1995-05-08.EL MUNDO.EL EJEMPLO FRANCÉS AGT
Publicado: 1995-05-08 · Medio: EL MUNDO
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EL EJEMPLO FRANCÉS EL MUNDO. LUNES 8 DE MAYO DE 1995 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO ENTRE personas políticamente educadas, como las que han competido por la Presidencia de , es difícil calibrar, cuando falta el talento singular, la superioridad de alguna de las opciones sobre cultura política suple, con la inteligencia social heredada de otros tiempos, la falta de genio para penetrar en el conocimiento de las relaciones y de los acontecimientos actuales. Por vacías que parezcan las normas de urbanidad puestas de relieve en el debate francés, con ellas dieron respuesta los candidatos a las situaciones de compromiso que escapaban de su control. En ese terreno tópico estaba la superioridad de Chirac. Es inútil buscar en la hábil cortesía ante los electores la inteligencia de las situaciones, ni las fórmulas del éxito. Pero en la buena educación política está la barrera que protege a la falta de inteligencia de las consecuencias desastrosas del fracaso de sus acciones. Si los pueblos buscaran la inteligencia en las opciones de gobierno, en lugar de ocuparlas con carismas o personalizaciones de los más vulgares sentimientos, tendrían la enorme fortuna, en caso de equivocarse, de solamente poder ser engañados por uno de los dos refinamientos. El daño no sería menor, pero se evitaría la degradación que produce en la sociedad la zafiedad de las ambiciones. Las torpezas de los socialistas españoles son achacables, en primer término, a su falta de educación política. El francés admira más que ningún otro pueblo la inteligencia y cuando en los tiempos de platitud intelectual no la encuentra, se refugia en los criterios generales que proporciona la buena educación. El nuevo presidente no dará brillantez a la política francesa, pero administrará con discreción los asuntos públicos y conservará la urbanidad en las costumbres civiles, como sucedió con Giscard. El español, más que ningún otro pueblo mediterráneo, recela de la inteligencia y admira las formas expresivas de la incultura política, desde la rudeza y grosería de los unos a la cursilería y amaneramiento de los otros, por no hablar de la desfachatez del discurso instalado en el Estado. El español ha sido el pueblo que menos ha contribuido en los últimos doscientos años a la historia de las ideas y del pensamiento político. Los ingleses cuentan con una tradición política portentosa. Existe una teoría política francesa. Hay una filosofía política italiana y alemana. Pero nosotros, por razones de las que me ocuparé en otra ocasión, carecemos de pensamiento acerca del poder y del Estado. Por eso, un abismo de civilización separa el debate entre mediocres candidatos a la Presidencia francesa del fantástico guirigay que producen nuestras figuras políticas. Eran necesarias estas previas aclaraciones para que no sea mal entendida mi afirmación de que las elecciones en Francia han puesto de relieve el bajo nivel intelectual en el que ha caído la cultura política francesa bajo el mandato socialista. El hecho de que la honradez personal de Jospin sea hoy el único capital de los socialistas denota hasta que punto de degradación mental ha llegado el discurso político de la izquierda en Francia. Pero haríamos mal en atribuir toda la causa del malestar cultural y de la falta de calidad de la producción intelectual en la sociedad europea a la deshonestidad de las administraciones socialistas. El Estado de partidos es la más formidable máquina de trituración de la posibilidad misma de un pensamiento político independiente. El Estado y los partidos no son instancias de pensamiento. Enrejada la cultura por esta bárbara concepción del Estado de partidos, tiene que ocurrir lo que ha pasado en Italia y en Francia. La inteligencia política ha retrocedido al umbral de la barbarie intelectual que preludió el triunfo del fascismo. Menos mal que la ausencia de miedo al comunismo y la preocupación por salvar el Estado de bienestar hacen imposible el sueño de la extrema derecha.