1996-12-22.EL MUNDO.EL LIBRO DE LOS VALORES AGT

Publicado: 1996-12-22 · Medio: EL MUNDO

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EL LIBRO DE LOS VALORES
EL MUNDO. LUNES 23 DE DICIEMBRE DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Sin perjuicio de comentar en otra vez la excelente antología del Libro de los Valores de don Gustavo Villapalos, el acto de su presentación editorial fue el más insólito regalo de Navidad que cabía esperar en la capital de un Reino corrompido por impúdicas ambiciones de poder, fama y dinero en sus clases dirigentes. Entre las estruendosas salvas que despiertan cada mañana a una ciudad empapelada con documentos ensangrentados del Cesid y con títulos valores de Filesa; entre la espesa vaciedad de palabras que pervierten el sentido común y el orden de las exigencias morales en una vida civilizada; entre la bruma de la polución cultural que produce la fábrica del consenso; entre el torrente rumoroso de arrastre precipitado de nuevas piedras de escándalo; el acto de subversión de los valores de la Transición que tuvo lugar en la catacumba recién acristalada de Recoletos, donde unos hombres archiprudentes, entreverados de religión, cultura y política, mostraban a un público adulto la pedagogía moral que contienen los cuentos infantiles, parecía en sí mismo un cuento de hadas. 
El humanista Antonio Fontán situó al libro de los doce valores, con precisa y breve elegancia, desde la perspectiva histórica de los textos clásicos. Así pudo tomar distancia, sin necesidad de decirlo, tanto de los comentarios introductores como del criterio de selección antológica. Cuando el autor de las entradillas a los textos, Alfonso López Quintás, inició su largo parlamento, yo no sabía que era cura. Pero cuando empezó a repetir al final de cada frase esa ritual expresión de sonriente complacencia en la fuerza de su logos y en la superioridad comprensiva de lo que sólo es un problema para los otros, tan característica de los que hablan de las pasiones ajenas, sin experimentarlas, como científicos que resuelven con generosidad una ecuación de primer grado, comprendí que aquel santo hombre despejaba, con impropiedades de lenguaje y con desviaciones de sentido, las virtudes cristianas. Porque la caridad y la piedad son valores que sólo la demagogia llama solidaridad. Un valor social, pero no personal. Y ni la amistad entre Ángeles puede ser simbolizada con la voz tuya, propia del amor en el poema de Gerardo Diego. Para los poetas, incluso los ángeles y el mar tienen sexo. 
El problema de unidad en el criterio moral, que inevitablemente suscita una antología de textos escritos en contextos históricos y culturales diferentes, y la cuestión de jerarquía en el orden de los valores, no fueron planteados en aquel acto subversivo. Si el historiador Gustavo Villapalos afirmó el carácter universal de los valores, lo hizo para pronunciarse contra las visiones historicistas o situacionistas de  abierto el camino para encontrar el valor primario sobre el que cimentar la moral social de las costumbres y la ética política. Incluso los mandamientos de la ley divina se encierran en dos tipos de amor no exentos de contradicciones. Porque amar a Dios sobre todas las cosas no supone un gran amor para quien las desprecia. Y amar al prójimo como a ti mismo sólo sería buen amor para el egoísta o el narcisista. Es decir, para los que no pueden amar. Por eso, el trascendentalismo alemán lo confió todo al imperativo categórico (responsabilidad). Y el trascendentalismo americano, a la confianza en sí mismo (autenticidad). Pero el valor primario que posibilita los otros es la pasión de  veracidad es, por razón elemental, la ética de  que la justicia, como dijo Villapalos, es el valor que da razón final a los demás valores. Por ello es virtud suprema de la política.