1996-01-22.EL MUNDO.EL GRAN CATETO QUE VIAJA AGT

Publicado: 1996-01-22 · Medio: EL MUNDO

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EL GRAN CATETO QUE VIAJA
EL MUNDO. LUNES 22 DE ENERO DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Hay que definir de algún modo a los todavía numerosos partidarios de Felipe González. ¡Una cuarta parte de los españoles! El asunto no es tan fácil como creen los que están planteando los comicios como una elección entre la inmoralidad de uno y la honradez de otro, entre la impunidad para los gobernantes y la justicia igual para todos. Aunque González obtuviera la mayoría absoluta de los votos, y el apoyo unánime de la opinión pública, seguiría siendo tan responsable como ahora por los crímenes, robos y mentiras de su Gobierno. Además, muchos votantes de Aznar aprueban en sus informes corazones los asesinatos de los GAL. Lo que mantiene aglutinado a un cuarto de los españoles es algo más sólido e inconsciente que el impúdico amor al símbolo personal del crimen y de  a González no por su inmoralidad, sino pese a ella o incluso contra ella. ¿Qué une en el mundo político más que el interés o la simpatía? Sin duda alguna, el temor y el odio. El temor a la derecha es irreal, una mera propaganda electoral. Queda, como «última ratio» del voto felipista, el horror y la abominación de su contrario. Pero Aznar no suscita ese sentimiento, ni encarna la idea racional antifelipista. 
Cuando se vota a la defensiva, como le sucede al voto socialista, la unión la producen las afinidades colectivas de rechazo a lo que podría destruir la propia conciencia. Que no es otro partido ni otro Gobierno, sino la idea contraria a la que hace prosperar, en el reino de la mentira y la duplicidad, la buena conciencia de los asesinos, ladrones y subvencionados por razones de Estado o de partido. Es ahí donde se ha de producir, forzosamente, la identificación sentimental entre el Partido Socialista y su jefe carismático, entre la cualidad genérica de sus electores y la esencia específica del elegido. ¿En qué terreno psicológico se fragua esa identificación social con las buenas conciencias que matan, roban y prevarican? Excluido el de la inmoralidad, sólo queda el de la empatía mental con el «modo de ser Felipe», con esa fuerza de resistencia que opone la mentira a la verdad o, mejor aún, la vida de mala fe a la vida auténtica. Porque la mentira es mera negación de algo externo, mientras que la mala fe niega la razón de ser uno mismo. El motor del voto socialista no está en el defecto moral de la mentira, sino en el discurso mental que la hace obligatoria y permanente: en la mala fe. El enemigo natural del felipismo es la buena fe intelectual. Su amigo íntimo, el odio o desprecio de la razón, la misología. 
A la misología se llega, como a la misantropía, por el camino de la impaciencia y  odiadores de hombres, los misántropos, suelen ser también odiadores de la razón, misólogos. A fuerza de equivocarse en el juicio sobre las personas, las ideas y los razonamientos, tras caer en sucesivas y continuas decepciones, llegan a odiar a todas las personas, a todas las ideas y a todos los razonamientos. Nadie como Felipe González tiene más méritos para ser el rey de los misólogos españoles. Nadie ha sufrido tantas decepciones de su pobre razón, de su juicio equivocado sobre la razón política. Y nadie más impaciente que él por abandonarla en plena juventud, a causa de su ambición desaforada, no ya con renuncia a juicios particulares (ruptura, república, marxismo, socialismo, etc.), sino con el rechazo del principio universal de  la que aborrece como guía de conductas, argumentos o discursos. Lo que ha hecho comunicar de maravilla a González con el pueblo y los intelectuales «progres» ha sido lo que hay en él de auténtico: su ininteligibilidad. Su desprecio, tan español y castizo, de lo racional y lo evidente. Por eso ha sido símbolo de la postmodernidad y de  la limitada vida interior de esta típica versión hispánica de la misología, late la ilimitada soberbia de la mala fe que anima a un gran cateto que viaja.