1990-08-24.EL INDEPENDIENTE.CAUSA AJENA Y MOTIVO PROPIO DE IR A LA GUERRA AGT
Publicado: 1990-08-24 · Medio: EL INDEPENDIENTE
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«CAUSA AJENA Y MOTIVO PROPIO DE IR A LA GUERRA» EL INDEPENDIENTE, 24 DE AGOSTO DE 1990 TOM PAINE = ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO Todas las guerras, explicables por causas económicas, tienen una preponderante motivación sicológica. El cálculo de utilidades contemplado por las clases dirigentes no moviliza a las poblaciones si no están dominadas por una pasión bélica colectiva. La antigua filosofía china reducía los motivos de guerra al amor, a la gloria, al deseo de adquirir, a la perversión y a la desesperanza. Luchar a muerte por un proyecto racional y con espíritu de cálculo es privilegio que la historia reserva a las bandas rivales de gánsteres. Las personas razonables han de salir de la razón para entrar en la guerra. La razón económica de la violenta adquisición de Kuwait por Irak ha tenido necesidad de fanatismo político de las masas para devenir operativa. La reacción de los países industrializados, tan lógica como la acción que la provoca, necesita también un ingrediente socialmente emotivo, como el de los rehenes, para poder pasar del embargo económico a la intervención militar destructiva. Los españoles participan en la guerra del golfo Pérsico porque así se ha decidido fuera de España, porque nuestro Gobierno carece de política internacional propia. El Presidente tiene que cubrir la causa bélica extranjera con un motivo pasional indígena. Es natural que, a este fin, se deje llevar por la proclividad de su grupo hacia la integración en la alta sociedad. Cuando el poder político carece de nobleza ideológica tiende a codearse apetitosamente con los nobles, a tomar parte en sus fiestas. La participación de España en la mayor de ellas continúa con medios bélicos una política condicionada por el arribismo social de sus dirigentes. Los soldados españoles irán a la guerra, sirviendo al dios, a la patria y al rey del esnobismo, dispuestos a morir para no «aislar» a la pequeña burguesía que nos gobierna de la corte imperial, para «a-continentarla» en el rancio abolengo militarista de Occidente.