2001-06-11.LA RAZON.EL BINOMIO TERRORISTA AGT
Publicado: 2001-06-11 · Medio: LA RAZON
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OPINIÓN 18 LA RAZÓN LUNES, 11 -VI - 2001 OTRAS RAZONES EL BINOMIO TERRORISTA MI RECUERDO DE PEDRO LAÍN M ultitud de E l fenómeno del terrorismo ha sido mal estudiado. El horror instintivo que produ- cen los atentados sangrientos perpetra- dos en serie, vuelve las miradas atónitas del corazón hacia uno solo de los dos polos de la relación social llamada terro- rismo. La acción aterradora se frustraría, y no se repetiría, si no contara de antemano con el concurso indefectible de la reacción aterrada en la sociedad que la sufre. La ac- ción-reacción constitutiva del terrorismo está basada en las conocidas leyes de pro- pagación del miedo colectivo. Concreta- mente, en la calculada desproporción que el terror necesita establecer, para devenir efectivo, entre los pocos damnificados por la acción terrífica y los muchos afectados por la reacción terrificada. El factor activo del terror aumenta su potencia en la exac- ta dimensión que alcance su eco de miedo y de impotencia en el factor pasivo del bi- nomio terrorista. Un binomio perversa- mente enlazado por la ignorante simpleza de la política antiterrorista. Un círculo vi- cioso, del terror al horror y del horror a la repetición del terror, que necesita ser ata- jado actuando con prontitud y pulcritud le- gal para desconectar ambos factores por sistema. Y si es difícil de anular el factor acti- vo de un grupo de fanáticos clandestinos, organizado como si fuera la guerrilla na- cionalista de un mito liberador, en cam- bio sería fácil a todo gobierno honestado con la verdad y medianamente culto, pe- ro inteligente, desmoralizar a los terro- ristas haciéndoles ver la escasa repercu- sión política y el poco efecto aterrador de sus acciones. O sea, reduciendo el factor pasivo del binomio funesto a lo mínimo inevitable, con libertad de información, en la parte inmensa de la población que no vive afectada, en sus intereses perso- nales, por los sentimientos políticos en- contrados ante el mito generador de la violencia terrorista. Pero la indecencia con la verdad, que caracteriza a todos los gobiernos no democráticos, su afán de diluir sus responsabilidades sobre segu- ridad ciudadana y su incontenible deseo de verse acompañado en el sentimiento de su impotencia, les hace agravar la magnitud del problema echando en los hombros de la sociedad la carga del te- rrorismo. Los gobiernos que no logran cegar a corto o medio plazo las fuentes del terror terminan por convertirse, para encubrir su fracaso, en los primeros agentes de pro- pagación del miedo. Lanzan a la pobla- ción civil mensajes de impotencia; pier- den los estribos cabalgando sobre jamelgos de éxito casuales; convocan im- ponentes manifestaciones de victimismo ante el verdugo; airean foros de paz sin estado de guerra; montan equívocos sen- timientos de BASTA YA, como si estu- viera justificado el sufrimiento anterior y ya no fuera útil proseguirlo, para que el mito liberador se realice por vía pacífica; hacen de las masas inmensos cónclaves ecoicos del mensaje terrorista; proclaman la inutilidad del te- rror ante la palabre- ra resistencia del NO NOS MOVERÁN y dejan que la imagen gubernamental se asocie lastimera- mente con la teatra- lidad de una piedad funeraria; hacen hé- roes de la libertad a las víctimas de asesinato por la espalda, es decir, concede a los asesinos hasta el poder de otorgar honores de muerto en combate digno a quienes mueren sin dig- nidad, matados sin enterarse de nada co- mo animales. Ninguna voz se deja oir contra tan mor- tal imbecilidad. Los intelectuales engrasan la grosera barbarie de los gobiernos. El ac- tual no siguió al menos la senda del ante- rior, que elevaba la reacción a terrorismo de Estado. Pero, como los anteriores, si- gue sin percibir el distinto sentido que tie- ne el binomio terrorista dentro y fuera del País Vasco. Aún no sabe, por ejemplo, que allí puede ser prudente la movilización de la sociedad, a causa de sus efectos electo- rales, mientras que aquí es imprudencia te- meraria. Alienta el ánimo aterrador de Eta y deprime a las masas ilusas en la impo- tencia. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO recuerdos me asaltan al conocer la triste no- ticia de la muerte de Pedro Laín. La última vez que tuve un en- cuentro prolongado con él fue cuando pre- sentó, en compañía de Javier Sádaba y Ga- briel Albiac, mi libro «El animal cultural». Un escrito situado muy en la línea de las preocu- paciones antropológicas y filosófico-biológi- cas que llenan una parte importante de la obra de Laín. Y sobre las cuales habíamos colo- quiado ampliamente. Y, en aquella ocasión, el ahora fallecido maestro volvió la vista atrás y evocó algo especialmente emotivo para mí: .la amistad entrañable y la comunidad de pro- yectos intelectuales que me unió todo a lo lar- go de la vida con Miguel Sánchez Mazas, ya entonces desgraciadamente fallecido y se re- firió Laín a los años ya lejanos en que un gru- po de filósofos jóvenes, muy jóvenes, lanza- mos un movimiento de Filosofía de la Ciencia, en la España de los años cincuenta. Un movimiento que contó, desde el principio, con la ayuda y apoyo de Pedro Laín junto a la del gran matemático Julio Rey Pastor, re- cientemente retornado a España. Desde el presente Pedro Laín evocaba to- da una larga historia de casi medio siglo. Y en ella Laín para muchos de nosotros ha estado EL ERROR DE LOS BARONES H ay un cierto run run en el PSOE a cuento del afán pactista desplegado por Zapatero quien transita estos días viento en popa a toda vela hacia el tercero de los pactos con el PP, el de financiación auto- nómica. Se puede hablar, sin exagerar, de éxi- to en los dos primeros, el antiterrorista y el de la Justicia, pero está visto que no hay dos sin tres. No todos en el PSOE lo ven bien, aunque parece ser que a los de la oposición tranquila les gustan estas aguas. Pero de pronto a Zapa- tero le ha dado un flús y ha propuesto que se compense monetariamente a las Comunidades autónomas socialistas que no quisieron adhe- rirse en el 96 al modelo de financiación. O sea que te saboteo el tren pero me pagas el viaje. Lo gra- cioso, sin embargo, es que Zapatero, metido a poner condiciones, ha dejado con el culo al aire a sus barones subrayando su error al no adherirse por motivos políticos equivocados. Por eso hablar de compensaciones ahora no sólo es «infantil» como calificó el presidente del Gobierno, sino que parece una broma. Cla- ro que siempre hay quien se las toma en serio, caso del ministro Posada, por ejemplo. LLuuiissaa PPAALLMMAA REBOREDO Y SAÑUDO siempre presente, esti- mulando el trabajo in- telectual riguroso en los más diversos cam- pos. Como también fueron muy amplios y diversos los que cultivó en su obra personal. Pero ahora me gustaría destacar este rasgo pe- culiar de su figura y de su vida. Su preocupación por todo lo que ocu- rría en la ciencia, el pensamiento, la Univer- sidad española. Su alerta a lo que encontraba valioso y digno de ser estimulado. La apertu- ra de su tiempo y de su casa para aquello que juzgaba enriquecedor del paisaje intelectual.Y no precisamente por voluntad de poder, cual otros que vigilan el tablero académico y cien- tífico, para situar sobre él sus piezas, sino por- que Laín, heredero del «dolor de España», le dolía especialmente como a Ramón y Cajal, o como a tantos miembros de la Institución Libre, la penuria científica de nuestra patria. Y tampoco le guiaba la vanagloria. Re- cuerdo que en aquellos primeros contactos en mi juventud, una vez que le dediqué el título de «maestro» rechazó tan honroso apelativo como algo excesivo. Aunque realmente era un maestro, especialmente en su terreno más específico y donde rayó a mayor altura, en la historia de la medicina. Creó escuela no sólo en España con Diego Gracia, López Piñero y otros, sino también en Alemania. Una escue- la, no de repetidores y halagadores, sino abierta a las personalidades, tendencias y nue- vos métodos de sus discípulos. Y aquí vienen a cuento otros recuerdos de mis tiempos en la Universidad de Valencia, cuando López Pi- ñero había creado un seminario muy activo en que la historia de la medicina se abría a la historia y la filosofía de la ciencia en sus más amplios términos.y el modo en que Laín acu- día desde Madrid para iluminar el trabajo. Laín era miembro de la generación que tras la guerra civil se encontró ante una Es- paña deshecha y para los vencedores plena de posibilidades de poder, tras haber arrasa- do el anterior florecimiento. Y Laín militaba , ciertamente, en el bando de los vencedores, incluso como uno de los ideólogos del régi- men en sus primeros tiempos, en los años cuarenta. Pero él, como también Tovar, co- mo unos pocos, se dedicó al trabajo científi- co con todo rigor. Y desde dicha dedicación fue percibiendo la penuria en que la cultura oficial estaba sumida y trató de dilatar el pa- norama, en choque con los sectores más ce- rrados del régimen en el terreno cultural, re- presentados por los católicos de viejo estilo, primero, por el Opus Dei después. Eran los tiempos en que el libro de Laín «España co- mo problema» encontró una encendida ré- plica en «España sin problema» de Calvo Serer. Sin duda no es fácil comprender aque- llos años para quienes no los vivieron inter- namente. Pero no trato de reflexionar en es- tos momentos sobre la trayectoria política de Pedro Laín. Ni tampoco pretendo comentar su amplia obra. Sólo subrayar algo, que qui- zá entre las múltiples glosas no haya sido es- pecialmente destacado: su noble preocupa- ción por elevar la cultura y la ayuda generosa prestada a quienes pensaba que podían con- tribuir a tal empresa. Y con este recuerdo mi gratitud personal y colectiva. CCaarrllooss PPAARRÍÍSS