1995-07-22.EL MUNDO.DAMBORENEA ÁNGEL DEL TERROR AGT

Publicado: 1995-07-22 · Medio: EL MUNDO

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DAMBORENEA ÁNGEL DEL TERROR
EL MUNDO. SÁBADO 22 DE JULIO DE 1995.
La situación política ha dejado de ser inmoral para convertirse en explosiva. En el País Vasco y en toda España. La hipocresía y el cinismo, esos fieles compañeros de la «prudencia política» en los gobernantes ineptos, ya no pueden contener en el espacio   reservado a la clase dirigente el peligroso conocimiento de  límites tradicionales al reconocimiento de la verdad por la opinión pública han estallado en mil pedazos. Y ninguna institución, nadie tiene autoridad moral o poder legal en España para reconducir la situación a una "normalidad, a una legitimidad del poder establecido como si no hubiera pasado nada, como si sólo se conocimiento, ese no es el problema planteado con la escalofriante confesión del apóstol del errorismo de Estado, Ricardo García Damborenea. 
Ya no se trata de saber lo que de erdad ha pasado en el Gobierno de los GAL y del CESID, ni porqué ha pasado, sino de lo que va a pasar si la clase política, incluida , no reacciona a tiempo. En cuestión de días y no de semanas. Es el momento de las decisiones y de las acciones que definen las almas fuertes y templadas. Si la debilidad de carácter ha sido, hasta hoy, la nota dominante en los personajes de la transición, ahora tienen ante sí la fácil tentación de dejarse ir al fondo del abismo moral, hundiéndose con el régimen indigno que los ha colocado donde merecían, o bien la inteligente y valerosa decisión de salvar, con la dignidad nacional, su futuro político, expulsando del Gobierno y desaforando a su perverso, y gran cateto, jefe.
Las confesiones del apóstol del terrorismo, inculpando directa y personalmente a Felipe González en los espantosos crímenes de los GAL, han sido creídas de buena fe al pie de la letra y han sobrecogido el ánimo de la opinión, no porque sean verdaderas o sorprendentes, sino porque son verídicas y eran esperadas. La opinión pública es un tribunal inapelable, aunque se equivoque en sus sentencias. A diferencia de los jueces, no emite juicios de cognición sino de convicción. La opinión pública, a trancas y barrancas de los delitos cometidos por subalternos inmediatos del gran cateto, ha terminado por convencerse de que él es el gran criminal. Le ha costado un calvario llegar a esta dolorosa constatación, pero una vez instalada en ella, nada le hará ya mudar de la irremisible condena de su propio error. Condenar políticamente a González, como persona indeseable, era una decisión moralmente imposible mientras la opinión pública no estuviera dispuesta a condenarse ella misma por haberlo elegido y haberse dejado engañar durante doce años. La autoinculpación de Damborenea le ha comunicado al instante un sentimiento de propia liberación. Damborenea pagará, como un cristo de la violencia criminal, la redención de la masa que creyó en González. Por eso necesita creer en la verdad revelada por el ángel del terror.
El conocimiento actual de la clase de persona que nos viene gobernando y engañando desde 1982 produce una situación original en la historia europea. Ni siquiera en Italia hay antecedentes. Andreotti y Craxi, aparte de la corrupción económica, no fueron directamente acusados, por sus colaboradores inmediatos, del asesinato de Moro y de los crímenes de  más parecido a las revelaciones redentoras del cristo español de la violencia, salvando las diferencias de magnitud, fueron las sorprendentes confesiones de Kruchev sobre los crímenes de Stalin. Todo o casi todo se sabía. Pero no fueron las pruebas judiciales de los hechos, sino las declaraciones de Kruchev las que dejaron anonadados a los militantes y desgarrados a los propios partidos comunistas. Aunque se desgañiten González y sus lacayos leguleyos en proclamar la inocencia del Gobierno, de nada les servirá. Cada día que permanezca en el poder este símbolo de la mentira y del crimen, un presidente legal desahuciado por la opinión legítima, será un peligro para la confianza económica y la convivencia ciudadana. Es ridículo enzarzarse en discusiones sobre a quién creer, a Damborenea o a González. Eso es ya prehistoria. Lo único que importa es el hecho irreversible y demostrable de que la opinión pública ha condenado ya a González.
A partir de este hecho, y no de la necesidad de pruebas, se van a juzgar las actitudes políticas de los partidos y de los medios de comunicación. Especialmente  y  ¿Cómo podrán Arzalluz, Anguita y Aznar volver a reunirse con el huesped de la Moncloa, sin que esté presidiéndolos el fantasma de los GAL? ¿Cómo puede creer el sucesor de González que puede salvar al PSOE de una hecatombe electoral, sin promover desde ahora mismo la destitución del presidente y la formación de otro Gobierno para convocar elecciones generales? ¿Qué futuro político o profesional aguarda a Belloch, si no sale inmediatamente del Gobierno? ¿Cómo juzgará la opinión pública la próxima entrevista del Rey con González? ¿Se atreverá Pujol a seguir sosteniendo al presidente de los GAL contra la opinión pública española? ¿Se da cuenta Aznar de que cada momento de retraso en la salida del atolladero institucional, que crea la no dimisión de González, irá aureolando de impotencia e incapacidad a su propio partido?
¿Cómo puede consentirse que el jefe de los GAL, según la opinión española, pueda presidir en nombre de España ? La decisión de González de no presentarse como cabeza de la lista del PSOE en las próximas elecciones, y abrir en el partido la carrera por la sucesión, es incompatible o, cuando menos, contradictoria con su decisión de no dimitir por falta de legitimidad ante la opinión pública. Solo ganaría el favor de los antiguos votantes socialistas el candidato que lograse expulsar del Gobierno y del partido a Felipe González. Esa sería su fuente de credibilidad y de legitimidad. Si nadie lo hace y el sucesor asegura a González un puesto de diputado, para que siga estando aforado, y el cargo de secretario general del partido, para que pueda controlar al grupo parlamentario y al Gobierno, no habrá sucesión sino liquidación del PSOE. Los votantes no apoyarán a un testaferro de González. Y el partido socialista demostrará que no tiene razón alguna para seguir existiendo. Si González fuera, como dice, inocente de los GAL y del CESID, no sacrificaría el destino del PSOE a su destino personal.