1996-09-22.LA VANGUARDIA.CONJURA REPUBLICANA

Publicado: 1996-09-22 · Medio: LA VANGUARDIA

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laSemana  4
LA VANGUARDIA, DOMINGO, 22SEPTIEMBRE 1996;1]

La  confrontación  ficticia entre  monarquía  y  república  que  ha  abierto  Julio Anguita  esconde  intereses  inconfesables;0]

El  secretario general de IU, Julio Anguita, ha abierto la caja de los
truenos  con unas declaraciones en las que cuestionaba la actuación
del  Rey. La polémica llega en un momento en que nadie se plantea
como  una prioridad la discusión sobre el modelo de Estado. Sin
embargo,  y detrás de esta algarada, se puede seguir una estrategia
bien  calculada desde centros financieros y de la comunicación
Por Marius Carol

E  l

 periodista  francés  Philip
pe  Nourry  escribió a media
dos  de  los ochenta  un  libro
con  un sugerente título, “Juan
Carlos.  Un  rey para  los repu
blicanos”,  en cuyo prólogo José
Mario  Armero resaltaba que  el Rey inspiraba
confianza  y respéto  por  cuanto  había  impul
sado  y también  defendido  una  democracia
“como  la deseaban los republicanos”.  El pasa
do  día 6 de septiembre uno de estos republica
nos  acomodados  en  la monarquía,  el secreta
rio  general del PCE, Julio  Anguita, daba a co
nocer  una  carta  enviada  al  presidente  del
Gobierno  en  la que  acusaba a José María  Az
nar  de  colaborar  en  enterrar  el asunto  de  los
GAL,  negando  los papeles del Cesid e impul
sando  una ley de Secretos Oficiales, con el su
puesto  aval de  la Monarquía.  Ocho días  des
pués,  el líder  de  Izquierda  Unida  daba  otro
paso  al  frente  al lan
zar  una  proclama  en
la  fiesta anual  de  los
comunistas
 anun
ciando  que  si “la de
gradación  democrá
tica”
abandonaría  el pacto
constitucional
 y  re
clamaría  la  autode
terminación  y la  re
pública.  El colofón a
esta  escalada de ame
nazas  contra el jefe del Estado fueron unas de
claraciones  efectuadas  cuarenta  y ocho horas
después  en conferencia de prensa y en las que
se  reafirmó  en que “el Rey se ha extralimitado
al  hablar  de Maastricht y de la OTAN”.

 continuaba,

Este  rosario de acusaciones,  que forma par
te  de  una  estrategia  perfectamente  definida
porAnguita,  ha comportado  reacciones diver
sas.  Los dirigentes  de Nueva  Izquierda  Diego
López  Garrido  y  Cristina  Almeida  le acusa
ron  de querer abrir un  debate  que sólo puede
servir  para eclipsar los verdaderos  problemas
del  país.

Circuito del absurdoS  ant

 iago Carrillo atacó a Angu ita, de
quien  dijo que admiraba  más a José
Antonio  Primo  de Rivera que a Marx
y  a  Lenin.  José  María  Aznar  declaró
que  Anguita había  salido del circuito de la ló
gica  para meterse en el circuito del absurdo.  Y
Felipe  González sostuvo que  hasta el Rey tie
ne  problemas con este Gobierno,  cuando nun
ca  los tuvo en  13 años de Ejecutivo  socialista.
Incluso  el  presidente  del  Tribunal  Constitu
cional  salió a  la palestra  para  aclarar  que  no

guita  sería una nueva versión del papel que  in
terpretaba  Antonio  García  Trevijano  en  esa
conjura,  que Vilallonga desveló el 22 de agos
to  de  1994. Este  nuevo  capítulo  estaría  rela
cionado  con  las últimas  investigaciones  con
tra  Conde y su patrimonio  “oculto” de 30.000
millones.

En  el artículo del escritor  mallorquín  se de
cía  que  estaba  en marcha  una  confabulación
para  desestabilizar  sin tregua a Felipe Gonzá
lez  y a Narcís  Serra, al mismo  tiempo  que  se
llevaría  a cabo  una  fuerte  campaña  en favor
de  Aznar, “un  hombre que durará  lo que que
ramos  que  dure”  y se irían  filtrando  “peque
ñas  y breves noticias en detrimento  de la figu
ra  del Rey”. El marqués  de Castellvell apunta
ba  que  la historia  culminaría  con  un mazazo
definitivo  a la Corona  en forma de escándalo.
A  José  Luis  de  Vilallonga  le  atacaron  dura
mente  los columnistas  más conspicuos,  pero
el  tiempo  le  ha  ido
dando
como  si se tratara  de
una  versión  aristo
crática  de  Nostrada
mus.  Lo que él asegu
raba  que  eran  datos
de  un par de informa
dores,  uno de ellos ex
agente  del  Mossad,
ha  resultado un esbo
zo  de profecía.

 la  razón,

La  Casa  del  Rey
guarda  escrupuloso silencio ante la tormenta.
Pero  hay  algunas cosas que  fuentes cercanas
subrayan:  el Rey no hace  declaraciones,  sino
discursos  y estos son conocidos siempre por el
Gobierno.  Es más, sus referencias a Maastric
ht  o  a la  OTAN en sus  visitas de  Estado  son
fruto  de unas  alocuciones  cuyo borrador  ela
bora  el Ministerio  de Asuntos Exteriores.  En
el  caso  concreto  de  la visita  a  la  sede  de  la
Alianza  Atlántica  en  Bruselas,  el  Monarca
leyó un discurso que había sido preparado  por
los  altos cargos del ministerio  socialista, pero
que  tuvo la luz verde del actual equipo  de Abel
Matutes,  sin rectificar una  coma.  Y es que  no
debemos  olvidar  que esta  es una  monarquía
constitucional
 y no puede  desviar  sus objeti
vos  de  los del  Gobierno  democráticamente
elegido.  Por otro lado,  atribuir  a  la Corona  la
propuesta  de  Eduardo  Serra  como  ministro
de  Defensa  como pretende  dar a entender  Ju
lio  Anguita,  fundamentándolo  además  en un
rumor  periodístico,  resulta  poco  serio,  aun
que  en calidad de mando  principal de los Ejér
citos  es lógico que  preste especial  atención  al
candidato.

Dos  cuestiones  han  salido  a la luz  después

Durante la visita a la OTAN en
Bruselas, el Rey leyó un discurso
preparado por los cargos del
ministerio socialista, pero que
tuvo luz verde del actual equipo
de  Matutes sin tocar una coma

era  bueno cuestionar  el consenso constitucio
nal,  aunque la libertad de expresión resulta un
bien  irrenunciable.
Curiosamente,

 está  polémica  ha  dado  una
vida  inusitada  a las tertulias  radiofónicas,  ali
caídas  desde la victoria popular,  y se ha  podi
do  comprobar  cómo arremetían  contra la Mo
narquía  algunos  destacados  miembros  de  la
Asociación  Española  de Periodistas  Indepen
dientes  (AEPI), vulgarizada por Juan Luis Ce
brián  como  “sindicato  del crimen”.  Algunas
fuentes  han  considerado  el actual  momento
como  una  segunda  entrega  de  la  “conspira
ción  republicana”  que  anunció  José  Luis  de
Vilallonga  en  las páginas de “La Vanguardia”
hace  dos años, sobre la que en opinión  del au
tor  del  artículo  planeaba  la sombra  alargada
del  ex banquero  Mario  Conde  en  su afán  de
dinamitar  un  sistema  que  no le había  dejado
culminar  un proyecto político calcado del que
llevó al gobierno a Silvio Berlusconi  y que  re
quería  el control  de poderes  financieros  y de
medios  de comunicación,  así como  el deterio
ro  de organismos e instituciones políticas. An

de  las palabras del líder de IU: ¿Se puede criti
car  al Rey? ¿Ha llegado el momento  de abrir el
debate  sobre la forma de Estado? El constitu
cionalista  Jorge de Esteban publicó hace cua
tro  años un artículo en el que señalaba que “la
existencia  de  una  prensa  libre en  nuestra  de
mocracia  ha acabado de derrumbar  el tabú  de
que  el jefe del Estado no podía  ni debía ser cri
ticado,
 al igual que ocurre  con cualquier  otra
autoridad  estatal”.

Una durísima campañaP  ero lo  cierto  es  que  determinada

prensa  ha criticado  cuando le ha  ve
nido  en gana a la persona  y a la insti
 “Tribuna”  lanzó  una  durísi
tución.
ma  campaña  contra  las amistades  del Rey en
Mallorca,
 en  1988, que  tuvo  una  segunda
oleada  de críticas dos años más tarde  en com
pañía  de  “El  Mundo”.  Algunos columnistas
como  Jaime  Campmany  o Federico  Jiménez
Losantos  se  han  despachado  igualmente  a
gusto  con cualquier excusa. E incluso unas an
tiguas  fotos de  don  Juan  Carlos  tomando  el

Declaraciones dentro de la Constitución

•  La Constitución  establece en su artículo 64 que “los actos del Rey serán refrendados  por
el  presidente  del Gobierno  y, en su caso, por  los ministros  competentes”.  Este mismo ar
tículo  establece en su apartado  segundo que “de los actos del Rey serán  responsables  las
personas  que los refrenden.”  En este sentido,  los discursos del Monarca parece claro que
deben  contar  con  el respaldo  del Ejecutivo  y sobre todo  en  sus alocuciones  en  viajes al
extranjero,  ya que afectan a la política exterior española.

De  todas maneras, algunos expertos señalan que, aún siendo así, acogiéndose al artícu
lo  56, la Corona podría  disponer  de un mayor margen de maniobra  cuando  establece: “El
Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad  y permanencia,  arbitra  y modera el funcio
namiento  regular de las instituciones y asume la más alta representación  del Estado espa
ñol  en las relaciones internacionales”.  De todas formas, este mismo artículo en su aparta
do  tercero indica  que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”
y  más adelante  matiza,  por si hubiera alguna duda, que “sus actos estarán siempre refren
dados  en  la forma  establecida  en  el artículo  64 (es decir por  el Gobierno  español) care
ciendo  de  validez  sin dicho  refrendo”. El artículo  62 de  la Carta  Magna pasa lista a las
funciones  del Rey, tales como sancionar  y promulgar leyes, proponer  el candidato  a presi
dente  del Gobierno,  nombrar  y separar a los miembros  del Gobierno  a propuesta  de su
presidente  y, previa  autorización  de las Cortes, declarar la guerra y hacer la paz. Explicita
mente,  en ningún apartado  se desarrolla un precepto que se refiera a lo que eljefe del Esta
do  puede opinar o no en  el ejercicio de sus funciones.