2001-11-19.LA RAZON.DE NUEVO EL MITO DE OCCIDENTE AGT
Publicado: 2001-11-19 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES 18 18 18 LA RAZÓN LA RAZÓN LA RAZÓN LUNES, 19 - XI - 2001 LUNES, 19 - XI - 2001 LUNES, 19 - XI - 2001 OTRAS RAZONES DE NUEVO EL MITO DE OCCIDENTE E ntre los mitos LA UNIVERSIDAD BAJO EL RODILLO S i la intención fundadores de pueblos, cul- turas y civilizaciones ninguno ha sido tan perseverante y fecun- do como el mito de Occidente. El tiempo no le hace mella. Cuando perdió la vi- gencia mitológica, que le permitió sostener a las civilizacio- nes solares, se transformó en ideología de poder universal. Helenismo, romanización, cristiandad, colonización, capitalismo, y ahora globalización, no han sido tan sólo empresas occidentales, sino la expresión ideal de las razón civilizadora frente al mundo de la barbarie cultural. El mito de Occidente ha creado todas las ideologías racionales de la dominación mundial. La aspiración de Dante se está realizan- do. Occidente es ya todo el territorio de un planeta solar orillado a poniente del firmamento. Toda guerra tiene necesidad de ser legi- timada con ideas y sentimientos de carác- ter universal. Sin ser un desalmado, nadie acepta la fuerza bruta ni la agresión gra- tuita como modo de resolver conflictos in- ternacionales o internos. La guerra goza de mayor aceptación que el terrorismo porque siempre ha encontrado, en sentimientos comprensibles, razones bélicas que el te- rror nunca tiene a su disposición para jus- tificar el injusto arbitrio de sus atentados. Un acto de terrorismo puede constituir, no obstante, un legítimo «casus belli» si, y só- lo si, lo comete, lo promueve o lo ampara un Estado enemigo del que lo sufre. Sin este requisito, la represalia militar antite- rrorista contra un país extranjero, con la inevi- table secuela de la mortandad de inocen- tes, nunca podrá ser una guerra justa, aunque la enormidad del agravio la haga parecer lógica. Para lograr que la guerra contra Afga- nistán parezca legítima a todo el mundo, para convencer antes de vencer, Estados Unidos ha tenido que llevar a cabo dos empresas propagandísticas de carácter ins- tintivo y de gran envergadura moral: hacer sentir a todos los Estados, como si fuera propia, la humillación imperial del 11 de septiembre; y universalizar el temor al pe- ligro terrorista. Estas dos metas eran inaccesibles a la inteligencia racional del acontecimiento y al sentido común de la respuesta. Pero muy fáciles de alcanzar con la movilización mundial de los senti- mientos de poder, miedo y seguridad que transmiten los mitos orgánicos. Especial- mente el de Occidente. El gobierno de los Estados Unidos ha exagerado los objetivos del atentado terro- rista y los peligros de nuevos actos terro- ríficos. Y no por imprudencia, temor o idiotez, si no por la necesidad de transfor- mar el viejo mito de Occidente en la nueva fuente ideológica de la globalización. La ideología del poder civilizador de los Es- tados, es decir, el mito de Occidente, ha declarado la guerra mundial a la bárbara ideología del contrapoder político, es de- cir, al terrorismo. La represalia militar con- tra el régimen talibán sólo significa el co- mienzo de la guerra de los Estados a su único y actual enemigo común. El movi- miento antiglobaliza- dor pronto será defi- nido como entorno terrorista. La defensa de Occidente impone a los Estados de la Unión Europea una definición política del terrorismo que escape de la tipicidad del Derecho Penal. Terrorismo será a partir de ahora toda ma- nifestación de contrapoder. La clase polí- tica se encargará de ello. El atentado terrorista del 11 de septiem- bre alcanzó de lleno a la médula mitológi- ca de Occidente. Todos los países capita- listas se vieron de repente en el punto de mira del terrorismo. Todos los Estados ci- vilizados sintieron estremecerse en sus en- trañas de poder el latido de la llamada a la sacrosanta defensa de Occidente. Rusia y Japón, como antes la carolingia Francia y la imperial España, se constituyen en la re- serva espiritual de Occidente. En Afganis- tán tiene lugar una guerra mitológica. La del mito del poder estatal frente al mito del contrapoder político, la del mito del Estado frente al mito del terrorismo. Y como en los mitos, todos aprueban con el senti- miento lo que menos comprenden con la inteligencia. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO con que se ha lanzado la Ley Orgánica de Universi- dades por nuestro Go- bierno hubiera sido agitar una Universi- dad, demasiado tran- quila y ponerla en pie de guerra, como estu- vo bajo la dictadura, habría que felicitar a los promotores de dicha ley, por su éxito. Aunque el recurso utilizado era bastante fácil. Presente usted un proyec- to de ley innecesario, encargue su redacción a personas que desconocen el tema y trate de imponerlo a la institución, haciendo oídos sordos a las críticas de las personas afectadas y competentes. La rebelión es segura, salvo en el caso de que se dirija usted a un colecti- vo dominado por la pasividad. No he dejado de oír opiniones críticas, se- gún las cuales una nueva ley de Universida- des era necesaria, aunque el proyecto actual resulte muy deficiente. No es éste mi modo de sentir. Y no ya porque crea que nuestra Uni- versidad sea perfecta, ni porque, al modo de Giner desprecie la importancia de las regula- ciones legales, lo que él llamaba la «fe su- persticiosa en la Gaceta», si no porque pien- so que, para mejorar la situación de la Universidad no es precisa una nueva ley re- guladora, que pone todo patas arriba, sino una serie de medidas que, partiendo de la iniciati- LA CAJA DE PANDORA D espués de la estratosférica y sin par de- claración de José Blanco en la noche electoral gallega de que el PSOE había ganado las elecciones (todavía llaman a Ferraz militantes del exterior preguntando que cómo es que gobierna Fraga), el secretario de organi- zación del PSOE ha preparado otra filtrando el nombre de Trinidad Jiménez para la Alcaldía de Madrid, desvelando de paso un acuerdo de ta- padillo entre Simancas (aspirante a la Comuni- dad) y Zapatero, cuyo objetivo final es saltarse las primarias. Resultado: gran tormenta en la FSM, federación más difícil de entender que una guía telefónica en chino. Como sólo la atre- vida ignorancia puede llevar a alguien a decir que la controla, a Blanco le ha salido el tiro por la culata y ha abierto la caja de Pandora, encontrando que la lista de candidatos a la Alcaldía no está vacía y no se descarta siquiera un Leguina. Muy oportuno el momento, ya que a la «gran unidad» que impe- ra en Ferraz se une la «ilusión y fraternidad» que embargan al Grupo Parlamentario, todo ello fruto de una política que de tan tranquila no se le encuentra el pulso. José Bono prepara ya su trabuco del 15. LLuuiissaa PPAALLMMAA REBOREDO Y SAÑUDO va de las propias Uni- versidades y junto a la indispensable mejora de dotaciones econó- micas, a través de De- cretos o Reglamentos sean capaces de vitali- zar la institución y es- timular a quienes, pro- fesores, estudiantes, personal administrati- vo y de servicios trabajan en ella. Y hacer de la Universidad un lugar de convivencia crea- dora y de búsqueda colectiva, sosegada de la verdad, frente a su degradación en un espacio de competitividad guiada por criterios super- ficiales de rendimiento, en una oficina de bu- rocrática expedición de títulos a base de acu- mulación de créditos y en una palestra de riña por promociones académicas y prebendas. A lo largo de medio siglo, el mismo tiem- po que personalmente llevo trabajando en la Universidad, hemos asistido a tres grandes regulaciones de la institución. En primer lu- gar la Ley de Ordenación Universitaria de la postguerra, que establecía la «Universidad Imperial», y cuyas siglas «LOU» curiosa- mente coinciden con las del proyecto actual. ¿Se trata de volver a aquellos tiempos? Cuan- do dicha ley quedó en un trasnochado ridícu- lo, con exigencias tales como que los Recto- res fuesen militantes de FET y de las JONS y los estudiantes miembros de algo que ya había desaparecido, el SEU, se promulgó la Ley General de Educación, que, a pesar de sus limitaciones, supuso un importante avan- ce. Y la llegada de la democracia exigía una nueva regulación que trató de recoger la Ley de Reforma Universitaria cuyas normas has- ta el momento vienen regulando nuestra Uni- versidad y abrió paso a las aspiraciones de democratización y autonomía de las Univer- sidades, que bajo la dictadura en el movi- miento universitario habíamos propugnado. Sin duda se deslizaron aspectos criticables. Concretamente el procedimiento de selección del profesorado, que facilitó la «endogamia» –y es éste quizá el único punto que positiva- mente el proyecto de ley trata de enmendar– y, tras la ley, los planes de estudio que se im- pusieron a las Universidades y convirtieron a los estudiantes en agobiados acumuladores de créditos, sin tiempo de maduración para la lectura y la reflexión. Todas estas promulgaciones legales se si- tuaban en una coyuntura que les daba senti- do –fuese éste positivo o negativo–. ¿A qué necesidad responde la idea de someter hoy la Universidad a una nueva ley? ¿Por qué im- ponerla a la colectividad universitaria, con la prepotencia de una mayoría absoluta en el Parlamento, utilizada como aplastante rodi- llo? Asistimos a una actitud autista que se nie- ga a reconocer el generalizado rechazo de la nueva y deficiente regulación. ¿Se debe esta ambición legislativa simplemente al afán de unir el nombre de una ministra y la historia de un gobierno a una nueva ley? Sólo en par- te, si observamos la regulación que se pre- tende para el gobierno de la Universidad y la creación de la misteriosa Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación se hace claro que lo que se pretende es controlar externa- mente la Universidad. Algo que me gustaría, apreciado lector, desarrollar más ampliamen- te, si deseas seguirme en estas reflexiones. CCaarrllooss PPAARRÍÍSS