2000-05-15.LA RAZON.CARTA A DALMACIO NEGRO AGT

Publicado: 2000-05-15 · Medio: LA RAZON

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CARTA A DALMACIO NEGRO 
LA RAZÓN. LUNES 15 DE MAYO DE 2000
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Sigo con interés tus reflexiones sobre lo político y la política. Y las pongo en conexión con tu original creencia de que el Estado nacional está en proceso de desaparición. No es fácil de entender el pensamiento ajeno. Sobre todo cuando está expuesto en espacios breves, como los de «Otras Razones». Para evitar equívocos en los términos que uso, y aceptando el riesgo de todo simplificación, entiendo por «lo político» la materia prima de lo público, y por «la política», la manera de tratarla. Si aceptas, como espero, estas simples convenciones, podemos entrar a discutir aquí tus tesis sobre el Estado. Ideas que sobrepasan el interés académico cuando se desarrolla ante nuestros ojos una privatización de lo público que nadie osa contestar.
    Son tantas las tareas del Estado, y de tan variada naturaleza en distintas épocas históricas, que no puedo dejar de compartir la opinión de Max Weber sobre la imposibilidad de definir el Estado por sus funciones. Éstas pueden aumentar continuamente, como ha sucedido desde la Revolución Francesa hasta el final de la Guerra Fría, o disminuir drásticamente como está sucediendo ahora, sin que la naturaleza o esencia del Estado, el monopolio legal de la violencia institucional -justificado en el ansia de integración autoritaria de la sociedad en una comunidad estatal-, sufra la menor alteración. Sin pérdida de esta sustancia definitoria, el Estado puede repartir competencias hacia arriba (Europa) y hacia abajo (Autonomías), federarse o confederarse, y continuar siendo, por tiempo indefinido, el mismo Estado. Incluso en esta hora de consenso apolítico, donde las clases históricamente opuestas cooperan en su integración social a la Autoridad estatal, el viejo ideal anarquista continúa siendo una utopía. ¿Dónde están y cuáles son, pues, los síntomas de la desintegración del Estado? Estoy de acuerdo en que «lo político» se está restringiendo, como «la piel de zapa» de Balzac, a medida que se realizan los deseos de riqueza de la sociedad civil. Gran parte de lo público se está haciendo privado. No por exigencia ideológica de un dogma liberal (las privatizaciones fueron iniciadas por Gobiernos socialistas) ni por los criterios de rentabilidad o eficacia empresarial. Incluso los monopolios estatales justificados en la falta de competencia privada para prestar un suministro común, o un servicio público, a los consumidores por necesidad, se privatizan. Pero no se debe dar a este fenómeno una interpretación abstracta, desligada de «la política», como si obedeciera a leyes anónimas del mercado o a una fatal involución histórica del Estado. Pues tiene causas y finalidades concretas que brotan de la naturaleza y ambiciones del Estado de partidos. Este tipo peculiar de Estado restringe «lo político» para expandir la esfera de acción de «la política», para aumentar el poder de los aparatos dirigentes de los partidos sobre la sociedad civil. Como esto no es algo obvio de por sí, debo recordarte para mejor comprenderlo que el Estado de partidos transformó «la sociedad política», convirtiéndola en «sociedad estatal»; y que no es la direccionalidad de la política, sino la Administración reglada, quien tenía antes el control sobre las empresas privatizadas. Los partidos estatales, privatizándolas, aumentan su poder discrecional sobre ellas y sus oportunidades de corrupción. La oligarquía financiera y de servicios al público encontró en la oligarquía del Estado de partidos «su» forma ideal de Gobierno. Estos partidos de Estado no están liquidando su modo estatal de vivir. Al contario. Expanden su poder político sobre la sociedad civil en la medida en que restringen el campo de «lo político». El Estado no está en extinción. Lo liquidado, y no de manera irreversible, es la sociedad política, intermediaria entre el objeto gobernado, la comunidad civil, y el sujeto gobernante, la sociedad estatal.