2004-01-22.LA RAZON.AL EMBAJADOR ITALIANO AGT
Publicado: 2004-01-22 · Medio: LA RAZON
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OTRAS RAZONES OTRAS RAZONES 30 20 LA RAZÓN LA RAZÓN JUEVES, 22 - I - 2004 JUEVES, 22 - I - 2004 OTRAS RAZONES AL EMBAJADOR ITALIANO LA SECTA DE LOS TREINTA cios de partidos, be- neficios públicos». Ley que ha sustituido la anacrónica corrup- ción personal por la moderna corrupción de partido, explotan- do el filón inagotable de las contratas y concesiones estatales. He de confesar, en fin, que no ha sido la malevolencia la que me hizo aplicar el adjetivo «irrisorio» al sustantivo Berlusconi. Tampoco sus salidas de tono y continuas faltas de tacto. La cau- sa está en una treta infantil de mi incons- ciente. Siempre que veo su imagen no pue- do evitar que la redondez torácica, sin solución de continuidad hacia sus despro- porcionadas piernas, la manera rígida de in- clinar cuello y tronco para adelantar la ca- ra cuando quiere ser incisivo o chistoso, los trajes que lo empaquetan a punto de reven- tar y, sobre todo, sus expresiones caricatu- rescas y untosas, me sitúen ante el cómico francés Fernandel, interpretando el papel de presidente de Italia. El «Duce» también era irrisorio. Pero Berlusconi no da miedo. AAnnttoonniioo GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO C iertos rapso- das nos transmiten lo con fascinación y un punto de sadismo. En la biblioteca de la Universidad de Lei- den hay un manus- crito en latín, vertido del griego, que data del siglo IV de la era cristiana. Gibbon lo menciona de pasada en su «Declive y caída». Pero el autor del manuscrito es anónimo, no se sabe si por pudor o por miedo a la persecución. No cabe excluir el propósito clandestino para fortalecer el arraigo de la secta. Es cierto que la publicidad es el alma de la justicia. Pero no de la nigromancia, el chamanis- mo, el esoterismo y la fabulación. Secreto viene de sagrado y todas las sectas y reli- giones se reclaman sagradas. El secreto y el dogma van de la mano del alma. El manuscrito empieza a contar los an- tecedentes. «La secta fue numerosa y aho- ra son parcos sus prosélitos. Diezmados por el hierro y por el fuego, duermen a la vera de los caminos o en las ruinas que ha perdonado la guerra, ya que les está veda- do construir viviendas. Suelen andar des- SALVAR LA PELLEJA D espués de meses haciéndose chi- chones con los quicios de todas las puertas, Zapatero ha conseguido sa- lir airosamente por una con los dos mensa- jes que esta semana ha mandado a la socie- dad española y a su electorado. El primero ha sido la muy lograda escenificación de que él manda en el PSOE. O al menos que lo parece, que eso es casi mas importante en política. El segundo ha sido el compromiso de no optar a la Presidencia si no es la lista más votada. Todo un regate a su trayectoria, hechos y pactos inmediatamente anteriores, enfáticamente proclamado, de cuya fiabili- dad muchos dudan y que ha puesto como ti- gres a los hasta ayer presuntos compañeros de la izquierda plural, el plural nacionalis- mo y la España de a 17. Creíble o no, el efecto ha sido notable. Externa e internamente. Y no es mala, desde luego, la clave de la búsqueda desesperada del voto útil. Pero tam- bién, y en esto parece caerse muy poco, puede traslucirse la oculta ver- dad de que Zapatero da por perdidas las elecciones de 2004, que sus cuentas no le salen de ninguna manera (con CiU después de lo de Maragall no hay pacto) y que a lo que va es simplemente a salvar la pelleja. Voto útil para una derrota honorable. Dar por hecho que no habrá «foto en el balcón», pero salvarse de tener que hacer el Almunia dimitiendo por televisión. AAnnttoonniioo PPÉÉRREEZZ HHEENNAARREESS REBOREDO Y SAÑUDO L as cartas de protesta al di- rector de un periódico, incluso las de puro trámite, reve- lan más la personali- dad de quienes las envían que la del es- critor criticado. Le aseguro, Sr. embaja- dor, que he medido la dimensión de la suya en esta frase: «con- fieso mi profundo estupor por el hecho de que LA RAZÓN, que es de los más presti- giosos de España, haya tenido a bien aco- ger un artículo («El Factor Italiano», 29/12/03) de tan escasa responsabilidad y redactado con expresiones gratuitamente in- sultantes y denigrantes, dirigidas a otro pa- ís, además un país del calibre histórico y político de Italia». Aparte de sus defectos gramaticales y an- ticuado estilo, esa frase revela, Sr. embaja- dor, tanto el hábito de adular como el com- plejo de superioridad y la mentalidad totalitaria de un oficio antaño prestigioso. Adula a un periódico cuya ideología igno- ra. Si la conociera, sabría que el «Factor ita- liano» sólo es uno de mis 90 artículos (so- bre la impotencia política de Europa) motivados por la invasión de Iraq. Conside- ra insultante que un español, expresándose con la libertad de un europeo demócrata, llame imprudente al jefe de Gobierno de un país con «calibre» para mantenerlo en el poder, pese a la nulidad declarada de la ley que promovió para no ser perseguido por la justicia. Cree que la crítica a un Gobierno de tal índole implica una condena de la his- toria, la cultura y la sociedad del país que lo tolera. Aunque esa no sea mi idea, tal vez tenga Vd. razón. Su carta confirma mi tesis sobre la esca- sa contribución del factor italiano a la uni- dad del actual espíritu europeo. Afirma que mi artículo es superficial (sin decir en qué), «incluso en lo referente al desarrollo unita- rio de este país en el siglo XIX». Pero yo me he limitado a recordar que en Italia no hubo tal desarrollo antes de 1870, sino una imposición de la unidad por la fuerza mili- tar del Piamonte, y a lamentar que la since- ridad intelectual del «Risorgimento» y de los grandes pensadores de finales del XIX y primer cuarto del XX no resurgiera des- pués del fascismo. Dice que mi análisis «culmina en verda- deras calumnias en cuanto a la contribución de Italia a Europa en el pasado y en el pre- sente». ¿Conoce el significado delictivo de las palabras que usa? ¿Puede ser calumnio- so un análisis cultural? Si dijera dónde es- tá la falsedad yo le respondería con los tex- tos de los clásicos del pasado (Alfieri, Manzoni, Mazzini, Mosca, Pareto, Croce, Gramsci) que me la han transmitido. En cuanto al presente intelectual o político, ¿lo calumnio si no admiro a ningún italiano? Quizás le haya exasperado mi ironía de que «todos los europeos son italianos en de- fensa de la impunidad del poder». Reco- nozco mi ligereza. La impunidad del poder, esencia del Estado de Partidos, se derivó de la República de Weimar y no de la Repú- blica de Saló. Pero nadie podrá disputar a la clase gobernante italiana el mérito de ha- ber descubierto, y exportado a Europa con- tinental, la nueva ley de Mandeville: «Vi- nudos». El anónimo autor asegura que discutió largamente con los sectarios pero no logró convertirlos. Hubiera sido difícil, dada su atracción por ellos. Lo primero que le sorprendió fue su diversidad de parece- res en lo que concier- ne a los muertos. Algunos entienden que los espíritus de los muertos se encargan de enterrarlos. Otros declaran que la amones- tación de Jesús «dejad que los muertos en- tierren a sus muertos» condena la pompa de nuestros ritos funerarios. El consejo de vender lo que se posee y dar el dinero a los pobres es acatado rigurosamente. Por ello su indigencia y desnudez, que los avecina al estado paradisíaco. Repiten con fervor las palabras sagradas. «Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan, que ni tienen cillero ni alfolí. Y Dios los alimenta. ¿Cuánto de más estima sois vosotros que las aves?» El manuscrito proscribe el aho- rro. «Si así viste Dios a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¿cuánto más vosotros, hombres de poca fe? Vosotros no procuréis qué halláis de comer o qué de beber, ni estéis en an- siosa perplejidad». El dictamen «quien mi- ra a una mujer con codicia ya adultera con ella en su corazón» (el Papa recordó que también es reprobable mirar con codicia a la propia esposa, pese al milagro que ello entraña) es un consejo de pureza. Sin em- bargo, son muchos los sectarios que ense- ñan que como todos hemos mirado a una mujer que codiciamos para codiciarla, to- dos hemos adulterado. Y como el deseo no es menos culpable que el acto, los justos pueden entregarse sin riesgo al ejercicio de la más desaforada lujuria. La secta nació en Kerioth y perduró en un conventículo que se apoda De los Treinta Dineros. El nombre nos da la cla- ve. En la tragedia de la Cruz hubo actores voluntarios e involuntarios, todos impres- cindibles y fatales. Involuntarios fueron los sacerdotes que entregaron los dineros de plata. Involuntaria fue la plebe que prefi- rió a Barrabás. Involuntario fue el procu- rador de Judea. E involuntarios fueron los romanos que clavaron a Jesús en la Cruz y echaron suertes. Voluntarios sólo fueron dos: Jesús y Judas. Éste arrojó las treinta piezas que eran el precio de la salvación de las almas y se ahorcó. Tenía treinta y tres años, los mismos que Jesús. La secta los venera por igual y absuelve a los otros. No hay un solo culpable. Todos compar- ten ahora la gloria. El autor apócrifo ter- mina contando una abominación. Al cum- plir los treinta y tres años, todos los iniciados se hacen escarnecer y crucificar en lo alto de un monte, para seguir el ejemplo de sus maestros. ¿Serán vendidos al doctor Von Hagens para sus exhibicio- nes anatómicas? ¿O temerá el «artista» la maldición del firmamento y el odio de los ángeles? ¿Podría ser la solución entregar treinta mil veces las treinta monedas de salvación? Algún remedio tendrán las le- yes del mercado. La secta no puede ser una excepción. JJooaaqquuíínn NNAAVVAARRRROO