1975-04-24.1,14-16.DESTINO.MALLORCA.DON JUAN.JD

Publicado: 1975-04-24 · Medio: 1,14-16

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onciltar  la  reconciliación 

Alacant,  ¿apart? 
Y,  en  tal  caso, 
¿dónde? 

Vicent  Ventura 

A licante quiere  agua; Alicante quie 

re  Universidad:  Alicante...  pero, 
¿qué  es  Alicante?  El  otro  dia. 
unos  amigos  me  invitaron  a  que 
charláramos  sobre  ese  tema.  Lo  hici 
mos  con  las  limitaciones propias de  un 
acto  que  no  podía  ser  público  y  habia 
de  quedarse  en  «social».  De  todos  mo 
dos,  si  no estábamos  todos  los que éra 
mos,  creo  que  éramos  todos  los  que 
estábamos.  Al  menos  diré  que  entre 
los  que  estábamos  apenas  nadie  sacó 
a  relucir  los  tópicos  que  son  frecuen 
tes  en  estos  casos.  Nadie  habló,  por 
ejemplo,  de 
lo  cual 
siempre  es  de  agradecer  siquiera sea 
por  las  azules  resonancias de  un  tér 
mino  tan  enraizado  con  aquello  de  la 
unidad de destino en  lo universal. 

-alicantinidad». 

Nos  presidia  José  Vicente  Mateo, 
que  ya  se  habia  aproximado  al  tema 
hace  años,  cuando  escribió  un 
libro 
publicado  en catalán —o  en valenciano, 
perdón—  titulado  «Alacant  apart».  ¿Es 
tá  Alacant  «apart»  todavía?  ¿Es. como 
ha  afirmado  Josep  Vicent  Marqués 
desde  su  perplejidad,  un  barrio  de  Ma 
drid?  ¿Se  valencianiza? 

Salvo  pocas  excepciones, y  aun  és 
tas,  sin  acritud,  con  ganas  de  aproxi 
mación,  los  asistentes  estuvieron  de 
acuerdo  con  las  líneas  generales de  la 
exposición  que  me  correspondió  ha 
cer.  Y  no  creo  que  semejante  acuerdo 
de  base se debiera  a  que  todos  éramos 
amigos  de  la  UNESCO.  Creo  que  más 
bien  se  debió  a  que  nadie  trató  de 
ocultar  nada.  Los  acuerdos,  si  se  me 
la  paradoja,  son  imposibles 
permite 
sin 
los  desacuerdos.  No  hay  nunca 
acuerdos  totales,  al  ciento  por  ciento. 
Afortunadamente.  Sería  muy  aburrido. 
¿No  son  aburridos  los  conventos  don 
de  nadie  está  autorizado  a  discrepar 
del  que  manda? O  los partidos  políticos 
—por  ejemplo,  y  allá  donde  los  haya, 
desde  luego—  de  una  rigurosa  ortodo 
xia.  Aburridos  y  algo  más:  negados pa 
ra  la  imaginación,  para  la  creatividad; 
para  funcionar  de  acuerdo con  la  modi 
ficación  histórica  de  los  datos,  de  la 
realidad.  Y  esa es  la  razón  por  la  cual, 
en esos  conventos, en esos  partidos, se 
trata  de  lo  contrarío;  de  meter  la  rea 
lidad  en  la  ortodoxia.  El  resultado  es 
bien  conocido  en  el  ortodoxísimo  país 
en que vivimos. 

La 

« p r o v i n c i a» 

c o mo 

t r a m pa 

Bien.  Pues  resulta  que  hubo  que ad 
mitir  que  lo  que  está  «apart»  no  es 
más  que  la  ciudad  de  Alacant.  Hubo 
la  per 
asistentes  que  reivindicaron 

14 

los  barrios 
sistencia  valenciana  en 
más  populares.  El  idioma,  por  ejem 
plo,  no  está  muerto,  aunque  su  salud 
sea  más  bien  inquietante.  Mucho  más 
inquietante,  por  supuesto,  que  en  la 
ciudad  de  Valencia,  por  ejemplo.  Pero 
si  se  admite  que  el  problema  de  ese 
apartamiento  es  sólo  ciudadano  y  que 
termina  en  Santa  Fa?. en  Sant  Vicent 
del  Raspeig,  en  Santa  Pola.  etc..  ¿hay 
que  admitir  que  Alacant está  aislada de 
aquello  que  quisiera  capitalizar?  Pues 
sí.  Las sesenta  o  setenta  personas que 
participamos  en  la  discusión  del  tema 
llegamos  a  la  conclusión  de  que,  en 
efecto,  los  problemas  que  en  este  or 
den  de  cosas  tiene  Alacant  no  son 
los  mismos  que  los  de  Elx.  Alcoi,  De 
nla,  etc.  La  verdad  es  que  Alacant  ha 
caído,  ella  sólo,  en  la  que  podríamos 
llamar  «trampa»  administrativa  de  la 
«provincia».  Las  «provincias»  están 
ahí  y  no  caprichosamente.  Se  trataba 
de  destruir  la  historia  de  las diversas 
nacionalidades  hispánicas 
interrumpi 
das  o  impedidas  de  realizarse  por  el 
uníformismo  centralizador  borbónico, 
que  no  hacía  sino  actuar  de  agente 
de  los  intereses  de  una  clase  domi 
nante  que  necesitaba  controlar  el  ám 
bito  de  mercado  necesario  para  sus 
producciones.  Así.  y  por  eso.  nacie 
ron  los  Estados  Nacionales  modernos. 
Como  así.  y  por  eso,  ha  nacido  y  mo 
rirá  —sí  no  se  convierte  en  otra  co 
s a—  el  Mercado  Común.  Pero  la  ver 
dad  es  que  la  «provincia»  no  se  ha 
dejado  provincializar  por  una  ciudad 
como  Alacant.  que  es  más  joven,  mu 
cho  más  joven,  que  sus  indiscutibles 
«competidoras»  entre 
las  que  cabe 
destacar  Elx  y  Alcoi  de  manera  es 
pecial.  Alacant.  terminal  del  «tren  bo 
tijo»,  desde  luego,  es  decir,  del  vera 
neo  popular  madrileño,  pero  también 
invernadero  de  hacendados  más  o  me 
ricos  murcianos  y  manchegos 
nos 
—con 
influencia  mayor  y  más  cons 
tante  que  la  de  Madrid—  ha  sido  siem 
pre  bastante  ajena  a  la  «provincia»  de 
la  cual es capital. 

Un 

p r o b l e ma 

de 

c a m i n os 

Hay  más  datos,  claro,  para  explicar 
el  aislamiento  de  la ciudad  respecto de 
su  contorno 
inmediato  y  el  más  le 
jano.  Están  las  comunicaciones, difíci 
les  y  escasas  siempre,  y  aún  hoy,  que 
obligaban  a  salir del  «Regne».  del  Pais, 
y  volver  a  entrar  en  él.  Está  la  «qües 
tío  de  noms-  que  no  deja  de  tener 
su  importancia  en  un  asunto  olateado. 
por  lo  común,  de  manera  sentimental 
y  no  racional,  es  decir,  competitiva  y 
no  complementaria.  Ya  se  sabe,  aque 
llo  de  «Valencia,  tres;  Castellón.  Va 
lencia  y  Alicante».  Eso  de  que  una 
de  las  «tres»  tenga  el  nombre  del  todo 
ha  de  sentar  mal  a  las  otras  dos.  Y 
aunque  en  Castelló  veamos  esas  co 
sas  sin  tanto  espíritu  de  competencia 
—al  fin  y  al  cabo  estamos  al  lado  y 
las  distancias cuentan— se comprende 
que  en  Alacant  lo  vean  de  otra  mane 

ra.  Pero  en  Alacant  sólo.  Porque  de  la 
línea  Busot-Biar  hacia  atrás,  el  pro 
blema  apenas  sí  existe  o  existe  sólo 
administrativamente.  Eso de  la  «ques-
tió  de  noms»,  cuando  los  problemas 
se  plantean  en  niveles  sentimentales, 
a  flor  de  piel  por  consiguiente, es  im 
portante.  No  hay  más  que  ver  lo  la 
mentable  que  resulta  la discusión  anal 
fabeta  sobre  si  el  valenciano  es  o  no 
es  catalán.  Entre 
los  que  callan  lo 
que  saben  y  los  que  no  saben  de  qué 
hablan,  la  confusión  es  notable,  aun 
que  vaya  ya  resultando  tediosa.  Y  a 
lo  mejor,  en  este  asunto,  el  tedio  aca 
ba  venciendo  la  mala  fe  de  los  que 
con  esa  demagogia  se  quieren  ahorrar 
el  esfuerzo —y  el  riesgo que  aún  exis 
te—  de  ser  verdaderamente  valencia 
nos.  Es  decir,  descendientes  de  los 
que vinieron  con don Jaume. 

La 

« q ü e s t ió  de 

n o m s» 

Se  estuvo  de  acuerdo  en  el  coloquio 
con  el  hecho  de  que  la  competencia 
«alicantinisme»  - «valencianisme» 
ha 
permitido  que  cuajaran  formalmente, 
aunque  no  realmente,  más  que  en  pe 
queña  medida,  insidiosas  operaciones 
como  la  antigua  del  «Levante»,  más  o 
menos  «feliz»,  que  ha  encontrado  en 
tre  nosotros, los valencianos,  una quin 
ta  columna  de  «quislings»  siempre 
dispuestos  a  la  obsequiosidad  —con 
quienes  estuvieron  en  el  Centro  ayer, 
están  hoy  y  pueden  estar  mañana—  o 
la  más  reciente  del  «Sureste»,  hidráu 
lica  pero  que  no  llevará  agua  al  mo 
lino  «alicantino»;  patrocinada  por  el 
representante  que  la  Santa  Casa  tenia 
entonces  en  candelero  y  hoy  tiene  en 
cuarentena.  Que  así  son,  de  transito 
rias,  las  cosas  de  este  mundo  en  ge 
neral  y  de  la  Santa  Casa  en  particular. 
Alacant,  ¿gana  o  pierde  con  eso  del 
«Levante»  o  del  «Sureste»?  Pierde,  se 
diluye,  en  un  espacio  mayor  y  capita 
liza  menos.  El  Sureste  no  está  pen 
sado,  ni  el  Levante, a  beneficio  de  Ala 
cant.  Está  pensado para  diluirnos  a  los 
valencianos  en  un  excipiente  mayor 
por  lo  que  toca  al  primer  caso  —en 
el  que  nadie  gana  nada,  ni  Murcia,  ni 
Albacete,  por  supuesto—, y  para arran 
car  en  el  segundo a  Alacant  de  su rea 
lidad  histórica  y  cultural  y  sumarla  a 
una  especie  de  mostruo,  repitámoslo, 
hidráulico,  donde  quienes  salen ganan 
do  son  sólo  unos  tecnócratas  y  una 
burocracia.  Un grupo  de  presión, en de 
finitiva,  enmarcado  en  el  contexto  de 
una  clase  dominante  que  no  sería  tan 
difícil  precisar.  Los  tiros  van  por  el 
aprovechamiento del  carísimo trasvase. 
¿A  quién  beneficia  esa  operación?  In 
mediatamente,  se  entiende.  Es  decir, 
¿quiénes  van  a  ser  los  intermediarios 
que  se  van  a  quedar  con  la  mejor  y 
mayor  parte  de  los  beneficios  de  un 
trasvase  que.  según  parece,  podía  ha 
berse  sustituido  con  ventaja  de  cos 
tos  y  de  resultados  mediante  prospec 
ciones  de  agua  subterránea?  En  todo 
caso,  no  Alacant,  que  también  queda 
—salvo  una  parte  de  sus  huertas  del 
Segura—  «apart»  del  reparto.  Ni  una 
gota  llegará  al  Vínalopó.  el  verdadero 
río  valenciano  de  las  tierras  de  Ala 
cant. 

C o la 

de 

l e ó n, 

¿ c a b e za  de 

r a t ó n? 

Pero,  si  resulta  que  ni  «Levante» 
ni  «Sureste»  sirven  a  los  intereses de 
quienes  —cada vez  menos, al parecer— 
están  por  la  «provincialidad»  de  Ala 
cant.  ¿qué  queda  si  no  es  el  Norte? 
Es  decir, 
la  que 
miran  todas  las  comarcas  del  Sur.  ex 
cepto,  quizá,  las  de  la  Vega  Baixa.  Y 

la  dirección  hacía 

tampoco  es  seguro  que  en  ella  se as 
pira  a  otra  cosa  que  a  evitar  lo  que 
hay  que  evitar:  la  confrontación  Mur 
cia-Valencia.  Una  fronfrontación  que 
es  con  el  «Levante»  y  el  «Sureste» 
con 
lo  que  se  agudiza  y  que  sólo  se 
puede  convertir  en  reconocimiento  de 
las  semejanzas  y  los  intereses comu 
nes  en  la  medida  en  que  estén  claras 
también  las  diferencias y  los intereses 
encontrados.  Porque  con  la  confusión 
«surestísta»  o  «levantinista»  no  se  va 
a  ninguna  parte.  Y.  por  otra  parte,  eso 
de  la  «provincia»  ¿no  está  ya  en  tran 
ce  de  jubilación?  Desde  luego  que  tar 
dará  en  liquidarse  una  división  admi 
nistrativa  tan  arbitraria.  Pero  la  mis 
ma  ley  de  régimen 
local,  tantas  ve 
ces  aplazada,  ¿no  dice  que  contem 
pla  «divisiones  administrativas  por  en 
la  provincia»?  Cuando  el 
cima  de 
enérgico  y  resolutivo  ministro  actual 
de  Educación  y  Ciencia lo  era  de  Plani 
ficación  y  menos  sumario  en  sus  ac 
tuaciones,  parece  que  recogió  la  com 
plejidad  del  problema  «regional»  en  un 
proyecto  de  división  administrativa  ba 
sado  en  las  «regiones»  históricas,  pa 
ra  organizar  el  cual  ya  se  preparaba  la 
burocracia  correspondiente.  Después, 
el  séñor  Martínez  Esteruelas  se  dedicó 
a  cerrar  la  Universidad  de  Valladolid 
a  las  primeras  de  cambio  y  su  suce 
sor  en  Planificación  a ver separatismos 
escondidos  detrás  de  la  utilización  de 
los  topónimos  en  el  idioma  en  que  han 
nacido.  Ahora  bien,  eso  de 
la  «pro 
vincia»  no  marcha.  La  realidad  está 
en este orden  de cosas,  como en tantas 
otras  —en  casi  todas—  las  de  la  piel 
de  toro  —salvo  Portugal,  que  parece 
haber  tomado  caminos más realistas— 
al  margen  de  lo  establecido.  ¿Y  qué 
va  a  pasar  con  Alacant  en  un  Estado 
«desprovincíalizado»? 

En  este  punto  de  la  discusión  sur^ 
gieron  los  pocos  tópicos  de  la  tarde 
—y  parte  de  la noche— cuando alguien 
preguntó  aquello  del  contrasentido 
aparente  entre  ir  a  las concepciones 
supranacionales  y  trabajar  por  el  es 
tablecimiento  de  las concepciones «re 
gionales».  La  contradicción  no  es  ni 
aparente.  No  existe.  La  lógica  supra-
nacional  es  «reglonalista»,  si  se 
la 
quiere  llamar  así.  La articulación  de  un 
espacie  mayor  que  el  de  los  estados 
nacionales  en  trámite  de  jubilación,  no 
puede  hacerse  sí  no  es  con  la  libera 
ción  de 
la  fuerza  natural  contenida 
en  los  pueblos  diferentes  que  compo 
nen  esa  supranacionalidad y  que  pare 
cen  caminar  hacia  su  reídentificación. 

L os 

l í m i t es 

de 

u na 

c u l t u ra 

a b i e r ta 

Lo  que  desde  luego  no  deja  de  plan 
tear  el  problema  cultural  que  salió 
a  flote  en  la  conversación  sobre  un 
tema  tan  vasto  como  el  de  los  pro 
blemas  de  ser  -valencia a  Alacant», es 
decir,  de  ser  lo  que  se  es  o  lo  único 
que  se  puede  ser. Porque  en  esa «sali 
da  al  mar»  que  es  Alacant  para  mur 
cianos,  manchegos —de  Murcia  o no—, 
madrileños,  etc.,  hay  un  problema  idio-
mático,  cultural,  etc.,  de  indudable  re-
lleve.  «Yo  misma  —me  decía  una  se 
ñora  sincera,  con  excelente  voluntad 
de  acuerdo  y  muy  lúcida  en  sus plan 
teamientos—  soy  hija  de  diplomático 
castellano,  madre  alicantina  y  he  vivi 
do  más  tiempo  fuera  de  Alacant  que 
dentro,  donde  estoy  ahora  y  esparo 
que  para  los  restos.»  El  caso,  natural 
mente,  es  de  aquellos  que  casi  podría 
mos  considerar  «limite».  Como  lo  es 
el  de  Azorin,  el  de  Gabriel  Miró,  el  de 
Miguel  Hernández.  Pero,  ¿puede  haber 
en  Alacant  una  cultura  — es  decir, una 
«vida  cultural»—  castellana? ¿Es  posi 
ble  eso.  fuera  de  Madrid  y,  en  todo 
las  ciudades  universitarias 
caso,  de 

castellanas?  Sin  embargo,  en  la  me 
dida  que  sea. a  la  escala  que  sea.  el 
problema  está ahí.  El problema  es éste: 
¿forman  parte  de  la  cultura  valencia 
los  que  sintiéndose  valen 
na  todos 
cianos  o  no  habiendo  renunciado  a 
esa  condición,  es  decir,  habiendo  to 
mado  el  país  como  problema  o  como 
escenario  de  sus obras,  las  han  escri 
to  en  castellano?  ¿Es  Blasco  un  es 
critor  valenciano en  castellano? ¿Lo es 
Azorín?  ¿Lo  es  Miró?  ¿Lo  es  Miguel 
Hernández?  ¿Es  obra  valenciana  la  de 
los  que  escriben en  castellano  porque 
han  de  publicar  en  ese  idioma?  Claro 
que  resulta  difícil  dar  respuestas glo 
bales  a  un  tema  sobre  el  que  se  ha 
profundizado  poco.  Pero  los  que  dis 
cutíamos  sobre  los  problemas  de  ser 
•valenciá  a  Alacant-  aquella  tarde  y 
parte  de  aquella  noche  nos  pusimos 
pronto  de  acuerdo  en  la  afirmación, 
aunque  con  diversos  grados.  No  es 
igualmente  «valenciano»,  en  tanto  que 
escritor,  un  Blasco,  que.  además,  hizo 
política  valenciana  —municipal  y  bas 
tante  espesa,  pero  la  hizo—,  que  Mi 
guel  Hernández  cuya  temática  apenas 
si  rozó  el  tema  y  cuya  política  —qui 
zá  por  las  circunstancias en  que  tuvo 
que  hacerla—  fue  más  bien  poco  va 
lenciana  o  quizá  nada.  Sin  embargo... 
nació  en  Orihuela.  donde  un  club  de 
jóvenes  que  quiere  preocuparse  por  el 
futuro  de  la  ciudad  ha  buscado  y  en 
contrado  un  nombre  del  catalán  que 
hace  sólo  un  par  de  siglos  —menos 
aún  en  grado  de  supervivencia— se ha 
blaba  por  aquellas  tierras 
limítrofes 
que  el  Segura enhebra  con  las de  Mur 
cia.  Y  el  caso  de  Azorín  es  bien  di 
ferente  de  los dos citados. Porque vivió 
en  Madrid,  apenas  vino  por  Valencia, 
no  hizo  política  valenciana cuando  hizo 
política  —pasando tan  rápidamente  del 
uno  al  otro  confín  del  mapa  político 
de sus tiempos—, pero Valencia estuvo 
en  su  recuerdo;  lo  estuvieron  sus pro 
blemas  y  vio  claro  donde  muchos ven 
oscuro  —no  hay  peor  ciego  que  el 
que  no  quiere  ver—  hoy  todavía.  Vio 
cuál  es  el  idioma  y  la  naturaleza  his 
tórica  del  País  Valenciano  al  que,  sin 
embargo,  no  vaciló  en  llamar  «Levan 
te»,  él.  que  había  acuñado  aquello  de 
que  el  Estado español  es  multinacional 
y  todos  los  idiomas  de  sus diversas 
nacionalidades  son  igualmente  españo 
les.  Era  un  punto  de  vista  corto  para 
muchos  —para  mí.  por  ejemplo—  pero 
largo  para  muchos. Y  además  el  méri 
to  de  la  formulación  resultaba  tanto 
mayor  cuanto  que  no  se  trataba  de  su 
problema,  resuelto  con  el  estilísmo 
más  o  menos  artificioso  —o  con  el 
artificio  de  no  parecerlo—  con  que 
él  escribía  su  castellano  aprendido. 

El 

i d i o m a, 

t e ma 

p a ra  o t ra 

o c a s i ón 

«Pero  entonces  —me  preguntó 
la 
lúcida  y  sugestiva  señora  que  tuve  la 
fortuna  de  lograr  como  vecina  de  me 
sa  en  la  cena  que  siguió  al  coloquio—. 
¿es  que  los  valencianos  son  —rectifi 
có  en  seguida  y  abriendo  una  sonrisa 
comprensiva  dijo 
"somos"—  bilin 
gües?»  No  somos  bilingües.  Nadie  es 
bilingüe.  Se  parte  de  un  solo  Idioma, 
peor  o  mejor  vivido,  y  desde  él  se 
aprenden  otros.  El drama  es cuando en 
casa  padres  que  entre  sí  hablan valen 
ciano  quieren  enseñar  a sus hijos «su» 
castellano,  por  lo  general  pintoresco, 
o  cuando  en  la  escuela,  sea  cual  sea 
el  idioma  habitual  de  la  casa  y  de  la 
calle,  le  enseñan  a  uno  «en»  un  cas 
tellano  que  no  sabe.  Hay  un  País  Va 
lenciano  catalán  y  otro  aragonés,  cas 
tellano,  murciano...  Pero  esa  es  otra 
historia.  Muy  larga  para  que  pueda ca 
ber  en  este  artículo  ya  demasiado  lar 
go. Otra  vez será. 

¿Qué 
lengua 
hablan 
los 
valencianos? 

J.  M.  Soriano  Bessó 

Hace  doce  años  la  cuestión  fue 

zanjada  por  la  vía  expeditiva:  a 
ciertos  sectores  bienpensantes 
de  la  capital  valenciana  les  mo 
lestó  el  éxito  editorial  de  «Nosaltres 
els  valencians»  y  «El  País  Valenciano» 
—publicación  esta  última  de  Editorial 
Destino—.  y  su  autor,  Joan  Fuster, 
fue  condenado  al  ostracismo.  Había 
que  dar  un  escarmiento  a  quien  se 
apartaba  de 
las  reglas  de  juego  es 
tablecidas  y  tan  descaradamente  se 
atrevía  a  bucear  en  el  pasado  valen 
ciano  a  la  búsqueda  de  la 
identidad 
colectiva.  Su  efigie  fue  quemada  sañu 
damente  en  un  acto  patriótico  fallero, 
y  su  nombre  pasó  a  figurar  en  el  pues 
to  de  honor  de  la  lista  de  «enemigos» 
públicos. 

Ahora  ha  sido  ya  imposible  repetir 
la  operación.  Se  han  perdido  muchas 
de  las  posiciones  de  privilegio,  y  no 
ha  podido  producirse el  amordazamien-
to  de  entonces. En estos  últimos  años, 
y  a  partir  del  aldabonazo  de  Joan  Fus 
ter. 
las  preocupaciones  por  encon 
trar  la  identidad  valenciana  en  el  te 
rreno  de  las  realidades  han  alcanzado 
a  sectores  muy  amplios  de  la  pobla 
ción  y  ya  no  ha  podido  seguirse  la 
táctica  del  silencio  forzado.  Tanto  es 
así,  que  la  campaña  emprendida  con 
los  «traidores  vendidos  a  Cata 
tra 
lunya» 
lleva  camino  de  convertirse 
en  un  tema  popular,  amplia  e  insisten 
temente  debatido. 

E p í l o go  c on  el  b i l i n g ü i s mo 

al 

f o n do 

La  polémica  comenzó  después  de 
San  José,  con  motivo  de  unas  inci 
dencias  producidas  en  un  programa 
radiofónico  nocturno,  emitido  desde 
Madrid,  que  abordó  el  tema  de  las 
lenguas  peninsulares.  ¿Es  el  valen 
ciano  el  mismo  idioma  que  el  catalán? 
Oe  aqui  partió 
la  disputa,  y  aunque 
inicialmente  la  cuestión  quedaba  plan 
teada  en  un  marco  estrictamente  filo 
lógico,  se  han  desbordado  las  previ 
siones  y  nadie  va  a  poder  impedir  que 
entren  en  danza  todas  las  considera 
ciones circundantes. 

Hay  quienes  afirman  que  la  refrie 
ga  se veía  venir  hace ya tiempo.  Según 

estas  opiniones,  durante  este  último 
año  se  han  acumulado  las  intemperan 
cias  (destitución  de  J.  A.  Perelló  de 
la  Diputación  por  apoyar  abiertamente 
el  «eliminado»  Concurs  Fallar  de  Tea-
tre,  presiones  sin  resultado  para  la 
no  celebración  del  II  Curs  de  Llengua 
para  profesionales  de 
la  enseñanza, 
presión  gubernativa  para  que  la  direc 
tiva  de  Lo  Rat  Penat  no  cayera en  m» 
no  de  personas  no  gratas,  etc.)  y  era 
de  esperar que  los  valencianistas ofre 
cieran  resistencia  en  aquel 
terreno 
donde  la  autoridad  tiene  más  restrin 
gida  su  prepotencia:  ante 
la  opinión 
pública  y  en  un  medio  Informativo  neu 
tral,  como  ha  resultado  ser  el  diario 
«Las Provincias». 

iniciativa  de  promoción  de 

Las  circunstancias de  ahora  no  son 
las  de  doce  años  atrás.  Por supuesto. 
¿Quién  podría  haber  imaginado  enton 
ces  que  al señor  Ombuena Ontíñolo, di 
rector  de  este  periódico  centenario 
desde  la  «salida»  de  don  Martín  Do 
mínguez  y  lumbrera  del  anticatalanis 
mo  local,  iban  a  poder  contestarle  los 
discrepantes  en  las propias páginas  del 
diario  por  él  dirigido?  No  es  que  el  ta 
lante  profesional de  este señor  se pres 
te  demasiado para  tales  liberalidades o 
atrevimientos,  como  la  historia  perio 
dística  de  Valencia  de  estos  quince 
años  últimos  se  ha  encargado  de  mos 
trar,  pero  la  vida  nos lleva  a  veces  por 
caminos  insospechados  y  reconfortan 
tes.  Se han publicado  montones  de car 
tas  al  director  —en  defensa  de  la co 
munidad  cultural  y  lingüística  con Ca 
taluña  unas,  y  atacando  la  contamina 
ción  «catalanista»  otras—;  el  profe 
sor  Sanchis  Guarner  ha  expuesto  su 
cintamente  sus tesis  y  desatado  —im 
iras  del  señor 
las 
pensadamente— 
Ombuena;  el  comentarista  Francesc 
de  P.  Burguera  ha  denunciado  las  in 
consecuencias  de  quienes  reivindican 
contra  viento  y  marea  la  peculiaridad 
luego  entorpecen  cual 
valenciana  y 
quier 
la 
cultura  o  la  lengua  de  los  valencianos, 
etcétera.  Y  el  lector  del  periódico  ha 
podido  percibir  con extrañeza  cómo los 
textos  que  desvelaban la  maniobra  «ca 
talanista»,  protagonizada  por  un  grupi-
llo  de  incalificables  intelectuales  aje 
nos  y  distantes  al  pueblo,  andaban 
siempre  escritos  en  lengua castellana, 
mientras  que  las  cartas o  los  artículos 
de  la  otra  parte  contendiente  se redac 
taban  en  la  lengua  propia  del  pueblo 
valenciano.  Este  detalle  fue  magistral-
mente  explicado  por  el  señor  Ombue 
na,  en  uno  de  sus  brillantes  artículos: 
• Escribo  en  el 
idioma  que  escribo 
porque  en  él  me  expreso  mejor  y  me 
entiende  mayor  número  de  lectores, 
finalidades  ambas  que  cubren  la  fun 
ción  instrumental  de  cualquier  lengua 
je.  Ahora  querrá  saber — se dirige  a un 
comunicante  que  le  increpaba  por  qué 
escribía  en  castellano—  por  qué  me 
expreso  mejor  en  el  idioma  que  estoy 
utilizando,  y  se  lo  diré.  Me  expreso 
mejor  por  razones  subjetivas  y  por  ra 
zones  objetivas. Objetivamente,  el  idio 
ma que utilizo  es más  flexible,  más ma 
tizado,  más  evolucionado,  más  vivo, 
más  extenso y  más  hecho  literariamen 
te.  Subjetivamente,  se  ciñe  más  fiel 
mente  a  mi  pensamiento  y  cuanto  más 
complejo  es  mi  pensamiento,  más». 
Pues  sí.  ya  ve  el  lector  en  qué  puntos 
tan  firmes  descansan  las  convicciones 
valencianas  del  paladín  del  anticatala 
nismo  actual  en  tierras  al  sur del  Ebro. 
El  profesor  Marqués,  en  su  libro  «País 
perplex».  ya  nos  había  advertido  de 
todas  estas  sublimes contradicciones. 

No 

t o do 

es 

f i l o l o g ía 

cidida  actitud  clarificadora  del  pro 
fesor  Sanchis  Guarner.  hubiera  sido 
mucho más  prudente  realizar un esfuer 
zo  dialéctico  sin salirse  del  terreno  de 
la  filología.  Pero  se  pasó  al  ataque 
personal,  a  la  acusación  de  venderse 
en  cuerpo  y  alma  a  Cataluña,  y  a 
querer 
tan 
traumatizante  como  es  el  analfabetis 
mo  del  pueblo.  «Todos  los  catalanis 
tas  están  de  espaldas  a  la  gente»,  se 
ha  dicho  para  resaltar  que  la  lengua 
literaria  no  coincidía  con  la  lengua, 
agobiada y exánime, del  pueblo. 

instrumentalizar  un  dato 

• Es  hora  de  deixar  de  banda aquesta 
discussió  entom  del  nom  de  la  nostra 
llengua,  i  de  plantejar-nos  el  que  és 
fonamental:  com  "aconseguir  la  seva 
normal  utilització"»,  ha  sido  la  res 
puesta  del  Colegio  de  Doctores  y  Li 
cenciados  y  del  claustro de  la Facultad 
de  Ciencias  Económicas,  en  unos  ma 
nifiestos  que  han  dirigido  a  la  opinión 
pública  y  que  han  provocado  una  reac 
ción  solidaria  en  todos  aquellos  sec 
tores  cívicos  vinculados  con  la  base 
y  atentos  a  perfilar  el  futuro  de  la rea 
lidad valenciana. 

Hacia 
un 
nuevo 
protagonismo 
mallorquín 

Planas  Sanmartí 

M allorca,  gracias  al  reflujo  del 

Plan  Marshall,  ha 
industriali 
zado,  dejemos  para  mejor  oca 
sión  si  bien  o  mal,  el  turismo 
artesanal  en  que  se  movía  su  hos 
telería  pionera. 

la 

isla, 

Gracias  a  ello, 

lejos  ya 
los  tiempos  en  que  sus  hombres  for 
maban  parte  del  equipo  de  protago 
nistas  del  país  —Miguel  deis  Sants 
Oliver,  Maura,  Weyler,  Alomar...—.  se 
convirtió  en  escenarlo. 

Simple  y  llano  escenario de  un  nue 
vo  fenómeno  socioeconómico:  el  tu 
rismo  de  masas.  Los  cambios estruc 
turales  han  sido  grandes,  profundos 
y  rápidos. 

Los  promotores  de  la  campaña  no 
debieran  haber  sacado 
la  polémica 
fuera  del  ámbito  científico.  Ante  la de 

Caída  de  una  vieja  clase  burguesa, 
de  una  aristocracia  tradicional  y  tra-
dicionalista,  de  un  capitalismo.  Susti-

15 

tución  —a  veces  suplantación—  por 
parte  de  una  neoburguesfa.  un  neo-
capitalismo,  una  novísima  clase  obre 
ra  surgida  del  campo  y,  básicamente, 
de  las  corrientes  migratorias  del  sur 
español. 

La  sedimentación,  que  requiere  la 
inevitable  colaboración  del  tiempo,  se 
ha  acelerado  con 
las  graves  crisis 
todos  niveles.  Crisis  económicas, 
a 
laborales,  sociales,  morales,  de 
in 
tegración. 

Mallorca,  mientras  tanto, 

iba  ale 
jándose  del  protagonismo.  Del  pro 
tagonismo  nacional.  Sus  hombres,  in 
mersos  en 
la  propia  problemática, 
empeñados  en  resolver  cuestiones vi 
tales,  a  nivel  de  simple supervivencia, 
la 
abandonaron  en  manos  extrañas 
tarea  de  una  política  regional  y 
la 
participación  en  la  nacional, como  por 
tavoces  de  una  realidad  que,  cada vez 
iba  siendo  olvidada,  abandonada 
más. 
e, 
incluso,  reformada,  transformada  y 
remodelada  al  gusto  y  necesidades de 
intere 
comunidades  cuyos 
ses  eran  y  son.  sin  embargo,  secun 
darios  y  deben  supeditarse  a  los  de 
los  propios  mallorquines,  en 
la  ac 
tualidad  poco  menos  que  sin  poder 
de  decisión  ni  influencia  en  la  reso 
lución  de  la  problemática  que  afecta, 
única  y  exclusivamente,  a 

legítimos 

isla. 

la 

infinitamente 

Parece  que  una  nueva  generación, 
surgida  —de  eso  no  hay  duda—  de 
un  joven  empresariado moderno,  cons 
la  fi 
ciente, 
gura  de  ejecutivo  de  Play-Boy,  quie 
re  asumir  el  papel  político  a  que  las 
circunstancias, 
la  tradición  y  la  evi 
dencia  de  una  clara  necesidad  reivin 
dicatoría  de  unos  derechos  abandona 
dos,  más  que  perdidos,  le  obligan. 

lejos  de 

Quizás  el  hombre  que  más  poder 
representativo 
la  actuali 
tenga,  en 
dad,  en  Mallorca  y.  por  extensión,  en 
todas  las 
islas,  sea  el  abogado,  pe 
riodista  y  circunstancial  procurador 
en Cortes,  Josep  Meliá. 

Nunca  una  -p»  —casualmente  una 
• p>  de  •política-—  ha  tenido 
tanta 
importancia  para  las  islas.  Meliá,  ani 
mal  político  por  excelencia, tiene,  por 
encima  de  cualquier  virtud,  la  habili 
dad, 
la  capacidad de  maniobra,  el - s a-
voir  faire»  en  política,  que  es. por  de 
finición  antonomásica.  la  ciencia  de 
lo posible. 
Meliá 

intuyó  y  creyó  en  la  posibi 
lidad  de  introducir  la  -p-  en  la  polí 
tica  centralista.  Es  buscar  una  vía 
regionalista.  un  sistema  como  otro 
cualquiera.  Es. aunque  sea  sólo  en  el 
aspecto  ortográfico,  equipararse a Joan 
(Miró)  y  a  Pau  (Casáis).  Es  un  ca 
ballo  de  Troya  regionalista.  quiérase 
o no. 

Por  eso  Meliá  tiene  ahora  un  po 
der  de  convocatoria,  un  poder  agluti 
nante,  como  no  lo  tiene  nadie  en  las 
islas.  Por  eso  se  han  podido 
lograr 
pactos  entre  gentes  distintas  y  gene 
raciones  diversas. 

Sorprendentemente,  bien  puede  ase 
gurarse  que  no  hay,  en  Mallorca,  es 
cisiones  graves  entre  los  grupos  po 
líticos marginales. 

Hay  pactos, hay  acuerdos, hay  com 
promisos.  Se  dialoga  y  la  vía  demo 
crática  está  siendo  utilizada  con  ci 
vismo  y  civilización  ejemplares. 

Mallorca,  por  ser,  básicamente  to 
davía,  terreno  turístico,  es escenario. 
Escenario  de  las  presencias vacacio-
nales  de  don  Juan  Carlos,  de  los  es 
porádicos  viajes  de  don  Juan  de  Bor-
bón,  de  las  intenciones  de  viajes  de 
Carlos  Arias  y  de  las  especulaciones 
de  quienes  buscan  para  Franco  una 
tercera  residencia,  tras  El  Pardo  y 
el  Pazo de  Meirás. 

No  se  olvide  que  Palma  cuenta  con 
una 
residencia  oficial  para  el  Jefe 
del  Estado,  ubicada  en  el  monumen 
tal  Palau  de  la  Almudaína. 

La  reciente  estancia  del  conde  de 
Barcelona  en  Palma  ha  convertido  la 

16 

isla  en  centro  político  poianzador,  no 
sólo  de  la  atención  nacional  de  los 
comentaristas  y  expertos,  sino  de 
los  simples  observadores  y  aun  del 
hombre  de  la  calle  que  juega  a  creer 
se  que  el  jefe  de  la  Casa  Real  Espa 
ñola  podría  regresar  inesperadamen 
te  a residir en  España. 

No  tan  inesperadamente  si  el  lugar 

es  Mallorca. 

Las  especulaciones  sobre  el  tema 
no  han  hecho  más  que  comenzar.  Y 
don  José  María  de  Areilza,  conde  de 
Motrico,  secretario  que  fuera  del  di 
suelto  Consejo  Privado  del  Conde  de 
Barcelona,  se  apresuró  a  viajar  a  la 
isla  para  entrevistarse  con  él.  Sólo 
las  reticencias  y  las  reservas  de  don 
José  María  de  Areilza  a  admitir 
la 
finalidad  concreta  del  viaje  permiten 
pensar  que  el  tema  o  temas  eran  im 
portantes. 

Antonio  García  Trevíjano.  habilísimo 
confundidor  de  masas  al  referirse  a 
su  conexión,  desconexión  o  incone 
xión  con  la  llamada  ilegal  Junta  De 
mocrática,  también  viajó  a  Mallorca 
para  entrevistarse  con  don  Juan  de 
Borbón  y  hacerle  entrega  de  cierto 
documento  que.  al  mismo 
tiempo, 
aparecía  en  Madrid.  Valencia.  Sevilla 
y París. 
La 

isla,  pues,  deja  de  ser  una  col 
mena  de  turistas  y  es  escenario  de 
un  apasionante 
juego  político.  Apa 
sionante  por  lo  que  tiene  de  pasión 
intrínseca  el  tema.  Apasionante  por 
que  se  desarrolla  en  nuestra  propia 
geografía.  Apasionante  porque,  en  las 
actuales  circunstancias,  el  marco  de 
legalidades  obliga  a  unas  habilidades 
que  únicamente  están  al  alcance  de 
los  grandes  maniobreros.  Y  aquí  la  pa 
labra  tiene  un  profundo  contenido  ad 
mirativo  y  está  huérfana  de  toda  inten 
ción  peyorativa.  Los  hábiles  —valga 
el  ejemplo  de  Gil  Robles— tienen  las 
bazas en  la  mano 

Por  eso. 

juegan  a 

los  hábiles 

jóvenes  ca 
chorros  mallorquines 
los 
pactos  con  los  viejos  valores  de  la 
política  regional.  No  entran  en 
los 
acuerdos  valores  sentimentales  ni 
nostálgicos.  Se  busca 
la  practicídad 
Y  se  pasa  de  la  actuación  pasiva  — s er 
simple  escenario—  a  la  actividad  de 
un  protagonismo.  Ni  don  Juan,  ni  el 
conde  de  Motrico.  ni  García  Trevíja 
no.  marchan  sin  mantener  contactos 
con 
isleña 
—futuribles  o  no—  a  quienes  escu 
chan y tienen  en cuenta. 

los  valores  de  la  política 

El  grupo  Tramuntana,  por  ejemplo, 
dialoga  con  los  tres.  Meliá  va  y  vie 
ne,  participa,  conversa  y  se  enfren 
ta,  abiertamente,  a  la  política  del  je 
fe  provincial  del  Movimiento. 

El  escándalo  surge  y  es  noticia 
a  nivel  nacional.  El  periódico  de 
la 
cadena  del  Movimiento.  Instruido  en 
las  jerar 
el 
impermeable  respeto  a 
quías,  argumenta  que  se 
trata  de 
una 
jugada  hábil  de  Meliá  para  ganar 
las  próximas  elecciones. 

Automáticamente,  se 

En  efecto,  al  margen  de  la  sinceri 
dad  que  ha  de  suponérsele.  Meliá 
demuestra  su  habilidad  y  anuncia  que 
no  va  a  presentarse  a  la  reelección. 
invalida  el 
argumento  del  Movimiento-organiza 
ción  — se  trataba  de  un  artículo  edi 
torial—  y  sólo  queda  un  hecho  evi 
dente  descubierto  por  el  propio  ór 
gano  del  Movimiento:  enfrentarse  a 
un  gobernador  civil  y  jefe  provincial 
del  Movimiento  es  una  actitud  se 
ductora  para  el  electorado  mallor 
quín. 

Salvando 

las  pirenaicas  distancias 
que  separan  la  realidad  política  esoa-
ñola  de  la  francesa,  puede  afirmarse, 
a  la  vista  de  los  hechos,  que  los  ma 
llorquines  opinan  lo  mismo  que  mon-
sieur  Poniatosky.  con  respecto  a  los 
prefectos  o  gobernadores. 

PLANAS  SANMARTI 

Debido al puerto 
deportivo-pesquero 
Divorcio 
entre la 
Badalona 
oficial 
y la 
Badalona 
real 

Joan  Tudela 

S e  ha  producido  un  evidente  di 

vorcio  entre  la  Badalona  real  y 
la  Badalona  oficial  a  propósito 
del  puerto  deportivo-pesquero 
municipal.  Mientras  que  la  primera  ha 
manifestado  reiteradamente  su  rotun 
do  - n o-  al  proyecto,  la  segunda  ha 
decidido  dar  luz  verde  a  su construc 
ción. 

¿Razones  para  oponerse  a  la  obra? 
Será  el  propio  Ayuntamiento  quien  fi 
nanciará  el  puerto  deportivo,  cosa 
luego  chocante,  habida  cuenta 
desde 
que  es  la  primera  vez  que  esto  ocu 
rre  en  España.  Y  el  Ayuntamiento,  no 
debe  olvidarse,  nutre  sus  arcas  con 
el  dinero  de  los  contribuyentes  bada-
importantes 
loneses.  La  ciudad  tiene 
déficits  de  todo  orden,  que  han  de ser 
prioritarios  a  un  puerto  cuya  necesi 
dad  se  halla  en  entredicho.  El  Muni 
cipio  no  recuperará  lo  invertido  en es 
ta  obra.  No  será  rentable  el  puerto: 
nos  consta  que  se  ofreció  a  la  inicia 
tiva  privada  hacerse cargo  de  su  cons 
trucción,  y  ésta  lo  rechazó.  Por  algo 
será... 

Más  cosas.  Desaparecerá 

la  mayor 
parte  de  la playa  en  aras a  la  ejecución 
del  puerto,  cuya  superficie  asciende 
a  154.290  metros  cuadrados.  Los  ba 
ñistas,  por  tanto,  pagarán  el  pato.  El 
coste  total  oficial  de  la  obra  se  cifra 
en  unos  600  millones  de  pesetas  —el 
presupuesto  inicial  asignado  en  1972 
era 
tres  veces  inferior—.  Se  estima, 
no  obstante,  que  una  vez  terminado  el 
puerto  habrá  costado  no  menos  de 
mil  millones.  Lo  que  hipotecará 
fi 
nancieramente  a  la  ciudad.  Justificar 
el  puerto  alegando  que  Badalona  po 
dría  contar  con  un  espacio  para 
la 
práctica  del  deporte  resulta  sencilla 
mente  ridículo.  Para  lograr  un  amarre 
se  ha  calculado  que  tendrá  que  pagar-

Abucheos  y gritos de -j Dimisión! > para los 
concejales  del  -sí-.  (Foto:  Manuel Armen-
gol.) 

se  alrededor  de  medio  millón  de  pe 
setas...  además  de  poseer  una  embar 
cación  deportiva  para  amarrar,  claro 
está... 

Pero  el  puerto  no  sólo  es  -deporti 
vo», 
también  es  pesquero.  Los  hom 
bres  de  la  mar  llevaban  varios  lustros 
pidiendo  un  espigón  donde  poder  ama 
rrar  sus  embarcaciones. A  lo que, dicho 
sea  de  paso,  nadie  se  opone  en  Bada-
lona.  Ahora  verán  colmada  su  aspira 
ción,  pero  a  costa  de  ser  utilizados 
como  el  gran  pretexto  para  sostener 
la  necesidad  del  puerto.  Así  lo  prue 
ba,  primero,  el  hecho  de  que  se  les 
atiende  precisamente  ahora,  y  no  an 
tes,  y,  segundo,  el  dato  siguiente:  el 
puerto  sólo  podrá  acoger  40  embarca 
ciones  pesqueras, en  tanto  que  en  la 
ciudad  hay  91.  (De  deportivas  alber 
gará  a  600,  aparte  de  las 250  embarca 
ciones en  almacén.) 

Ya  antes  del  histórico  pleno  de  los 
días  3  y  5  del  mes en  curso,  la  opinión 
pública  se  había  pronunciado  contraria 
al  proyecto.  En  diciembre,  17  entida 
des 
locales  y  1.354  badaloneses  diri 
gían  una  carta  al  alcalde,  señor  Caba 
llería  Pía.  abogando  por  la  no construc 
ción  del  puerto.  A  esta  misma  conclu 
sión  llegaba  la  Joven  Cámara  de  Ba 
dalona.  en  un  detenido  y  documentado 
estudio,  que  hizo  público  pocos  días 
antes  de  la  sesión  plenaria.  El  mismo 
día  3.  nueve  entidades  suscribían  una 
carta  abierta,  redactada  con  urgencia, 
en  la  que  pedían  de  los  concejales su 
voto  negativo.  Todo  fue  en  balde. 

La  primera  parte  contó  con  una 
afluencia  de  público  extraordinaria.  Hu 
bo  tensión;  y  el  alcalde  a  punto  estu 
vo  de  desalojar  la  sala.  En  la  segunda 
jornada,  sólo  se  permitió  entrar  en  la 
sala  a  un  número  reducido  de  público, 
formado  en  su  totalidad  por  pescado 
res.  Dos  centenares  largos  de  badalo 
neses  tuvieron  que  esperar  frente  a 
la  Casa  Consistorial  el  resultado  de 
la  votación:  17  concejales  y  el  alcal 
de  se  manifestaron  a  favor  del  puerto, 
únicamente  tres  ediles  votaron  «nó». 
Se  trata  de  los señores  Rojo y  Marqués 
y  la señora  March. 

Desde  el  primer  momento  han  llo 
vido  repulsas contra  los concejales del 
«s(>.  Los  cuales  eran  abucheados  a 
medida  que  iban  saliendo  del  Ayunta 
miento,  teniendo  que  escuchar  de  sus 
conciudadanos  la  petición  de  •( Dimi 
sión!».  Dos  días  después,  250  bada 
loneses 
firmaban  un  escrito  protes 
tando  por  habérseles  negado  el  dere 
cho  a  presenciar  el  pleno,  a  la  vez 
que  reprobaban  la  decisión  del  Consis 
torio.  La  prensa  diaria  de  Barcelona, a 
través  de  editoriales,  comentarios  y 
crónicas  desde  Badalona. hizo  patente 
su  desacuerdo ante  esta  impopular  vo 
tación.  El  día  16.  la  Joven  Cámara  ex 
presaba  su  asombro  por  el  voto  afir 
mativo  de  los  concejales García  y  Co-
nesa.  quienes  en  un  principio  lo  habían 
condicionado  a  que  se  efectuaran  cier 
tas  mejoras  urbanísticas.  El  17.  apare 
ce  en  los  periódicos  una  carta  abierta 
de  13  entidades  censurando a  los  edi 
les  del  «sí».  Dos  días  más  tarde,  el 
Centro  Social  de  San  Roque  pide  ex 
plicaciones  al  concejal  de  su  distri 
to.  Y  la  ola  de  repulsa, a  lo  que  se  ve, 
todavía  no ha cesado. 

Lo  que  ha  ocurrido  en  Badalona,  si 
bien  se mira, es alentador  y  lamentable 
a  un  tiempo.  Alentador  porque,  por  vez 
primera  en  las  últimas  décadas,  todos 
los  sectores  progresistas  badaloneses 
han  confluido  en  un  objetivo  común, 
han  aunado  sus  esfuerzos  para  evitar 
que  se  cometa  este  monumental  desa 
guisado.  Lamentable  porque,  una  vez 
la  ciudadanía  no  se  ha  visto  re 
más. 
presentada  en  un  alcalde  que  ha  sido 
designado  y  no  elegido, y  en  unos con 
cejales,  dos  tercios  de  los  cuates  han 
accedido  a  su  escaño  por  idéntico  pro 
cedimiento.