2003-04-07.LA RAZON.BATALLA PSICOLÓGICA AGT

Publicado: 2003-04-07 · Medio: LA RAZON

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BATALLA PSICOLÓGICA 
LA RAZÓN. LUNES 7 DE ABRIL DE 2003
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Hay cuestiones que la guerra no justifica. ¿Por qué el New York Times pidió para sí mismo la libertad de expresión que su gobierno quiere dar al pueblo iraquí? ¿Por qué no funciona a pleno rendimiento el clásico patriotismo de las retaguardias anglosajonas cuando sus «chicos» están en combate? ¿Por qué continúan allí las movilizaciones populares contra la guerra después de comenzada? ¿Por qué se censuraron las imágenes de los prisioneros estadounidenses, cuando no estaban siendo maltratados? 
   Se sabe de antemano que las guerras de invasión necesitan ser acompañadas de mentiras sistemáticas sobre las intenciones altruistas de la potencia invasora, la inmoralidad del adversario invadido y los resultados favorables de las operaciones en los campos de batalla. Y, sin embargo, casi todo el mundo sucumbe ante el efecto automático de esta infame propaganda de la falsedad, que ha de ser diariamente renovada en función de las evidencias imposibles de ocultar o desmentir. ¿Por qué no ha funcionado ese automatismo? Lo que ha sorprendido en esta guerra es la quiebra en la retaguardia de las leyes psicológicas de la guerra. 
   Los aliados no han sido recibidos en Iraq como liberadoras de un Régimen odiado. Voluntarios iraquíes cruzaron las fronteras para sumarse a la resistencia contra el invasor. Las poblaciones civiles del Sur, que los diseñadores de la invasión suponían rebeldes a la tiranía de Sadam, ayudan a la defensa de los bastiones ocupados por el ejército regular. Campesinos aislados derribaron un helicóptero. Una multitud de ciudadanos emergió de los escombros en Bagdad para buscar a los pilotos de un avión supuestamente derribado. La estampida de refugiados no se ha producido.
   El riesgo de las guerras ideológicas, y esta pretende serlo, está en que no tarda en descubrirse la superchería. El ejemplo clásico está en las guerras napoleónicas para liberar a Europa de la tiranía de los Príncipes. Napoleón simbolizaba falsamente la Revolución. Beethoven y Goethe le rindieron el homenaje de la cultura alemana. Y bastaron seis años de nuevo orden europeo para convertirlo en el modelo de criminal de guerra hasta que Hitler inventó el de la monstruosidad genocida.
   La democracia americana liberó a Europa. Ésa fue su última guerra ideológica. Las siguientes, incluso las de Corea y Vietnam, fueron determinadas por sus intereses de poder imperial. Bush no es desde luego Roosevelt. Y tanta incompetencia impide a sus soldados que puedan saber siquiera por qué o para qué mueren en Iraq. 
   Ha sido indisimulable la decepción y el pesimismo del mando aliado. No en cuanto a la seguridad en la victoria final, pero sí respecto de la duración y costos humanos de esta expedición legionaria, preparada con tan inconsciente minuciosidad que hasta se dio a la tropa la orden de no disparar si no era atacada. La respuesta del prisionero estadounidense, absolutamente sincera, delató la canallesca criminalidad de quienes lo enviaron a una guerra lejana, contra un país desconocido, haciéndole creer que no sería recibido con balas sino con besos de las bellas y guirnaldas de flores de los campos en primavera. 
   La irresponsabilidad del mando roza la de la deficiencia mental cuando sólo cree en los informes secretos de lo que desea oír. En este caso, los de sus propios servicios de inteligencia militar. Los de la CIA eran contrarios a la intervención armada. Al perder la batalla psicológica, Estados Unidos ha perdido ya la guerra por el poder directo en Oriente Medio, a favor de intereses muy particularizados en el equipo que la ha programado en términos exclusivos de poder militar, sin tener en cuenta sus incalculables consecuencias en el mundo político y financiero que gira en torno al petróleo. Esto se hará evidente cuando la gane militarmente y no pueda explotar su triunfo, sin entrar en conflicto con la Unión Europea, y en particular con Francia, Alemania, Rusia y China.