1976-11-18.1,44-45.DESTINO.GUINEA

Publicado: 1976-11-18 · Medio: 1,44-45

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D E S TI 

Barcelona,  del  18  al  24  de  noviembre  de  1976 

Número  2.042 

50  pesetas 

ULmde 

í a S S sa 

DESPUES 
DE LA HUELGA 
GENERAL 

Guinea Ecuatorial 

Un drama de 
nuestro tiempo 

La  reconsideración  de  la  actitud  española 
frente  a  Guinea  Ecuatorial,  que  hasta ahora 
había  colaborado  al  sostén 
de  un  régimen  inhumano,  puede  resultar 
favorable  para  este  país. 

O o n a to  N d o n go  B i d y o go 

A ntes de  empezar,  queremos  expresar  desde 

aquí  nuestra  congratulación  a las autorida 
des  españolas  por  haber  reconsiderado  su 
postura  sobre  nuestro  país,  Guinea Ecuato 
rial.  Veníamos sosteniendo  desde hacia tiempo la 
conveniencia de restablecer  la libertad  informati 
va  sobre  el  tema,  pues  consideramos,  por  una 
parte,  que  el hecho  de  reconocer  los errores  co 
metidos es un acto de humildad que predispone a 
un  diálogo franco, y, por otra, que los españoles 
—y la opinión  pública  mundial, que  en este caso 
sólo dispone  de las fuentes  españolas—  deben co 
nocer todo aquello que está ocurriendo en las an 
tiguas  «provincias  ecuatoriales».  La  divulgación 
de determinados  hechos, estamos seguros,  puede 
contribuir a que sus responsables comprendan las 
consecuencias  de  sus  decisiones  y,  quién  sabe, 
quizá  se eviten ligerezas  en el  futuro. 

Evidentemente, la cuestión  principal, el lograr 
esos modos de  convivencia, sigue estando en las 
manos del pueblo guineano. Y no existe por nues 
tra  parte ninguna intención de sobrevalorar la in 
fluencia  que  puedan  tener  otros  factores  exter 
ne».  Pero  lo que es incuestionable es que el largo 
lustro de desinformación  ha propiciado la radica 
lización  del presidente  Macías,  quien  ha podido 
actuar  asi  con  una  total  y  absoluta impunidad. 
Colateralmente,  la  actitud  que  hasta  ahora 
venían adoptando los sucesivos gobiernos españo 
les ha  perjudicado  a los movimientos que hubie 
ran  podiso servir de  contrapeso  en la política del 

El presidente  Maclas, uno de los protagonistas  de la actual situación  gumeana. 

presidente  guineano.  Desde  esta  óptica,  la  ante 
rior  política  española  ha  servido para  sostener a 
un régimen que, en el mejor de los casos, sólo po 
demos  calificar  de inhumano. 

Guerra  de  intereses 

Guinea Ecuatorial es  un  pequeño  país  de ape 
nas  29.000 kilómetros cuadrados,  cuya parte in 
sular domina el centro del golfo  de Guinea. Esta 
situación  geográfica,  en estos tiempos dominados 
por  la estrategia  y la  geopolítica  de  las grandes 
potencias de todos los signos, es privilegiada, y es 
obvio que  en  la zona  se  está  librando una  ardua 
batalla  por atraerse a los líderes lugareños. Con 
viene retener este dato, ya que no sólo explica al 
gunas  de  las  paradojas  que  se  están  dando  en 
nuestro  país  —donde  han  convivido,  durante 
años,  rusos,  chinos y cubanos—,  sino que  es im 
portante  para  comprender  por qué Macías  sigue 
en el poder. Por otra parte, nuestro país es poten 
cialmente  rico.  Aparte  del  petróleo  —existe una 
gran bolsa que se extiende por todo el golfo,  entre 
Biafra.  en Nigeria, y Port Gentil, en Gabón—, pa 
rece ser  que prospecciones  geológicas  han  deter 
minado la existencia de  algunos minerales de los 
más preciosos para la industria moderna. La agri 
cultura tiene grandes posibilidades en un país  de 
vegetación  selvática.  Ya la potencia colonizadora 
produjo a la Hacienda española, de  1955 a 1961. 
unos  dos  mil millones de  pesetas. Las cifras co 
rrespondientes  a la madera,  al café o al cacao son 
difíciles  de determinar, aunque  alguna  fuente  las 
sitúa en más de 3.600 millones de pesetas anua 
les. Es necesario  advertir que todo lo que se rela 
cionaba con Guinea estaba centralizado en la Di 
rección General de Plazas y Provincias Africanas, 
que  dependía  de la Subsecretaría  de la Presiden 
cia, cuyo título, hasta su promoción a la Presiden 
cia  del  Gobierno, fue  siempre  el asesinado  almi 
rante  Carrero.  Los principales productos  guiñéa 

nos  estaban  encuadrados  en  el  Sindicato  de  la 
Madera,  en  el  Comité  Sindical del  Cacao  y  en 
otros  organismos  similares. Es  sintomático  que la 
sede actual de la Embajada  de Guinea Ecuatorial 
en Madrid sea la antigua sede del Comité Sindical 
del  Cacao. 

El  Banco monopolista era  el Exterior de Espa 
ña,  y, al parecer, en los últimos tiempos del régi 
men  autónomo hubo una  sorda guerra  de intere 
ses,  pues el Banco Central intentó disputar el mo 
nopolio a su colega. El Exterior hacía las veces de 
Banco  de  Emisión,  pues  controlaba  el Comercio 
exterior  e  interior. 

Manipulación 
del  Gobierno  español 

A nadie puede extrañar,  pues, que  tanto el vi 
cepresidente  Carrero como su ministro de Asun 
tos Exteriores, Castiella (en el grupo hay que in 
cluir  a los señores  Fraga,  entonces  titular  de In 
formación  y Turismo, y Solts, a la sazón secreta 
rio  general  del Movimiento y  delegado  nacional 
de Sindicatos), intentaran cuanto es  políticamente 
posible para asegurar un Gobierno afín en el terri 
torio. Su candidato era  Bonifacio Ondó Edú. colo 
cado en 1964 en la presidencia del Consejo de Go 
bierno Autónomo y líder de MUNGE (Movimiento 
de  Unión  Nacional de  Guinea Ecuatorial). Dicho 
partido había sido fundado en  1962 bajo la direc 
ta inspiración ideológica de Madrid,  con el encar 
go de apoyar la autonomía,  concebida  como «mal 
menor»  y  máxima  concesión  a  los  nacionalistas 
guiñéanos. Pero el régimen de autonomía no pudo 
sostenerse debido a la presión popular. El pueblo 
estaba  adscrito en su  mayoría  a los grupos inde-
pend en listas:  IPGE (Idea  Popular  en GE) y MO 
NALIGE  (Movimiento de  Liberación  de  GE), este 
último  dirigido  desde el exilio  por uno de  los lu 
chadores  de  la  primera  hora,  Atanasio Ndongo 

el  mundo 

Miyone.  Con nuestra  actual perspectiva  histórica, 
está  fuera  de  toda  duda  que  el  MUNGE, entron 
cado  con el Movimiento Nacional y mantenido y 
manejado desde Secretaria General y Presidencia 
del Gobierno, fue creado y financiado para perpe 
tuar  en Guinea el dominio de la oligarquía  colo 
nialista  española.  Pero  durante  la  conferencia 
constitucional, celebrada  en Madrid  en 1967-68, 
surgieron  ciertas  dificultades:  Ndongo  Miyone, 
que representaba a la oposición  histórica  al colo 
nialismo español,  por razones tácticas,  se  alineó 
junto a Ondó  Edú, conviniendo ambos en recono 
cer  como legitima  la  Constitución  que saliera  de 
Madrid.  Esta  actitud es, sin embargo, explicable: 
según  la ley de Bases del Régimen  Autónomo, el 
mandato  del Consejo  de  Gobierno y de la Asam 
blea debia expirar precisamente  en el verano de 
1968.  La no  aprobación  del texto constitucional 
elaborado en Madrid  implicaba la aceptación del 
«status»  autónomo  (renuncia  de  la  independen 
cia),  por lo que se  prolongaría  automáticamente, 
por  otros cuatro  años, la situación  colonial.  Pero 
no lo entendió  así Francisco  Macías Nguema, vi 
cepresidente  del  Consejo  de  Gobierno,  hombre 
oportunista y ambicioso, que sólo cuatro años an 
tes, con ocasión de los «XXV Años de Paz» del Ré 
gimen  del  general  Franco,  había  expresado  al 
«Caudillo» el deseo del pueblo guineano de perma 
necer siempre  bajo el amparo  de nuestra  genero 
sa  y  amada  madre  patria  española.  Hoy, en su 
biografía  oficial,  Macías  ha  olvidado su pasado 
colaboracionista. 

Parece  ser  que  fue  fichado  por  un  grupo 

religioso-financiero  español,  antagónico  al Movi 
miento, que controlaba el entonces influyente dia 
rio  «Madrid». Estos inspiradores de Maclas sabían 
perfectamente  que  la  Constitución  elaborada  en 
Madrid  iba a ser  aprobada  por el pueblo guinea 
no, pues era  la única  forma de acceder a la inde 
pendencia.  Sabían  también  que la propia Consti 
tución,  aunque  manipulada, poco concreta  e im 
perfecta, tenía  mecanismos para su reforma. Pero 
le dictaron a su pupilo la conveniencia de oponer 
se  a su  aprobación,  a fin de  crearle  una  nueva 
imagen: la del progresista  opositor al neocolonia-
lismo, enemigo del imperialismo y líder  popular. 
Parece ser que el encargado  de pulir a Macías fue 
el  abogado  madrileño  Antonio  García-Trevijano. 
Con esta nueva imagen, y en contra de lo dispues 
to en los acuerdos de Madrid,  Macías se  presentó 
candidato a la Presidencia, enfrentado  al líder de 
su partido, Atanasio Ndongo Miyone,  y a su pro 
tector  político,  Bonifacio  Ondó Edú. 

Apoyo  popular  a  Macías 

De esta manera, Macías  —que caprichosamen 
te había cambiado su apellido, Mesié—  asumió la 
presidencia  de  nuestro  país  el  12 de  octubre  de 

1968, fiesta de la Raza y de la Hispanidad. A par 
tir de ese mismo día, el colonialismo más tradicio 
nal  empezó  a  preparar  el  golpe  de  Estado.  Si 
guiendo la táctica  que  después hemos  visto apli 
cada  en  Chile y  Portugal  —la desestabilización 
económica—,  compañías  españolas  de  alguna 
manera  vinculadas a altos cargos de la  Adminis 
tración  —Alada, Fortuny,  Aleña  y  otras—,  que 
durante  más de  treinta  años  habían  ejercido un 
monopolio  en  sus  respectivas  competencias 
—energía, transportes  marítimos y madera—  «re 
patriaron»  los capitales depositados  en las  distin 
tas  sucursales del  Banco Exterior de  España. El 
nuevo Estado se encontró, de la noche a la maña 
na, sin un céntimo con que pagar a sus funciona 
rios o remozar  una  vivienda oficial.  El Gobierno 
esperó inútilmente la llegada de los créditos acor 
dados en la última fase de la Conferencia Consti 
tucional. 

Durante  todos  estos acontecimientos,  y  sobre 
todo durante  la crisis que siguió, el pueblo apoyó 
a Macías. Salvando las excepciones de siempre, la 
clase profesional, los numerosos  estudiantes,  los 
jóvenes y el hombre de la calle estaban con el pre 
sidente,  pues las  maniobras  no dejaban  lugar  a 
dudas y la provocación  era evidente. Incompren 
siblemente,  el ex  presidente  Ondó  Edú se  había 
refugiado en Camerún, donde le fue negado el asi 
lo político. El embajador  de España se comporta 
ba, más que como representante diplomático ante 
un  Gobierno extranjero,  como gobernador  gene 
ral.  Seguían  en  Guinea  varios destacamentos de 
la Guardia Civil, a las órdenes no del presidente ni 
de las autoridades  guineanas,  sino del embajador 
de España.  Por otra parte, el ministro de Asuntos 
Exteriores, Ndongo Miyone, pactaba,  seguramen 
te con el propio Maclas, la forma del «golpe de Es 
tado» que  alejase  a la Guardia Civil del país y le 
diese algo de autonomía.  Es interesante  subrayar 
que todo esto ocurría  en los cuatro primeros me 
ses  de  la  independencia. 

El  «golpe de  Estado» se  llevó a cabo en la ma 
drugada  del  5  de  marzo  de  1969,  pocas horas 
después de volver de Madrid el ministro Ndongo. 
Una  serie  de  casualidades,  unidas  al  apoyo  po 
pular  que  pronto recibió  Macías,  hicieron fraca 
sar  el complot, en el que quedó malherido Atana 
sio Ndongo Miyone,  que  moriría  días  después  de 
gangrena.  Una  serie  de  circunstancias  parecen 
demostrar  la falsedad  del «golpe», del que, a cau 
sa  de su buena  fe, fue víctima Atanasio Ndongo. 
En el curso de los debates que tuvieron lugar en el 
Consejo  de  Seguridad  de  la  ONU,  el enviado de 
Maclas  acusó  formalmente  a España  de instigar 
el intento de derrocamiento, y la Secretaría Gene 
ral de la OUA investigó las circustancias del golpe 
y puso a  disposición  del Gobierno guineano  a su 
secretario  general  adjunto, el argelino Mohamed 
Sanhoum,  quien inició una  mediación  entre Ma 
drid  y Santa Isabel. A través de algunas  declara-

Algunos poblados  han quedado  casi exterminados después  de la represión. 

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dones suyas, sabemos que  Africa  entera  apoyó a 
Maclas. Todo parecía  indicar que, con la muerte 
de Ndongo Miyone,  Saturnino Ibongo (efimero re 
presentante guineano en la ONU) y de otros cabe 
cillas  de  la  conspiración,  la  reacción  española 
había perdido definitivamente sus posibilidades y 
que  Macías  aprovecharía  esa  magnífica  ocasión 
para hacer del país un Estado realmente indepen 
diente. 
Dura  represión 

Pero el presidente se encontró  —se encuentra— 
desbordado  por  los  acontecimientos.  Empezó  a 
usar un lenguaje  demagógico de izquierdas e ini 
ció una cruel represión.  No sólo encontró la opor 
tunidad  de eliminar a los que, de una  u otra  for 
ma, estaban en el meollo de la conspiración, sino 
para  deshacerse  de  los miles de  guiñéanos  que, 
haciendo uso de su libertad, no habían votado por 
él  en  las  elecciones  presidenciales.  La  represión 
alcanzó  —alcanza—  a los familiares de los incul 
pados.  Si tenemos  en  cuenta  que,  como en  toda 
Africa,  en  Guinea el concepto «familiar»  es ciáni 
co,  no  parecerá  exagerado  cuando  decimos  que 
aldeas enteras han  sido  encarceladas  y arrasa 
das.  El hecho simple de pertenecer  a la región de 
los principales «traidores»  —Evinayong, Río Beni 
to,  Kogo, Niefang, Micomeseng, Ebebiyin y Fer 
nando Peo— significa,  en el peor caso, la muerte, 
y en el mejor, el confinamiento o la deportación. 
Esa crueldad  — ejecuciones  públicas, con parodia 
de juicio y ensañamiento; el matar sin una razón, 
sólo  por  simple sospecha  o por  ser  familiar  del 
reo —  es la principal razón por la que el pueblo ha 
abandonado  a  Maclas. A ello hay  que  añadir  el 
caos  económico,  la  desorientación  política  y  la 
falta  total  de  programación  y  planificación.  Lejos 
de  pretender  y potenciar  la  unidad  nacional, el 
país  se  está  desintegrando  en  manos  de  Macías. 
En vez de promover el bienestar  en todos los cam 
pos, el pueblo carece de artículos tan  elementales 
como calzado,  sal, una  simple aspirina.  Regiones 
enteras —la isla de Annobón—  han quedado total 
mente  despobladas  por  epidemias.  En  un  país, 
único en Africa,  donde  el analfabetismo  se  había 
erradicado,  la  tasa  de  escolarización  apenas si 
llega al 20 por  100. Y así podríamos seguir con la 
situación  sanitaria,  el comercio, la producción  o 
la  formación  profesional o la enseñanza  superior. 

Macías gobierna auténticamente solo, apoyado 
en una débil camarilla que espera la menor opor 
tunidad  para  derrocarle y que apenas si se preo 
cupa  de ocultarlo en sus viajes  al exterior. Algu 
nos  países  progresistas  como  Argelia,  Guinea-
Conakry o Cuba, que sinceramente  le apoyaron a 
principios de esta década, se dan cuenta de que es 
una  carga  mantener  a semejante  Calígula  en su 
grupo. Países limítrofes, que sufren en su suelo la 
presencia  de decenas de miles de refugiados  gui 
ñéanos,  han  recomendado  en ocasiones al presi 
dente un cambio de actitud. Se puede afirmar que 
los  únicos amigos que le quedaban  a Macías eran 
la  Uganda  de Idi Amin y la España  tecnocrática 
del  general  Franco. 

En un país de apenas 400.000 habitantes el día 
de la independencia, se calcula que el 45 por 100 
de la población  o ha muerto, o está encarcelada, o 
ha  huido del  país.  Pero  Matías  dice  que  Guinea 
tiene más de un millón de habitantes.  ¿Serán ga 
nas  de  ocultar los muertos  con juegos de  núme 
ros? Dice que  no hay refugiados: todo aquel que 
se  halla fuera  del territorio  nacional, según  una 
ley  de  1972, pierde automáticamente la naciona 
lidad.  De esa  manera,  los expatriados,  al no  ser 
ciudadanos  guiñéanos,  no se  pueden  considerar 
refugiados  guiñéanos...  Y, en fin, algunas  nacio 
nes,  entre  las que destacan Francia, URSS. China 
y  USA, tienen  la  vista  puesta en  el  golfo  de  Gui 
• 
nea.  ¿Para  bien  o  para  mal?  Eso  se  verá. 

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