1994-01-26.ABC.DE CONTRARIOS SUCESOS.EL BURLADERO

Publicado: 1994-01-26 · Medio: ABC

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NACIONAL

MIÉRCOLES 26-1-1994

El  Burladero
DE  CONTRARIOS  SUCESOS

EL  buen  sentido  no  es  la ca-

racterística  más  destacada
de  nuestra  historia,  pero  sí  la
que  se  enarbola  más.  Con  esto
de la huelga  general de mañana,
ha  vuelto  a  circular  mucho.  Y,
seguramente, con toda la razón.

Amando  de  Miguel  habla  de
una  huelga  general  «más  bien
particular».  Pablo  Castellano
destaca su carácter  político, aun-
que  se  convoque  por  una  re-
forma  laboral,  precio  pagado  a
Jordi  Pujol  por  el  apoyo  al Go-
bierno. Aznar  se  asombra  al ver
cómo  los  que  votaron  a  Felipe
González  en  junio  del  año  pa-
sado  le  hacen  huelga  en  enero

Jordi  Pujol

de este año. Otros aseguran que
los  sindicatos  no  deseaban  la
huelga,  pero  que  la  necesitaban
como  alarde  y  demostración  de
fuerza para  no desaparecer...  Se
podría  pensar,  pues,  que  todo
será  ruidoso  e  inútil,  además  de
contradictorio.

Pero  ocurre  que  las  contradic-
ciones están  en nuestra vida, sin
necesidad  de  seguir  al  hoy  olvi-
dado  y  denostado  Gyorgy  Luc-
kács.  ¡Qué  mayor  contradicción
que ésa de ir a votar como si eli-
giéramos  un  primer  ministro
belga  y  que  luego  salga  un cau-
dillo  caribeño!  No  me  extraña
nada  que,  visto  lo  cual,  pida
García  Trevijano  una  separa-
ción de la elección presidencial y
de  la  parlamentaria.  Si  tenemos
un  régimen  presidencialista  de
hecho, tengámoslo  de derecho; y
de  paso  evitemos  que  el  legisla-
tivo  se  convierta  en  séquito  del
ejecutivo.

El  poder  es  como  un  tragón
que  deglute  todo.  Y  así  es  que
los  pesimistas  creen  que  tam-
bién  digerirá  la  huelga.  Los  opti-
mistas  del  «todo  va  bien»  espe-
ran  que  contribuirá  al  desgaste
filipino;  y,  si  son  de  la  especie
aznarista, que  eso acerca el mo-
mento  de  la  sucesión  ordenada,
de  las  llamadas  «previsiones su-
cesorias»  (como  bien  podría  de-
cir  Julio  Anguita)  o  de  las  va-
nas  esperanzas  cortesanas,
donde  al  más  astuto  nacen  ca-

nas, 
y  que  padecen  los  que  tie-
nen  el  ansia  y  la  sed de  los ofi-
cios. Tengo el indemostrable pal-
pito  de  que  Felipe  González
puede  hacer  la siguiente  compo-
sición  de  lugar.  Si  fracasa  la
huelga, gana el Gobierno. Y todo
sigue  igual.  Supongamos  que  la
huelga  es  un  éxito:  en  lo  laboral
habrá  que  negociar  (diga  ahora
lo  que  diga  el  presidente);  pero
en lo  político  alguien  puede pen-
sar  y  preguntarse  lo  que  en otro
párrafo escribimos.

¿Si esto pasa con el  PSOE en
el  poder  -siendo  o  aparentando
ser  un  partido  así  como  de  iz-
quierda-  qué  no  pasaría  con  el
PP  en  el  poder,  siendo  como  es
de derecha  o  de  centroderecha?
Lo cual refuerza el pesimismo de
los que creen en la eternidad  fili-
pina.  Algún  amigo,  en  la  dere-
algún  otro,  en  la  izquierda;
cha; 
muchos,  en  la  estadística,  que
ven  transcurrir  en  el  duodécimo
o  doceno  año  triunfal.  Y  mien-
tras,  pueden  seguir  las  cuentas
sobre  lo  precario  de  nuestra  co-
herencia  o  lo  insuficiente  de
nuestra sindéresis.

Pablo Castellano

Sentimientos  diversos  (miedo,
amor, rechazo, nostalgia, conser-
vación  de  lo  que  se  tiene, etcé-
tera)  mandan  cuando  se  vota  y
cuando  se  va  o  no  se  va  a  la
huelga,  y  acaso  pueden  apartar
a  la  razón. Y  en  ocasiones  con-
veniencias  concretas  y  conta-
bles,  como  dijo  alguien  cercano
a  la  Moncloa:  «Al  final,  buena
parte  de  la  derecha  nos  votará
porque le somos  rentables; la iz-
quierda,  porque  Aznar  le  resulta
impresentable  y  porque  Anguita
no es de este mundo»... Lo malo
de  los  sofismas  es  que  hay  ve-
ces  en  que  sirven  para  explicar
situaciones  planteadas  de  ma-
nera falsa, pero  que  duran  y du-
ran y duran...

Víctor MÁRQUEZ REVIRIEGO

Cuaderno  de  notas
EL  TINGLADO  DE LA ANTIGUA  FARSA
R ESULTA esperpéntico que

guerristas  y  felipistas  se
acusen  a  estas  alturas,  recí-
procamente,  de  utilizar  con fi-
nes  partidistas  o  de
facción  los  fondos
del  Plan de  Empleo
Rural  (PER).  Los
primeros  han  ca-
llado  hasta  ahora
respecto  a  esos
usos  y  no  t i e ne
sentido  que  se  ras-
guen  las  vestiduras
con  el  espectáculo
de  lo  que  siempre
consintieron  e  in-
cluso  alentaron.
Todo  ello  demues-
tra el grado  de divi-
sión  interna  que  se  ha  produ-
cido en  el  PSOE.  Una división
no  ideológica,  aunque  el  gue-
rrismo  trate  de  aparecer  como
situado  a  la  izquierda  de  los
llamados  renovadores,  sino
basada  en  groseros  intereses
de poder.

La  verdad  es  que  unos  y
otros  demuestran  tener  una
bochornosa  cara  dura.  Los di-
neros  del  PER  tan  abusiva-
' mente  manejados  son  fondos
públicos,  y  para  nadie  es  un
secreto  que  una  buena  parte
del éxito electoral de los socia-
listas  (es  un  decir)  responde  a
esa compra  sistemática  de vo-
luntades.

O b s e s i o n a d os  con  el
próximo  congreso  federal,  no
dudan  en  tirarse  a  la  cabeza
todos  los  objetos  que encuen-
tran  a  mano.  Guerra,  por
ejemplo,  ha  tenido  la  audacia
de  invocar  una  vigencia  del
marxismo, o el próximo retorno
de  esa  vigencia,  a  propósito
de  la  política  desnaturalizada
del  Gobierno  y  su  renuncia  a
los  postulados  de  la  izquierda.
Con  ello  intenta  tomar  la ban-
dera  más  ultrajada  de  este  fin
de  siglo  y  actualizarla.  Cosa
terrible  para  la  causa  de  esa
izquierda  ideológica,  pues
Guerra perjudica  a todo  lo que
intenta servir, del  mismo  modo
que  ha  deteriorado  con  sus
desprestigiadas  y  despresti-
giantes  admiraciones  la  repu-
tación  de  Mahler  y  de  Antonio
Machado.

Al  guerrismo  se  le  ofrecía
ahora la oportunidad de arries-
gar un poco en pro de la clase
trabajadora  en  su  conjunto,
pero  no  ha  exteriorizado  el
menor  gesto  en  favor  de  la
huelga general, cosa que sí ha
hecho  la  corriente  Izquierda
Socialista.

Reprochándole  al  felipismo
la  utilización  política  del  PER,
los guerristas  de  Andalucía ol-
vidan  escandalosamente  toda

su  trayectoria  anterior.  Hay
que  insistir,  por  si  quedan  in-
genuos en España, que felipis-
tas  y  guerristas  han  sido  y si-
guien  siendo  inter-
cambiables.  Hay
una sólida identidad
de  fondo  que  no
quiebra  por  el  he-
cho  de  que  haya
surgido  una  crisis
de  reparto.  Supe-
rada  la  cual,  volve-
rán en  haz  las ban-
deras  victoriosas  al
paso  alegre  de  la
paz.

De  m o m e n t o,
c u a l q u i er  a r g u-
mento  sirve  para  el
intento de la descalificación re-
cíproca.  El despistado  de  Nar-
ciso  Serra  acaba  de  decir  que
sería  paradójico  o  irónico  no
renovar  un partido que  ha ser-
vido  para  transformar  a  la so-
ciedad  española.  Con  lo  cual,
queriendo  fusilar  al  guerrismo,
le  ha  disparado  un  chorro  de
agua.  Porque  lo  único  que  el
felipismo  ha  transformado  es
la poca decencia que  quedaba
en  la  política  nacional.  Del
brazo,  por  supuesto,  de  las
mesnadas  que  capitanea  don
Alfonso  Guerra,  quien  ya
anunció  en  su  momento,  sin
prever  su  lacerante  realidad,
que con el PSOE a España no
la  iba  a  conocer  ni  la  madre
que la parió.

Y  ha  sido  cierto  en  el  sen-
tido  más  negativo  de  la  pala-
bra.  Claro  que  también  habría
que  extender  ese juicio  al pro-
pio  PSOE,  cuya  transforma-
ción  en  una  especie  de  esca-
parate de la nada no le faculta
para sentirse  positivamente re-
novador.

Una  interpretación  burlesca
sobre  el  actual  momento  del
partido  es  presentarlo  como
entregado  de  nuevo  a  sus an-
tiguas divisiones  entre caballe-
ristas y  prietistas.  O sea, Gue-
rra  reencarnando  a  Largo  Ca-
ballero  y  González  a  Prieto.
¿Habráse  visto  blasfemia  polí-
tica  mayor?  Los  huesos  de
uno  y  otro  se  habrán  conmo-
vido  en  sus  tumbas.  Por  muy
mal  juicio  histórico  que  se
tenga  de  aquellos  líderes,  ha-
brá  que  reconocerles,  al  me-
nos,  alguna autenticidad socia-
lista.  Como  auténtica  fue  la ri-
validad  que  los  separó  hasta
extremos  de  tragedia  para  la
causa  que  en  el  fondo  les
unía.  Comparados  con  ellos,
González  y  Guerra  componen
un  guiñol  desesperante.  O  el
tinglado de la antigua farsa.

Lorenzo CONTRERAS

ABC (Madrid) - 26/01/1994, Página 32
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