1994-11-26.EL MUNDO.EL MARICHALAZO Y LAS REGLAS DEL JUEGO ANTONIO BURGOS

Publicado: 1994-11-26 · Medio: EL MUNDO

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EL MARICHALAZO Y LAS REGLAS DEL JUEGO
EL MUNDO. 26/11/1994 Página, 5
ANTONIO BURGOS
Otro mentís a González. La cultura del pelotazo no ha terminado. Menudo pelotazo acaba de pegar don Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, pelotazo con Marcha de Infantes al fondo, aquella que cuando se la tocaban al general en el cuartel la canturreábamos poniéndole la letrilla de «ya está aquí el pájaro, ya está aquí el pájaro». La realidad es que en esta nación con los papeles perdidos, la gente está encantada de que la Infanta Doña Elena se case con un señorito particular. Estábamos hartos de consumir bodas reales de Inglaterra, de Holanda, del Japón, y ya era hora de que consumiéramos productos españoles. Como decía el rótulo de la sombrerería de Padilla Crespo, «artículo español, jornal para los nuestros». Porque Doña Elena da muy bien ante el pueblo. La Corona siempre tiene una Infanta de enseñar de bailar sevillanas, de ir a los toros y de que Curro le haga un brindis. Hay veces en que esa plaza fija de plantilla la ocupa La Chata Hay veces en que, a falta de otras ejercientes, la ha venido ocupando nada menos que toda una Reina, Doña María de las Mercedes de Borbón. Últimamente la venía ocupando Doña Elena, que es por antonomasia la Infanta Castiza de nuestra generación.
Así que la gente está encantada con el marichalazo. Digo yo que si hay pelotazo, y felipazo, ¿por qué no va a haber marichalazo? A le gente le encanta que las Infantas se casen con un señorito «broker» particular y si es con caballo y coche deportivo al fondo, pues mejor. Pero da la casualidad de que una Infanta de España no es una señorita particular, y que aquí, hasta ayer por la mañana por lo menos, había un Reglamento de Circulación de Príncipes de Asturias e Infantas de España. Si la Institución es algo, es cuanto tiene de tradición y de cultura, hasta el punto que muchos somos monárquicos por razones estéticas. Tú le quitas a la Monarquía los alabarderos, Palacio, el día de santos, la Pragmática Sanción de Carlos III, la propia esencia dinástica y estamos a cinco minutos de Antonio García-Trevijano, pasamos de la Tercera de ABC a la Tercera República. Y como eso es lo que a lo mejor quieren algunos, pues hay que machacar en este hierro frío de defender lo más impopular y menos demagógico, punto en el cual me parece que Juan Balansó y servidor nos estamos quedando más solos que los de Tudela, porque hasta Luis María Ansón, que era de la causa, se despachaba con un editorialillo de páginas interiores diciendo que aquí la que manda es la Constitución de 1978, que Carlos III está muy bien como nombre de Universidad y que una dinastía no se encuentra y a tí te encontré en Estoril.
Como somos los últimos románticos quienes defendemos que se siga cumpliendo la tradición de las leyes históricas de la Corona, nos extrañamos. Ilusos. Tal como están las cosas, lo normal es que la Constitución prevalezca sobre la Pragmática de Carlos III. Que los Reyes no vayan a votar en las elecciones le parece normal a la gente, y no dice que les asiste el derecho constitucional al voto, que es una forma de colocar a la Corona por encima de todo. Bueno, pues igual que eso tiene que ser todo lo demás. Ni el Rey es un español cualquiera, un empleado del Estado que tiene su oficina en La Zarzuela, ni la Infanta es una señorita particular. ¿Qué ha ocurrido? Pues algo muy normal en la España de nuestros días, no sé por qué nos extrañamos: que se ha cambiado el reglamento de juego en pleno desarrollo del partido. Borrón y cuenta nueva. Por las mismas que antes te hacían doctor honoris causa ahora te quieren meter en la cárcel, porque cambió el reglamento. Los héroes son los villanos. En cuestión de derechos dinásticos, pues igual. Aquí hemos cambiado las reglas del juego sin que se avise. Por esas reglas del juego quiso la Historia darnos el regalo de que los derechos dinásticos se encarnaran en Don Juan de Borbón y luego en Don Juan Carlos I. Esas reglas de juego fueron como Balansó recordaba, las que en su momento motivaron la renuncia de Don Alfonso y de Don Jaime. Si esas reglas se hubieran roto en otro momento, pues el Rey de España hubiera sido quizás un Borbón Dampierre y ahora el taconazo se lo tendríamos que dar los leales a un hijo de Carmen Rossi a quien le han pagado quinientos millones de pesetas por un mortal accidente de nieve en Suiza. Esto es lo que pensamos algunos monárquicos, con la Historia en la mano, esa Historia que se encarna en la Institución. Claro que los juancarlistas piensan otra cosa. Romper la baraja es darle a Franco ganada una batalla después de muerto, y reconocer que esto fue una Instauración y no una Restauración.
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