2001-08-16.LA RAZON.BALADRONADAS Y NECEDADES AGT
Publicado: 2001-08-16 · Medio: LA RAZON
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OPINIÓN 18 LA RAZÓN JUEVES, 16 - VIII - 2001 OTRAS RAZONES BALADRONADAS Y NECEDADES T anto Aznar LA SEGUNDA MUERTE DE MAREY L a familia de como Zapate- ro propagan los mismos razona- mientos en defensa de la unidad de Es- paña. Sus argumen- tos no sólo son in- adecuados y carentes de todo poder de convicción, sino que ponen en riesgo y debilitan la propia uni- dad nacional que creen estar asegurando o fortaleciendo. La unidad de España no está ni puede estar en los votos del PP y PSOE o en la vigencia de la Constitución, por la simple y definitiva razón de que esa unidad es un hecho anterior, distinto e independiente de la voluntad de los partidos y de las le- gislaciones. Es la unidad de España la que sostiene, precisamente, la posibilidad de que exis- tan unos partidos españoles y una Cons- titución española. Salvo el fabuloso barón de Münchhausen que salió de un foso ti- rando hacia arriba de sus cabellos, lo sos- tenido no puede sostener a su sostén. Esa es la baladronada de Zapatero, tan apreciada en los medios de comunica- ción, cuando dice que «siempre defende- rá la unidad de España haciendo valer sus votos en el Parlamento junto a los del PP». Esa es la bravuconería de Aznar cuando reta al lendakari Ibarreche a que plantee la Independencia del País Vasco en el Parlamento español. El Estado de Partidos endiosa a los jefes de partido hasta hacerles creer el prodigio de que ellos son los autores de la nación y de su unidad o, al menos, su providencia. La Transición ha hecho de España la contin- gencia que esos seres necesarios mantie- nen. Y si descienden del olimpo de sus di- vinas voluntades para darnos razones de mortales, sus pobres argumentos contra el derecho de secesión incurren en las tres necedades que, desde Locke, se llaman argumentación «ad hominem», «ad igno- rantiam» y «ad verecundiam». Estos tres modos torpes de pensar no prueban nada sobre el derecho de sece- sión, salvo que no se tiene o no se conoce argumento válido contra él. Son típicos de los alegatos en defensa de malas cau- sas forenses o con malos defensores. Los jueces están habituados a detectarlos y destruirlos. En el PP y PSOE, la arbitrariedad de la sentencia se suma a la necedad del juicio. La arbitrariedad consiste en DENEGAR el derecho de secesión del País Vasco, co- mo si se tratara de una concesión admi- nistrativa que esté dentro de sus compe- tencias o facultades, en lugar de NEGARLO por su propia naturaleza in- terna, que lo hace: imposible de prospe- rar sin guerra civil; inexistente en la li- bertad colectiva de la democracia política; y afrentoso al sentimiento general de la patria; que sería lo juicioso. La necedad consiste en denegar el de- recho de secesión atendiendo a las cir- cunstancias externas y coyunturales de que lo defiende el adversario terrorista (argumento «ad hominem»), lo descono- cen todas las Constituciones del mundo (argumento «ad ig- norantiam») y lo desaprueba el crite- rio de autoridad en la Unión Europea (argumento «ad ve- recundiam»). Tres argumentos basados en la vergüenza de coincidir con la ra- zón del enemigo, de no seguir la razón corriente y de contra- riar la razón de autoridad. No me molestaría en denunciar estas graves torpezas de la inteligencia en los partidos gubernamentales, si no alentaran la voluntad secesionista de Eta y de las ramas separatistas que dan carácter an- tiespañol al nacionalismo vasco, y si los medios de comunicación las advirtieran. Fraga y Otegui, aunque barran para sí en la interpretación sesgada de lo que an- dan diciendo los dirigentes del Gobierno y de la oposición, parecen ser los únicos en darse cuenta de que miles de muertos y lucha armada son los compañeros inse- parables del derecho a la Independencia. Porque no se trata de un derecho natu- ral ni político, sino de un buen banderín de enganche que sólo la victoria separa- tista transforma en derecho. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO Segundo Ma- rey dice que ha muerto con el amargor de no haber sido tratado justa- mente. Tenía perfecto derecho a la justicia. Pero ésta es imposi- ble cuando el poder anda por medio de cualquier crimen. El poder sigue siendo el gran delincuente impune. El derecho a de- linquir impunemente es consustancial a la razón de Estado. La patente de impunidad del poder es como la patente de corso. A quienes delinquen en nombre de la razón de Estado se les llama héroes, políticos o exi- mios patriotas. Enaltecerlos y honrarlos pú- blicamente no tiene nada que ver con la apología del terrorismo. Lo sorprendente del caso Marey fue el juicio y la condena de sus secuestradores. A pesar de que, según el tri- bunal, el GAL no participó (era un ente de razón que nos sobrevolaba tras ingerir pas- turas térmicas); pese a que míster X nunca apareció (andaba sobre las aguas del Mar Rojo); a pesar de que el Gobierno y el Constitucional actuaron de consuno para ji- barizar la condena y devolver a los héroes a la comunidad que tanto protegieron y por cuya seguridad se inmolaron, la Justicia lle- gó más lejos de lo previsible. Con razón se «SÓLO SI HAY HERIDOS» «Sólo si hay heridos». Según le cuen- tan a Juan Bravo sus amigos del Norte, ésta fue la precisa consigna que los responsables de la Ertzaintza dieron a los agentes de la Policía autónoma que debían encargarse de la seguridad en las fiestas de la localidad guipuzcoana de Oyarzun. Los ertzainas sólo podían inter- venir si se producían heridos y, según se desprende del contenido de las órdenes, ha- bían de permanecer impasibles hasta ese momento. Que se producían manifestaciones de apología del terrorismo, pues quietos; que se quemaban banderas españolas o france- sas, a mirar para otro lado; que los desal- mados de siempre provocaban un incendio que, de momento, no afectaba a las perso- nas, pues que intervinieran los bomberos. En definitiva, que, pasara lo que pasara, no había que hacer nada hasta que alguien no atestiguara, con su sangre o contusiones, que ya habían sucedido todo tipo de des- manes. Los amigos de J.B., que quieren a la Ertzaintza, como policía vasca que es, comentan que a los dirigentes nacionalista parece importarles un bledo jugar con el prestigio profesional y, a veces con la inte- gridad física, de los ertzainas, con tal de se- guir adelante con su política separatista. JJuuaann BBRRAAVVOO REBOREDO Y SAÑUDO sintieron ofendidos y humillados Barrio- nuevo, Vera y demás delincuentes. No se cumplieron las pro- mesas de impunidad. Se les dijo que los lu- gares comunes de la moral sólo son indis- pensables para las masas y que en nom- bre del Jefe y de la Patria todo está permiti- do. La buena nueva de que sólo los espíri- tus decadentes se asustan ante la sangre y la mierda corría alegremente por sus arterias. Vera filosofó mejor que Santayana cuando afirmó que «la seguridad del Estado está en las alcantarillas, donde tú actúas como desatas- cador y es fácil que te acabe salpicando la mierda». El colofón es fascinante: «Las co- sas de la seguridad del Estado siempre son tenebrosas». Después de su secuestro y tor- tura, Segundo Marey anduvo muerto en vi- da. Ahora ha muerto para siempre, como to- dos los muertos que gimen en un montón de perros apagados. No pudo ser indultado de su pesadilla. Sus verdugos, sí. Les ha salido muy bien la filosofía de la omertá. Han ca- llado hasta el final, asumiendo las respon- sabilidades de sus superiores. La queja de Barrionuevo de que a su paso no se abrie- sen las aguas del Mar Rojo, ebrias de gloria por las pisadas del divino González, era una sinrazón. No es ni dios ni profeta. Secuaz y sicario. Con abarcas y capas aguaderas. «Que la sangre limpia y lava / mancha que cae en el honor / y ha de ser, si bien re- cuerdo, / con sangre de malhechor». Marey no quería vengar su honor pisoteado, su tor- tura quemante, su muerte en vida. No qui- so la sangre de los malhechores que lo mar- tirizaron. Quería simplemente justicia. Algo de pudor y de justicia. Un mínimo recono- cimiento de que sus verdugos le hicieron víctima de fechorías nauseabundas. Pero ni Barrionuevo ni vera han reconocido su ha- zaña con el pobre viejo indefenso. Para ellos, nunca existió. Y ya nunca existirá. Las pasiones del alma hacen habitable el desierto de la vida, pero no el de la muerte. Cosas de la ética de la responsabilidad. Míster X la llevó hasta su extremo más dulce: la abso- luta irresponsabilidad. Todos son responsa- bles menos el máximo responsable. Antes y después de Dios todos los tiempos son iguales. Constante Dios, esencialmente desiguales. La desazón y el amargor de Se- gundo Marey por no haber sido tratado jus- tamente es vivir en el limbo. Ahora, morir en el limbo. Dos arcángeles pícnicos le re- citarán la brizadora maternal de José Hierro para dormir a un preso, que también sirve para dormir a un muerto. «No es verdad que tú hayas sufrido / son cuentos tristes que te cuentan. / No es verdad que tú seas un hombre / eres un niño que no sueña». Al limbo por eso, al limbo. Su segunda muerte le ha sorprendido sin ser consciente del sa- crificio al que nadie puede resistirse: la muerte en el nombre del padre. De un pa- dre desconocido y cruel que ha visto morir a Dios sin estremecerse y que ha visto mo- rir al Hombre en las fábricas de jabón y tra- gedia de Dachau y Auschwitz. Segundo Marey no sabía que la política está hecha del paciente ajedrez de esos cadáveres. JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO