2003-12-29.LA RAZON.EL FACTOR ITALIANO AGT

Publicado: 2003-12-29 · Medio: LA RAZON

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EL FACTOR ITALIANO 
LA RAZÓN. LUNES 29 DE DICIEMBRE DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Bajo la irrisoria Presidencia de Berlusconi y a 46 años del Tratado de la Comunidad Económica Europea, la UE no ha sido capaz de aprobar su Constitución. Este proyecto ni siquiera constituye la Confederación que De Gaulle, el menos europeísta de los gobernantes continentales, temía que naciera de la cooperación entre los estados del Mercado Común. Sus temores de 1960 no estaban justificados. La unificación económica y monetaria de Europa mantiene con vigor su división política. 
   Por su historia romana y su despegue renacentista de la metafísica medieval, Italia parecía destinada a ser matriz de los estados europeos y motor de su unidad espiritual. En 1450 ningún reino occidental podía igualar la potencia política ni el esplendor cultural de las repúblicas italianas. Pero acontecimientos trascendentales (conquista turca de Constantinopla, unión de Borgoña y Bretaña a Francia, fin de la Reconquista, descubrimiento de América, insurrección de Florencia contra el hijo de Lorenzo el Magnífico) hicieron posible en Granada el Tratado franco-español (1500) que legitimó el reparto de Italia, con ocupación francesa del milanesado. El espíritu italiano se tuvo que concentrar en el arte (Leonardo, Miguel Ángel), la reflexión política (Maquiavelo), la razón de Estado en la Contrarreforma (Botero), la utopía (Bruno, Campanella), la ciencia (Galileo) y la ilustración (Vico, Beccaria), hasta que las insurrecciones de 1848, uniendo libertad e independencia, pusieron a los italianos ante la triste realidad de su poder subordinado. 
   Tan triste que el primer patriotismo italiano hubo de identificarse con el francés para crear la República Cisalpina en Liguria, lo que no impidió que sonara con voz antifrancesa, pero revolucionaria, el nacionalismo del creador del teatro italiano, el gran poeta Vittorio Alfieri. Tan triste que la primera llamada a la Independencia, «desde los Alpes al estrecho de Messina», la hizo Murat (rey francés de Nápoles) declarando la guerra al Rey francés de Roma, Napoleón. Poder tan subordinado que Cattaneo y Mazzini idearon conseguir la unidad italiana mediante los Estados Unidos de Europa, que promovían con patriotas alemanes y polacos. Tan subordinado que sin el apoyo de Napoleón III a Cavour, Víctor Manuel II no habría emprendido la unificación e Independencia de Italia. Tan subordinado que, en las negociaciones de Versalles con Wilson, Lloyd George y Clemenceau, para reordenar Europa con la garantía de una Sociedad de Naciones, Orlando sólo hablaba para reclamar Trieste. Tan subordinado, en fin, que el fascismo tuvo que someterse al nazismo. 
   Sin declararse culpable del fascismo, la ecléctica cultura de la posguerra mundial, no pudiendo actualizar la sinceridad intelectual de los diez años de «Risorgimento», ni la de los innovadores (Ferrero, Mosca, Pareto, Croce, Gramsci, Gentile, D Annunzio, Pirandello), inauguró la pedante sofisticación de un viejo complejo de inferioridad ante Francia, Gran Bretaña y EE UU. El factor italiano en la UE no ha sido, como se cree, la democracia-católica (llamada democracia-cristiana), ni tampoco el fraude socialdemócrata del eurocomunismo, sino la «finezza» mafiosa para desarrollar con mente civilizada la corrupción de la «partitocrazia». Tan inherente al Estado de partidos, pero tan graduable por la sociedad, que Mitterrand tenía que indultar con dificultad en Francia lo que Berlusconi inmuniza con simpleza meridional en Italia. 
   La Constitución de la UE no nace bajo la Presidencia de una síncresis italiana del poder económico, mediático y político. Todos los europeos son italianos en defensa de la impunidad del poder. Pero no todos son norteamericanos pidiendo seguridad indefinida contra terror definido. Como presidente de la UE, el irrisorio Berlusconi no ha tenido que ponerse la valiente máscara bélica de Blair y Aznar. Sus imprudencias sin gracia, que él llama ironías, han causado más risotadas que riesgos.