1994-11-05.ABC.CORONACIONES REVIRIEGO

Publicado: 1994-11-05 · Medio: ABC

Ver texto extraído
26 / A  B C 

NACIONAL 

SÁBADO  5-11-94 

El  Burladero 
CORONACIONES 

Por  Víctor  MÁRQUEZ  REVIRIEGO 

Cuaderno de notas 
CUANDO  EL  RÍO  SUENA 

EN  el  p a l a c io   d el   S e n a do 

hay  un  cuadro  del  pintor 
López  Piquer  que  resulta  tan 
curioso  en  cuanto  documento 
histórico  como  aquél   de  Anto 
nio  M a r ía  E s q u i v e l.   C on  la 
lectura  de Zorrilla  en  el   taller 
del  artista.  C u a n do  llega   no 
viembre  siempre   me  gusta  re 
pasar  los versos  del  «Tenorio», 
pues  éste  es su  mes. 

Camilo  José  Cela 
O  lo  era.  Anteanoche  estuve 
en  la  p r e s e n t a c i ón   d el   «Don 
Juan»  de Luis  María  Anson,   y 
en  cuanto  a  notoriedad  y  asis 
tencia  ya no sé  quién  gana.  Es 
la  prirriera  vez en  mi  no   corta 
vida  en que  a s i s to   a  un  acto 
masivo  de  individualidades.  Me 
explico:  quiero  decir   que  todo 
el  mundo  era conocido.  Si  sol 
tara  la   p e d a n t e r ía   q ue   c u a l 
quier  lector  lleva  oculta  dentro, 
podría  d e c ir   q ue  a q u e l lo   fue 
c o mo   d ar la   v u e l ta   a  Hegel 
(pero  en  sentido  distinto   al de 
don  Carlos  Marx,  que lo  puso 
patas  arriba,   cosa  que 
i n s u l t a n te 
r e s u l t a ba 
p a ra   el  f i l ó s o f o,  p u es 
e ra   l l a m a r le  b u r r o ). 
A q uí  o c u r r ió   q ue la 
cualidad  pasó   a  canti 
d a d.   O  s e a,   al  r e v és 
q ue   en lo  d el   « p u n to 
nodal»,  cuando  la  satu 
ración  cuantitativa  pro 
ducía  una nueva  cuali 
dad. 

En  resumen,  que  no 

d a ré  n o m b r e s.  E s te 
burladero  tiene  la  colo 
reante  cualidad  de  que 
tinta  de negro  al  citado. 
De  la misma  forma  que 
el  p e r i o d i s mo   es  u na 
industria 
transformadora 
q ue  h a ce   d el   h e c ho 
una  noticia,  convierte   a 
la  persona  en una  ne 
g r i t a.   Y  e n t o n c e s,   si 
hoy  nombrara,  esto  s e 
ría  la negritud.  Y  ya  se 
sabe  que  la negritud  es 
una  cosa  que  hicieron 

a  medias  dos escritores  políti 
cos.  A  saber:  Leopoldo  Seng-
hor  y  Luis  María   Anson.  Sólo 
d i ré   q ue  e s t u ve   de  p i e, en 
compañía  del  antiguo  ministro 
ucedeo  Otero  Novas,  Eugenio 
Galdón  (al que le faltó  cuarto  y 
mitad  de  legislatura  para  serlo 
también),  Teresa  y  Amando de 
Miguel,  Pilar  Miró  y  el  bueno 
de  Máximo,  que  a mí me  suele 
h a c er   c l a r o.   Y  G a l d ó n,   q ue 
s a be   de  c u e n t a s,   y  lo  mismo 
que  suma  voluntades   y  multipli 
ca  audiencias,  calcula  multitu 
des,  sentenció  que aquel  acto 
era  en  unidades  trevijanas   así 
como  de uno y  medio,  contan 
do  la mitad  de la  escalera  y no 
los  vestíbulos.  Llegar   a  que lo 
de  García  Trevijano  (en  este 
burladero  narrado)  fue  apoteo 
sis  republicana  y  lo  del  jueves 
monárquica,  sería  simplificar. 
Prefiero  quedarme  con el   con 
juro  de Camilo  José  Cela,  pre 
sentador  del libro,  sobre  la  s a 
lud  de las instituciones.  El  acto 
lo  cerró  el  alcalde  Álvarez  del 
M a n z a n o.   C e la   c o m p a ró   a 
Don  Juan  de  Borbón  con  Pi 
casso,  en cuanto  a  persona. Y 
Anson  lo situó  con  las persona 
l i d a d es  h i s t ó r i c as   d el   s i g l o: 
Roosevelt,  De Gaulle,  Franco, 
Stalin,  Truman...  Llevado  así a 
la  complejidad  de  un  artista  y 
al  sentido  heroico  de un  Carly-
le,  vino  el  alcalde  a  recordarlo 
como  miembro   de la   c o m u n i 
dad  de  v e c i n os   de  P u e r ta   de 
Hierro...  A c a b o:   lo del   cuadro 
del  Senado   se  refería  a  la  co 
ronación  del poeta  Quintana. 
Es  lo que  dije  a mi director que 
h a b ía  s i do  a q u e l lo  p a ra   é l. 
Pero  con  más  gente,  claro. 

LO peor que le podía ocurrir a 

Felipe González cuando ya 
creía solventado  el problema  de 
la  corrupción,  o  proclamaba 
creerlo  así, es  que 
se  le viniese  encima 
el  escándalo  de  su 
cuñado  Francisco 
Palomino  y,  como 
postre, el juez de de 
litos  monetarios  lla 
m a ra   a  d e c l a r ar 
como  inculpado,  por 
un -asunto  de  dinero 
negro,  a  su  íntimo 
amigo Enrique  Sara-
s o l a.   D e m a s i a do 
para  el  cuerpo. No 
es de extrañar que el 
presidente  haya te 
nido que encamarse con una gri 
pe que puede pasar por  estraté 
gica y que, en todo  caso,  le per 
mite  consultar  a  la  almohada 
sobre el modo de  lidiar  la nueva 
situación. 

González  había  hecho que 
dos de sus grandes colaborado 
res,  el vicepresidente  Serra y el 
presidente del Grupo Parlamen 
tario  Socialista,  Joaquín  Almu-
nia, saliesen al paso del  preten 
dido  infundio 
lanzado  por «El 
Mundo»  sobre  los  negocios de 
Palomino.  Pero  las evidencias 
se  acumulan  contra  esa  manio 
bra de resistencia. Y lo más peli 
groso para el presidente  es que, 
inicialmente  y  dada  su  actitud, 
tiende  a  repetirse  la  operación 
de salvamento  que él mismo  in 
tentó  al estallar  el  «caso  Gue 
rra»,  aquella famosa  pretensión 
de  «dos  por el precio  de uno». 
Claro es que, escarmentado  por 
su  experiencia,  no llevará  lejos 
su  espíritu  de solidaridad  fami-

-Aquí,  la cultura del  pelotazo finalizada; y aquí,  un fleco. 

Por  Lorenzo  CONTRERAS 

liar, con lo cual tampoco  imitará 
el error de Alfonso Guerra cuan 
do negó en el Parlamento y don 
de  encartara  las  «irregularida 
des»  cometidas por 
su hermano. 

La  fama  de Palo 
mino, como la de  Sa-
rasola,  anda  en  len 
guas  desde  hace 
tiempo,  años  inclu 
so. Que al final esta 
llen de alguna mane 
ra  los  presentidos 
escándalos  es  algo 
que  prueba  la  soli 
dez  y  solvencia de 
algunos  rumores. Lo 
mismo cabe decir de 
Javier  de  la  Rosa, 
personaje asiduo de las historias 
financieras  más  dudosas  o tur 
bias. El propio Manuel de la Con 
cha,  desde su  etapa  de  síndico 
de la Bolsa de Madrid, venía se 
ñalado  acusatoriamente  por  de 
dos  especializados. De eso se 
libró en su etapa «respetable» el 
que fuera gobernador  del Banco 
de  España,  Mariano  Rubio, al 
que se  le vieron  los  rotos  sólo a 
partir del escándalo  de  Ibercorp. 
Y también  hay que recordar  que 
en  este  caso  Felipe  González 
cometió el error de apostar por la 
honradez  de  quien  estaba en 
trance  de perder  todo derecho a 
invocarla. 

Es evidente que el problema de 
la corrupción  en  España,  bajo el 
mandato  felipista,  tiene  metásta 
sis. La suficiente  extensión  como 
para convertir  en temeraria  cual 
quier  interpretación  sobre su  ais 
lamiento  y  cura.  Determinadas 
zonas de responsabilidad eslatal, 
y  por supuesto  gubernamental, 
están  bajo  sospecha. 
Del  último  negocio de 
Francisco Palomino se 
sabe, por propia confe 
sión,  que se  hizo  al 
amparo  de  las  oportu 
nidades que  iba a de 
parar  la  Expo.  Casi 
nada.  Menudo  hori 
zonte para la pesca de 
«pelotazos».  Por  ahí 
vendrá  probablemente 
u na  t o r r e n t e ra   de 
asuntos.  Pero,  la ver 
dad, estamos ante una 
veta  sin  explotar.  Y 
cabe  decirlo  sin gozo, 
porque  la  producción 
esperada no será enri-
quecedora  ni agrada 
ble.  Lo preciso  para 
justificar,  cuando  lle 
gue la alternativa políti 
ca,  un anuncio  similar 
al que hizo Felipe Gon 
zález  cuando  estrenó 
el Poder: «Habrá audi 
torías de infarto.» 

ABC SEVILLA (Sevilla) - 05/11/1994, Página 26
Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los
contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición
como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los
productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.