2000-11-11.LA RAZON.AZAR Y LIBERTAD MARTIN MIGUEL RUBIO
Publicado: 2000-11-11 · Medio: LA RAZON
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AZAR Y LIBERTAD LA RAZÓN. SÁBADO 11 DE NOVIEMBRE DE 2000 MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN Cuando el maestro Antonio García-Trevijano en su artículo Lo azaroso, publicado en esta misma página, postridie Nonas Novembres, situaba a la posición política de la Ruptura como garantía de un azar que expresaría una libertad absoluta para constituir un poder político en cualquiera de los modelos de Estado conocidos o no - desde la posibilidad de «las alegrías monárquicas» a la de «las peteneras republicanas» -estaba realmente definiendo a la libertad como una resistencia a cualquier determinación «fortuita», amañada en una sucesión de aparentes casualidades concatenadas (asesinado de Carrero, nombramiento de Suárez, Congreso de Suresnes, etcétera). Pues bien, esa resistencia al determinismo o a la necesidad es lo que el joven Marx, cuando preparaba su Tesis sobre la diferencia de la naturaleza en Demócrito y Epicuro, llamaba azar; esto es, la garantía última de que los demás son libres, la rutilante incertidumbre de que jamás sabremos con seguridad «por dónde saldrán». Y no deja de ser agradable la coincidencia en este aspecto de la filosofía política de Trevijano con el pensamiento helenista del joven Marx. En efecto, a diferencia del determinista Demócrito, Epicuro consideraba que los átomos, por una especie de resistencia interna a las leyes exteriores, a los «fati foedera» o pactos del destino, que diría el epicúreo Lucrecio, se desviaban de la línea recta que supone la ley de la gravedad (antes de Newton se suponía que los cuerpos caían en una verticalidad absoluta), y en esa desviación o «paráclisis», en ese movimiento oblicuo indeterminado y caprichoso, estaba el origen del mundo y la razón de la libertad fundadora de todas las cosas. Del mismo modo, el azar político que defiende Trevijano es producto del uso de la resistencia o libertad de cada uno, como átomo que en su impredecible desviación y choque con otros forma realidades políticas inesperadas. Si el mundo es hijo de la libertad de infinitos átomos engendradores, por su resistencia, del azar, el orden democrático, como el del cosmos, asegura futuros inesperados; es decir, constantemente confirma la evolución. Por ello mismo el orden monárquico representa una fantasía cósmica, aunque la flor de la monarquía se mantenga espléndida: siempre podrá moverse el bosque de Birnam. No se puede prevenir la acción de la libertad, porque, según Epicuro, la desviación del átomo no está «ni en un lugar cierto ni en un tiempo determinado». Así como el átomo se libera de su existencia relativa -la línea recta- a medida que prescinde de ella, así también toda la filosofía epicúrea se aleja del ser limitativo. En su desviación azarosa el átomo niega todo movimiento y relación en que él esté determinado por algo distinto a su ser particular. Es así que la paráklisis física de Epicuro deriva inmediatamente en una parékbasis moral; desviarse de la determinación entraña la libertad, y es la primera forma de autoconciencia. Lo curioso del caso es que esta intuición de Epicuro, glosada genialmente por un jovencísimo Carlos Marx, la ha confirmado en este siglo la descripción de la materia que ha hecho la mecánica cuántica. En el Universo existe un futuro abierto gracias a la presencia incuestionable de un grado de indeterminación; es decir, a la presencia del azar. Más aún; la ausencia de una flecha del tiempo en el nivel más elemental de la materia impide claramente cualquier distinción entre causa y efecto: un sistema cuántico puede verse así como estando influenciado tanto por su futuro como por su pasado. Todas las interacciones pueden moverse hacia adelante o hacia atrás. Aunque todo poder político tienda a convencer a sus súbditos de que es una realidad la existencia de futuros ciertos -que es como decir que la Historia ha terminado- ( v. gr. los príncipes se convertirán en reyes, la providencia del Estado acabará indefectiblemente con los malos, etcétera), la verdad es que la reluctancia natural de éstos (los súbditos) a seguir la línea recta nos aportará siempre la libertad del azar, y con éste la esperanza. El azar nos asegura una Historia, por mucho que diga ese japonesito americano, pero desgraciadamente aún no americanizado.