1994-10-17.EL MUNDO.EL MANICOMIO DEL PODER AGT

Publicado: 1994-10-17 · Medio: EL MUNDO

Ver texto extraído
EL MANICOMIO DEL PODER
EL MUNDO, LUNES 17 DE OCTUBRE DE 1994
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
APARTE de las monótonas vicisitudes de la lucha personal por el poder en el Estado de partidos, la sociedad política no tiene nada que ofrecernos en el terreno de las ideas ni en el de los acontecimientos creadores. Siempre reproduce la misma mentira de lo que en ella sucede de verdad, la misma subordinación de los valores a unas imágenes engañosas destinadas a la competición electoral, la misma propaganda ensalzadora de lo propio y difamatoria de lo adverso, la misma anestesia de la sensibilidad ante lo nuevo o lo bello que pueda surgir en otras esferas de la sociedad. El mundo político del Estado de partidos, aislado como está de las verdaderas fuentes del conocimiento y del arte de la vida, solo produce colegios de profesionales posesos y obsesos del poder. Sin vida familiar, sin amistades desinteresadas, sin relaciones sociales que rebasen el embrutecedor horizonte de la camaradería de la envidia y del reparto de sinecuras en el seno del partido, sin tiempo para lecturas reposadas, sin otro contacto con las realidades sociales que el de los canales de corrupción, es inevitable que esos obsesos del poder, a pesar de sus pícaros aprovechamientos de las situaciones, se conviertan con el paso del tiempo en pobres locos de poder. Si no fueran tan peligrosos, moverían más a la piedad que al temor. 
Los psiquiatras progresistas han vuelto a insistir estos días en la necesidad humanitaria de clausurar los manicomios y tratar la enajenación mental con cuidados afectivos en el seno de la familia. Algunos estados han empezado ya a suprimir las instituciones psiquiátricas penitenciarias, o sea, aquellos centros de reclusión que fueron especialmente concebidos para locos criminales. Los argumentos de la moderna psiquiatría, contra la reclusión de la enfermedad mental en manicomios, son aplicables al pie de la letra contra el confinamiento colectivo de los políticos en el Estado de partidos. Para la curación de la peligrosa y obsesiva manía de poder que padecen, los partidos políticos deben ser sacados cuanto antes del Estado -lugar donde se exacerban sus tendencias agresivas a la dominación, sin motivos de superioridad sobre los demás- para ser devueltos al lugar apacible donde estaban antes de haber sufrido la cruel y exagerada terapia de choque que les aplicó el Estado fascista. Solo en la sociedad civil podrán tener el tratamiento afectivo que necesitan recibir de sus semejantes para representarlos, sin exclusiva, en la sociedad política. No es una metáfora. El propio Freud identificó, en un mismo tipo libidinoso y narcisista, a los egos agresivos capaces «de servir de sostén a los otros, asumir el rol de líderes o de atentar contra lo establecido». 
La salida de los partidos del manicomio político estatal, donde comen, gritan y gesticulan sin que alcancemos a comprender el sentido que tienen para la sociedad sus festines, sus palabras huecas y sus agitados movimientos, es una obra de compasión que todos debemos realizar a una como la de aquellos párvulos que cumplieron el acto diario de generosidad individual que les había exigido su maestro. Todos hicieron lo mismo. Ayudar a pasar la calle a una vieja. Preguntados por tan extraña coincidencia respondieron: ¡es que no quería cruzarla! Solo la iniciativa popular podrá obligar a los partidos a no financiarse en el Estado, a no tener el monopolio de la política y a no ser autorrepresentantes de la sociedad política, sino mandatarios de la sociedad civil. El manicomio donde está encerrada la clase política se clausura con una reforma de la ley electoral. Para poner en libertad, y hacer honor, a los políticos basta sustituir el criterio proporcional de fabricación de diputados de lista con el criterio mayoritario de elección de diputados de distrito. Si ellos no quieren ser libres ni honorables, tenemos que ayudarles a que lo sean. La iniciativa popular les hará cruzar, aunque no quieran, la ancha calle que les separa de la democracia.