1996-09-30.EL MUNDO.AL PERIODISTA DE VOCACIÓN AGT

Publicado: 1996-09-30 · Medio: EL MUNDO

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AL PERIODISTA DE VOCACIÓN
EL MUNDO. LUNES 30 DE SEPTIEMBRE DE 1996
ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO
Una parte reducida de la Prensa se enfrentó al conglomerado de oscuridades que nos gobernó más allá del tiempo que requería la desilusión del socialismo. Esa vanguardia del periodismo ensanchó los límites de la libertad de expresión, y alimentó a la porción ingenua de la sociedad con la fantástica esperanza de que, echada del Gobierno la causa felipista que lo degeneraba, la Monarquía de partidos regeneraría la vida de la supuesta democracia. Esta tonta esperanza tenía que ser liquidada, en su misma alborada, para no intranquilizar a la alternancia de lo mismo en lo mismo, dirimida por Pujol. Aquella vanguardia tenía que ser diezmada, con su propia victoria, para que los antifelipistas por ambición no se quedasen solos con los propensos a la verdad por vocación. Se ha cumplido lo previsto. Y no hay lugar para  demócratas que a sabiendas fueron tontos útiles en la coalición que desahució al felipismo, deben ser ahora marginados de la voz pública para que los listos inútiles reproduzcan, con Aznar, las condiciones institucionales de la deshonestidad política. Pero si declina la causa de la verdad, ahora asoma la de la justicia legal contra sus tapujadores. 
El problema de Aznar no viene de su simpatía con una ciudad sin albergues para la verdad y la Justicia, sino de su incapacidad para defenderla con argumentos compatibles con el sentido común, la responsabilidad verbal o el simple decoro. Entre Aznar y sus amigos de la Prensa se ahonda la diferencia que separa a la imbecilidad cínica de la hipocresía calculadora. Aquél recurre a actos de fuerza y a proyectos de ley tan totalitarios que éstos no tiene más remedio que rechazar. Así, no entregar a la Justicia documentos inculpatorios del anterior presidente del Gobierno se define, con mente pomposa, como acto de servicio a la democracia y a España. Semejante proclama de miserabilidad política sólo tuvo curso legal en los Estados totalitarios. El candidato que gritaba a sus masas ¡a por ellos!, es el mismo gobernante que aprueba proyectos de leyes punitivas contra sus amigos de la Prensa, si revelan o conocen asuntos que él declare, sin más, secretos oficiales de Estado, o si difunden opiniones apartadas de los límites donde él mismo encierre a la verdad oficial. El dogma aparece cuando la libertad de Prensa desaparece. 
La libertad de expresión está amenazada desde que Aznar gobierna. Y mucho más restringida, por la miedosa o la rentable autocensura de los directores de los medios. Aún no se quiere comprender que el felipismo ha sido producto y no causa de la corrupción institucional del régimen, ni que el absurdo poder de Pujol viene de un sistema electoral arbitrario y no de la fuerza del nacionalismo catalán. Al negarse a promover la reforma de la Constitución, para separar al poder ejecutivo del legislativo e impedir que jueces y fiscales sean controlados por poderes políticos, los medios de comunicación que denunciaron y condenaron la «monstruosidad moral» de González, tienen ahora que rehabilitarlo al frente de una oposición inoperante, con el argumento de los nueve millones de votos que lo blanquearon como los billetes de banco a los grandes mafiosos. Los que más y mejor contribuyeron al descrédito de Felipe, y a su apartamiento del Gobierno, han caído así no sólo en una contradicción intelectual insoportable, sino en una ideología que perpetúa la delincuencia política en la clase gobernante. Si la libertad de prensa no persigue la verdad, sino el sosiego de los poderosos, será la libertad de acción política la que tendrá que buscarla a su manera.