2001-07-05.LA RAZON.EL FOREIGN OFFICE Y ETA AGT

Publicado: 2001-07-05 · Medio: LA RAZON

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OPINIÓN

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LA RAZÓN
JUEVES, 5 - VII - 2001

EL FOREIGN OFFICE Y ETA

LA JUSTICIA DEL TRUEQUE

OTRAS RAZONES

«H ay  más

posibi-
lidades
de  resultar  muerto-
herido  en  un  acci-
dente  de  carretera
que  por  una  bomba
de  Eta».  Ha  tenido
que  ser  el  Foreign
Office 
británico
quien defina el terro-
rismo en su verdadera dimensión cuanti-
tativa. Pues lo que afecta a un turista in-
glés no es distinto de lo que amenaza a
cualquier español. Otra cosa es el asesi-
nato de personas por su pertenencia a un
partido o una empresa periodística. Aun-
que la propaganda antiterrorista los con-
funda en una sola calamidad social, el te-
rrorismo difunde dos tipos psicológicos
de horror que se propagan con arreglo a
dos mecanismos sociológicos distintos,
según sea la naturaleza indiscriminada o
discriminada de las víctimas. Ambos tipos
de miedo tienen, por sus móviles, causa
política, pero sólo uno de ellos alcanza,
por sus efectos, a la clase dirigente del
Estado y la sociedad. La efectividad de
este miedo concreto alimenta la inspira-
ción y la constancia del terrorismo políti-
co.  Mientras  que  el  otro  tipo  de  miedo
abstracto y generalizado, provocado por
los atentados indiscriminados, constituye
el fundamento incierto y vacilante del te-
rrorismo civil. La onda expansiva de su
rechazo es tan universal que llega a res-
quebrajar la cohesión de Eta.

la  hipérbole  de 

El Foreign Office dice la verdad al re-
cordarnos la ínfima importancia cuantita-
tiva del terrorismo civil. Al que solamen-
la  propaganda
te 
antiterrorista puede calificar de lacra so-
cial. En general, la huella mortal dejada
por Eta con sus dos tipos de acción crimi-
nal es muchísimo menor que la de los ac-
cidentes de tráfico y los accidentes labo-
rales.

¿Cómo explicar la irresponsable torpe-
za de los que –desde el Gobierno, los par-
tidos políticos o los medios de comunica-
ción–  hacen  el  juego  a  los  fines  del
terrorismo, convirtiendo a éste, como él
quiere, en la lacra social de España?

Las respuestas basadas en la intencio-
nalidad homicida de los atentados terro-
ristas, en contraste con la mera accidenta-
lidad de las muertes ocasionadas por el
tráfico de vehículos o por la siniestralidad
laboral, dejan de tener en cuenta el hecho
social de que los asesinatos comunes son
también mucho más numerosos.

Ninguna justificación de tipo socioló-
gico puede explicar que el terrorismo ha-
ya sido elevado a la categoría de lacra so-
cial  y  primera  preocupación  nacional.
Lacras sociales son las secuelas de una in-
sanidad o enfermedad colectiva. La delin-
cuencia común es una lacra de la miseria
y la incultura. ¿De qué enfermedad es la-
cra el terrorismo?

Los que usan la palabra lacra no saben
lo que dicen, pero los que la meten en el
lenguaje de las masas, desde posiciones
de poder político o de dominio de la opi-
nión, son conscientes de que con ella es-
tán introduciendo la idea inconsciente, y
por ello imposible de evitar, de que el te-
rrorismo de Eta es la secuela inevitable de

la enfermedad nacio-
nalista vasca. Una de
las causas de que Eta
dure es, precisamen-
te, su consideración
de lacra del naciona-
lismo  vasco.  La
propaganda electoral
del  PP  y  del  PSOE
en los últimos comi-
cios descansó en esa

perversidad.

Salvo el respeto a las ideas respetables,
nada hay en mi pensamiento que pueda
servir de apoyo a la causa nacionalista.
Pero padezco un sentimiento permanente
que, junto a mi pasión por la libertad po-
lítica,  domina  mi  condición  de  hombre
público: el desprecio a la falsedad y a la
imbecilidad de las ideas de la oligarquía
del Estado de partidos. Y es tan falso que
Eta sea la lacra del PNV, como imbécil
decirlo sin creerlo.

Se deben excusar los errores de la inte-
ligencia. Incluso las falsedades nacidas de
la incultura. Jamás las mentiras de la es-
tolidez. No juzgo la acción policial, pues
desconozco su intimidad, pero la política
antiterrorista  de  la Transición,  a  la  vez
que sirve de aliento a los fines de Eta, le-
gitima el fracaso de los gobiernos con el
formidable estrépito de su estupidez.

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA  TTRREEVVIIJJAANNOO

E l  número  de

Milosevic  no
lo supera ni el
gran Houdini. El Go-
bierno serbio atajó la
tormenta parlamenta-
ria y dictó un decreto
que regulaba el pro-
cedimiento de extra-
dición  del  ex  presi-
dente  yugoslavo.  Se
necesitaban  tres  semanas  para  consumar
«legalmente» la entrega de Milosevic al Tri-
bunal de la Haya. Lo peor es que el decre-
to reformaba la Constitución. Ésta impide
entregar un ciudadano yugoslavo a cual-
quier jurisdicción o país extranjero. Y lo pé-
simo era que la Conferencia de Donantes se
reunía a cuatro días vista para decidir si li-
braba doscientos cincuenta mil millones de
pesetas a favor de Belgrado. Presupuesto in-
eludible de la libranza era la entrega de Mi-
losevic que, por tanto, tenía que llegar a La
Haya antes de que los donantes decidiesen
serlo o no serlo. Si Belgrado quería recibir
el dinero, La Haya debía recibir antes a Mi-
losevic. Un trueque seco. Dinero por preso.
Ni la Constitución ni el Tribunal Constitu-
cional ni las leyes yugoslavas ni el decreti-
llo del Gobierno serbio contaban para nada.
El preso al hoyo y el vivo al bollo. Sin pre-
so no hay bollo. Sin bollo, un hoyo de mi-
seria incorporado a las terribles miserias de
la destrucción de Serbia por los poliorcetas

LA BURBUJA FUTBOLÍSTICA

La enloquecida carrera de los fichajes

futbolísticos, que ayer alcanzó su ré-
cord con el fichaje del francés Zine-
dine  Zidane  por  el  Real  Madrid,  por  una
cantidad que ronda los 20.000 millones de
pesetas,  empieza  a  preocupar  muy  seria-
mente. La inflación en el precio de los fut-
bolistas no se mide por progresión aritméti-
ca,  sino  geométrica.  Una  estrella  vale  el
doble un año que otra en el anterior. Nadie
parece vislumbrar los límites a tal dispen-
dio, que hace que un futbolista de calidad
valga por sí mismo lo que una emprsa con
quinientos trabajadores. Pero lo que inquie-
ta es que estamos ante una burbuja finan-

ciera que no soñaron ni los bonos basura de
la Bolsa. Es tal la competencia y tal la asun-
ción de riesgos que cuando un club lanzado
al mercado haga quiebra, más de una fortu-
na se puede desmoronar. Por eso, avisan los
espías futbolísticos que todo tiene un lími-
te, y que cualquier inversión de este nivel
puede frustrarse por cuestiones accidenta-
les. Y cuando se pinche el globo, los restos
de algunos naufragios quedarán esparcidos
por el manicomio en que se ha convertido
un deporte que ahora no se sabe si ha dejado
de serlo para convertirse en objeto de «bro-
kers» y de especuladores.

JJuuaann  BBRRAAVVOO

REBOREDO Y SAÑUDO

de la OTAN. Muchos
dicen  ahora  que  ese
trueque  seco  es  una
victoria de la justicia.
Comprar una extradi-
ción que va contra la
Constitución y la Jus-
ticia  del  país  que  la
vende es un luminoso
servicio  al  Derecho
penal  internacional.
La voluntad del vencedor nuevamente con-
vertida en Derecho. Sólo el poder puede de-
finir lo que es justo o injusto y, por tanto,
está por encima de las leyes. Los vencedo-
res, también. Nada tengo a favor de Milo-
sevic. Pero todo acusado tiene derecho a las
garantías legales, penales y procesales y,
por supuesto, a ser tratado en régimen de
igualdad.  Como  decía Tomás  Moro,  «en
aras de la seguridad jurídica otorgamos al
diablo la protección de la ley». No puede
ser comprada ni la extradición de Lucifer.
Dicen ahora los poliorcetas otánicos que
ningún crimen de guerra o contra la huma-
nidad debe escapar de la acción de la justi-
cia. ¿Los suyos sí? ¿Las barbaries perpetra-
das contra el pueblo serbio también? ¿Y los
genocidios cometidos en Irak, América La-
tina, Afganistán, Turquía, Birmania, Timor
o Chechenia? Son preguntas que no deben
hacerse. No es tampoco correcto preguntar
cómo  es  posible  que  USA,  con  su  fiscal
Carla Del Ponte a la cabeza, sea el alma del
Tribunal de La Haya mientras boicotea con
toda su fuerza la creación del Tribunal Pe-
nal Internacional de carácter permanente
creado en el Tratado de Roma y que, a falta
de las necesarias ratificaciones, sigue dur-
miendo el sueño de los injustos. ¿Sólo jus-
ticia para los débiles y los vencidos? ¿Úni-
camente es criminal el que le peta al poder,
nunca el poder por delincuente que sea? Leo-
nardo Sciascia definía el poder como «ese
gran delincuente impune». Y añadía: «Es-
tamos rodeados de mierda y no se ve salida
alguna al pesimismo». Sólo nos faltaba el
número circense del trueque seco ente Mi-
losevic y la donación de los donantes de
Bruselas. Belgrado vende la extradición y
Bruselas la compra. Belgrado la vende por-
que Bruselas la compra. Y Bruselas la com-
pra porque Belgrado la vende. Un triunfo
ejemplar de la justicia que complace al prín-
cipe, que es siempre un excelente mercader.
W.B. Yeats  era  un  ingenuo  incorregible:
«Los mejores no tienen convicción / y so-
bra la intensa pasión de los peores». Son és-
tos los que tienen una convicción profunda-
mente arraigada: el poder impone siempre
su justicia y tiene el sagrado derecho a de-
linquir impunemente. No caben, frente a
ello, sueños o evasiones. Maquiavelo lo di-
jo magistralmente: «Muchos se han imagi-
nado repúblicas y principados que nunca se
han visto ni se ha sabido que existieran real-
mente; porque hay tanta diferencia de có-
mo se vive a cómo se debe vivir que quien
deja lo que se hace por lo que se debería ha-
cer aprende más bien su ruina que su salva-
ción». Los generales de la guerra y los prín-
cipes otánicos saben perfectamente que el
poder necesita imponerse por la violencia
y que la paz que no está fundada en el peso
de las armas conduce a su ruina. Por eso
odian la justicia.

JJooaaqquuíínn  NNAAVVAARRRROO