerir, discretamente, la necesidad de embarcarse en la democratización del régimen, quizás, en la próxima convocatoria. El pasado mes de mayo se llevaron a cabo las últimas elecciones legislativas y Obiang, también conocido como 'el Jefe', volvió a repetir su número mágico. El Partido Democrático, la formación gubernamental, se hizo con 99% de los escaños en liza en Guinea Ecuatorial, donde el clima no cambia y la temperatura no desciende de los 25º, sin ninguna posibilidad de que refresque el ambiente y ventile su densa, a menudo asfixiante, calma ambiental.