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Publicado: 2003-12-01 · Medio: LA RAZON

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OTRAS RAZONES

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LA RAZÓN
LUNES, 1 - XII - 2003

OTRAS RAZONES

ABERRACIÓN ANTICRISTIANA

GRANDES FASTOS Y DESARROLLO
¿D ebemos

minar nuestra vida co-
lectiva  y  las  políticas
que la guían.
Veamos 

taban, hasta que las
antorchas escolásti-
cas  del  humanismo
integral (Maritain) y
del humanismo lite-
rario (Bernanos) pe-
netraron en la última
noche universitaria.
Ahora, un gobernan-
te católico emergido
de aquella penumbra
azulada pide la incorporación del cristia-
nismo  a  los  fundamentos  históricos  de
Europa.        

Como ateo no militante, me atengo a la
verdad de los hechos.  Ningún factor ha
sido más determinante de la unidad del
espíritu europeo que la doctrina y la cre-
encia cristianas. Las guerras de religión se
vivieron como guerras civiles. Como mi-
litante de la libertad política y la dignidad
personal, sostengo que, salvo la práctica
científica del nacionalismo, ninguna for-
ma de poder estatal ha sido más adversa a
la humanidad que la derivada de  la con-
fesionalidad del Estado (teocracia) o de la
conjunción de los dos poderes (agustinis-
mo). Teocracia de guerra santa o Provi-
dencia  de  guerra  preventiva,  Sr. Aznar,
son una misma aberración anticristiana.   

AAnnttoonniioo  GGAARRCCÍÍAA TTRREEVVIIJJAANNOO

«confiar
en nues-
tras propias fuerzas»,
como decía Lenin, o
depender de aconteci-
mientos  externos  y
aleatorios?  La  pre-
gunta viene a cuento
de dos recientes noti-
cias y los comentarios
que han suscitado. Una de ellas se refiere a la
liquidación de las aspiraciones a montar en
Vandellós el reactor experimental ITER, des-
tinado  a  investigar  las  posibilidades  de  la
energía de fusión. Las reacciones generaliza-
das han sido de decepcionada frustración. La
otra concierne a la consecución por la ciudad
de Valencia de las regatas en que se disputa
la llamada «Copa América». Ha producido,
en cambio, una satisfacción rayana en el en-
tusiasmo en los círculos oficiales, culminan-
do en el enternecedor beso de la alcaldesa al
trofeo. Pero, a través  de las opuestas emo-
ciones de desengaño y de alegría, se revela
algo común: la atención desmesurada a posi-
bilidades que dependen de decisiones exte-
riores a nuestra voluntad. A todo lo que, ade-
más, reviste un carácter espectacular. Y el
olvido alienante de un camino propio de des-
arrollo autocentrado en la economía y en la
investigación. Un espejismo que parece do-

LA ELEGANCIA Y LAS MIELES

H ay  líderes  que  batallan  en  todos  los

frentes y cumplen los objetivos, pero
luego aparecen ante el público con una
imagen impecable, para que nadie les note el es-
fuerzo. Uno de los políticos que mejor desplie-
ga esta elegancia es Eduardo Zaplana. El mi-
nistro  de  Trabajo  y  portavoz  del  Gobierno
ofrece siempre una imagen fresca y sonriente.
Joven, buen dialéctico y con un especial encan-
to personal, sabe cautivar y emplea estas armas
ya sea con los sindicatos o en su más reciente
tarea como portavoz. Pero detrás de esta ima-
gen existe una solidez basada en el trabajo y en
la inteligencia de saber llevar con firmeza el ti-
món. Se ve ahora con su labor en Trabajo y lo
demostró de sobra en Valencia. Él, y no otro, ha
sido quien ha puesto a esta Comunidad a una

altura tal en todos los órde-
nes que la han hecho mere-
cedora de la Copa América.
Ha sido el artífice de este
progreso  con  una  labor
constante, como le recono-
cen propios y extraños. Por
eso, ahora, cuando llegan
las mieles del triunfo, sorprende que no estu-
viera en Valencia, junto con Camps y Barberá,
la noche en que llegó la Copa. A su sucesor le
venía el éxito de su mano, pero no le oímos nin-
guna referencia. Nada a quien tanto debe. Eso
sorprende más. Mientras, desde Madrid, Za-
plana felicitó y se alegró. Esa es su elegancia.

LLuuiissaa  PPAALLMMAA

REBOREDO Y SAÑUDO

D os 

temas
centrarán  el
debate cons-
tituyente en el seno
de  la  Unión  Euro-
pea. La distribución
del poder de los Es-
tados,  o  los  votos
que  han  de  corres-
ponder  a  cada  uno
de ellos, será resuel-
ta con el criterio de la proporcionalidad
de la población. La inexplicada exclusión
del  cristianismo  en  el  Preámbulo  de  la
Constitución ocasionará una pedestre po-
lémica carente de sentido político, pero
no exenta de interés histórico y cultural.  
Si  se  nombran  los  factores  que  han
contribuido a la formación del espíritu eu-
ropeo, a lo que la Constitución no está
obligada, no se pueden silenciar la cris-
tiandad, el ortodoxismo, el protestantis-
mo y la catolicidad romana. Si se ponen
en  la  cuneta  de  la  historia,  resultarían
marginados el laicismo ilustrado y la go-
bernación eclesiástica; el ateísmo revolu-
cionario y las restauraciones confesiona-
les;  el  romanticismo  idealista  y  el
positivismo social; el mesianismo eslavo
y el nihilismo moral. Todo se meció en la
misma cuna clerical del cristianismo.   

Si  alguna  vez  existió  pensamiento  y
conciencia  de  Europa  fue  en  el  XVIII
(Paul Hazard). Lo reveló la expulsión de
los jesuitas de Portugal, Francia, España
e Italia, y su refugio en los Estados pro-
testantes de Federico II. El hijo de María
Teresa de Austria, José II, escribe a Choi-
sel: «Conozco como nadie los esfuerzos
de esas gentes para gobernar y perturbar
Europa desde el cabo de Finisterre hasta
el mar del Norte; en Alemania, son man-
darines; en Francia, académicos; en Es-
paña y Portugal, los grandes de la nación,
y en el Paraguay, reyes». El jansenismo,
los filósofos, las envidias de otras órdenes
católicas y la intriga del Marqués de Pom-
bal pusieron fin a la educación de la cla-
se dominante europea en las letras clási-
cas. Y un enseñante escolapio pudo ser
héroe de Polonia bajo Estanislao Augus-
to.         

El  mismo  fraude  de  la  ilustración
afrancesada que ayer metió a los jesuitas
(pedagogos de las cortes) en el atentado
contra José I, Rey de Portugal (1758), y
en el motín de Esquilache (1766), hoy sa-
ca subrepticiamente al cristianismo de la
historia europea. El presidente de la Con-
vención, Giscard d’Estaing, travestido ar-
lequín de Voltaire, reniega de su casuismo
jesuítico («oui, mais»). Y los Gobiernos
protagonistas de aquel expolio por razón
de Estado, paralelo al de Felipe el Bello
contra los Templarios (banqueros de las
Cortes), son los que ahora unen la recla-
mación nominal del cristianismo a la de
privilegios en el número de votos, para lo-
grar  minorías  de  bloqueo  en  la  UE.
¿Coincidencia? 

La catolicidad es una de las cuatro es-
pecies  del  cristianismo.  En  España,  la
Contrarreforma siguió luego un curso eu-
ropeo con el padre Feijoo y otro antieuro-
peo con Donoso Cortés. El catolicismo
español vivió a contrapelo del cristianis-
mo, salvo en la brillante época donde los
teólogos de Salamanca y Coimbra lo dic-

ambos
acontecimientos.  La
renuncia  a  instalar  el
ITER en nuestro país
ha suscitado  acertados
comentarios,  referen-
tes a nuestras relacio-
nes internacionales. La
falta de apoyos en la Comunidad Europea era
predecible, dado el aislamiento creciente, te-
ñido por añadidura de arrogancia, con que la
política de Aznar se mueve dentro de ella. La
postura ante la invasión de Iraq, la beatería
ante el Pacto de Estabilidad, las desesperadas
críticas  al  consenso  sobre  el  proyecto  de
Constitución no son actitudes que propicien
evidentemente la solidaridad con nuestras as-
piraciones.

Pero tales críticas parten de aceptar como
una realización positiva la instalación de la
central en nuestro suelo, supuesto que no se
ha debatido suficientemente. He leído bas-
tantes críticas ecologistas y hace ya tiempo
mantuve  conversaciones  con  físicos  muy
competentes como el francés Escoubés –des-
graciadamente hoy fallecido– que formula-
ban reservas importantes sobre el futuro de
esta tecnología. Por más que permita frases
exaltatorias tales como la de que, cual nuevos
Prometeos, vamos a traer los mecanismos de
la energía solar a nuestro planeta  . 

Pero no es sobre este complejo y delicado
aspecto técnico sobre el que querría pronun-
ciarme, sino sobre algo más básico: la políti-
ca científica de nuestro actual Gobierno. Sor-
prende el contraste entre el interés mostrado
en la batalla por la instalación de esta central
y la falta de atención y apoyo a la investiga-
ción que continua y cotidianamente se realiza
en nuestro país y habría que potenciar, aun-
que no resulte tan llamativa. Lo lamentable
no es tanto el hecho de que el ITER no se ins-
tale en España, sino que el número de plazas
de investigador sea tan bajo, que la propor-
ción de nuestro PIB dedicado a la investiga-
ción venga a ser la mitad del destinado a este
fin por los otros países europeos, que en cam-
pos tan importantes como la posibilidad de
trabajar con células madres de embriones se
tropiece todavía con insostenibles prejuicios,
que los organismos internacionales tengan
que llamar la atención sobre nuestra penuria
en financiación de las actividades científicas y
educativas. 

El deslumbramiento por lo espectacular do-
mina a nuestros políticos actualmente en el
poder. Y en este sentido resultan también sig-
nificativas las reacciones ante el otro aconte-
cimiento a que antes me refería: la concesión
de la disputa de la Copa América en Valencia
como sede. Se va a acelerar el AVE a esta ciu-
dad –¿incluidos socavones?– y mejorar las
instalaciones  del  aeropuerto,  precisamente
ahora. ¿Es que los valencianos y las personas
que habitualmente viajan a la Ciudad del Tu-
ria no merecían estas facilidades de transpor-
te hasta que llegan regatistas y espectadores?
¿Es que impulsar el comercio, la actividad in-
dustrial y cultural que constituyen la corriente
vital, auténtica de una ciudad no tiene más im-
portancia que una ocasional competición de-
portiva? No nos engañemos: el escaparate,
vistoso e inmóvil, no es la palpitante vida.

CCaarrllooss  PPAARRÍÍSS