1982-12-07.ABC.ABOGADOS SIN TOGA ARMERO
Publicado: 1982-12-07 · Medio: ABC
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22/ ABC Tomas de posición MARTES 7-12-82 Abogacía y bufetes de gestión La abogacía es, en las sociedades desarrolladas, el tejido que da vida y actividad al Derecho. En abstracto, el ciudadano medio que vive en un Estado de Derecho se siente respaldado por el principio de legalidad. Pero, en concreto, quien le defiende y le ofrece seguridad es el abogado. En las democracias industriales de América* de Asia y, últimamente, de Europa, la abogacía ka evolucionado progresivamente, desde el final de la última guerra mundial hasta hoy: en nuestros días las grandes empresas no recurren sólo a los despachos jurídicos para defenderse con la aplicación de la Ley, sitio que se apoyan en bufetes especializados para promover sus negocios. Así surge una nueva clase, el abogado gestor que pone al servicio del cliente su experiencia y su influencia en los pasillos del Estado, en las entidades financieras y en el «establecimiento» en general. Tres letrados conocedores del problema —Ramón Liado, Pascual Pérez Ocaña y José Mario Armero—, vinculados respectivamente a tres bufetes madrileños de renombre —A. & J. Garriques, García Trevijano y Armero— analizan en nuestra doble página de hoy esa nueva modalidad que transforma polémicamente el concepto tradicional de abogacía Abogados sin toga Por José Mario ARMERO El abogado, en su sentido clá- sieo, aparece como un co- laborador de la Justicia. Tradicionalmente, las grandes figu- ras de la abogacía española son destacados hombres del foro, muy a menudo defensores de causas penales o famosos por sus inter- venciones en recursos de casa- ción. España sigue así una tradi- ción europea, y grandes figuras de la política alternan la preparación de dictámenes o la defensa de causas con el ejercicio de funcio- nes públicas. Antonio Maura o José María Gil Robles, en dos épocas distintas, pueden ser repre- sentativos de una figura noble y digna: el abogado político. El ejer- cicio de las funciones públicas no puede ser privilegio de los ricos o de los que pertenecen a los cuer- pos del Estado. Es posible, o ha sido posible hasta ahora, la alter- nancia de la función pública con el ejercicio de la profesión de abo- gado, pero entendida siempre en su contenido de «abogar», estu- diando los problemas con arreglo a Derecho, aconsejando con el fruto de la propia experiencia junto con las leyes, las sentencias y la doc- trina, siguiendo con rigor y con as- tucia los trámites procesales, de- fendiendo con ardor la causa en la vista oral. Un gran parlamentario era muy a menudo un gran abo- gado, precisamente por cuanto re- presentaba su actuación ante los Tribunales, muchas veces frente a otras figuras destacadas de la polí- tica y de la abogacía, perfilándose así la galería de nuestros grandes políticos por cuanto que al mismo tiempo se hacían famosos en la defensa de sus patrocinados ante la Justicia. Pero la figura del abogado, como la de tantos y tantos profe- sionales, ha ido adaptándose a las necesidades de un mundo en evo- lución. Sobré la figura del letrado clásico, que todavía perdura y que será siempre imprescindible, ha surgido un nuevo tipo de abogado que, además de conducir pleitos, aconseja en el mundo de los nego- cios, prepara contratos y resuelve por negociación o arbitraje muy di- versos conflictos o problemas jurí- dicos. Normalmente participan tam- bién en asuntos que trascienden las propias fronteras y representan unas veces los intereses de com- patriotas, y otras, los de extranje- ros. Son los llamados «abogados sin toga», porque no pleitean o pleitean en raras ocasiones, ya que su función se ciñe más a la ges- tión, añadiendo a su información jurídica otros muchos conocimien- tos económicos, de política interna- cional, de práctica operativa en los negocios de diversos países, etcé- tera. Son conocimientos adquiridos por el estudio^ la experiencia, la in- formación puntual y una selecta amplitud de relaciones personales para consultas que les permiten realizar lo que podría ?er un diseño de «marketing» de una operación concreta que un cliente enco- mienda. Operación en la que lo ju- rídico puede ser una parte impor- tante, pero no e! todo. Esta figura de abogado, ya im- plantada en España desde hace varios años, nació lógicamente donde ha nacido fundamental- mente el progreso en las últimas décadas: en los Estados Unidos. En aquel país se diferencia entre un abogado1 que aconseja en el mundo de los negocios — «busi- ness lawyer»— y otro —un «lob- byist»— que abusa de un cargo político ejercido con anterioridad para disponer de accesos y presio- nes en la Administración del Es- tado. También se distinguen bufe- tes de «militancia» republicana y demócrata; y según el partido que está en el Poder obtienen mayor o menor número de clientes porque se les supone mayor o menor in- fluencia en los resortes administra- tivos. En todos los países existen los llamados abogados de gestión que, por sus condiciones jurídicas, su atracción personal y sus conoci- mientos complementarios del mundo de los negocios, son capa- ces de resolver problemas sin ne- cesidad de litigar. Además, con una dosis de dinamismo y rapidez que revierte en beneficio de sus clientes. Este tipo de abogados son, por ejemplo, lord Goodmannj en Inglaterra; Richard Nixon, John Foster Dulles y John Mitchell, en los Estados Unidos. Se da la circunstacia, por otra parte natural, que un político cono- cido entre en un famoso bufete americano con el único propósito de capitalizar su nombre e influen- cias. Es algo inevitable. Pero cuando no es esa su intención, cuando va a. comenzar a ejercer como abogado hace una promesa de «no lobbying». El caso más famoso de político metido a letrado es el de Richard Nixon, quien, después de haber sido vicepresidente de Estados Unidos en 1963, entró en una im- portante firma de Wall Street. Su experiencia jurídica era muy limi- tada, pero tenía un enorme gancho de cara a potenciales clientes que podrían comentar: «Como mi abo- gado, Dick Nixon, me dijo el otro día...» Se jugaba con el esnobismo de la gente, pero fue muy efectivo para el aumento de las minutas. Por otra parte, Nixon, por sus buenas relaciones con Gobiernos extranjeros, especialmente con la Unión Soviética, era el abogado de una importante sociedad de bebi- das refrescantes. Siguiendo un recorrido de mati- ces de abogados de gestión en su cuna norteamericana encontramos también la figura del «public part- ner», un abogado que aporta publi- cidad a la firma por haber disfru- tado de popularidad o importancia en un cargo público. El «pubíic partner» suele ser contratado por bufetes que atraviesan temporadas bajas. Otros despachos contratan ex políticos, pero no como estre* Has, no con fines publicitarios, sino para aprovechar su experiencia y conocimientos. Como puede apreciarse, las gamas de «abogados de gestión» que se dan en los Estados Unidos tienen ya fiel reflejo en España; Aunque entiendo que este tipo dé abogado debe ser un hombre inde- pendiente, profesionalizado, con un equipo de las mismas característi- cas, sin pretender la publicidad por razones ajenas al mismo ejercicio de la abogacía, sin contratar «es- trellas» por su mero nombre como si de de una espectáculos se tratara. compañía Muy noble es la función del abo- gado de pleitos, antes defendiendo hasta la vida de una persona y ahora su libertad, el honor o los in- tereses económicos. Pero no menos noble es el trabajo de los abogados que principalmente no actúan ante los Tribunales, pero que luchan también por los intere- ses, y muy a menudo, por los valo- res éticos de sus clientes, con la misma dedicación y entrega, aun- que sea ante instancias distintas. Las más de las veces frente a otros intereses económicos en pugna, también patrocinados por ilustres letrados. En otras ocasio- nes, frente a una Administración in- clemente, que tiene poco corazón y poco oído. Precisamente la actua- ción del abogado frente a la Admi- nistración pública puede plantear el delicado problema del juego de in- fluencias que, indudablemente, li- mita el campo de actuación de los políticos. Es difícil dedicarse de manera importante, directiva, a la política y ser, al mismo tiempo, abogado sin toga. No hay incompa- tibilidad administrativa. Pero puede haberla moral. ABC (Madrid) - 07/12/1982, Página 22 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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