1994-11-14.ABC.CASA DE TODOS LOS ESPAÑOLES JOSE JOAQUIN DIAZ AGUILAR
Publicado: 1994-11-14 · Medio: ABC
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ABC Pág. 58 TRIBUNA ABIERTA LUNES 14-11-1994 CASA DE TODOS LOS ESPAÑOLES Por José Joaquín DÍAZ DE AGUILAR de Barcelona era presen- tado como «vigilante» de la Monarquía. Un Rey en- carna la Monarquía, no la vigila. Don Pedro no quería realmente que Don F "UE en el mes de •marzo de 1966, cuando Antonio García-Trevijano me I c informó que, en unión de José Muñoz Seca y el conde de los Gaitanes, me había pro- puesto al Conde de Barcelona para que formase parte de su Consejo Privado. En el mes de mayo nos desplazamos los tres a Estoril y en Villa Gi- ralda fuimos presentados por Antonio a Don Juan. En el mes de octubre siguiente recibimos nuestros nombramientos formales. Además del honor que ello supuso para mí, unido a mi parti- cipación en la Junta Democrática de España, me permitió vivir muy de cerca y presenciar acontecimientos que fueron determinantes de nuestra historia más reciente. La lamentable y falsa narración que acabo de leer en una columna de ABC sobre la forma en que concluyeron las relaciones de Don Juan con García Trevijano me mueven a escribir el desarro- llo de unos hechos que viví de modo inmediato. A fines de junio de 1974, representantes de amplios sectores de la oposición al franquismo se encontraban reunidos en Lisboa a la espera de que Don Juan llevara a efecto las declaracio- nes al diario «Le Monde» que había preparado García-Trevijano. Desde allí nos trasladamos a Estoril tres miembros, caracterizados como monárquicos, de lo que pronto habría de consti- tuirse en Junta Democrática de España: Rafael Calvo Serer, Gabriel Navarro Rincón y yo. Ga- briel, aún cuando no formó parte del Consejo Privado, disfrutaba merecidamente de la con- fianza del Conde de Barcelona. Las vísperas de San Juan fueron muy movidas en Estoril. Pronto supimos el ambiente de pre- sión que se había creado en torno a Villa Giralda. Don Pedro Sáenz Rodríguez se oponía categóri- camente a que Don Juan hiciera las declaracio- nes prometidas y la tensión subió de grado. Mientras la oposición esperaba en Lisboa, tuvi- mos una intensa reunión en el apartamento de José Lacour, secretario de Don Juan. Con el ADEMÁS de difí- cil, esta Espa- ña nuestra ha sido, tradicionalmen- te, pobre en muchas cosas y, también, en caminos, carreteras y vías de comunicación. Sin hablar de Roma ni del Medievo, en la época de la Ilustración y después, en el siglo XIX los distintos intentos de políticos (Cea Bermúdez y Bravo Murillo) no impidieron que ilustres visitantes (como Merimé y Washington Irving) hablasen defec- tuosamente de los caminos de España. La Generación del 98, aparte de glosar nuestras desgracias después de la pérdida del imperio colonial y de despertar sentimien- tos de inferioridad, potenciando la idea de una España de segunda y enfatizando nues- tros defectos (algunos de ellos bien innega- bles) nada aportó al concepto de unidad de país, desarrollo comercial y modernización de redes viarias, como fuente de riqueza y de co- municación de culturas. Ortega y Gasset pone más tarde de relieve nuestra clásica in- solidaridad y la envidia como freno del pro- greso, pero al menos nos deja claro que Eu- ropa es nuestro horizonte y nuestro destino. Unamuno, el casi salmantino, nos hace un flaco servicio con su mal interpretada frase «que inventen ellos». Y es de la mano de un militar y dictador (el general Primo de Rivera) Conde de Barcelona estuvimos Rafael Calvo, Gabriel Navarro, García-Trevijano y Javier Vidal, también del Consejo Privado, testigo de excep- ción en todo lo ocurrido. Era un momento decisivo en el que había que culminar lo que se llamó «reentré» del Conde de Barcelona, iniciada por García-Trevijano a raíz de la desaparición de Carrero Blanco y que debía llevar al regreso a España de Don Juan como Rey, el restablecimiento de las libertades y la convocatoria de un referédum en que los es- pañoles decidirían la forma de Estado y de go- bierno. Don Pedro sostenía la postura de la es- pera y se decantaba, sin explicitarlo, por la suce- sión que Franco había impuesto. Pese a su gran interés no he de extenderme en pormenores de lo que allí se habló. Voy a la conclusión. Se acordó que Don Juan convocaría en un al- muerzo, al día siguiente, a don Pedro y a Anto- nio. Asistiría uno más de los presentes, decidién- dose que fuera Javier Vidal. Al resultado de este almuerzo esperamos im- pacientemente en un hotel de Estoril. La posibili- dad del regreso de Don Juan a España como Rey, en la que tantos habíamos estado traba- jando intensamente, estaba en juego y sabíamos que se decidiría en aquellos momentos. García- Trevijano regresó antes de lo que pensábamos. Y el resultado final no era precisamente el de- seado. Según nos contó Antonio, en narración inmediata y ratificada luego por Javier Vidal, don Pedro había iniciado su planteamiento y Antonio tenía dificultades para intervenir. Ello condujo a una situación violenta y le llevó a pedir que don Pedro leyera el texto del discurso que había pre- parado para el día de San Juan. Cuando terminó su lectura, Antonio acusó a don Pedro de traidor y resaltó que el texto del discurso lo denunciaba, concretamente en un párrafo en que el Conde- Juan fuera Rey. Y no lo fue. La reunión terminó al levantarse Antonio di- ciendo que no comería con un traidor. El Conde de Barcelona se levantó y salió detrás de él, le tomó del brazo y, sin ocultar su emoción, le dijo que él le llevaría en su coche, que condujo personalmente. Cuando se despidió Antonio de Don Juan, le dijo que a partir de aquel momento quedaba libre del compromiso que años antes había contraído, y que ha contado públicamente. Seguiría luchando por la democracia y por la República. El contenido de las declaraciones al diario «Le Monde» se convertirían pronto en los conocidos doce puntos de la Junta Democrática a la que, con el beneplácito de Don Juan, continuamos perteneciendo hasta su disolución Calvo Serer, Gabriel Navarro y yo. Y seguí manteniendo trato frecuente con Don Juan hasta el año 1977; luego, mis encuentros con él se espaciaron. Tanto por el Conde de Barcelona como por Antonio García Trevijano, sé que no volvieron a verse, pero siempre que el nombre de Antonio salió en alguna conversación habló de él con respeto y afecto y, otros pueden dar igual testi- monio, lamentaba que un hombre de su talento permaneciera aislado en su torre de marfil. Por ello, me ha sorprendido tan desagradablemente el que se haya podido afirmar con tanta ligereza y con baja expresión que me molesta recordar, que Don Juan ordenara la expulsión de Antonio de Villa Giralda. La responsabilidad cuando se escribe sobre hechos históricos alcanza límites superiores cuando puede afectar a la dignidad de las per- sonas. No, la expulsión de Antonio de Villa Gi- ralda no fue un detalle que se le escapara a Luis María Anson. Tal expulsión nunca existió. Trevi- jano nunca fue una excepción en la casa de to- dos los españoles. HACIENDO CAMINOS Por Luis SÁNCHEZ-MARCOS cuando se hace la primera cosa de provecho en las carreteras españolas, con el circuito de firmes especiales que incorporan técnicas de Europa, y se consigue un nivel de calidad y servicio como nunca tuvieron. El genera! Franco se interesó más bien por los polémi- cos pantanos que por las carreteras y des- pués de beber tecnología en USA en los cin- cuenta, vuelven a contar algo nuestras carre- teras con el «Redia» de Silva Muñoz y mucho con nuestra entrada en el Mercado Común y la comprensión, por fin, de (a idea de Europa. Entonces nace de verdad un nuevo sentido nacional que (rompiendo con el viejo «Europa termina en los Pirineos») abre las puertas de la comunicación y la permeabilidad frente al viejo concepto'del aislamiento y de las redes viarias al servicio de Madrid, y el ferrocarril de distinto ancho de vía para defendernos del in- vasor. Pues bien, es ahora, después de ese largo y zizagueante recorrido, cuando descubrimos que además estamos pasando, quizá, de discípulos a maestros en esto de hacer cami- nos. Probablemente como fruto de nuestro ambiente de penuria y escasez, florecieron sistemas y técnicas propios de un enrai- zado espíritu de La- zarillo de Tormes que ha de ingeniár- selas para vivir. Y probablemente como con- secuencia del altísimo nivel de nuestras es- cuelas de Ingeniería que aun en los peores momentos mantuvieron la elevada calidad de los Echegaray, Ducasse, Lucio del Valle y otros, y que hoy bien se contrasta al haber crecido el contacto y la comunicación técnica con otros países. Y hoy, a medidados de los noventa, viene el milagro y descubrimos (no sin cierto asombro) que somos de los mejores, que fuera se nos valora y aprecia, que nuestra tecnología para • la obra pública, en general, y para las carrete- ras en particular, está considerada entre las primeras del mundo y que allí donde vamos, desde USA hasta China, se nos escucha con respeto y se «compra» lo español. Y lo que es más definitivo aún (ahora sí, que antes no) nuestros mayores, los que mandan, lo comprenden, lo apoyan, lo finan- cian y, sobre todo, pierden ese inveterado «pudor» que tuvo siempre todo prohombre español, desde el virrey'de la España postco- lombina hasta el embajador del siglo XX, a de- cir y pensar como vendedor y comerciante de «lo español». ABC (Madrid) - 14/11/1994, Página 58 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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