1994-10-29.EL MUNDO.CARTA BENÉVOLA A JAVIER PRADERA AGT
Publicado: 1994-10-29 · Medio: EL MUNDO
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CARTA BENÉVOLA A JAVIER PRADERA EL MUNDO. SÁBADO 29 DE OCTUBRE DE 1994 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO No hay necesidad de emplear adjetivos, ni de referirse a su biografía, como Vd hace con los demás, para demostrar la mala fe intelectual y la ignorancia política de las que hace ostentación en su crítica a mi obra El discurso de la Republica (El País, Babelia, 22-10-94). Para no abrumarle demasiado empezaré hablando de lo que Vd sabe mejor que yo, o sea de sus maldades. En justa correspondencia, le mostraré en otra carta lo que Vd no sabe de sí mismo, o sea, su extensa y profunda incultura. Como no soy experto en clasificar maldades literarias, que fue la especialidad de los censores nazis y estalinistas, me limito a enumerar sus manipulaciones por orden de aparición. 1. Llamarme «El cirujano de hierro», en el titular de su artículo, cuando lo que digo es: «Conocemos las causas del mal. Y sabemos que es incurable sin la introducción inmediata de la libertad política y la democracia. Si, en lugar del remedio adecuado, prevalece otro tipo de consideraciones, por miramiento hacia personas encumbradas, intereses económicos comprometidos o falsas reputaciones ideológicas, la degradación nacional llegará a ser irreversible y se abrirá el campo de operaciones a los cirujanos de hierro». 2. Calificar el Discurso de la República, en el subtítulo de su artículo, de «un discurso a las juventudes de España», «para exhortarles a recuperar las esencias perdidas», cuando lo que mi libro incluye es una «Carta a la juventud no nacionalista», para prevenirla contra el nihilismo de la posmodernidad y la esencia fascista de los nacionalismos. A una persona que escribe tanto como Vd. le convendría saber gramática española. Ella le enseñará que no se puede decir «para exhortarles» (a las juventudes), sino «para exhortarlas». Respeto y consideración 3. Decir que «Trevijano mantuvo relaciones amistosas con el núcleo duro del franquismo cuando muchos dirigentes de la oposición democrática arrostraban el exilio o la cárcel; el libro cuenta sus conspiraciones con altos mandos militares en 1967». Lo que digo al hablar del colapso que sufrió Franco durante una cacería en Cazorla es: «En esas entrevistas, donde planteé por separado a todos los altos mandos el problema de la sucesión en caso de fallecimiento, se fraguó el respeto y la consideración personal que luego serían fundamentales, tanto para preparar la entrevista de Díaz Alegría con Don Juan y la ayuda de Alonso Vega para impedir el nombramiento de sucesor, como mas tarde para tener información directa sobre la posición del Ejercito y las Fuerzas de Seguridad ante el programa de la Junta Democrática». Siendo Vd miembro del PC en 1967, debería saber que entonces no había otra oposición efectiva que la de Comisiones Obreras y la de Don Juan de Borbón. Y en ambas estuve en línea de vanguardia. No le reprocho, dada su escasa presencia en la acción, que lo ignore. Cuando entré en el despacho del Director General de Seguridad estaba detenido en los calabozos mi secretario, bajo la sospecha de haber sido el organizador de la primera asamblea nacional de Comisiones obreras celebrada en Madrid, en la fábrica vacía de «Medias Vilma», en la Plaza de Castilla. Yo no sabía si, bajo tortura, habría confesado que el obedeció mis instrucciones. El azar hizo coincidir mi primera entrevista con un alto mando del franquismo y mi primer gran servicio a Comisiones Obreras. Y para evitar malevolencias como las suyas, aclaro enseguida que esos contactos «no me servían para protegerme de la vigilancia, las detenciones, los procesamientos, las multas, las retiradas de pasaporte, el atentado y el encarcelamiento con que me distinguió el Gobierno». Perdone, pero no sería sincero si no le dijera que, por el solo hecho de suponer lo que insinúa sobre mi conducta en 1967, es Vd una persona tan vil y miserable como su amigo el Ministro de Asuntos Exteriores, por lo que dijo en la radio sobre su detención en mi oficina en el 76. 4. Inventar para la página 283 de mi libro un párrafo que no existe en absoluto y que no corresponde a mi pensamiento: «las reglas del juego político deben ser impuestas por quienes dispongan de la mayoría en el momento de establecerlas». 5. Contradecir abiertamente lo que dice la página 200. Esto es lo que Vd me atribuye: «El 23-F no existió: los ruidos de sables y el temor a un golpe militar fueron una patraña inventada para justificar la transición». Esto es lo que realmente digo: «Como no había (a finales de 1976) riesgo alguno de guerra civil o de graves convulsiones sociales, ese instinto de seguridad tuvo que ser excitado con rumores alarmantes sobre ruidos de sables, difundidos por las ambiciones emergentes para que se abandonara la reivindicación de libertad política a cambio de disfrutar en el acto de las demás libertades, incluso la de votar. El acontecimiento del 23 de febrero (1982) se encargaría luego de recordarnos la severa advertencia de Benjamin Franklin: los que abandonan una libertad esencial por una seguridad mínima y temporal no merecen ni la libertad ni la seguridad». 6. Inventar un discurso distinto para permitirse el placer de llamarme falangista. Esto es lo que Vd dice de mi libro: «El desprecio al patriotismo constitucional (p.143) como fundamento de un Estado plurinacional y las burlonas invectivas contra los nacionalistas vascos y catalanes parecen un eco de la versión azul mahón del casticismo españolista». Esto es lo que digo: «Esa falsa y voluntarista conciencia ahistórica de España encuentra el signo de identidad de lo español en ese nacionalismo negativo del consenso constitucional. En ese patriotismo constitucional que los alemanes tuvieron que inventarse para no tener que asumir el pasado nacionalista del holocausto hitleriano» (p. 143). «A los nacionalistas hay que responderles con argumentos, y no con tomaduras de pelo al estilo de las que Fraga hacía con las mujeres tonsuradas en Asturias por su represión» (p.62). 7. Falsear un párrafo esencial para atribuirme la negación de la posibilidad de una monarquía democrática. Esto es lo que Vd dice ver en la p. 296: «no hay precedentes históricos de una monarquía presidencialista, ente de razón destinado al museo imaginario de las formas políticas fantásticas». Esto es lo que digo: «no hay antecedentes ni teoría de una monarquía presidencialista. No porque sea imposible. Don Juan de Borbón dio ejemplo al aceptar el proyecto constitucional que le redacté en 1974 y que mereció la felicitación del profesor Duverger al Conde de Barcelona, a quien le dijo, todavía no sé bien por qué, que esa Monarquía presidencialista habría hecho soñar a Benjamin Constant». 8. Aplicar el verbo de una oración a otra para enturbiar la claridad de mis relaciones con Don Juan. Esto es lo que Vd me atribuye en la página 203: «su recuerdo (el de Don Juan) queda empañado por la falta de coraje del Conde de Barcelona para enfrentarse con su hijo en 1975». Esto es lo que digo: «He de recordarla (la historia de la Junta Democrática), sin embargo, para que se comprenda cómo, en el momento de la verdad, el Conde de Barcelona por un lado y el Partido Comunista por otro, a pesar de tener al alcance de la mano una alternativa concreta de libertad política para el pueblo español, prefirieron acatar por falta de coraje al sucesor impuesto por Franco, cerrando así el círculo de la obediencia universal que regeneró la servidumbre voluntaria española». 9. Inventarse una idea contraria a mi pensamiento para poder acusarme de megalómano y de apelar a la violencia. Dice Vd que «los impulsos de generosidad o de oportunidad llevan a Trevijano a concederle al Rey una última oportunidad; a condición, claro está, de que acepte su programa. Pero si la sustitución de la monarquía parlamentaria por otra presidencialista, no permitiese hacer la reforma del sistema por las buenas, habría que regenerar a los españoles por las malas; en ese contexto, la invocación de Trevijano a la Republica (p. 297) resulta menos significativa que su complacencia con la juguetona idea de coger la escopeta y liarse a tiros (p. 144)». Pero lo que dice la p.297 es: «España necesita con urgencia un presidencialismo democrático. Si la Monarquía es capaz de comprenderlo y apoyarlo, entonces no hay razón histórica ni causa actual de la República. Pero si, prisionera del sistema parlamentario oligárquico y del corrupto Estado de partidos y de autonomías, no tiene visión del futuro y se opone a la reforma constitucional o no lo apoya, como es de esperar, más pronto que tarde aparecerá la idea republicana como la única solución para garantizar, con la libertad política, la unidad de España, la democracia y el decoro público. Y esa es desde luego la perspectiva política en la que está desde siempre situada mi acción cultural por la democracia». La referencia a la graciosa frase de Tola sobre las ganas de coger la escopeta esta hecha en un contexto literario muy alejado de la política. Quiero decirle, Sr. Pradera, que Vd no es hoy peligroso por su miserable condición de calumniador, en busca de víctimas que alimenten su insaciable apetito de verdugo, sino por su oficio de acreditado escritor sin talento, siempre al sucio servicio de los enemigos de la libertad de pensamiento.