1996-11-23.EL MUNDO.EL FINAL DE LOS CONSENSOS AURORA PAVON

Publicado: 1996-11-23 · Medio: EL MUNDO

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EL FINAL DE LOS CONSENSOS
EL MUNDO. 23 DE NOVIEMBRE DE 1996. PAG 16
AURORA PAVON
Tiene gracia oír en boca de los capitanes del felipismo, y a título de amenaza o de pesar, que se acaba el consenso sobre la política autonómica, que por lo demás es confusa y pésima para la unidad nacional. ¡Ya era hora! Es hora de que empiecen a caer los consensos, aunque la causa de la ruptura entre el Partido Popular y el Partido Socialista tenga su origen en una nueva concesión -la normativa fiscal- de la soberanía nacional del Gobierno de Aznar, en beneficio de los nacionalismos vasco y catalán, en menoscabo del resto de España y a cambio de su estabilidad para gobernar. 
Margaret Thatcher escribió que el consenso es la negación de la democracia, y es verdad. El consenso suele ser un pacto de intereses bastardos que impide o anula toda alternancia (o programa e ideología). Que suele orquestarse entre oligarcas de diferentes facciones para salvarse ellos mismos, o bien repartir los privilegios de una clase dirigente en aras del bien supremo nacional. 
O para tapar alguna «Gran Mentira», como la que está en el origen de la crisis política e institucional de España y que denuncia Antonio García Trevijano en un espléndido ensayo sobre la democracia -en el libro titulado Frente a la Gran Mentira que acaba de editar «Espasa Hoy»- y donde, entre otras cosas, se definen los fundamentos y orígenes del moderno Estado democrático y el posible camino a seguir. 
«Partidos y sindicatos -escribe Antonio García Trevijano- dejarían de ser estatales y volverían a ser societarios. El cuerpo electoral recuperaría su señorío sobre los diputados de distrito. El jefe de Estado o el de Gobierno recibiría su mandato de los electores, y no del Parlamento. La Cámara Legislativa tendría efectivos poderes de control sobre el poder Ejecutivo, y las minorías un derecho de investigación y control sobre la mayoría. La autoridad judicial no dependería de las promociones del poder político. Los oligopolios editoriales serían ilegales..», etc. 
El régimen franquista, del que todavía resuenan elogios en la España actual y oficial, derivó en la transición y ésta en el felipismo, o en los trece años de gobiernos del PSOE bajo la égida de Felipe González, marcados por el crimen de Estado y la corrupción. Trece años de presidencialismo de corte caudillista -que todavía se prorrogan en el seno del Partido Socialista-, a los que costó mucho poner fin. 
Trece años que aún colean con sus amenazas y corrupciones dando furiosos zarpazos entre los bastidores del poder judicial, al que someten de mala manera los supervivientes del consenso posfranquista, González y Pujol, del parlamento e incluso del gobierno que no les es del todo ajeno a esos dos, porque CiU tiene la mano puesta (en la bolsa) sobre él y un «droit de regard» en todo lo demás. 
La caída del felipismo, que se quiere levantar sobre los nichos de su propio cementerio («de muertos bien relleno,/ manando sangre y cieno/ que impide el respirar»), supuso el primer paso para el fin de los consensos que ahora estallan por espúreos motivos de supervivencia política e ideológica del débil Gobierno de Aznar en el poder. Concesiones a CiU y PNV sobre el mapa autonómico nacional, divergencia en la política exterior a propósito de Cuba -el balbuceante Matutes reta a González- y veremos también en el ámbito moral y penal si, por fin, hay entrega a los jueces de los «papeles del CESID» (Pujol no lo consentirá en aras de otro consenso o compromiso superior, con Felipe González). 
Bien que mal, o mal que bien, caen los consensos y eso es buena señal. Quiere decir que se mueve la alternancia del Partido Popular. Y, como sus movimientos no parecen encaminados por la buena senda (de la unidad nacional o de las «especiales» e históricas relaciones de España con Hispanoámerica) todo apunta a que, al tambalearse los viejos pactos o consensos, se tambalea este cansado y agotado régimen, también.