1999-11-29.LA RAZON.AZNAR INCUMPLE SU PROMESA POLÍTICA AGT

Publicado: 1999-11-29 · Medio: LA RAZON

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AZNAR INCUMPLE SU PROMESA POLÍTICA
LA RAZÓN. LUNES 29 DE NOVIEMBRE DE 1999
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
    El Gobierno del Sr. Aznar ha cumplido casi todas sus promesas electorales en materias económicas. Ninguna en materia política. Y vuelve a presentarse a las próximas elecciones sin escándalos de latrocinio en su gobierno, pero con el escándalo de no haber emprendido una sola reforma del marco institucional que permitió el desarrollo de la corrupción política y, en caso flagrantes, su impunidad judicial. Tampoco ha hecho nada para corregir la arbitrariedad de que los votos para elegir listas valgan más en unas regiones que en otras. En estas fatídicas cuestiones -hacer depender la honestidad pública de la buena o mala condición de los gobernantes y discriminar el valor de los votos- seguimos tan indefensos y sometidos como antes, o sea, sin garantía alguna de orden institucional. Y sin embargo, Aznar prometió al electorado «regenerar» la vida política. Si considera que lo ha hecho porque ha reducido los casos de corrupción política, estará admitiendo que su promesa de regeneración sólo se refería a la de sí mismo y su partido. Lo que no parece muy halagador para una conciencia necesitada de ese tipo de promesa.
    La regeneración pública no se logra con la honestidad personal del gobernante. Un problema político sólo se resuelve con una solución política, es decir, institucional. Los fracasos de los anteriores ensayos de regeneración lo demostraron. Mirados con la experiencia del siglo XX, los regeneracionistas del 98 parecen hoy más pequeños de lo que fueron. Denunciaron males públicos sin conocer sus remedios. Propusieron, a la dimensión profana de un pueblo deprimido, la disciplina individual que sólo una idea de salvación osa proponer a las conciencias religiosas. Tuvieron el valor de rebelarse, con más talento literario que político, ante la espuria idea de concordia nacional y los falsos valores de la Restauración. Pero la combatieron situándose, sin saberlo, en su mismo terreno. Los fenómenos de regeneración, o bien son procesos orgánicos como los que renuevan las fuerzas de la Naturaleza, o propósitos de buenas intenciones que conducen sin remedio a nueva desilusión. La generación española de regeneracionistas fracasó, en su meta nacional, por el mismo motivo que el «risorgimento» italiano. Carecía de una idea institucional de la democracia que garantizara la ética política, fuese cual fuese la índole moral del gobernante. 
    Cien años después no podemos cometer el mismo error, volviendo a proponer una regeneración de lo irregenerable. Entre reforma y regeneración hay la misma distancia que entre medios y fines. Y no todas las reformas conducen a una nueva generación de la salud política. Si reformamos la ley electoral para cambiar las listas cerradas por listas abiertas, puede parecer que el falso sistema proporcional se abriría a una regeneración del principio representativo, cuando en realidad llevaría a un reforzamiento de la inmoralidad electiva, como la experiencia de otros países lo ha demostrado. En cambio, la reforma de la ley electoral para sustituir el sistema de listas por el mayoritario, transformaría por completo la relación entre elector y elegido en beneficio de aquél. Ejemplo de la importancia crucial de las instituciones en la generación o degeneración de la ética social.
    Aznar tiene, en el terreno de la moralidad pública, las mismas ideas espiritualistas que fueron ridiculizadas, en todo tiempo y lugar, por los pensadores y la práctica política. Antes de que Diderot redactara su célebre requisitoria sobre la inestabilidad de la conciencia gobernante en las Monarquías ilustradas, Spinoza había sentenciado ya que sería bien precario remitir la salud del Estado a la buena fe de sus administradores: «La tentación de obrar mal no debe poder ofrecerse a ellos». Ese ofrecimiento se ha dejado intacto por Aznar, porque es punto neurálgico del Estado de partidos. Como de toda oligarquía.