2004-03-22.LA RAZON.ANOMALÍAS INEXPLICADAS AGT

Publicado: 2004-03-22 · Medio: LA RAZON

Ver texto extraído
ANOMALÍAS INEXPLICADAS 
LA RAZÓN. LUNES 22 DE MARZO DE 2004 
ANTONIO GARCÍA TREVIJANO 
Acebes reveló el contenido de dos documentos secretos para probar que dijo la verdad de lo que sabía. Los medios de comunicación favorables al PP creen que la torpeza informativa del atentado es compatible con la buena fe de un ministro que no mintió al atribuirlo a ETA. Esta conclusión no es lógicamente correcta. Pues esos documentos demuestran: la incompetencia de la Policía, la mala fe del servicio secreto y la voluntad de engaño en el Gobierno. Para dar sentido a todas las anomalías reveladas hay que partir de esta evidencia: los jefes de Policía y del servicio secreto querían creer, como el Gobierno, que la masacre era obra de ETA porque eso daría al PP mayoría absoluta. 
   1ª anomalía: despreciar la declaración de Otegui, pese a su novedad. 2ª anomalía: no inspeccionar al instante los vehículos aparcados en la estación de Alcalá de Henares. 3ª anomalía: tardar más de siete horas en identificar el texto árabe de la cinta magnetofónica encontrada junto a los detonadores en la furgoneta. 4ª anomalía: informar Acebes a la opinión pública, sin indicio alguno, de que ETA era la responsable. 5ª anomalía: informar el CNI al Gobierno, sin dato alguno, de que la autoría de ETA era «casi segura». 6ª anomalía: informar a las embajadas, sin dato alguno, de que era obra de ETA. 7ª anomalía: informar Acebes a la opinión de la existencia de una cinta árabe junto a los detonadores y seguir aferrado a la probabilidad de ETA. 8ª anomalía: Informar el CNI al Gobierno de que no era creíble la reivindicación islamista en Londres y de que ETA seguía siendo, sin un solo dato, la conjetura más probable. 9° anomalía: asumir el Gobierno de forma acrítica las gratuitas conjeturas de la Policía y el CNI. 
   El Gobierno Aznar quiso ser engañado, con arbitrarios argumentos de sus funcionarios, del mismo modo que Bush y Blair quisieron serlo por los de los suyos sobre armas de destrucción masiva. La desclasificación de dos notas seleccionadas descubre el escándalo de que los servicios secretos dijeran a su Gobierno lo que quería oír y de que éste transmitiera a la opinión mundial, como si fueran hechos probados, el fruto de sus deseos. Se fabricó una conciencia inocente, al limitarse a transmitir lo que le decían sus obsequiosos empleados. Formalmente no mintió. Pero ante un crimen exótico acusó sin pudor a los «sospechosos de costumbre». Materialmente, la imputación a ETA sin indicios probatorios constituye una fraudulencia directa, o un autoengaño a fin de engañar con buena conciencia a todo el mundo, cuando nada obligaba a identificar con tanta celeridad a los autores. 
   El Gobierno no ha limpiado su imagen porque no ha desclasificado todos los documentos (heurística incompleta) ni ha interpretado la realidad exterior a la mentalidad servil de sus burócratas (ausencia de hermenéutica). Sacrificó la paciente investigación de la verdad a la impaciente proclamación de lo rutinario, los indicios concretos de lo verdadero a las probabilidades abstractas de lo plausible. Sin contener un solo dato, las notas del servicio de inteligencia, con superfluos argumentos en el vacío, no son material informativo. Lo que sería normal en charlas irresponsables entre amigos se hace anormal en un informe de la Policía a su ministro. Así, no estaba siendo informado sino adoctrinado. Sus innecesarias comparecencias, sin nada fáctico de que informar, no acreditan más que su irresponsabilidad. 
   La evidente culpa y negligencia del Gobierno no necesita ser demostrada. Si ha concurrido intención dolosa es una cuestión difícil de establecer sin tener información de lo tratado en secreto por el gabinete de crisis. Aznar ha hecho perder las elecciones al PP a causa de sus probadas mentiras sobre los motivos de la guerra de Iraq y de su probado engaño sobre la imputación a ETA de la masacre de Atocha. La filosofía moral establece que la «ética de situación» está fundada en una falta absoluta de ética.