1994-11-14.EL MUNDO.CORRUPCIÓN INSTITUCIONAL AGT
Publicado: 1994-11-14 · Medio: EL MUNDO
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CORRUPCIÓN INSTITUCIONAL EL MUNDO. LUNES 14 DE NOVIEMBRE DE 1994 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO LOS ataques del Gobierno a la prensa que denuncia los casos de corrupción son peligrosos para el sistema de poder que lo mantiene al frente del Estado de partidos. Con ellos está cavando su tumba y la del sistema. La opinión pública nunca ha estado más cerca, como ahora, de comprender la naturaleza institucional, y por tanto el carácter irreversible, de la corrupción. Cuanto más se crea en la inocencia del presidente, como nadie puede dudar ya de la realidad de la corrupción, más tiene que creerse en la naturaleza corrupta del régimen de poder que preside. De otro modo no se explicaría que un hombre honrado y listo pudiera ser sorprendido, una y otra vez, en su propio partido (Filesa), en el Banco de España, en el Boletín Oficial, en la Guardia Civil, en los GAL, en el Ministerio del Interior, en el Búnker, Rumasa, KIO, Banesto y en el etcétera de las corrupciones denunciadas por la Prensa. Si González fuera honrado y listo, como deseamos suponer, la solución política para acabar con la corrupción no puede consistir en sustituirlo por otro hombre honrado y listo. No se puede creer a la vez en la honradez del presidente y en la de su partido, de su Gobierno o de su Parlamento. Porque algo habrá en el sistema que produzca corrupción política a pesar de la honradez de González. Desde que la corrupción del régimen de partidos pasó a ser de dominio público, recibimos el mismo mensaje: la corrupción es un fenómeno individual, inevitable, que no afecta a las sagradas instituciones que la hacen posible. No importa que la sospecha de corrupción alcance a toda la cúpula de una misma institución. El prestigio del Ministerio del Interior queda incólume, a pesar del latrocinio sistemático en la Guardia Civil y en los fondos reservados, si se depuran todas las responsabilidades personales, excluyendo claro está las de la «culpa in vigilando», porque ello supondría corrupción institucional. La financiación ilegal de los partidos es un asunto de orden personal de sus tesoreros que no afecta a la dirección institucional del partido. Por repetidos y numerosos que sean los casos de corrupción, las instituciones quedan siempre a salvo, como si nada existiera de anómalo en su estructura y funcionamiento que propiciara la corrupción de las personas. Se nos hace creer así que, salvo aluminosis en los edificios oficiales, la corrupción institucional es imposible. Esta propaganda no es una suma casual de opiniones, ni una consigna del poder a los medios de comunicación, sino una mera consecuencia de la falsa ideología de la neutralidad del Estado de partidos. Pero toda esta propaganda ha sido destruida de repente por la necesidad de defender el honor familiar del presidente. Ahora resulta que denunciar el enriquecimiento de su cuñado, mediante contratos con la Administración, tiene el alcance de una campaña contra las instituciones. Y es cierto. Los casos personales de corrupción ponen en crisis a las instituciones. Pero EL MUNDO, que ha denunciado el caso Palomino, cree más en el porvenir de las mismas que el propio Gobierno. Su línea editorial considera, a mi juicio equivocadamente, que la corrupción es extrínseca a las instituciones. Y que puede salvarlas combatiendo, con la verdad, los casos de corrupción. El presidente, menos ingenuo, sabe con razón que eso es imposible y contradictorio. Tiene la mala fe de negar la buena fe de los periodistas. Pero acierta, como De la Rosa y Conde, al dramatizar los efectos que tendría para el sistema el descubrimiento de la verdad. Al que antepone su honor personal, y el de unas instituciones partidistas que algunos valientes periodistas están destruyendo sin proponérselo. Pero si González es honrado, las instituciones no pueden serlo. Y si no lo es, las instituciones que lo apoyan, tampoco. Por eso, la alternancia en el poder, sin reforma de la ley electoral y del sistema parlamentario, será pura alternancia en la corrupción.