1994-06-29.ABC.ABSTEMIOS ELECTORALES AMANDO DE MIGUEL
Publicado: 1994-06-29 · Medio: ABC
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E D I T A DO P OR PRENSA ESPAÑOLA 29 DE JUNIO DE 1994ABC DOMICILIO SOCIAL SOCIEDAD ANÓNIMA 2 8 0 27 - M A D R ID J. I. LUCA DE TENA, 7 DL: M-13-58. PAGS. 136 FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA ABSTEMIOS ELECTORALES LA clave de las predicciones electorales re- side en el entendi- miento de esa difusa y variable propor- ción de los que no votan. Las democra- cias avanzadas suelen desplegar una baja participación electoral: votan sólo los que están interesados por la política. En cambio, las democracias jóvenes o las de corte autoritario se caracterizan porque «hacen votar» a casi todos los que pueden hacerlo. Es una paradoja. La ley sociológica nos dice que cuanto más alta es la participación, más proba- ble es que se acabe votando al partido que está en el poder. Esa inercia es tanto mayor cuanto más autoritario sea el partido dominante o más tiempo lleve gobernando. Los sociólogos somos muy dados a anticipar los hechos... después de que han pasado. Me refiero a las sedicentes elecciones europeas. Sería fácil, por lo tanto, que yo dijera ahora que el PSOE «tenía» que haber sacado alguna ventaja al PP en Andalucía o en Extremadura, mientras que en el resto de España iba a estar por delante el PP. Eso es lo que sucedió, y la razón fundamental es preci- samente la tasa de participación: alta en las «tierras del PER», relativamente baja en el resto. Sólo que esta vez el vaticinio lo hice yo unos días antes de los comi- cios. Lo podía haber hecho cualquiera que manejara las leyes sociológicas alu- didas. Es más, al preguntarme Luis He- rrero que cifrara mi anticipación, adelanté que el PP ganaría al PSOE por ocho o diez puntos de ventaja. Como es notorio, sólo me desvié un escrúpulo de la reali- dad. Es un viejo pasatiempo campesino, que yo vería hacer a mi abuelo: imaginar cuánto trigo iba a recogerse antes de pe- sarlo. No comento esto sólo por vanagloria. Me mueve la necesidad de afinar los ins- trumentos de medida. Necesitamos sa- ber mucho más de ese fenómeno de los que no votan, mejor, de los que no dicen si van a votar o no de antemano. Ahí re- side el efecto definitivo de la campaña electoral, al tratar de convencer al «voto flotante», el que se decide a última hora. Los sociólogos utilizamos esa catego- ría de los que no votan como un con- cepto residual, los «no saben / no contes- tan» de las encuestas. Pero eso es un barbarismo lingüístico y una barbaridad lógica. No todos los que saben, contes- tan; ni todos los que contestan, saben. Mi cofrade Ramón Tamames -y con él cientos dé doctores- dice que ese resi- duo es el de los abstencionistas. Con el diccionario en la mano, se trataría de los «partidarios de la abstención, especial- mente en política». Pero no se trata de eso en una gran parte de los casos. El que no vota no suele ser «partidario» de nada, ni siquiera de votar. Simplemente se resiste a ello, no lo considera. Hace falta un concepto más neutro y pasivo. Es lo mismo que la distinción entre paci- fista y pacífico, feminista y femenino, ecologista y ecólogo. Los partidarios se oponen a algo, y eso es ya una disposi- ción activa, por muy negativa que pa- rezca. Los partidarios toman partido. Abstencionistas de verdad suele haber pocos. Serían los que propugnan no vo- tar, los partidarios de abstenerse con el fin de protestar, de llamar la atención. En nuestro caso, un abstencionista invete- rado es Antonio García Trevijano. Quien le conozca, sabe que es todo lo contrario de los que normalmente se abstienen de votar. Éstos suelen sen personas poco informadas, más bien resentidas o igna- ras, volcadas hacia su vida personal o familiar. Seguimos necesitando una pala- bra para designar a ese conjunto tan es- tratégico. Se me ocurre que, con ironía, podríamos resumir a la voz de «abste- mio», que de momento significa para los académicos «el que no bebe vino ni otros licores alcohólicos». Para empezar, el vino no es un licor, pero sigamos. Es claro que en latín «abstemio» era el que no bebía vino y por extensión el frugal. Pero prefiero jugar con el falso parentesco de «abstinencia», que origi- nariamente era también templanza frente a la gula o la lascivia. Si la cuestión es abstenerse, no sé por qué no recurrir a la calificación de «abs- temios» con su sentido electoral. Pro- pongo que se llame así a los que dicen que no van a votar a ningún partido por falta de interés. Es una posición suma- mente negativa, autoexcluyente. Distintos serían los «indecisos», los que no tie- Símbolo deasunción S.farero A U T O M Ó V I L ES San Francisco de Sales, 12 nen decidido su voto, pero al menos sien- ten interés por la po- lítica. Los indecisos no se sienten representados bien por los partidos en liza. O por lo menos los inde- cisos hasta el último momento serían los que realmente votan en conciencia, los más conscientes. Un subgrupo de los in- decisos serían los «abstencionistas», con el sentido indicado. Para un escritor, el uso correcto de su lengua no está sólo en aceptar la autori- dad de la Academia, establecida a través del Diccionario. Es al revés. El Dicciona- rio tiene que seguir nutriéndose de los avances de la escritura. Las nuevas pa- labras, los renovados sentidos, no suelen ser caprichos de los artesanos del idioma, sino necesidad de colmatar hue- cos lógicos. ¿Cómo voy a llamar del mismo modo al que se abstiene pasiva- mente de votar o al que no decide su voto, acaso hasta el último minuto? Las distinciones anteriores serían más bien de índole escolástica si ese hetero- géneo cuerpo de los que no votan no fuera tan decisivo para los resultados electorales. Los partidos políticos pueden arrebatar votos de los indecisos, pero es más difícil que lo consigan de los abste- mios. A no ser que ejerzan la presión psicológica del miedo («que viene la guerra civil», «que nos quitan las pensio- nes»). En cuyo caso el primitivo abste- mio se transforma en un indeciso poco convencido, pero finalmente votante. La prueba de que no estamos ante disquisiciones escolásticas es que, si se manejan bien los conceptos, se puede llegar a anticipar el resultado de las elec- ciones. Ya puestos, permítaseme un úl- timo excurso lingüístico. Qué hermosura el descubrimiento de que la voz «elec- ción» se pueda manejar así, en plural, «elecciones». El español utiliza algunas veces el plural para dar un sentido de fiesta y holgorio a lo que resulta gregario y espectacular. Así, se dice «carnava- les», «sanfermines», «navidades», «opo- siciones» (a los cuerpos funcionariales) y naturalmente «elecciones». Se trata de actos masivos que suelen incluir genero- sas libaciones. De ahí el plural. Precisa- mente quien se abstiene de acudir a la fiesta electoral, resulta tan sospechoso como el que no aprueba, por sistema, el alcohol. Esa es la venganza de la cultura sobre la etimología. Recuerde mi cofrade Tamames que la primera fase de un es- colante es consultar el diccionario de la lengua; la segunda es ayudar a escri- birlo. Amando de MIGUEL ABC (Madrid) - 29/06/1994, Página 3 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.