1991-01-09.ELINDEPENDIENTE.EL DESASTRE DEL SOCIALISMO UTÓPICO AGT

EL DESASTRE DEL SOCIALISMO UTÓPICO
EL INDEPENDIENTE. 9 ENERO 1991
TOM PAINE (ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO)
Cuando las utopías dejaron de ser ficciones críticas de la realidad, y comenzaron a tomarse por ideas realizables, surgieron iniciativas individuales de transformación rápida de la sociedad, en sentido socialista, que terminaron en lamentables desventuras personales. La impotencia de la fuerza onírica para vencer la resistencia de lo social, su incapacidad de trascender los pequeños círculos de iniciados, determinaron el temprano recurso a la violencia o el apoliticismo de aquellos movimientos.
La conspiración de los iguales (Babeuf) y la conquista del poder político por un golpe de Estado (Blanqui) inauguraron el método que acabaría ahogado en la sangre de la Comuna de París. Desde entonces se sabe que toda violencia revolucionaria de la minoría para salir, por medio de las armas, de su condición minoritaria, conduce a la reacción. Esta ley no tiene excepción. Ni siquiera en la situación límite de una crisis total del Estado.
Cabet tuvo que apartarse del mundo para intentar realizar sus sueños icarianos en pequeñas comunidades agrícolas, que finalizaron en los tribunales o en la bancarrota. Fourier y Victor Considerant no pudieron experimentar un solo falansterio, de 810 hombres y 810 mujeres, que verificara el «estado garantista» de la armonía pasional en esas unidades sociales de la sociedad futura. La idea de Louis Blanc, de organizar el trabajo desde el Estado, terminó con el fracaso de los talleres nacionales del gobierno revolucionario de 1848.
Lo único que queda en pie de aquellas ideas generosas e infantiles, el cooperativismo de Owen, ya no está concebido como alternativa a la producción y al consumo capitalistas. El sindicalismo no proviene del socialismo utópico, sino del anarquismo. El positivismo industrial de Saint-Simon no es una utopía, sino una teoría sociológica que está demostrando, a través de la tecnocracia, tener fundamentos, más serios de los que pensó el propio marxismo.