1996-06-03.EL MUNDO.AZNAR BUEN HOMBRE DE ESTADO AGT
Publicado: 1996-06-03 · Medio: EL MUNDO
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AZNAR BUEN HOMBRE DE ESTADO EL MUNDO. LUNES 3 DE JUNIO DE 1996 ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO Se extiende la acusación de que Aznar no gobierna. Hace viajes de Estado, acoge a personalidades extranjeras de Estado, otorga condecoraciones de Estado, invita a hombres de Estado (manera cursi de llamar a los hombres «del» Estado), nombra altos cargos de Estado, recibe a presidentes de comunidades de Estado, de partidos de Estado, de patronales de Estado, de sindicatos de Estado, realiza declaraciones de Estado y comparecencias de Estado. No se puede desarrollar más actividad de Estado. Incluso en días festivos y fines de semana. Son sinceros su mujer y su portavoz de Estado. La labor de Aznar como hombre de Estado no es distinta a la del anterior hombre de Estado. ¿De dónde viene entonces la sensación de que Aznar no gobierna, si su carácter es más activo que el de González? ¿No pone por encima de todo, como el otro, las razones y secretos de Estado? ¿No se opone, como el otro, a las responsabilidades por crímenes y robos de Estado? ¿No se escuda en argucias de Estado, como el otro, para mantener clasificados los papeles de Estado? ¿No es buen hombre de Estado, como podría serlo cualquiera de su admirado ideal de hombre de la calle? No hay motivo para estar decepcionados con Aznar. Y es absurdo que lo esté la oposición socialista de Estado. No se puede exigir a nadie, sin caer en la incoherencia, que sea hombre de Estado y que además gobierne. Hombre de Estado, entendido a la española, lo puede ser cualquier pequeño funcionario o cualquier mentalidad ambiciosilla de pequeño-burgués. Basta tener para ello una sola pero maniática obsesión, y una vasta incultura. Franco, Suárez y Felipe fueron grandes pequeños hombres de Estado porque les dominó respectivamente la obsesión de la fuerza, la del reparto y la del engaño. El gran burgués Calvo-Sotelo era demasiado culto para ser hombre de Estado y demasiado diletante para ser hombre de Gobierno. Si la obsesión de Aznar fuera la de frivolidad, sería el mejor hombre de Estado desde que España necesita desde entonces es frivolidad de Estado. Remedio único contra la intranquilidad y desasosiego que produce el tradicional dramatismo español de Estado. Frivolizar la Justicia con Móner, el despido laboral con Cuevas, la convergencia hacia Maastricht con Matutes, la libertad de expresión con Ridruejo, el secreto de Estado con Cascos. Sólo una obsesión de frivolidad de Estado puede tranquilizar las obsesiones nacionalistas de los hombres de Estado catalán y vasco. Pujol y Arzalluz comprenden a Aznar. Pero gobernar es ya harina de otro costal. Eso implica otra clase de hombre o de mujer, y otra clase de capacidad. Pensar en las causas sociales de los fenómenos políticos no está al alcance de los hombres de Estado. Administrar y gestionar, que son funciones conservadoras de las situaciones adquiridas, no es gobernar ni dirigir, hacia estados superiores, el movimiento de las cosas sociales. Gobernar es idear soluciones reales a problemas reales, anticiparse al futuro, llevar la libertad al mundo sustancial con desprecio al de las imágenes y apariencias públicas, sobreponer la voluntad colectiva de hacer a la personal de poder, desenlazar los nudos que aprisionan en el miedo y en la servidumbre a los gobernados, y en la mafia de intereses y honores a las clases dirigentes. Gobernar es ayudar a liberarse de la necesidad de coacción para hacer el bien y a encadenarse para evitar el mal. Crisis de la identidad nacional, terrorismo, paro, crímenes de Estado, falta de productividad económica, relativismo moral y prestigio de la incultura son sólo manifestaciones de fenómenos cuyas causas el hombre de Estado ignora. Pero Aznar es un buen hombre de Estado.