2003-11-30.EL MUNDO.AMANDO DE MIGUEL AJUSTA CUENTAS CON EL TARDOFRANQUISMO MARTIN PRIETO
Publicado: 2003-11-30 · Medio: EL MUNDO
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AMANDO DE MIGUEL AJUSTA CUENTAS CON EL TARDOFRANQUISMO EL MUNDO. 30/11/2003 Página, 4 MARTIN PRIETO El final del franquismo. Testimonio personal Amando de Miguel / Ediciones Marcial Pons. 362 págs. Amando de Miguel estudiaba Sociología en Madrid cuando en España no había sociólogos, y menos sondeos de opinión, porque ésta era, por su propia naturaleza, delictiva, subversiva. Una España en la que en las cándidas elecciones sindicales o municipales por el tercio familiar había quien ganaba por más del 100% del censo y había que echar agua a los resultados para rebajarlos. Quizá por ello nuestro protagonista marchó años a EEUU, a la Universidad de Columbia, a estudiar con su reconocido maestro Juan José Linz. No sé si habrá mejores sociólogos que Amando de Miguel, pero él se ha erigido en una especie de sociólogo de guardia, un referente, quizá porque también es un ameno y prolífico publicista y no reduce su sapiencia a la cátedra, haciéndonos partícipes de los datos que tiene sobre nosotros. Con los últimos sondeos de opinión desprestigiados por su calamitosa falibilidad, Amando de Miguel debería estar dirigiendo el CIS. El final del franquismo. Testimonio personal es un breve diario sobre un mes de cárcel en Barcelona esperando una corte marcial, trufado por los recuerdos sobre sus vicisitudes en los últimos años del dictador. El diario lo escribía en un inglés criptográfico sobre fichas de IBM en un temor paranoico de que se lo pudieran confiscar. Pero, como aseguran los psiquiatras, lo peor que le puede pasar a un hombre con manía persecutoria es que le persigan. Y es que a Amando de Miguel, al que acabaron condenando por lo cumplido, le formaron consejo de guerra por haber negado que la Guerra Civil fuera una cruzada. No sé qué halo le nimbaba que hasta a las presentaciones de los informes FORSSA, que él dirigía, acudíamos como si de un acto clandestino se tratara, y así debieron entenderlo desde Carrero Blanco para abajo de la nomenclatura porque mutilaron con cizalla capítulos enteros de sus análisis y el autor pasó a engrosar las filas fantasmales de los criptocomunistas. Yo creo que no se fue de España definitivamente porque se dio cuenta de que el posfranquismo comenzó en los años 60, con el desarrollo opusdeísta, la liberalización comercial, la salida de trabajadores al extranjero y la llegada masiva de turistas a nuestro país. Su observatorio sociológico le permitía advertir que el tardofranquismo dependía del fallecimiento del general, que era cuestión de tiempo, pero no de una generación. En aquellos años en los que Pío Cabanillas intentaba un aperturismo imposible y el dictador comenzaba a desmoronarse físicamente, hubo jóvenes menores de 30 años que se apuntaban a un cargo público creyendo que las instituciones sucederían al franquismo, cuando De Miguel y los demás esperábamos tranquilos a que el paisaje europeo y occidental se apoderara de la España de excepción. Digo «tranquilamente» y desfavorezco al autor, porque habiendo ganado una cátedra de Sociología la inquina del almirante Carrero le siguió de cerca y hubo de vagar por varias universidades camuflando sus lecciones de conferencias. Hoy confiesa su voto: UCD, PSOE y PP, lo que le aleja de la categoría de peligroso insurgente. Como ponderado que es no ha escrito un libelo, y así recuerda que en etapa universitaria le obligaron a estudiar en inglés el Ensayo sobre el conocimiento humano, de Locke, algo impensable en nuestro tiempo, aunque luego Fraga le prohibiera... ¡escribir!, pese a que pesimistamente lo que don Amando pensaba era que la sociedad resultaba más autoritaria que el régimen, cuestión provocadora y más que discutible. Fue una de las firmas del diario Madrid, de Calvo Serer, Antonio Fontán y Antonio García-Trevijano, estrangulado económicamente por continuas suspensiones y volado físicamente por sus dueños. Con otras más sutiles censuras se topó De Miguel en democracia, que ya apuntaba en 1971 con la elección de monseñor Tarancón como presidente de la Conferencia Episcopal, quien empezó a medir distancias con el franquismo -no en balde la Iglesia oye crecer la hierba antes de comérsela-. El autor deja para otra ocasión su imposibilidad de escribir en El País. Yo se lo explico desde la platea. La dirección del periódico le tuvo por un neofalangista o una persona que había logrado notoriedad bajo el franquismo, lo que no le hacía moderno a los ojos de esa misma dirección que había ocupado cargos políticos con el militarote de El Pardo. Los comunistas y los fascistas corren como conejos para ser los primeros cuando llega la democracia para debelar a los demás. Por lo mismo fueron vetados en aquellas páginas Cela o Emilio Romero. De Miguel no le ajusta las cuentas a nadie salvo a aquella época terminal y por ello doblemente innecesaria. Lo que destila es una suave amargura, plantado en el patio de su cárcel y mirando hacia arriba un avión que pasa en un instante de libertad.