1997-12-11.EL MUNDO.EL CHICO DEL AZOR GABRIEL ALBIAC

Publicado: 1997-12-11 · Medio: EL MUNDO

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EL CHICO DEL AZOR
EL MUNDO.  11-12-1997
GABRIEL ALBIAC
COMISION parlamentaria, hoy. A las seis. Sesión continua: debate sobre La herencia del franquismo. Luis Herrero tuvo la suicida osadía de dar palabra en TVE1 a dos sulfúreos golpistas: Trevijano y yo. Piedra de escándalo, mi hipótesis: el felipismo, fase superior del franquismo. No cabía de ella confirmación mejor que ésta de la sesión de hoy. 
La bondad de los diputados socialistas me abruma: su confesa comunión con los televisivos censores franquistas abole todo equívoco. Mi vanidad se daba ya por colmada con el unánime clamor de los empleados de Polanco y la refinada elocuencia de doña Rosa Conde. Gracias, pues, por el regalo inmerecido.
¡Era tan elemental, sin embargo, la tesis! Ningún mérito hubo en formularla. Estaba en el aire; sólo dejé que sonara. Nada hay, si bien se mira, de asombroso en el ansia de González por ser Franco, en su anhelo de ser igual a aquel que no podía ser nombrado sino en superlativo. Por eso el inaugural verano en la madriguera del Azor fue iniciático. La repetición de los gestos del déspota en su escenario favorito no es anécdota. Sí, símbolo. Porque «en el símbolo, los objetos se ven interpenetrados, son la misma cosa» (Groddeck). Uno fueron, sobre la rojigualda nave, Padre e Hijo. Idéntica la perennidad del mundo que, «atado y bien atado», alumbraría en Filesa y GAL su legítima herencia.
Eso es el símbolo: economía altamente rentable de la repetición. Ponerse en el lugar del padre no tiene más que un precio: la castración. Poca cosa.
Franco, la perennidad de los atributos que en torno a su nombre se tejen, fijó el horizonte de deseo del pobre González: y aquel gran falo simbólico del Azor lo volvió tarumba. Estamos en la más pura teología, puesto que «lo que el nombre del padre designa» (según el doctor Lacan y el no demasiado docto José Mª Benegas) «es el lugar de Dios». Cópula de Padre e Hijo llaman los teólogos al Santo Espíritu en el cual ambos se funden. Fruición de mutua coyunda. Nada iguala en intensidad al abrazo entre personas divinas: «Y el Padre y el Hijo, amándose infinitamente», evoca la bella imagen de Fray Luis de Granada, «producen el Espíritu». En el espíritu alado, en el esplendor copulativo que él metaforiza, el Hijo accede a la satisfacción imaginaria del esquivo deseo: ser uno con el Padre, ser el Padre. Añorado arquetipo onanista de la criatura amputada, «el padre asciende al rango de Gran Jodedor, ese padre que deja al pobre hijo tan jodidamente jodido»: Lacan de nuevo, claro.
Jodidamente jodido, el hijo que fantasmea con joder al padre. Sentado sobre la borda del Azor, su minúscula caña de pescar entre los crispados puñitos, sueña con ser rozado por el mítico gozo que envidió en el Otro. Y fracasa, por supuesto. Fase final del franquismo, el felipismo. Caricatura. Esta tarde, a las seis, sesión continua. Cita en la Carrera de San Jerónimo. O, mejor, en la consulta del psiquiatra.