1975-04-24.1,14-16.DESTINO.MALLORCA.DON JUAN.JD
Publicado: 1975-04-24 · Medio: 1,14-16
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onciltar la reconciliación Alacant, ¿apart? Y, en tal caso, ¿dónde? Vicent Ventura A licante quiere agua; Alicante quie re Universidad: Alicante... pero, ¿qué es Alicante? El otro dia. unos amigos me invitaron a que charláramos sobre ese tema. Lo hici mos con las limitaciones propias de un acto que no podía ser público y habia de quedarse en «social». De todos mo dos, si no estábamos todos los que éra mos, creo que éramos todos los que estábamos. Al menos diré que entre los que estábamos apenas nadie sacó a relucir los tópicos que son frecuen tes en estos casos. Nadie habló, por ejemplo, de lo cual siempre es de agradecer siquiera sea por las azules resonancias de un tér mino tan enraizado con aquello de la unidad de destino en lo universal. -alicantinidad». Nos presidia José Vicente Mateo, que ya se habia aproximado al tema hace años, cuando escribió un libro publicado en catalán —o en valenciano, perdón— titulado «Alacant apart». ¿Es tá Alacant «apart» todavía? ¿Es. como ha afirmado Josep Vicent Marqués desde su perplejidad, un barrio de Ma drid? ¿Se valencianiza? Salvo pocas excepciones, y aun és tas, sin acritud, con ganas de aproxi mación, los asistentes estuvieron de acuerdo con las líneas generales de la exposición que me correspondió ha cer. Y no creo que semejante acuerdo de base se debiera a que todos éramos amigos de la UNESCO. Creo que más bien se debió a que nadie trató de ocultar nada. Los acuerdos, si se me la paradoja, son imposibles permite sin los desacuerdos. No hay nunca acuerdos totales, al ciento por ciento. Afortunadamente. Sería muy aburrido. ¿No son aburridos los conventos don de nadie está autorizado a discrepar del que manda? O los partidos políticos —por ejemplo, y allá donde los haya, desde luego— de una rigurosa ortodo xia. Aburridos y algo más: negados pa ra la imaginación, para la creatividad; para funcionar de acuerdo con la modi ficación histórica de los datos, de la realidad. Y esa es la razón por la cual, en esos conventos, en esos partidos, se trata de lo contrarío; de meter la rea lidad en la ortodoxia. El resultado es bien conocido en el ortodoxísimo país en que vivimos. La « p r o v i n c i a» c o mo t r a m pa Bien. Pues resulta que hubo que ad mitir que lo que está «apart» no es más que la ciudad de Alacant. Hubo la per asistentes que reivindicaron 14 los barrios sistencia valenciana en más populares. El idioma, por ejem plo, no está muerto, aunque su salud sea más bien inquietante. Mucho más inquietante, por supuesto, que en la ciudad de Valencia, por ejemplo. Pero si se admite que el problema de ese apartamiento es sólo ciudadano y que termina en Santa Fa?. en Sant Vicent del Raspeig, en Santa Pola. etc.. ¿hay que admitir que Alacant está aislada de aquello que quisiera capitalizar? Pues sí. Las sesenta o setenta personas que participamos en la discusión del tema llegamos a la conclusión de que, en efecto, los problemas que en este or den de cosas tiene Alacant no son los mismos que los de Elx. Alcoi, De nla, etc. La verdad es que Alacant ha caído, ella sólo, en la que podríamos llamar «trampa» administrativa de la «provincia». Las «provincias» están ahí y no caprichosamente. Se trataba de destruir la historia de las diversas nacionalidades hispánicas interrumpi das o impedidas de realizarse por el uníformismo centralizador borbónico, que no hacía sino actuar de agente de los intereses de una clase domi nante que necesitaba controlar el ám bito de mercado necesario para sus producciones. Así. y por eso. nacie ron los Estados Nacionales modernos. Como así. y por eso, ha nacido y mo rirá —sí no se convierte en otra co s a— el Mercado Común. Pero la ver dad es que la «provincia» no se ha dejado provincializar por una ciudad como Alacant. que es más joven, mu cho más joven, que sus indiscutibles «competidoras» entre las que cabe destacar Elx y Alcoi de manera es pecial. Alacant. terminal del «tren bo tijo», desde luego, es decir, del vera neo popular madrileño, pero también invernadero de hacendados más o me ricos murcianos y manchegos nos —con influencia mayor y más cons tante que la de Madrid— ha sido siem pre bastante ajena a la «provincia» de la cual es capital. Un p r o b l e ma de c a m i n os Hay más datos, claro, para explicar el aislamiento de la ciudad respecto de su contorno inmediato y el más le jano. Están las comunicaciones, difíci les y escasas siempre, y aún hoy, que obligaban a salir del «Regne». del Pais, y volver a entrar en él. Está la «qües tío de noms- que no deja de tener su importancia en un asunto olateado. por lo común, de manera sentimental y no racional, es decir, competitiva y no complementaria. Ya se sabe, aque llo de «Valencia, tres; Castellón. Va lencia y Alicante». Eso de que una de las «tres» tenga el nombre del todo ha de sentar mal a las otras dos. Y aunque en Castelló veamos esas co sas sin tanto espíritu de competencia —al fin y al cabo estamos al lado y las distancias cuentan— se comprende que en Alacant lo vean de otra mane ra. Pero en Alacant sólo. Porque de la línea Busot-Biar hacia atrás, el pro blema apenas sí existe o existe sólo administrativamente. Eso de la «ques- tió de noms», cuando los problemas se plantean en niveles sentimentales, a flor de piel por consiguiente, es im portante. No hay más que ver lo la mentable que resulta la discusión anal fabeta sobre si el valenciano es o no es catalán. Entre los que callan lo que saben y los que no saben de qué hablan, la confusión es notable, aun que vaya ya resultando tediosa. Y a lo mejor, en este asunto, el tedio aca ba venciendo la mala fe de los que con esa demagogia se quieren ahorrar el esfuerzo —y el riesgo que aún exis te— de ser verdaderamente valencia nos. Es decir, descendientes de los que vinieron con don Jaume. La « q ü e s t ió de n o m s» Se estuvo de acuerdo en el coloquio con el hecho de que la competencia «alicantinisme» - «valencianisme» ha permitido que cuajaran formalmente, aunque no realmente, más que en pe queña medida, insidiosas operaciones como la antigua del «Levante», más o menos «feliz», que ha encontrado en tre nosotros, los valencianos, una quin ta columna de «quislings» siempre dispuestos a la obsequiosidad —con quienes estuvieron en el Centro ayer, están hoy y pueden estar mañana— o la más reciente del «Sureste», hidráu lica pero que no llevará agua al mo lino «alicantino»; patrocinada por el representante que la Santa Casa tenia entonces en candelero y hoy tiene en cuarentena. Que así son, de transito rias, las cosas de este mundo en ge neral y de la Santa Casa en particular. Alacant, ¿gana o pierde con eso del «Levante» o del «Sureste»? Pierde, se diluye, en un espacio mayor y capita liza menos. El Sureste no está pen sado, ni el Levante, a beneficio de Ala cant. Está pensado para diluirnos a los valencianos en un excipiente mayor por lo que toca al primer caso —en el que nadie gana nada, ni Murcia, ni Albacete, por supuesto—, y para arran car en el segundo a Alacant de su rea lidad histórica y cultural y sumarla a una especie de mostruo, repitámoslo, hidráulico, donde quienes salen ganan do son sólo unos tecnócratas y una burocracia. Un grupo de presión, en de finitiva, enmarcado en el contexto de una clase dominante que no sería tan difícil precisar. Los tiros van por el aprovechamiento del carísimo trasvase. ¿A quién beneficia esa operación? In mediatamente, se entiende. Es decir, ¿quiénes van a ser los intermediarios que se van a quedar con la mejor y mayor parte de los beneficios de un trasvase que. según parece, podía ha berse sustituido con ventaja de cos tos y de resultados mediante prospec ciones de agua subterránea? En todo caso, no Alacant, que también queda —salvo una parte de sus huertas del Segura— «apart» del reparto. Ni una gota llegará al Vínalopó. el verdadero río valenciano de las tierras de Ala cant. C o la de l e ó n, ¿ c a b e za de r a t ó n? Pero, si resulta que ni «Levante» ni «Sureste» sirven a los intereses de quienes —cada vez menos, al parecer— están por la «provincialidad» de Ala cant. ¿qué queda si no es el Norte? Es decir, la que miran todas las comarcas del Sur. ex cepto, quizá, las de la Vega Baixa. Y la dirección hacía tampoco es seguro que en ella se as pira a otra cosa que a evitar lo que hay que evitar: la confrontación Mur cia-Valencia. Una fronfrontación que es con el «Levante» y el «Sureste» con lo que se agudiza y que sólo se puede convertir en reconocimiento de las semejanzas y los intereses comu nes en la medida en que estén claras también las diferencias y los intereses encontrados. Porque con la confusión «surestísta» o «levantinista» no se va a ninguna parte. Y. por otra parte, eso de la «provincia» ¿no está ya en tran ce de jubilación? Desde luego que tar dará en liquidarse una división admi nistrativa tan arbitraria. Pero la mis ma ley de régimen local, tantas ve ces aplazada, ¿no dice que contem pla «divisiones administrativas por en la provincia»? Cuando el cima de enérgico y resolutivo ministro actual de Educación y Ciencia lo era de Plani ficación y menos sumario en sus ac tuaciones, parece que recogió la com plejidad del problema «regional» en un proyecto de división administrativa ba sado en las «regiones» históricas, pa ra organizar el cual ya se preparaba la burocracia correspondiente. Después, el séñor Martínez Esteruelas se dedicó a cerrar la Universidad de Valladolid a las primeras de cambio y su suce sor en Planificación a ver separatismos escondidos detrás de la utilización de los topónimos en el idioma en que han nacido. Ahora bien, eso de la «pro vincia» no marcha. La realidad está en este orden de cosas, como en tantas otras —en casi todas— las de la piel de toro —salvo Portugal, que parece haber tomado caminos más realistas— al margen de lo establecido. ¿Y qué va a pasar con Alacant en un Estado «desprovincíalizado»? En este punto de la discusión sur^ gieron los pocos tópicos de la tarde —y parte de la noche— cuando alguien preguntó aquello del contrasentido aparente entre ir a las concepciones supranacionales y trabajar por el es tablecimiento de las concepciones «re gionales». La contradicción no es ni aparente. No existe. La lógica supra- nacional es «reglonalista», si se la quiere llamar así. La articulación de un espacie mayor que el de los estados nacionales en trámite de jubilación, no puede hacerse sí no es con la libera ción de la fuerza natural contenida en los pueblos diferentes que compo nen esa supranacionalidad y que pare cen caminar hacia su reídentificación. L os l í m i t es de u na c u l t u ra a b i e r ta Lo que desde luego no deja de plan tear el problema cultural que salió a flote en la conversación sobre un tema tan vasto como el de los pro blemas de ser -valencia a Alacant», es decir, de ser lo que se es o lo único que se puede ser. Porque en esa «sali da al mar» que es Alacant para mur cianos, manchegos —de Murcia o no—, madrileños, etc., hay un problema idio- mático, cultural, etc., de indudable re- lleve. «Yo misma —me decía una se ñora sincera, con excelente voluntad de acuerdo y muy lúcida en sus plan teamientos— soy hija de diplomático castellano, madre alicantina y he vivi do más tiempo fuera de Alacant que dentro, donde estoy ahora y esparo que para los restos.» El caso, natural mente, es de aquellos que casi podría mos considerar «limite». Como lo es el de Azorin, el de Gabriel Miró, el de Miguel Hernández. Pero, ¿puede haber en Alacant una cultura — es decir, una «vida cultural»— castellana? ¿Es posi ble eso. fuera de Madrid y, en todo las ciudades universitarias caso, de castellanas? Sin embargo, en la me dida que sea. a la escala que sea. el problema está ahí. El problema es éste: ¿forman parte de la cultura valencia los que sintiéndose valen na todos cianos o no habiendo renunciado a esa condición, es decir, habiendo to mado el país como problema o como escenario de sus obras, las han escri to en castellano? ¿Es Blasco un es critor valenciano en castellano? ¿Lo es Azorín? ¿Lo es Miró? ¿Lo es Miguel Hernández? ¿Es obra valenciana la de los que escriben en castellano porque han de publicar en ese idioma? Claro que resulta difícil dar respuestas glo bales a un tema sobre el que se ha profundizado poco. Pero los que dis cutíamos sobre los problemas de ser •valenciá a Alacant- aquella tarde y parte de aquella noche nos pusimos pronto de acuerdo en la afirmación, aunque con diversos grados. No es igualmente «valenciano», en tanto que escritor, un Blasco, que. además, hizo política valenciana —municipal y bas tante espesa, pero la hizo—, que Mi guel Hernández cuya temática apenas si rozó el tema y cuya política —qui zá por las circunstancias en que tuvo que hacerla— fue más bien poco va lenciana o quizá nada. Sin embargo... nació en Orihuela. donde un club de jóvenes que quiere preocuparse por el futuro de la ciudad ha buscado y en contrado un nombre del catalán que hace sólo un par de siglos —menos aún en grado de supervivencia— se ha blaba por aquellas tierras limítrofes que el Segura enhebra con las de Mur cia. Y el caso de Azorín es bien di ferente de los dos citados. Porque vivió en Madrid, apenas vino por Valencia, no hizo política valenciana cuando hizo política —pasando tan rápidamente del uno al otro confín del mapa político de sus tiempos—, pero Valencia estuvo en su recuerdo; lo estuvieron sus pro blemas y vio claro donde muchos ven oscuro —no hay peor ciego que el que no quiere ver— hoy todavía. Vio cuál es el idioma y la naturaleza his tórica del País Valenciano al que, sin embargo, no vaciló en llamar «Levan te», él. que había acuñado aquello de que el Estado español es multinacional y todos los idiomas de sus diversas nacionalidades son igualmente españo les. Era un punto de vista corto para muchos —para mí. por ejemplo— pero largo para muchos. Y además el méri to de la formulación resultaba tanto mayor cuanto que no se trataba de su problema, resuelto con el estilísmo más o menos artificioso —o con el artificio de no parecerlo— con que él escribía su castellano aprendido. El i d i o m a, t e ma p a ra o t ra o c a s i ón «Pero entonces —me preguntó la lúcida y sugestiva señora que tuve la fortuna de lograr como vecina de me sa en la cena que siguió al coloquio—. ¿es que los valencianos son —rectifi có en seguida y abriendo una sonrisa comprensiva dijo "somos"— bilin gües?» No somos bilingües. Nadie es bilingüe. Se parte de un solo Idioma, peor o mejor vivido, y desde él se aprenden otros. El drama es cuando en casa padres que entre sí hablan valen ciano quieren enseñar a sus hijos «su» castellano, por lo general pintoresco, o cuando en la escuela, sea cual sea el idioma habitual de la casa y de la calle, le enseñan a uno «en» un cas tellano que no sabe. Hay un País Va lenciano catalán y otro aragonés, cas tellano, murciano... Pero esa es otra historia. Muy larga para que pueda ca ber en este artículo ya demasiado lar go. Otra vez será. ¿Qué lengua hablan los valencianos? J. M. Soriano Bessó Hace doce años la cuestión fue zanjada por la vía expeditiva: a ciertos sectores bienpensantes de la capital valenciana les mo lestó el éxito editorial de «Nosaltres els valencians» y «El País Valenciano» —publicación esta última de Editorial Destino—. y su autor, Joan Fuster, fue condenado al ostracismo. Había que dar un escarmiento a quien se apartaba de las reglas de juego es tablecidas y tan descaradamente se atrevía a bucear en el pasado valen ciano a la búsqueda de la identidad colectiva. Su efigie fue quemada sañu damente en un acto patriótico fallero, y su nombre pasó a figurar en el pues to de honor de la lista de «enemigos» públicos. Ahora ha sido ya imposible repetir la operación. Se han perdido muchas de las posiciones de privilegio, y no ha podido producirse el amordazamien- to de entonces. En estos últimos años, y a partir del aldabonazo de Joan Fus ter. las preocupaciones por encon trar la identidad valenciana en el te rreno de las realidades han alcanzado a sectores muy amplios de la pobla ción y ya no ha podido seguirse la táctica del silencio forzado. Tanto es así, que la campaña emprendida con los «traidores vendidos a Cata tra lunya» lleva camino de convertirse en un tema popular, amplia e insisten temente debatido. E p í l o go c on el b i l i n g ü i s mo al f o n do La polémica comenzó después de San José, con motivo de unas inci dencias producidas en un programa radiofónico nocturno, emitido desde Madrid, que abordó el tema de las lenguas peninsulares. ¿Es el valen ciano el mismo idioma que el catalán? Oe aqui partió la disputa, y aunque inicialmente la cuestión quedaba plan teada en un marco estrictamente filo lógico, se han desbordado las previ siones y nadie va a poder impedir que entren en danza todas las considera ciones circundantes. Hay quienes afirman que la refrie ga se veía venir hace ya tiempo. Según estas opiniones, durante este último año se han acumulado las intemperan cias (destitución de J. A. Perelló de la Diputación por apoyar abiertamente el «eliminado» Concurs Fallar de Tea- tre, presiones sin resultado para la no celebración del II Curs de Llengua para profesionales de la enseñanza, presión gubernativa para que la direc tiva de Lo Rat Penat no cayera en m» no de personas no gratas, etc.) y era de esperar que los valencianistas ofre cieran resistencia en aquel terreno donde la autoridad tiene más restrin gida su prepotencia: ante la opinión pública y en un medio Informativo neu tral, como ha resultado ser el diario «Las Provincias». iniciativa de promoción de Las circunstancias de ahora no son las de doce años atrás. Por supuesto. ¿Quién podría haber imaginado enton ces que al señor Ombuena Ontíñolo, di rector de este periódico centenario desde la «salida» de don Martín Do mínguez y lumbrera del anticatalanis mo local, iban a poder contestarle los discrepantes en las propias páginas del diario por él dirigido? No es que el ta lante profesional de este señor se pres te demasiado para tales liberalidades o atrevimientos, como la historia perio dística de Valencia de estos quince años últimos se ha encargado de mos trar, pero la vida nos lleva a veces por caminos insospechados y reconfortan tes. Se han publicado montones de car tas al director —en defensa de la co munidad cultural y lingüística con Ca taluña unas, y atacando la contamina ción «catalanista» otras—; el profe sor Sanchis Guarner ha expuesto su cintamente sus tesis y desatado —im iras del señor las pensadamente— Ombuena; el comentarista Francesc de P. Burguera ha denunciado las in consecuencias de quienes reivindican contra viento y marea la peculiaridad luego entorpecen cual valenciana y quier la cultura o la lengua de los valencianos, etcétera. Y el lector del periódico ha podido percibir con extrañeza cómo los textos que desvelaban la maniobra «ca talanista», protagonizada por un grupi- llo de incalificables intelectuales aje nos y distantes al pueblo, andaban siempre escritos en lengua castellana, mientras que las cartas o los artículos de la otra parte contendiente se redac taban en la lengua propia del pueblo valenciano. Este detalle fue magistral- mente explicado por el señor Ombue na, en uno de sus brillantes artículos: • Escribo en el idioma que escribo porque en él me expreso mejor y me entiende mayor número de lectores, finalidades ambas que cubren la fun ción instrumental de cualquier lengua je. Ahora querrá saber — se dirige a un comunicante que le increpaba por qué escribía en castellano— por qué me expreso mejor en el idioma que estoy utilizando, y se lo diré. Me expreso mejor por razones subjetivas y por ra zones objetivas. Objetivamente, el idio ma que utilizo es más flexible, más ma tizado, más evolucionado, más vivo, más extenso y más hecho literariamen te. Subjetivamente, se ciñe más fiel mente a mi pensamiento y cuanto más complejo es mi pensamiento, más». Pues sí. ya ve el lector en qué puntos tan firmes descansan las convicciones valencianas del paladín del anticatala nismo actual en tierras al sur del Ebro. El profesor Marqués, en su libro «País perplex». ya nos había advertido de todas estas sublimes contradicciones. No t o do es f i l o l o g ía cidida actitud clarificadora del pro fesor Sanchis Guarner. hubiera sido mucho más prudente realizar un esfuer zo dialéctico sin salirse del terreno de la filología. Pero se pasó al ataque personal, a la acusación de venderse en cuerpo y alma a Cataluña, y a querer tan traumatizante como es el analfabetis mo del pueblo. «Todos los catalanis tas están de espaldas a la gente», se ha dicho para resaltar que la lengua literaria no coincidía con la lengua, agobiada y exánime, del pueblo. instrumentalizar un dato • Es hora de deixar de banda aquesta discussió entom del nom de la nostra llengua, i de plantejar-nos el que és fonamental: com "aconseguir la seva normal utilització"», ha sido la res puesta del Colegio de Doctores y Li cenciados y del claustro de la Facultad de Ciencias Económicas, en unos ma nifiestos que han dirigido a la opinión pública y que han provocado una reac ción solidaria en todos aquellos sec tores cívicos vinculados con la base y atentos a perfilar el futuro de la rea lidad valenciana. Hacia un nuevo protagonismo mallorquín Planas Sanmartí M allorca, gracias al reflujo del Plan Marshall, ha industriali zado, dejemos para mejor oca sión si bien o mal, el turismo artesanal en que se movía su hos telería pionera. la isla, Gracias a ello, lejos ya los tiempos en que sus hombres for maban parte del equipo de protago nistas del país —Miguel deis Sants Oliver, Maura, Weyler, Alomar...—. se convirtió en escenarlo. Simple y llano escenario de un nue vo fenómeno socioeconómico: el tu rismo de masas. Los cambios estruc turales han sido grandes, profundos y rápidos. Los promotores de la campaña no debieran haber sacado la polémica fuera del ámbito científico. Ante la de Caída de una vieja clase burguesa, de una aristocracia tradicional y tra- dicionalista, de un capitalismo. Susti- 15 tución —a veces suplantación— por parte de una neoburguesfa. un neo- capitalismo, una novísima clase obre ra surgida del campo y, básicamente, de las corrientes migratorias del sur español. La sedimentación, que requiere la inevitable colaboración del tiempo, se ha acelerado con las graves crisis todos niveles. Crisis económicas, a laborales, sociales, morales, de in tegración. Mallorca, mientras tanto, iba ale jándose del protagonismo. Del pro tagonismo nacional. Sus hombres, in mersos en la propia problemática, empeñados en resolver cuestiones vi tales, a nivel de simple supervivencia, la abandonaron en manos extrañas tarea de una política regional y la participación en la nacional, como por tavoces de una realidad que, cada vez iba siendo olvidada, abandonada más. e, incluso, reformada, transformada y remodelada al gusto y necesidades de intere comunidades cuyos ses eran y son. sin embargo, secun darios y deben supeditarse a los de los propios mallorquines, en la ac tualidad poco menos que sin poder de decisión ni influencia en la reso lución de la problemática que afecta, única y exclusivamente, a legítimos isla. la infinitamente Parece que una nueva generación, surgida —de eso no hay duda— de un joven empresariado moderno, cons la fi ciente, gura de ejecutivo de Play-Boy, quie re asumir el papel político a que las circunstancias, la tradición y la evi dencia de una clara necesidad reivin dicatoría de unos derechos abandona dos, más que perdidos, le obligan. lejos de Quizás el hombre que más poder representativo la actuali tenga, en dad, en Mallorca y. por extensión, en todas las islas, sea el abogado, pe riodista y circunstancial procurador en Cortes, Josep Meliá. Nunca una -p» —casualmente una • p> de •política-— ha tenido tanta importancia para las islas. Meliá, ani mal político por excelencia, tiene, por encima de cualquier virtud, la habili dad, la capacidad de maniobra, el - s a- voir faire» en política, que es. por de finición antonomásica. la ciencia de lo posible. Meliá intuyó y creyó en la posibi lidad de introducir la -p- en la polí tica centralista. Es buscar una vía regionalista. un sistema como otro cualquiera. Es. aunque sea sólo en el aspecto ortográfico, equipararse a Joan (Miró) y a Pau (Casáis). Es un ca ballo de Troya regionalista. quiérase o no. Por eso Meliá tiene ahora un po der de convocatoria, un poder agluti nante, como no lo tiene nadie en las islas. Por eso se han podido lograr pactos entre gentes distintas y gene raciones diversas. Sorprendentemente, bien puede ase gurarse que no hay, en Mallorca, es cisiones graves entre los grupos po líticos marginales. Hay pactos, hay acuerdos, hay com promisos. Se dialoga y la vía demo crática está siendo utilizada con ci vismo y civilización ejemplares. Mallorca, por ser, básicamente to davía, terreno turístico, es escenario. Escenario de las presencias vacacio- nales de don Juan Carlos, de los es porádicos viajes de don Juan de Bor- bón, de las intenciones de viajes de Carlos Arias y de las especulaciones de quienes buscan para Franco una tercera residencia, tras El Pardo y el Pazo de Meirás. No se olvide que Palma cuenta con una residencia oficial para el Jefe del Estado, ubicada en el monumen tal Palau de la Almudaína. La reciente estancia del conde de Barcelona en Palma ha convertido la 16 isla en centro político poianzador, no sólo de la atención nacional de los comentaristas y expertos, sino de los simples observadores y aun del hombre de la calle que juega a creer se que el jefe de la Casa Real Espa ñola podría regresar inesperadamen te a residir en España. No tan inesperadamente si el lugar es Mallorca. Las especulaciones sobre el tema no han hecho más que comenzar. Y don José María de Areilza, conde de Motrico, secretario que fuera del di suelto Consejo Privado del Conde de Barcelona, se apresuró a viajar a la isla para entrevistarse con él. Sólo las reticencias y las reservas de don José María de Areilza a admitir la finalidad concreta del viaje permiten pensar que el tema o temas eran im portantes. Antonio García Trevíjano. habilísimo confundidor de masas al referirse a su conexión, desconexión o incone xión con la llamada ilegal Junta De mocrática, también viajó a Mallorca para entrevistarse con don Juan de Borbón y hacerle entrega de cierto documento que. al mismo tiempo, aparecía en Madrid. Valencia. Sevilla y París. La isla, pues, deja de ser una col mena de turistas y es escenario de un apasionante juego político. Apa sionante por lo que tiene de pasión intrínseca el tema. Apasionante por que se desarrolla en nuestra propia geografía. Apasionante porque, en las actuales circunstancias, el marco de legalidades obliga a unas habilidades que únicamente están al alcance de los grandes maniobreros. Y aquí la pa labra tiene un profundo contenido ad mirativo y está huérfana de toda inten ción peyorativa. Los hábiles —valga el ejemplo de Gil Robles— tienen las bazas en la mano Por eso. juegan a los hábiles jóvenes ca chorros mallorquines los pactos con los viejos valores de la política regional. No entran en los acuerdos valores sentimentales ni nostálgicos. Se busca la practicídad Y se pasa de la actuación pasiva — s er simple escenario— a la actividad de un protagonismo. Ni don Juan, ni el conde de Motrico. ni García Trevíja no. marchan sin mantener contactos con isleña —futuribles o no— a quienes escu chan y tienen en cuenta. los valores de la política El grupo Tramuntana, por ejemplo, dialoga con los tres. Meliá va y vie ne, participa, conversa y se enfren ta, abiertamente, a la política del je fe provincial del Movimiento. El escándalo surge y es noticia a nivel nacional. El periódico de la cadena del Movimiento. Instruido en las jerar el impermeable respeto a quías, argumenta que se trata de una jugada hábil de Meliá para ganar las próximas elecciones. Automáticamente, se En efecto, al margen de la sinceri dad que ha de suponérsele. Meliá demuestra su habilidad y anuncia que no va a presentarse a la reelección. invalida el argumento del Movimiento-organiza ción — se trataba de un artículo edi torial— y sólo queda un hecho evi dente descubierto por el propio ór gano del Movimiento: enfrentarse a un gobernador civil y jefe provincial del Movimiento es una actitud se ductora para el electorado mallor quín. Salvando las pirenaicas distancias que separan la realidad política esoa- ñola de la francesa, puede afirmarse, a la vista de los hechos, que los ma llorquines opinan lo mismo que mon- sieur Poniatosky. con respecto a los prefectos o gobernadores. PLANAS SANMARTI Debido al puerto deportivo-pesquero Divorcio entre la Badalona oficial y la Badalona real Joan Tudela S e ha producido un evidente di vorcio entre la Badalona real y la Badalona oficial a propósito del puerto deportivo-pesquero municipal. Mientras que la primera ha manifestado reiteradamente su rotun do - n o- al proyecto, la segunda ha decidido dar luz verde a su construc ción. ¿Razones para oponerse a la obra? Será el propio Ayuntamiento quien fi nanciará el puerto deportivo, cosa luego chocante, habida cuenta desde que es la primera vez que esto ocu rre en España. Y el Ayuntamiento, no debe olvidarse, nutre sus arcas con el dinero de los contribuyentes bada- importantes loneses. La ciudad tiene déficits de todo orden, que han de ser prioritarios a un puerto cuya necesi dad se halla en entredicho. El Muni cipio no recuperará lo invertido en es ta obra. No será rentable el puerto: nos consta que se ofreció a la inicia tiva privada hacerse cargo de su cons trucción, y ésta lo rechazó. Por algo será... Más cosas. Desaparecerá la mayor parte de la playa en aras a la ejecución del puerto, cuya superficie asciende a 154.290 metros cuadrados. Los ba ñistas, por tanto, pagarán el pato. El coste total oficial de la obra se cifra en unos 600 millones de pesetas —el presupuesto inicial asignado en 1972 era tres veces inferior—. Se estima, no obstante, que una vez terminado el puerto habrá costado no menos de mil millones. Lo que hipotecará fi nancieramente a la ciudad. Justificar el puerto alegando que Badalona po dría contar con un espacio para la práctica del deporte resulta sencilla mente ridículo. Para lograr un amarre se ha calculado que tendrá que pagar- Abucheos y gritos de -j Dimisión! > para los concejales del -sí-. (Foto: Manuel Armen- gol.) se alrededor de medio millón de pe setas... además de poseer una embar cación deportiva para amarrar, claro está... Pero el puerto no sólo es -deporti vo», también es pesquero. Los hom bres de la mar llevaban varios lustros pidiendo un espigón donde poder ama rrar sus embarcaciones. A lo que, dicho sea de paso, nadie se opone en Bada- lona. Ahora verán colmada su aspira ción, pero a costa de ser utilizados como el gran pretexto para sostener la necesidad del puerto. Así lo prue ba, primero, el hecho de que se les atiende precisamente ahora, y no an tes, y, segundo, el dato siguiente: el puerto sólo podrá acoger 40 embarca ciones pesqueras, en tanto que en la ciudad hay 91. (De deportivas alber gará a 600, aparte de las 250 embarca ciones en almacén.) Ya antes del histórico pleno de los días 3 y 5 del mes en curso, la opinión pública se había pronunciado contraria al proyecto. En diciembre, 17 entida des locales y 1.354 badaloneses diri gían una carta al alcalde, señor Caba llería Pía. abogando por la no construc ción del puerto. A esta misma conclu sión llegaba la Joven Cámara de Ba dalona. en un detenido y documentado estudio, que hizo público pocos días antes de la sesión plenaria. El mismo día 3. nueve entidades suscribían una carta abierta, redactada con urgencia, en la que pedían de los concejales su voto negativo. Todo fue en balde. La primera parte contó con una afluencia de público extraordinaria. Hu bo tensión; y el alcalde a punto estu vo de desalojar la sala. En la segunda jornada, sólo se permitió entrar en la sala a un número reducido de público, formado en su totalidad por pescado res. Dos centenares largos de badalo neses tuvieron que esperar frente a la Casa Consistorial el resultado de la votación: 17 concejales y el alcal de se manifestaron a favor del puerto, únicamente tres ediles votaron «nó». Se trata de los señores Rojo y Marqués y la señora March. Desde el primer momento han llo vido repulsas contra los concejales del «s(>. Los cuales eran abucheados a medida que iban saliendo del Ayunta miento, teniendo que escuchar de sus conciudadanos la petición de •( Dimi sión!». Dos días después, 250 bada loneses firmaban un escrito protes tando por habérseles negado el dere cho a presenciar el pleno, a la vez que reprobaban la decisión del Consis torio. La prensa diaria de Barcelona, a través de editoriales, comentarios y crónicas desde Badalona. hizo patente su desacuerdo ante esta impopular vo tación. El día 16. la Joven Cámara ex presaba su asombro por el voto afir mativo de los concejales García y Co- nesa. quienes en un principio lo habían condicionado a que se efectuaran cier tas mejoras urbanísticas. El 17. apare ce en los periódicos una carta abierta de 13 entidades censurando a los edi les del «sí». Dos días más tarde, el Centro Social de San Roque pide ex plicaciones al concejal de su distri to. Y la ola de repulsa, a lo que se ve, todavía no ha cesado. Lo que ha ocurrido en Badalona, si bien se mira, es alentador y lamentable a un tiempo. Alentador porque, por vez primera en las últimas décadas, todos los sectores progresistas badaloneses han confluido en un objetivo común, han aunado sus esfuerzos para evitar que se cometa este monumental desa guisado. Lamentable porque, una vez la ciudadanía no se ha visto re más. presentada en un alcalde que ha sido designado y no elegido, y en unos con cejales, dos tercios de los cuates han accedido a su escaño por idéntico pro cedimiento.